Pregón que escribió y leyó Isaac Alexander en un pueblo perdido de la Andalucia occidental (circa 1953)
¡Romero soy! Y como romero hasta este pueblo me llego para lanzar un pregón. Me vino la invitación cuando me encontraba en la metrópoli de Lisboa, a punto de zarpar rumbo a Mozambique. ¡Oh, Mozambique, déjame decirte tan sólo dos palabras: no fui! Estaba en La Baixa, cerca del puerto, haciendo mis cábalas, cambiando mi carácter para adecuarlo al viaje que en barco se me ofrecía -¡Seamos amables los unos con los otros, romeros, cual si fuéramos sempiternos viajeros!- cuando -azar que es orden del universo- llegó corriendo el ayudante del excelentísimo alcalde de esta noble villa andaluza para invitarme a tomar un tacita de café antes de zarpar.
Y así empezaré mi pregón cuya versalitidad estará tan sólo constreñida por ciertos derechos de los que en algún momento me pasaré o no a ocupar.
Tengo derecho a decir la verdad. Aunque moleste a los demás. Y así no me pareció correcto que sobre la tacita del café de vuestro augusto alcalde corriese, cual delincuente, la lágrima furtiva de una mujer despechada (¡Oh, Fernanda Pereira si me leyeras y pudieras ponerme un comentario en la página de este muchacho, Fernando Loygorri, quien tanto me quiere y sin embargo no conoce).
Tengo derecho a ser tratado con respeto y dignidad y a este respecto no tengo nada que añadir en relación con vuestro sumarísimo alcalde pero sí con un perillán que se rió con cierta burla de las borlas de mis babuchas.
En ocasiones, y esto tan sólo lo sugiero, tengo derecho a ser el primero. Pero ¡qué lindo el decirlo!
Cuando vuestro alcalde predilecto me insinuó que debía tomar las de villadiego si no quería que se me cayese el pelo, lancé improperios, es cierto, y parte de la Plaça del Rocío se levantó en armas pero no fue por mis alharacas sino porque un tal señor Esquilache acababa de llegar de Aranjuez. Cuando entendí que las insinuaciones del doctísimo alcalde vuestro no estaban dedicadas a mí, le miré con sonrisa de galán y respondile: tengo derecho a equivocarme y a hacerme responsable de mis propios errores con lo cual, si es de vuestro agrado, haré el pino en esta pared frontera como forma de exculpación.
Cierto es que me negué en redondo, una vez aceptado no ir a Mozambique para leer este pregón que ahora escuchan, a seguir las directrices de vuestro ímprobo alcalde pues, es de Dios, que tengo derecho a mis propios valores, mis propias opiniones y mis propias creencias (la cuales, por cierto, apenas coinciden con las del regidor que os representa) y cuando él, sacando la bandera de la paz, me dijo: ¿No se habrá ofendido usted, micer Alexandre?, tuve necesidad de ir al excusado pues tengo derecho a mis propias necesidades y tan importante era mear como expresar mi absoluta falta de ofensa al holgado alcalde.
Tardé más de lo usual en volver porque cuando estaba en el urinario del café de La Baixa, me entró la gana de experimentar una ecuación de segundo grado en el espejo y sentí una emoción rayana con la aurora de la cual me hice absolutamente responsable.
Al volver, el alcalde había pedido ya para comer, ¡tanto había tardado!, y cambiando de opinión -cosa a la que tengo derecho- resolví incluir en mi discurso alguna de sus ideas.
He de reconocer que el alcalde se ofuscó y me llamó veleta y yo, dando un traguito a un vino de Oporto, le dije: Tiene usted derecho a protestar cuando es tratado de una manera injusta.
En la terraza servían dos personas: un hombre enjuto, con la tez cetrina y una muchacha oscura como la más delicada de las perversiones. Nos vino a servir el hombre enjuto y yo, muy amablemente, le dije: Señor camarero, tengo derecho a cambiar lo que no es satisfactorio, con lo cual deje usted de servirnos y que lo haga la muchacha oscura.
