Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.
159.- Yo soy (
Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.
158.- Yo soy la literatura. (Franz Kafka)
Ensayo
Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/03/2025 a las 20:14 |
El gran enemigo de la escritura es el frío en los pies. Es imposible dejar de pensar en él. Absorbe la inspiración y la congela en el extremo sur de mi cuerpo; ¿el frío en los pies me impide compartir la estupidez y la impostura que se dan en una gala? O ¿no es el frío en los pies? Es la constatación de un hecho. Es conocer lo que ocurre tras los focos. Es hacerme viejo y no ser sabio. Es darme de cabezazos contra los muros vegetales del laberinto.
Me hice sangre. En ese momento fui consciente. Lo soy en muchos otros. Observo la carrera del muchacho. Se me hincha el corazón cuando el perro se revuelca en la nieve y adquiere, de inmediato, el aire de un cachorro; es que la infancia vuelve y en aquel medio parece que fue dichosa.
Sé lo que son los sabañones. Es innegable la belleza de estos días y tan fríos. En esta parte del mundo en noviembre se nubla el cielo y no vuelve a ser azul casi hasta abril. Sí, claro que hay días de sol entre medias pero son escasos y apenas destacan como si fueran conscientes de su pequeñez. Ayer pensé en una situación que se podría haber dado y me pareció preciosa. La eché mucho de menos; tendría que decírselo, lo bien que lo pasamos.
Sé que sin baremo no hay medida.
A veces estoy en sitios raros. Hoy por la tarde caía una lluvia espesa y fría. He tenido que coger el coche para ir a cambiarle las ruedas. He encontrado un taller en un pueblo que se encuentra a unos diez kilómetros de mi casa. He dejado a Nilo. Me he cogido una novela con la intención de leerla en la recepción del taller mientras esperaba a que me cambiaran las ruedas. El taller se encuentra en un sitio aislado, en una salida de la autovía, ni siquiera está en un polígono donde pueda haber un bar. Una vez que tomas la salida, a unos doscientos metros, giras a la izquierda y subes por una carretera que va a morir en la explanada del taller, el cual está en paralelo con la autovía. La recepción es inhóspita pero tiene el detalle de un sofá naranja chillón de sky estilo años sesenta y eso le da un aire rockero, no sé por qué. La recepción tiene dos puertas: una de entrada y la otra que da al taller propiamente dicho que es una nave de unos cuarenta metros de larga. De frente cuando entras hay un mostrador, a la derecha la puerta que da al taller, una puerta de hoja de cristal y aluminio; a la izquierda hay un pequeño despacho acristalado y al fondo una estufa de pellet, el sofá y una máquina de café; ante el sofá una mesa baja con revistas de coches; al fondo los servicios, uno para mujeres y otro para hombres. El suelo es de loseta; las luces de neón blanco en el techo iluminan sin calidez el espacio. Es fría. En este sitio, con la lluvia espesa que caía de un cielo de un solo gris, iba yo a pasar la siguiente hora y cuarto intentando ocupar el tiempo trasladándome a otro lugar y otro tiempo. Por circunstancias que animan la pesquisa tan sólo he estado un cuarto de hora y he quedado con el mecánico en hacer el cambio mañana martes a partir de las diez. Desde que llegué a este sitio, en una nueva mudanza de mi vida, me asalta a menudo la pregunta, ¿Qué hago aquí? Puede ser que me lo pregunte en la recepción de un taller que se encuentra al borde de una autovía o en el pasillo de un supermercado que se encuentra a 36 kilómetros de mi casa o frente a un cercado tras el que una vaca me mira como si no me viera o en la noche cuando salimos el perro y yo para hacer un último pis y me quedo contemplando las estrellas, las luces del pueblo que titilan al otro lado del valle mientras inspiro el frío de la noche, la humedad que lo va invadiendo todo. También entonces me asalta la pregunta, ¿Qué hago aquí?
Si pudiera tener certezas, supondría.
Ensayo
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/03/2025 a las 19:39 |
Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.
149.- ¿Ha de ser la frase brillante aspiración principal de un escritor?
150.- ¿Qué es una frase brillante? ¿Es lo mismo que una frase ingeniosa?
