Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Dentro de las magnitudes va a masticar los huesos.
Huesos crudos.
Blanco roto.
Dentro de las magnitudes se encuentra la voz de una señora que marca con su tono cierto aire de sospecha.
Dentro de ellas hay una media y un jilguero. Si pudiera cantar, elevar la desdicha en trinos, dejaría de inmediato la masticación ósea.
Huesos de rodilla (sin el tuétano). Huesos cocidos. Duros por siempre jamás.
La media es una fantasía (con algo de roca que lleva por analogía al hueso).
En la masticación del hueso se busca la quiebra de los dientes.
Descascarillar le lleva a matanza y ésta deriva en atroz, brutal, cruel, de la población, espantoso, espeluznante, horrible, impune, indiscriminado, inenarrable, infernal, cometer, librar(se) (de), producir(se), recrudecer(se) y todas estas combinaciones extraídas del Diccionario Redes.
Al masticar huesos surge el sentido del asesinato. Huelga decir que tan sólo el sentido y no su acción. Mientras los dientes tiemblan contra la dureza de los huesos, la bárbara relación humana se opone al optimismo de los grandes pensadores que un día y otro aseguran que somos especie benéfica y que avanzamos contra las penas y las carencias.
Va a masticar huesos hasta que le sangren las encías. Va a masticar huesos hasta que las encías se pulvericen y asomen los propios huesos de las mandíbulas que intentan, rotura a rotura de molares y premolares, triturar el hueso.
Hueso cocido, duro por siempre.
Hueso sin tuétano.
Hueso de animal muerto. Animal vacuno. Animal que nunca pastó en ladera de montaña sino que fue fruto de ganadería intensiva (inmensos comederos de pienso con trazas de pescado para animales dispuestos a servir de asados).
Al masticar huesos surge el sentido del mecanismo que podría ser adecuado, administrativo, anticuado, articulado, asequible, complejo, de control y tantos, tantos mecanismos más cuando lo importante es el sonido del hueso contra el hueso, el dolor en los maseteros, la sangre en la comisura de los labios y en la corona de los dientes; cuando lo importante dentro de las magnitudes correspondientes es la intensidad del dolor y la sensación de estafa incluso de aquellos grandes pensadores que acallan el rumbo de los hombres con impresionantes abstracciones llenas de relaciones y palabras extrañas y esas abstracciones y esas relaciones le llevan a poner el hueso cocido delante de sus narices, a olerlo, a pasarle la lengua para reconocer sus texturas, a abrir la boca y morder con todas sus fuerzas la blancura rota del hueso de rodilla de un mamífero vacuno oprimido por la ganadería intensiva que llegará también hasta la señora con tono de voz que indica sospecha e incluye certeza, falsedad, fundamento, fundamentada, infundada, injustificada, inquietante, justificada, latente, leve, libre (de), ligero, limpio (de), menor, remoto, serio, vago, vehemente, bajo, asomo (de), manto (de) y ahí se detiene porque el manto de sospecha de la mujer del teléfono que ha echado sobre él ha lanzado su ansia sobre el hueso y ha mordido con tal fiereza que ha logrado extraer una lasca y la ha podido masticar y la ha pasado por el velo del paladar y la ha tragado.
Dentro de las magnitudes hay un silencio de selva.
Dentro de las magnitudes hay un calor de lagar.
Volcánicos los huesos.
Osamentas dentro de las magnitudes. Configuraciones de la impresión.
Mastica los huesos.
Una hora y después otra.
Fierro. Fotografía de Olmo Z. Agosto 2014
Fierro. Fotografía de Olmo Z. Agosto 2014

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/12/2014 a las 17:22 | Comentarios {0}


Diría: la boca entre tus piernas
Dormido
Ha llegado
Uno añora
el sapo
lo gualda
la esfera
Esa voz
El waltz
el acento alemán de Düsseldorf
No haremos nada
en la cabriola
con esa risa
Mírame
la boca entre tus piernas
Vello
Huelo
- No puedo
- Inténtalo
- Si creyera a quien espero
Vuelo de la ráfaga
como el lagarto
La herida vierte la sombra
y altera como nota alta
la noche
Espérame
la boca
entre tus piernas

Calla
mi dedo
ha señalado el viernes
- Desorientado volaría hacia ti
- Sigue...
- Y dejaría una estela blanca
y surcaría entre mí y lo hondo
la última sílaba que dijiste. No debes
aplaudirme. No, no me beses. Me deseco.
Feérico
el soto
la urdimbre
la llave
Ahora
la saliva
se enreda
 
 

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/11/2014 a las 22:23 | Comentarios {0}