Me preguntó, entonces, el alcalde de qué trataría mi pregón y ahí, haciendo uso de la prerogativa de todo hombre me detuve y me puse a pensar. Cayó la noche y le respondí:
- Voy a hablar -magistral regidor- del derecho a pedir lo que se quiere; del esfuerzo y la belleza de ser independiente; del derecho a superarse, aun superando a los demás. Voy a hablar de que si mi trabajo es bueno -que lo será- me sea reconocido; hablaré, por supuesto, de la absoluta libertad de hacer con mi cuerpo, mi tiempo y mis propiedades lo que me venga en gana y también de hacer menos de lo que humanamente sea capaz. Haré un elogio de ignorar los consejos de los demás; de la bondad de rechazar peticiones sin sentirme culpable ni egoista o del placer de estar solo. Pondré como techo de la humana capacidad, el no justificarse nunca y no tener por qué dar cuentas de si quiero o no quiero responsabilizarme del problema de otra persona. También hablaré, gentil mayoral, de no tener por qué anticiparme a las necesidades o deseos de otros y por supuesto a no estar pendiente de la buena voluntad de nadie. Y terminaré con un elogio al derecho a responder o no y a sentir y expresar el dolor y a hablar, hablar señor alcalde, con una persona con la que tenga problemas para llegar, en última instancia, a un compromiso válido para ambos. Y si me piden un bis, haré una pequeña disertación sobre el derecho inalienable de cualquier persona a hacer cualquier cosa mientras no se violen los derechos de otra persona física o moralmente.
El alcalde, como pueden oír, pues este ha sido mi discurso, aprobó en líneas generales mi proyecto.
Espero que sean muy felices en sus Fiestas Patronales y que después de ellas hagan uso de todos sus derechos.
Y así empezaré mi pregón cuya versalitidad estará tan sólo constreñida por ciertos derechos de los que en algún momento me pasaré o no a ocupar.
Tengo derecho a decir la verdad. Aunque moleste a los demás. Y así no me pareció correcto que sobre la tacita del café de vuestro augusto alcalde corriese, cual delincuente, la lágrima furtiva de una mujer despechada (¡Oh, Fernanda Pereira si me leyeras y pudieras ponerme un comentario en la página de este muchacho, Fernando Loygorri, quien tanto me quiere y sin embargo no conoce).
Tengo derecho a ser tratado con respeto y dignidad y a este respecto no tengo nada que añadir en relación con vuestro sumarísimo alcalde pero sí con un perillán que se rió con cierta burla de las borlas de mis babuchas.
En ocasiones, y esto tan sólo lo sugiero, tengo derecho a ser el primero. Pero ¡qué lindo el decirlo!
Cuando vuestro alcalde predilecto me insinuó que debía tomar las de villadiego si no quería que se me cayese el pelo, lancé improperios, es cierto, y parte de la Plaça del Rocío se levantó en armas pero no fue por mis alharacas sino porque un tal señor Esquilache acababa de llegar de Aranjuez. Cuando entendí que las insinuaciones del doctísimo alcalde vuestro no estaban dedicadas a mí, le miré con sonrisa de galán y respondile: tengo derecho a equivocarme y a hacerme responsable de mis propios errores con lo cual, si es de vuestro agrado, haré el pino en esta pared frontera como forma de exculpación.
Cierto es que me negué en redondo, una vez aceptado no ir a Mozambique para leer este pregón que ahora escuchan, a seguir las directrices de vuestro ímprobo alcalde pues, es de Dios, que tengo derecho a mis propios valores, mis propias opiniones y mis propias creencias (la cuales, por cierto, apenas coinciden con las del regidor que os representa) y cuando él, sacando la bandera de la paz, me dijo: ¿No se habrá ofendido usted, micer Alexandre?, tuve necesidad de ir al excusado pues tengo derecho a mis propias necesidades y tan importante era mear como expresar mi absoluta falta de ofensa al holgado alcalde.
