Anchas son mis manos, espalda de Hércules son. No pienso vomitar en el último instante porque reconozco mi negligencia. Sólo me entusiasma la calma en la mañana, la contemplación de las nubes que invaden el cielo con su apariencia gris y el verde que florece como si hubiera estado esperando su oportunidad al acecho del sol, soportándolo; tan sólo un pensamiento, un aire de jueves, una piscina bien iluminada, un libro que promete descubrir esencias nuevas, un poste, una articulación, la vida de una almeja sumergida en agua fría con sal; sólo me entusiasma la combinación y más su descubrimiento y el sudor una tarde jugando en el cuerpo de una mujer; me entusiasma decir, Hola, mi amor y también, Gracias, amigo y también, Hija mía; reconozco que no podré; reconozco que he de irme y que esta certeza me lleva a ponerme en forma, a caminar a buen paso, a sonreír a todo, a respirar con calma mientras intuyo que los buenos dioses me están esperando con su aliento fresco del alba en verano; confieso que no nací, me nacieron; confieso que no morí, me murieron el desgaste de los huesos, las muchas respiraciones, la lenta reproducción de las células, la cada vez más espaciosa cadencia de las horas, el tumulto, mi desesperación, mi incongruencia, mi desobediencia, mi anhelo y mi fe.
Anchas son mis manos, son palas del remo que surcan el ponto en busca del Vellocino de oro. Argonauta soy y mi nombre es Nada y no desfalleceré hasta superar la fuerza del Coloso de Rodas y no desfalleceré hasta convencer al artista Epeo que no construya el caballo que habrá de suponer la caída de Troya y lucharé denodadamente a favor de los jóvenes y su asistencia a los conciertos y lucharé, desde mis sueños, a favor de un beso en los labios dado con la intensidad propia de los recién humanos y lucharé también, hasta el último aliento, por la calma en la mañana, por la sábana fresca, por el respeto al dedo meñique, por la audacia del héroe y por la posibilidad -sagrada- de que no llegue a realizar su tarea y no por ello, nadie, nadie, le arrebate su condición de tal.
Anchas son mis manos y han sangrado hasta desvanecerse como tan bien hacen los pintores del renacimiento en sus sfumatos; anchas y pedigüeñas; anchas y fuertes; anchas y soledad alrededor de sí mismas; anchas y diosas de tres pechos; anchas y trote; anchas y alameda. Quizá cuando me ausente, eche de menos la anchura de mis manos o el relieve de la vena cefálica o el borde de las uñas que siempre me sugirieron las garras del ave de presa (o el buitre).
Reconozco que no he de pedir perdón porque desde hace tiempo no creo en él, tan sólo fío en el conocimiento de los otros la evidencia de que los agravios siempre causan remordimiento.
Hace frío. La grisura. A lo lejos se podría atribuir a un sonido la cualidad de olla sobre arena. Música. De espaldas al mundo. He vivido. Estoy.
Anchas son mis manos, son palas del remo que surcan el ponto en busca del Vellocino de oro. Argonauta soy y mi nombre es Nada y no desfalleceré hasta superar la fuerza del Coloso de Rodas y no desfalleceré hasta convencer al artista Epeo que no construya el caballo que habrá de suponer la caída de Troya y lucharé denodadamente a favor de los jóvenes y su asistencia a los conciertos y lucharé, desde mis sueños, a favor de un beso en los labios dado con la intensidad propia de los recién humanos y lucharé también, hasta el último aliento, por la calma en la mañana, por la sábana fresca, por el respeto al dedo meñique, por la audacia del héroe y por la posibilidad -sagrada- de que no llegue a realizar su tarea y no por ello, nadie, nadie, le arrebate su condición de tal.
Anchas son mis manos y han sangrado hasta desvanecerse como tan bien hacen los pintores del renacimiento en sus sfumatos; anchas y pedigüeñas; anchas y fuertes; anchas y soledad alrededor de sí mismas; anchas y diosas de tres pechos; anchas y trote; anchas y alameda. Quizá cuando me ausente, eche de menos la anchura de mis manos o el relieve de la vena cefálica o el borde de las uñas que siempre me sugirieron las garras del ave de presa (o el buitre).
Reconozco que no he de pedir perdón porque desde hace tiempo no creo en él, tan sólo fío en el conocimiento de los otros la evidencia de que los agravios siempre causan remordimiento.
Hace frío. La grisura. A lo lejos se podría atribuir a un sonido la cualidad de olla sobre arena. Música. De espaldas al mundo. He vivido. Estoy.
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Cuentecillos
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones para antes de morir
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Miscelánea
Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/09/2014 a las 10:37 | {2}