Hoy te has levantado tarde. Por las lamas de la persiana la luz entraba y apenas llegaba a tus ojos. No querías levantarte porque sabes lo que ocurrirá, en tu propia conformación de la realidad, lo sabes. Al final has hecho ese ligerísimo esfuerzo de voluntad y en el momento en que has puesto los pies en el suelo has sentido el miedo de ser lo que eres y te has puesto a calcular lo que cuesta apretar el botón de la cisterna, el gas que incendia el quemador, la leche que viertes en el café, el café mismo. Has abierto las ventanas. Has dejado que el aire -con restos de la humedad de la lluvia de la noche pasada- entrara y mentalmente, mientras fumas el cigarrillo, sorbes el café, y tiemblas, te has hecho un mapa del día y luego has pensado, Un territorio que no recorreré. Por el camino en el que el perro husmea lo que se convertirá en memoria y reconstrucción -por aquí pasó una perra; esto es de macho; esta hierba podría venirme bien para el estómago; aquí he de mear; aquí puedo cagar; ahora he de dispersar la mierda para que no me sigan el rastro; ¿por qué no me deja este mamarracho ir por ese camino?; ¿por qué tenemos que ir siempre por donde él quiera?- recuerdas la tarde anterior con esa chica que tan feliz te hace; esa chica de quince años que te pone sus canciones favoritas y a la que cuando bajáis en el coche camino de la ciudad donde ella vive, le cuentas la historia de tu nueva novela, la que no sabes si acabarás, y ella se retuerce un poco en el asiento y dice, ¡Joder, menuda historia! Y tú le preguntas si no le gusta y ella te dice que sí pero que es muy bestia y te dice también, Esa sí la leeré -la anterior no la ha leído- y te promete que se encargará de vendértela. Y a ti ese comentario te pone un nudo en la garganta y tienes que respirar y concentrarte mucho en el autobús que vas a adelantar.
Yo no puedo ponerme en tu piel. Ni quiero. Es como el amigo que escucha y que sabe que tan sólo debe escuchar. Sé que tiene que sacudirte un terremoto. Sé que estás a punto de rendirte y también sé que esa rendición te hará verdaderamente libre. Sé que quieres ver crecer a esa chica de quince años, casi a punto de cumplir dieciseis. Pero también y te lo diré sólo una vez: tú debes renunciar; tú debes ser consciente de que tu representación del mundo no es más que una ínfima parte de todo lo que pasa; tú debes asumir tus decisiones y ser consciente de que realmente no hay juicio de valor -no puede haberlo- sobre ellas pero no dejes, mi personaje, que lo desconocido te conozca y te guíe; no dejes de alumbrar en cada inspiración la posibilidad de una expiración que te calme; no dejes que la sombra se haga primero penumbra y en última instancia total oscuridad.
¡Vamos, querido, vivir es hermoso porque tiene la fragilidad de lo móvil y lo pesado de la gravedad! ¡Vamos, querido, anima las células! ¡Pon en práctica los poemas de física y arguye frente a ti la sinrazón de cualquier razón venga de donde venga, vaya a donde vaya!
Yo te construiré según me vayas diciendo. Te maltrataré si te maltratas. Te hundiré en el pozo si te ahogas. Te haré volar si te embriagas. Te dejaré dormir si tienes sueño y te levantaré temprano si lo quieres. Prometo devolverte entero y consecuente y cuando ponga fin a tu aventura has de saber que será de una vez y para siempre. Te prometo lealtad y los dos nos entendemos y si he de machacarte lo haré con entusiasmo y si de darte vuelo te miraré sonriente desde tierra mientras tú te elevas y no eres Ícaro aunque yo sea Dédalo.
Respira. No vuelvas a la cama y cierres los ojos. Hay mucho que admirar en este día en el que me permito cogerte por la solapas y sacudirte un poco. Y estáte seguro de que la calma es atributo de valientes.
El viaje del héroe. Fotografía de Olmo Z.
El viaje del héroe. Fotografía de Olmo Z.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/09/2014 a las 12:09 | Comentarios {2}


O de cómo hay que dejarse ser, sin preguntarse demasiado; abrazarse a sí mismo; tenerse una compasión fuerte; saber que la condición primera de la vida es la fragilidad; soportar con humor alegre lo que no se entiende y dejar que quien sabe -aunque no lo sepa- nos guíe ya sea una burra, ya una brizna de miés, ya el ocaso, ya el sueño, ya el pacto.