Tardé más de lo usual en volver porque cuando estaba en el urinario del café de La Baixa, me entró la gana de experimentar una ecuación de segundo grado en el espejo y sentí una emoción rayana con la aurora de la cual me hice absolutamente responsable.
Al volver, el alcalde había pedido ya para comer, ¡tanto había tardado!, y cambiando de opinión -cosa a la que tengo derecho- resolví incluir en mi discurso alguna de sus ideas.
He de reconocer que el alcalde se ofuscó y me llamó veleta y yo, dando un traguito a un vino de Oporto, le dije: Tiene usted derecho a protestar cuando es tratado de una manera injusta.
En la terraza servían dos personas: un hombre enjuto, con la tez cetrina y una muchacha oscura como la más delicada de las perversiones. Nos vino a servir el hombre enjuto y yo, muy amablemente, le dije: Señor camarero, tengo derecho a cambiar lo que no es satisfactorio, con lo cual deje usted de servirnos y que lo haga la muchacha oscura.
Me preguntó, entonces, el alcalde de qué trataría mi pregón y ahí, haciendo uso de la prerogativa de todo hombre me detuve y me puse a pensar. Cayó la noche y le respondí:
- Voy a hablar -magistral regidor- del derecho a pedir lo que se quiere; del esfuerzo y la belleza de ser independiente; del derecho a superarse, aun superando a los demás. Voy a hablar de que si mi trabajo es bueno -que lo será- me sea reconocido; hablaré, por supuesto, de la absoluta libertad de hacer con mi cuerpo, mi tiempo y mis propiedades lo que me venga en gana y también de hacer menos de lo que humanamente sea capaz. Haré un elogio de ignorar los consejos de los demás; de la bondad de rechazar peticiones sin sentirme culpable ni egoista o del placer de estar solo. Pondré como techo de la humana capacidad, el no justificarse nunca y no tener por qué dar cuentas de si quiero o no quiero responsabilizarme del problema de otra persona. También hablaré, gentil mayoral, de no tener por qué anticiparme a las necesidades o deseos de otros y por supuesto a no estar pendiente de la buena voluntad de nadie. Y terminaré con un elogio al derecho a responder o no y a sentir y expresar el dolor y a hablar, hablar señor alcalde, con una persona con la que tenga problemas para llegar, en última instancia, a un compromiso válido para ambos. Y si me piden un bis, haré una pequeña disertación sobre el derecho inalienable de cualquier persona a hacer cualquier cosa mientras no se violen los derechos de otra persona física o moralmente.
El alcalde, como pueden oír, pues este ha sido mi discurso, aprobó en líneas generales mi proyecto.
Espero que sean muy felices en sus Fiestas Patronales y que después de ellas hagan uso de todos sus derechos.
Atribuido a Isaac Alexander
No creas, dijo el Maestro, que esa huella es de carne; apenas la toques, sentirás que el mineral es su rey y que algo del líquido del mundo se deja huir intromembranas. Preguntó el Discípulo: ¿Cuál es, Maestro, el líquido del mundo? y respondió el Maestro tras reír de buena gana: El que languidece. El Discípulo se quedó -¿cómo diría?- compungido y miró a su Maestro con una mezcla exacta -es decir: equilibrada- entre mansedumbre y odio. Vino un silencio. Podría añadir: sonaba tan sólo el viento en las hojas, las hojas en la rama, la rama en el árbol, el árbol junto al arroyo, el arroyo en su cauce, el cauce en su orilla, la orilla en la hierba, la hierba en la hormiga, la hormiga en el hormiguero, el hormiguero en la tierra. Y quizá, como coda, destilar el sonido metafísico de la ignorancia que es -en el mundo físico- la bien llamada pedorreta. Tras tan larga pausa, el Discípulo elevó sus ojos y preguntó de nuevo: ¿Y las intromembranas? Y el Maestro entrecerró los suyos -como si un rayo de luz hubiera caído en ese instante dentro de sus pupilas- y, tras sensata ponderación, arguyó: Intromembranas se llama a lo que sin ser de una membrana o de otra, forma, sin embargo, parte de ambas. Estaba vez el Discípulo estuvo rápido al preguntar de nuevo: ¿Sirve para algo lo que me enseña, Maestro? y también el Maestro se aceleró al contestar: Absolutamente para nada, Discípulo. Entonces rieron ambos. Y se fueron caminito abajo como arrieritos que eran y que apenas tenían algo para comer.