151.- Por ejemplo: Óscar Wilde ¿era ingenioso o brillante? Pongo el ejemplo del escritor irlandés porque está mucho más valorado en el Continente que en las Islas y porque a mí siempre me pareció más lo primero que lo segundo y, en la escala de valores que uno idea con el tiempo, considero más importante la brillantez que el ingenio. También podría poner el ejemplo de Ramón Gómez de la Serna y sus Greguerías.
152.- Montaigne sería para mí un ejemplo claro de escritor de frases brillantes que aúnan lo sencillo en la expresión con lo hondo y meditado del concepto que transmite. Así también me pasa con Antonio Machado aunque su Juan de Mairena sea en ocasiones más ingenioso que brillante pero esto es porque, en esas ocasiones, quiere el autor que lo que realce sea el humor y no el pensamiento que esconde.
153.- ¿Por qué hace ya 52 años que no dejo de escribir? ¿Por qué escribo?
154.- Escuché hace no mucho a una Muchacha inmigrante que para poder llegar a España había delinquido contra la salud pública y había pasado varios años en prisión al ser descubierta. Tras cumplir su pena, el dueño de un restaurante la contrató -este señor sólo contrata a ex-presidiarios para hacerles más suave la reinserción- Una periodista -que había ido al restaurante para hacer un reportaje sobre reinserción social- le preguntó a la muchacha que una vez que había salido de la cárcel ¿qué quería ser en la vida? La muchacha -que no debía de tener más de veintitrés o veinticuatro años- le respondió con una sencillez llena de ternura, Nada, yo lo que quiero ser es nada. Eso quiero. estar sin ser nada. Pocas veces he escuchado frase más brillante que ésta.
155.- ¿Ser nada supone quedarse en silencio? ¿Ser nada supone renunciar a tu oficio? ¿Por qué al escucharla sentí que aquello también a mí me concernía, casi me llamaba? Ser nada.
156.- ¿Qué es nada? ¿Y ser?
157.- Hoy la tarde transcurre sana.
Ensayo
Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/02/2025 a las 19:26 |
Contravengo el mandato. Le doy la espalda. No quiero ver la tormenta que baja por la montaña. Me inquieta el viento que se levanta. Viento del suroeste que azota las contraventanas de metal y éstas chocan contra el muro de la casa y se produce el sonido que genera el encuentro entre metal y piedra. Entre metal y piedra. Contravengo el mandato y me acuso. Me digo cosas cuando salgo en la madrugada a dar el último paseo con el perro (un perro y un hombre mayores y jóvenes a un mismo tiempo; juntos desde que el perro tenía dos meses; han pasado trece años) y ante la oscuridad del Mundo me digo esas cosas y físicamente respondo con una contracción del píloro como si esas cosas que me acusan, de las que me acuso ante la oscuridad del Mundo, a cierta altura, con el frío propio de los inviernos, con poca luz eléctrica y un fondo de luces naranjas que titilan en mitad de unas negruras que en algún momento parecen alcanzar el negro puro, tuviera que digerirlas y que pasaran por los ácidos del estómago y sus consecuencias. Hay en los procesos -entendidos éstos como concatenación de sucesos- cadencias que parecen sugerir cierto aire fatal; hay en ellos -en los sucesos y sus procesos subsiguientes- unos análisis posibles que fueran frutos de infinitas interpretaciones pero con una melancólica tendencia común a la escala menor, a la destrucción, al desamor, al adiós. Tiene la tarde un aire modernista. Son tantos los grises que agota imaginarlos. Imagino una mesa camilla cubierta por tres capas. Imagino que todo hubiera sido de otra manera. Que la vida no hubiera sido esto. Me miro en el espejo (la mayor de las contravenciones) y observo los pliegues, en los alrededores de la mirada, que son huellas del pasado. Podría, si quisiera, ponerles -como si fueran batallas- nombres a los procesos que formaron cada uno de esos pliegues. ¡Claro que podría! No pienso llegar a tanto. No pienso nombrar. Ahora he de seguir. Por lo menos un minuto más. Si la fatalidad me lo permite -aunque sea contra-intuitivo pensar en la importancia de un minuto en el tiempo sin fondo en el que somos-; y sin embargo -¡adversativa, sí, adversativa!- ¡Mi reino por un minuto!
Ensayo
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/01/2025 a las 17:12 |
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Ensayo
Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/03/2025 a las 00:58 |