¿Era real la sangre que le hervía a borbotones? ¿Era posible una alucinación colectiva? ¿Por qué no admite nuestro cerebro que al caer la tarde las hojas de los árboles y la hierba de los pastos son rojos? ¿Por qué quiere mantenernos en esa ilusión verde? ¿Cuándo volveremos a los libros y tomaremos notas y transcribiremos fuentes y nos sentiremos útiles en un mundo inútil que se rearma y muestra las garras de la próxima razzia?
La última guarida del hombre blanco. La civilización blanca. La gran descubridora del Gran Masturbador. La ola que inundaba pueblos y pueblos allende los mares. La asesina. La fecunda. Aquellos conquistadores. Aquellos reconquistadores. Aquellos colonizadores. Nantucket. Tierra del Fuego. Cabo de Buena Esperanza. Las caravanas. Rimbaud. Marsella. ¡Vamos, vamos, compañeras, icemos las velas y cuando nos hagamos a la mar seamos sirenas dispuestas a matar! Por la gran paridora de engendros; por la inventora de la Tierra Quemada; por la que alimentó los descubrimientos balísticos de Galileo Galilei; por la Ilustrada; por la Despótica; por la Demócrata... liberal; por la Marrana; por la Alcahueta; por la Inventora de la mediocridad. ¡Salve, Civilización Blanca! ¡Los que vamos a nacer, sufrir y morir te saludamos!
Insistimos: ¿Era real esa sangre? ¿Aquella mujer rodeada de teclados realmente los tocaba? ¿Vivía en un mundo en blanco y negro? ¿Todas sentimos activadas las mismas gamas de gris? ¿Fue esa impresión cromática las que nos lanzó al unísono contra las hordas de hombres que languidecían ante una nueva forma de estar? ¿Era posible ser siempre moderna? ¿Tendría sentido esta pregunta en el Nuevo Tiempo? ¿Por qué escribíamos con tanta inicial mayúscula?
Fue en ese momento cuando se dispararon las alarmas. Nos disgregamos. Nos escondimos. Cuando atisbábamos una luz en la noche, escondíamos los rostros bajo las alas. Apenas maullamos, bien lo sabéis. Nunca llegaba la mañana. El aire estaba bañado por un polvo gris en suspensión. Los relojes se llenaron de arena y dejaron de funcionar. Nunca fuimos de lamentarnos y tampoco esta vez lo hicimos. Algunas nos cogimos entre nosotras las manos. Otras se fueron volando hasta que una ráfaga de metralleta acabó con ellas. No quisimos saber quiénes disparaban. Permanecimos unidas y quietas. Así esperamos la muerte. Y así morimos.
¿Cuál será su canción? No queráis saber cómo son estos últimos días. El frío es tan intenso que el suelo no termina de deshelarse a lo largo de la luz del día. ¿Cuál será su canción? La canción que cuando la escuche sienta un cosquilleo en el estómago, algo que lanza su memoria hacia aquel día, en aquella hora, justo en ese momento. ¿Cuál es esa canción? ¿Es una canción indie?
Anoche también se acostó muy tarde. Estuvo viendo una película que no le llegó a gustar. Se quedó a verla por no irse a dormir (quizá también para no tener que levantarse temprano; tienen que ser tan bonitas las mañanas en este lugar del mundo; las ha visto alguna vez y suelen ser de un rosa desvaído que contrasta con un delicado azul claro y si no recuerda mal la aurora boreal está allí brillando intensa y fría como son las caricias de la amazona).
Pensó -mientras se preguntaba cuál era tu canción- en la máxima belleza en la contemplación y el máximo sufrimiento en el sentimiento a un mismo tiempo. Así lo sentía ayer cuando ascendía hacia el lago a primera hora de la tarde y el sol del invierno agonizaba tanto que casi se escuchan sus estertores; es una muerte fría; una muerte de sombras y luces frías sobre unas praderas de diciembre frescas como las tetas de unas muchachas veinteañeras. El invierno en las alturas produce contrastes atroces. Contraste como esas luces y esas sombras y ese aire del norte que es un viento helador y esa transparencia del aire y esa pureza de lo que entra hasta los pulmones y luego se exhala y se materializa en un vaho que le lleva a su infancia y a unas katiuscas blancas.
¿Cuál es tu canción? Se pregunta. Coge la cafetera. La abre. Vacía el depósito en la basura. Da un agua a los depósitos de agua y de café. Da un agua al interior de su parte superior. Coge el café tostado natural. Llena los depósitos de agua y café. Cierra la cafetera. La coloca al fuego. ¿Cuál será tu canción? Tú sabes -se dice- lo mucho que me gustaría saberlo; tú sabes lo mucho que me gustaría que vinieras con tu novia a cenar a casa; cenaríamos en el jardín; llevaría hasta la mesa una lámpara de pie y a la fresca de una noche de verano reiríamos los tres y yo pensaría -se sigue diciendo él- ¡qué bellas son! ¡qué buena pareja hacen!
Ha caído la noche; ha vuelto el frío.