Miscelánea
Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/06/2011 a las 12:07 | {0}
Este cansancio. Cuando el pasado aparece: agujita de pinchar, sueño escatológico, PRIncipio de autoridad.
Mañanitas de San Juan. Alto nivel de contaminación. Tendré que volver a respirar.
Sintonía.
ACronÍa sobre el sulfuro de amianto de una catedral en ruinas en el gran continente de Platón.
ANGINAS
ESPERMICIDAS
ÓVUlos súcubos.
Borra.
Escribe.
Monta sobre la brújula y encuentra de nuevo la dirección
VAN morrison QUE AHÍ ES NÁ.
Salta balcón de tus pechos FLOREaLES
Y vendrá ¿quién decir? RabeLAIs a contar exuberancias.
Huella del amargo Hedor sobre el blando colchón de las hierbabuenas
Y el sonido de la encina en primavera
Y el dulzón olor de la higuera.
AHORA SÍ
ASÍ SÍ SE puede.
Recomenzar
Aterrizar
¡Anúdalo con el SOSIEGO desparramador de las enseñanzas!
¡Ven cariño mío!
Nos fundiremos acobardados ante el fuego
Y cantaremos una canción de carretera y pondremos si quieres un título hortera.
¿Y las camionetas?
¿Y las putas enciclopedias donde hombres repugnantes revisan la historia y la convierten de carbón en diamante?
Mirémonos en ese atardecer
Reguémonos y vivamos estos tiempos tan exTRAÑOS.
Sol de mi amanecer
Águila que rasea
Erizo de MAR sin antenas. Húrgame las miasmas. Límpiame con tu espalda y dejemos las mariconadas para pasado mañana...
¡Oh, Estela, que limpias son tus aguas!
¡Oh, fluir de bala!
No lo vas a hacer
Tomaras polen y serás zángano
Te levantarás UNA VeZ mÁs
Ríe corazón helado que llega el verano y si sigues en ese estado te comerán.
Son las ocho y media y AÚN NO SE HA ACOSTADO.
Sincopa el ritmo marino del maremoto ultramontano y FANTASEA con el mundo para JULIO y deja la FACA al descubierto y monta guardia ante tu alma y no te MESES más los cABellos.
¡Darling, quiero contarte la historia
del hombre que vi RESURGIR
del pozo más hondo de la mina
justo allá, tras la colina
donde vivir es morir!
Ahí me quedo más tranquila
TráEME la toalla
¡Hummmm!
Ya volverá. Ya volverá.
Resume tu locura en estas líneas que se pudren como ya se pudrió abril.
La risa emanaba de tu boca
y mi mano alcanzaba la copa que te iba a dedicar
el tren mugía su contento
y la hierba corría al encuentro
de un sueño de la niñez
Vals VEN el circo acampó a las afueras
ESTán toDAS haciendo sus ejercicios
el elefante BARRITA
y le hielo se deshace ante la sorpresa de los visitantes
Corre, BAILA, sana, MUELA, huye, MUELLE pinta una de sus alegorías BASkiat nunca será alero de la selección nacional y el tumulto que ARDE por cerrarse la SANGRE se va debiLItAndO.