La burra de Balaán
22Cuando iba (se refiere a Balaán de camino con los jefes de Moab), se encendió la ira de Yahvé y el Ángel de Yahvé  se puso en el camino para estorbarle. Él montaba la burra y sus dos muchachos iban con él. 23 La burra vio al Ángel de Yahvé plantado en el camino, la espada desenvainada en el mano, y la burra se apartó del camino y se fue campo traviesa. Balaán pegó a la burra para hacerle volver al camino. 24 Pero el Ángel de Yahvé se puso en un sendero entre las viñas, con una pared a un lado y otra al otro. 25 Al ver la burra al Ángel de Yahvé se arrimó a la pared y raspó el pie de Balaán contra la pared. Él la pegó otra vez. 26 Volvió el Ángel de Yahvé a cambiar de sitio, y se puso en un paso estrecho, donde no había espacio para apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. 27 Vio la burra al Ángel de Yahvé y se tumbó, con Balaán encima. Balaán se enfureció y pegó a la burra con un palo. 28 Entonces Yahvé abrió la boca de la burra, que dijo a Balaán: “¿Qué te he hecho yo para que me pegues con ésta ya tres veces?”. 29 Respondió Balaán a la burra: “Porque te has burlado de mí. Ojalá tuviera una espada en la mano; ahora mismo te mataba.” 30 Respondió la burra a Balaán: “¿No soy yo tu burra, y me has montado desde siempre hasta el día de hoy? ¿Acaso acostumbro a portarme así contigo?”. Respondió él: “No.” 31 Entonces abrió Yahvé los ojos de Balaán, que vio al Ángel de Yahvé, de pie en el camino, la espada desenvainada en la mano; y se inclinó y se postró en tierra. 32 El Ángel de Yahvé le dijo: “ ¿Por qué has pegado a tu burra con ésta ya tres veces? He sido yo el que ha salido a cerrarte el paso, porque éste es para mí un camino torcido. 33 La burra me ha visto y se ha apartado de mí tres veces. Gracias a que se ha desviado, porque si no, para ahora te habría matado y a ella la habría dejado sin vida.” 34 Dijo entonces Balaán al Ángel de Yahvé: “He pecado, pues no sabía que tú te habías puesto en mi camino. Pero ahora mismo, si esto te parece mal, me vuelvo.” 35 Respondió el Ángel de Yahvé a Balaán: “Vete con esos hombres, pero no dirás nada más que lo yo te diga.” Balaán marchó con los jefes de Balac.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/09/2014 a las 11:36 | Comentarios {0}


Anchas son mis manos, espalda de Hércules son. No pienso vomitar en el último instante porque reconozco mi negligencia. Sólo me entusiasma la calma en la mañana, la contemplación de las nubes que invaden el cielo con su apariencia gris y el verde que florece como si hubiera estado esperando su oportunidad al acecho del sol, soportándolo; tan sólo un pensamiento, un aire de jueves, una piscina bien iluminada, un libro que promete descubrir esencias nuevas, un poste, una articulación, la vida de una almeja sumergida en agua fría con sal; sólo me entusiasma la combinación y más su descubrimiento y el sudor una tarde jugando en el cuerpo de una mujer; me entusiasma decir, Hola, mi amor y también, Gracias, amigo y también, Hija mía; reconozco que no podré; reconozco que he de irme y que esta certeza me lleva a ponerme en forma, a caminar a buen paso, a sonreír a todo, a respirar con calma mientras intuyo que los buenos dioses me están esperando con su aliento fresco del alba en verano; confieso que no nací, me nacieron; confieso que no morí, me murieron el desgaste de los huesos, las muchas respiraciones, la lenta reproducción de las células, la cada vez más espaciosa cadencia de las horas, el tumulto, mi desesperación, mi incongruencia, mi desobediencia, mi anhelo y mi fe.
Anchas son mis manos, son palas del remo que surcan el ponto en busca del Vellocino de oro. Argonauta soy y mi nombre es Nada y no desfalleceré hasta superar la fuerza del Coloso de Rodas y no desfalleceré hasta convencer al artista Epeo que no construya el caballo que habrá de suponer la caída de Troya y lucharé denodadamente a favor de los jóvenes y su asistencia a los conciertos y lucharé, desde mis sueños, a favor de un beso en los labios dado con la intensidad propia de los recién humanos y lucharé también, hasta el último aliento, por la calma en la mañana, por la sábana fresca, por el respeto al dedo meñique, por la audacia del héroe y por la posibilidad -sagrada- de que no llegue a realizar su tarea y no por ello, nadie, nadie, le arrebate su condición de tal.
Anchas son mis manos y han sangrado hasta desvanecerse como tan bien hacen los pintores del renacimiento en sus sfumatos; anchas y pedigüeñas; anchas y fuertes; anchas y soledad alrededor de sí mismas; anchas y diosas de tres pechos; anchas y trote; anchas y alameda. Quizá cuando me ausente, eche de menos la anchura de mis manos o el relieve de la vena cefálica o el borde de las uñas que siempre me sugirieron las garras del ave de presa (o el buitre).
Reconozco que no he de pedir perdón porque desde hace tiempo no creo en él, tan sólo fío en el conocimiento de los otros la evidencia de que los agravios siempre causan remordimiento.
Hace frío. La grisura. A lo lejos se podría atribuir a un sonido la cualidad de olla sobre arena. Música. De espaldas al mundo. He vivido. Estoy.
Mano. Fotografía de Olmo Z. (2014)
Mano. Fotografía de Olmo Z. (2014)

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Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/09/2014 a las 10:37 | Comentarios {2}


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