Narrativa
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/12/2024 a las 20:01 |
[...] seguía escribiendo su nombre todos los días [...] ahora que la luz se va tan pronto lo relaciona con el inicio de una batalla, la que se producía a campo abierto, según reglas muy antiguas [...] ¿cómo lo hará? ¿cuánto sentido tiene? Frente a ella se alza una negritud rotunda, la que sólo es posible lejos de la metrópoli [...] ese deseo que tiene algo de dolor y verso; hacerlo así, poéticamente, a la manera de A.R. Ammons [...] apenas estaba dispuesta a tomar las llaves de la casa, conducir hasta un pueblo más o menos cercano -entre veinte y treinta kilómetros con su carretera comarcal y su trozo de autopista- en el que hubiera un bar o un pub, algo nocturno y alcohólico [...] no, no lo haría; lo dejaría en dolor y verso como la mañana que amaneció sin nubes para más tarde, más, más tarde [...] no irá en busca; vuelve a sentir el pudor adolescente. Ahora lo sabe: el mito era cierto, el del eterno retorno [...] lo sabe como que la evolución es un término demasiado triste como para ser posible o quizá lo supo, en alguna madrugada, junto al mar, sola, envenenado su cuerpo con el tósigo del beleño; abierta y sola, con la conciencia clara de que lo que escucha no es el mar en una caracola sino el mar en el universo, sean lo que sean esos espacios interestelares, se muevan como se muevan las partículas, existan o no energías oscuras, sienta o no los asteroides; ella sabe que es el mar en el universo lo que escucha con los ojos cerrados, tumbada en la arena, del todo desnuda, abierta como las valvas de los moluscos cuando quieren permitir que las aguas atraviesen sus interioridades; ella sabe el mar, el universo, las valvas, las sales, el beleño, la arena, su pelo, el deseo con algo de dolor y algo de verso; lo sabe [...] la noche estrellada [...] tan a lo lejos [...]
Narrativa
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/12/2024 a las 19:02 |
Ya es la hora. Ha de encender la luz. No sabe si empezará a hacerlo poco a poco o si será súbito, de una vez y para siempre [...] no le dirá nada el sueño que tuvo en el que caminaba por la ciudad en la que nunca estuvo (jamás soñó Seúl) [...] es ponerse de pie, atreverse a bailar un calypso a la orilla del mar Caribe mientras sobre una mesa de cristal y forja descansa un ron bien tostado [...] caricias en los muslos, dentro de los muslos, caricias de humedales bajo un cielo más cercano a la Tierra, un cielo que diera la sensación de poder ser alcanzado con tan sólo estirar el brazo [...] cielo de piedra [...] fuego orbital [...] ya, ya es la hora, en este momento de las sociedades del espectáculo donde la hegemonía del cuerpo sigue ejerciendo su tiranía -el cuerpo de Hitler, el cuerpo de Mussolini, el cuerpo de Trump- y la belleza canónica se expande por la inteligencia artificial [...] será ahora y nunca más. Tendrá que mirarse y aceptar la comisura de sus labios, la poca carne que atesoran, lo poco vigorosa que luce su melena. Cae sobre el mundo el frío del invierno; apenas las manos consiguen moverse y el aire que respira le devuelve una historia de aguas [...] podría haber sido mañana [...] será ahora: su cuello, sus hombros (sí, un día, un muchacho, le acarició el hombro y alabó su forma), su pecho, su columna, sus brazos, su cintura, su cadera, sus nalgas, su sexo, sus muslos, sus rodillas, sus gemelos, sus tobillos, sus dedos; ahora ha de ser, tras encender la luz, sí, ahora, súbitamente, sí, a golpe de vista, el fin del mundo, la carne cae, la atardecida [...]
Narrativa
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/11/2024 a las 18:55 |
¡Imperfección, perra del Hades, cuya mordedura me infecta día a día! ¡Vete de mí! ¡No me sigas más! ¿Por qué me buscas tanto? ¿Cómo me dejé enredar entre tus dientes como si fueras, tú, la belle dame sans merci?
Bosques de agua caían en la mañana. La carretera se iba haciendo líquida y luego [...] el encuentro con unos seres vacíos que contemplaban la belleza como si no fuera con ellos.
¡Maldita! ¡Querida! Siento desfallecer y luego me yergo, me digo, Respira una vez más y suelta el aire como quien mira en la luna nueva la blancura que vendrá. ¡Abrázame! sí, a pesar de todo. ¡Abrázame! No me dejes nunca, nunca; hasta morir quiero ir de tu mano para llegado al Leteo no recordar de quien hasta su orilla había venido toda mi vida acompañado.
Son estos los años más abundantes, cuando soy capaz de contemplar la montaña en la que me he convertido. De ahora en adelante habré de ir arrancando mojones de tierra, desde la cima; los lanzaré más allá del valle de Lágrimas, hasta donde mi vista no alcance y así mojón a mojón convertiré mi ser montaña en fragmentos de tierra y la tierra, ¡Ya lo sabes tú, Amada! no es más que detritus.
Llegué vivo a la noche. Escuché unas canciones de juventud. Recordé a mi madre. Recordé a mi hija y cuando el sueño acariciaba mis mejillas, sentí que volvía a mirarme hermosa y fría como la escarcha petrificada -cuchillos de hielo frente a mí- en el viejo roble de aquella sierra al Norte de un país boreal.
Narrativa
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/11/2024 a las 18:50 |
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Narrativa
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/03/2025 a las 18:38 |