¡uG, agg, uFuFuFuF!
yA SE HAN CALentado las manos y no pueden correr más rápido
que el mensajero del MIedo (mudo ahora)
Sigue y no pares y alerta a la mandrágora de que llega un ahorcado
Flujo de mujer
Blanco de hombre
Rojo musical
Verde cobarde
Manta para viajar
Baúl de comadres.
Mañanitas de San Juan. Alto nivel de contaminación. Tendré que volver a respirar.
Sintonía.
ACronÍa sobre el sulfuro de amianto de una catedral en ruinas en el gran continente de Platón.
ANGINAS
ESPERMICIDAS
ÓVUlos súcubos.
Borra.
Escribe.
Monta sobre la brújula y encuentra de nuevo la dirección
VAN morrison QUE AHÍ ES NÁ.
Salta balcón de tus pechos FLOREaLES
Y vendrá ¿quién decir? RabeLAIs a contar exuberancias.
Huella del amargo Hedor sobre el blando colchón de las hierbabuenas
Y el sonido de la encina en primavera
Y el dulzón olor de la higuera.
AHORA SÍ
ASÍ SÍ SE puede.
Recomenzar
Aterrizar
¡Anúdalo con el SOSIEGO desparramador de las enseñanzas!
¡Ven cariño mío!
Nos fundiremos acobardados ante el fuego
Y cantaremos una canción de carretera y pondremos si quieres un título hortera.
¿Y las camionetas?
¿Y las putas enciclopedias donde hombres repugnantes revisan la historia y la convierten de carbón en diamante?
Mirémonos en ese atardecer
Reguémonos y vivamos estos tiempos tan exTRAÑOS.
Sol de mi amanecer
Águila que rasea
Erizo de MAR sin antenas. Húrgame las miasmas. Límpiame con tu espalda y dejemos las mariconadas para pasado mañana...
¡Oh, Estela, que limpias son tus aguas!
¡Oh, fluir de bala!
No lo vas a hacer
Tomaras polen y serás zángano
Te levantarás UNA VeZ mÁs
Ríe corazón helado que llega el verano y si sigues en ese estado te comerán.
Son las ocho y media y AÚN NO SE HA ACOSTADO.
Sincopa el ritmo marino del maremoto ultramontano y FANTASEA con el mundo para JULIO y deja la FACA al descubierto y monta guardia ante tu alma y no te MESES más los cABellos.
¡Darling, quiero contarte la historia
del hombre que vi RESURGIR
del pozo más hondo de la mina
justo allá, tras la colina
donde vivir es morir!
Ahí me quedo más tranquila
TráEME la toalla
¡Hummmm!
Ya volverá. Ya volverá.
Resume tu locura en estas líneas que se pudren como ya se pudrió abril.
La risa emanaba de tu boca
y mi mano alcanzaba la copa que te iba a dedicar
el tren mugía su contento
y la hierba corría al encuentro
de un sueño de la niñez
Vals VEN el circo acampó a las afueras
ESTán toDAS haciendo sus ejercicios
el elefante BARRITA
y le hielo se deshace ante la sorpresa de los visitantes
Corre, BAILA, sana, MUELA, huye, MUELLE pinta una de sus alegorías BASkiat nunca será alero de la selección nacional y el tumulto que ARDE por cerrarse la SANGRE se va debiLItAndO.
¡uG, agg, uFuFuFuF!
yA SE HAN CALentado las manos y no pueden correr más rápido
que el mensajero del MIedo (mudo ahora)
Sigue y no pares y alerta a la mandrágora de que llega un ahorcado
Flujo de mujer
Blanco de hombre
Rojo musical
Verde cobarde
Manta para viajar
Baúl de comadres.
¿Quién domina más: el neocórtex o la amígdala y el hipocampo?
¿Por qué es tan útil la ovulación secreta de las mujeres?
¿Todo es utilidad?
¿Existe la evolución aunque no sea como avance sino como cambio necesario?
