Inicio de la novela Our mutual friend de Charles Dickens
Charles Dickens
Un Támesis lívido y barroso, al oscurecer, cuando la marea sube por las pilastras de los puentes; en este escenario que las crónicas de este año han devuelto a la actualidad bajo la luz más siniestra, una barca avanza rozando los troncos flotantes, las chalanas, los residuos. En la proa de la barca un hombre clava su mirada de buitre en la corriente como buscando algo; semioculta por una capucha y una capa impermeable, rema una muchacha de rostro angélico. ¿Qué buscan? No cuesta mucho entender que el hombre se encarga de recoger cadáveres de suicidas o de asesinados arrojados al río: al parecer las aguas del Támesis son particularmente generosas en este tipo de pesca. Cuando aparece un cádaver flotando, el hombre le vacía rápidamente los bolsillos de las monedas de oro y después lo arrastra con una cuerda hasta el destacamento de policía de la orilla donde se embolsará una recompensa. La muchacha angelical, hija del barquero, trata de no mirar el macabro botín; está asustada pero sigue remando...
Origen y presente de Jean Gebser. Primera Parte Los fundamentos del mundo aperspectívico. Contribución a una historia de la concienciación. Capítulo 5º Sobre la constitución espacio-temporal de las estructuras. Epígrafe 2º La temporicidad de la estructura mítica. Editado por Atalanta. Traducción J. Rafael Hernández Arias.
Pags. 260-262
[...] En el momento en que se forma el mitologema de Cronos, del mundo cavernario mágico surge el mundo mítico nocturno y onírico, del que más tarde surgirá por mutación el mundo diurno mental. [...]
Dicho de otra manera: en el momento en que la "l" de la raíz indoeuropea "kḝl" se transforma en la "r" de la raíz "gher:ker", nace la temporicidad, que es la motilidad. Es como si la caverna que reposa en sí misma comenzara a moverse con un movimiento que, para su representación, necesitase de una dimensión que la caverna, al ser sólo unidimensional, aún no posee. Esta dimensión se hace visible en el movimiento circular del cielo nocturno, en aquel χορός (choros) y en aquel χύχλος (kyklos = ¡círculo, disco!) que surgieron de la raíz "gher" y de la vecina a ésta "qel", y que transformaron lo inespacial en plano. Movimiento cíclico y coral -choros no sólo significa "corro y danza" sino también "corro de estrellas, el movimiento regular de la estrellas"-, recortan y separan (para decirlo de manera paradójica) el plano polar de lo inespacial.
En el cambio de sonido de la "l" a la "r" que hoy nos puede parecer insignificante, se consumó de una manera aún hoy perceptible el nacimiento de la temporicidad. Pues no puede caber duda alguna de que la "l" estuvo antes que la "r". Aún hoy les resulta difícil a pueblos que están más próximos al mundo mágico que nosotros, los europeos, articular la "r", que ellos, como por ejemplo los chinos, pronuncian como "l".
Si atendemos a las diferencias cualitativas de las tres consonantes (o sonantes) "k", "l" y "r", podemos discernir la mutación por la cual se hizo realidad la estructura mítica. La "k", un sonido gutural, se forma en el lugar más escondido, profundo y oscuro de la cavidad bucal (n.p.p. 20). Si a ella se añade la "l", todo el sonido (en tanto que abarque una "e") que se genera mediante la "k" gutural se ve interceptado aún en el interior de la boca: "kḝl" es en cierta manera un sonido contenido en sí mismo que resuena en el interior, en la cavidad bucal. Si a la "k" se le añade la "r", que inicialmente siempre fue un sonido dental y no gutural, todo el sonido que parte de la "k" se abre paso vibrando hacia fuera. La "k" es un sonido recogido, la "l" uno protegido, la "r" uno agresivo. A Ebner, que tenía un buen oído para estas relaciones, le llamó ya la atención la importante diferencia entre la "l" y la "r", y escribió: "La "r", en el ámbito fonético opuesta a la "l", en la que no hay fricción, parece, en efecto, el símbolo fonético para la experiencia de una resistencia o una superación". Incluso en las expresiones (por incluir un ejemplo) con las que la terminología musical alemana designa las tonalidades musicales, las tonalidades oscuras tienen el carácter de "l" y las claras de "r", los unos se llaman Moll (menor), los otros Dur (mayor).