¿Dónde se encuentran la moral y la ciencia?
¿Es tan distinto el amor literario del amor científico?
¿Cómo sé que fue la supervivencia la causa profunda de la última ruptura?
¿Y el alma?
¿También se inventó?
¿No existe?
¿Mis ojos sin tus ojos no son ojos?
¿Apenas somos conscientes del 10% de la realidad?
¿Qué es la realidad?
¿Qué es el 10%?
¿Porque se prueba en el laboratorio se certifica en la vida corriente?
¿Se prueba en el laboratorio o se induce la prueba?
¿No es cierto que toda prueba no es -en el fondo- más que un acto de fe con método?
¿Por qué no se cuenta -desde los ámbitos científicos- que Darwin se murió de miedo ante lo que descubrió en la Naturaleza y no se atrevió a escribir?
¿Pelvis o cadera?
¿Qué es ser más apto para sobrevivir?
¿Los ojos azules son una mutación antiquísima?
¿Cómo supimos que no éramos para nosotros?
¿O sencillamente tuvimos miedo?
¿Es el amor el deseo ancestral de fundirse con otro?
¿Especie e individuo son las dos caras de la misma moneda?
¿Cuánto influye la política en la ciencia?
¿Qué es la ciencia hoy en día?
Si el lenguaje -según las últimas teorías- se creó no para entenderse sino para confundirse ¿Por qué tenemos tanto afán de confusión?
¿Cuándo se producirá la próxima revolución copernicana?
En aquel entonces no existía la aurora. El magma se movía con espesura de selva y por doquier borboteaba el azufre. No había planta. No había proceso de fotosíntesis. No había depredación ni guerra. Sometido al calor, el planeta era un caldo de un color entre rojo y amarillo. No había agua. Sí había hierro derretido. No existían células eucariotas. Una sola bacteria clonaba en sí y seguía en otra. El ruido era constante. Un ruido de metal líquido que fluctúa sobre las pendientes y se atasca ante las cuestas, que se remansa en los llanos y se hunde en las honduras. La atmósfera no ha terminado aún por concretarse. La música del Mundo tiene algo que más tarde (millones de años después) Olivier Messiaen (un ser complejo con características que en absoluto parecen predecibles en el momento del que hablamos) intentará recuperar y que se podría comparar con el sonido del capapuerco.
El azufre será el dador de vida.
La felicidad es completa.
El amor no existe aún entre bacterias. Amar será anhelo de fusionarse con otro (definición extraída del pensamiento de otro ser complejo llamado Eduard Punset -el cual, por cierto, la habrá deducido de otro- millones de años después del tiempo del que ahora hablamos).
En ese caldo ardiente.
Tras ese caldo ardiente.
Durante el enfriamiento.
No había ARN replicante.
Y siempre el sonido de las materias espesas disolviéndose, concentrándose, en cauces, atraídos por la débil energía de la gravedad, sin querer explorar más espacios.
Y también el sonido de los meteoritos que caían como lluvia sobre la masa espesa de un suelo sin sólido. Meteoritos en cuyo ser viajaban microbios.
El azufre será el dador de vida.
La felicidad es completa.
El amor no existe aún entre bacterias. Amar será anhelo de fusionarse con otro (definición extraída del pensamiento de otro ser complejo llamado Eduard Punset -el cual, por cierto, la habrá deducido de otro- millones de años después del tiempo del que ahora hablamos).
En ese caldo ardiente.
Tras ese caldo ardiente.
Durante el enfriamiento.
No había ARN replicante.
Y siempre el sonido de las materias espesas disolviéndose, concentrándose, en cauces, atraídos por la débil energía de la gravedad, sin querer explorar más espacios.
Y también el sonido de los meteoritos que caían como lluvia sobre la masa espesa de un suelo sin sólido. Meteoritos en cuyo ser viajaban microbios.
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Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/06/2011 a las 14:06 | {0}