En el momento en que surge la "r", de la unidad "kl" se crea su polo opuesto. La "r", oída así, también se puede designar como el sonido polar opuesto de la "l". O aplicado a nuestra imagen: Cronos es el polo opuesto que despierta de las quietas y cerradas tinieblas. En realidad no es sino la noche en movimiento. Pero esto es lo mismo que decir que es la temporicidad mítica, la imagen del círculo que regresa a sí mismo, que genera y destruye constantemente, semejante al corro de estrellas que nacen y mueren, cuyo ritmo se representa aún en algunas danzas populares, como por ejemplo en la "sardana" catalana, que como otras muchas es una danza en corro en la que aún subsiste la temporicidad mítica, expresándose de manera visible.
n.p.p. 20 La K podría ser un sonido originario, al menos uno de los primeros; en cualquier caso "anterior" a los sonidos formados en la parte más delantera de la boca. No por casualidad Carl Abel comienza su Índice I con la K, aunque sin aducir motivos. Este índice consigna las raíces egipcias y apoya nuestras explicaciones elementales etimológicas; véase Carl Abel Einleitung in ein ägyptisch-semitisch-indoeuropäiches Wörterbuch, Friedrich, Leipzig, 1887. Sonidos fuertemente guturales en el lenguaje, como por ejemplo, en el árabe y en el chino, aunque también en el español y en algunos dialectos suizos, permiten sacar conclusiones sobre la estructura psíquica y vital de los pueblos correspondientes; están más próximos al inicial elemento K, en especial al mundo mágico. No por casualidad la cultura rupestre (a esto se ha referido Spengler) es sintomática para el Islam; y en España no sólo sigue subsistiendo (como en Suiza) un sentimiento de clan muy fuerte, sino también el componente laberíntico-cavernario, que se pone de manifiesto en las corridas de toros.
Nota del compilador: De hecho la corrida de toros se hace en corro (χορός).
[...] En el momento en que se forma el mitologema de Cronos, del mundo cavernario mágico surge el mundo mítico nocturno y onírico, del que más tarde surgirá por mutación el mundo diurno mental. [...]
Dicho de otra manera: en el momento en que la "l" de la raíz indoeuropea "kḝl" se transforma en la "r" de la raíz "gher:ker", nace la temporicidad, que es la motilidad. Es como si la caverna que reposa en sí misma comenzara a moverse con un movimiento que, para su representación, necesitase de una dimensión que la caverna, al ser sólo unidimensional, aún no posee. Esta dimensión se hace visible en el movimiento circular del cielo nocturno, en aquel χορός (choros) y en aquel χύχλος (kyklos = ¡círculo, disco!) que surgieron de la raíz "gher" y de la vecina a ésta "qel", y que transformaron lo inespacial en plano. Movimiento cíclico y coral -choros no sólo significa "corro y danza" sino también "corro de estrellas, el movimiento regular de la estrellas"-, recortan y separan (para decirlo de manera paradójica) el plano polar de lo inespacial.
En el cambio de sonido de la "l" a la "r" que hoy nos puede parecer insignificante, se consumó de una manera aún hoy perceptible el nacimiento de la temporicidad. Pues no puede caber duda alguna de que la "l" estuvo antes que la "r". Aún hoy les resulta difícil a pueblos que están más próximos al mundo mágico que nosotros, los europeos, articular la "r", que ellos, como por ejemplo los chinos, pronuncian como "l".
Si atendemos a las diferencias cualitativas de las tres consonantes (o sonantes) "k", "l" y "r", podemos discernir la mutación por la cual se hizo realidad la estructura mítica. La "k", un sonido gutural, se forma en el lugar más escondido, profundo y oscuro de la cavidad bucal (n.p.p. 20). Si a ella se añade la "l", todo el sonido (en tanto que abarque una "e") que se genera mediante la "k" gutural se ve interceptado aún en el interior de la boca: "kḝl" es en cierta manera un sonido contenido en sí mismo que resuena en el interior, en la cavidad bucal. Si a la "k" se le añade la "r", que inicialmente siempre fue un sonido dental y no gutural, todo el sonido que parte de la "k" se abre paso vibrando hacia fuera. La "k" es un sonido recogido, la "l" uno protegido, la "r" uno agresivo. A Ebner, que tenía un buen oído para estas relaciones, le llamó ya la atención la importante diferencia entre la "l" y la "r", y escribió: "La "r", en el ámbito fonético opuesta a la "l", en la que no hay fricción, parece, en efecto, el símbolo fonético para la experiencia de una resistencia o una superación". Incluso en las expresiones (por incluir un ejemplo) con las que la terminología musical alemana designa las tonalidades musicales, las tonalidades oscuras tienen el carácter de "l" y las claras de "r", los unos se llaman Moll (menor), los otros Dur (mayor).
En el momento en que surge la "r", de la unidad "kl" se crea su polo opuesto. La "r", oída así, también se puede designar como el sonido polar opuesto de la "l". O aplicado a nuestra imagen: Cronos es el polo opuesto que despierta de las quietas y cerradas tinieblas. En realidad no es sino la noche en movimiento. Pero esto es lo mismo que decir que es la temporicidad mítica, la imagen del círculo que regresa a sí mismo, que genera y destruye constantemente, semejante al corro de estrellas que nacen y mueren, cuyo ritmo se representa aún en algunas danzas populares, como por ejemplo en la "sardana" catalana, que como otras muchas es una danza en corro en la que aún subsiste la temporicidad mítica, expresándose de manera visible.
n.p.p. 20 La K podría ser un sonido originario, al menos uno de los primeros; en cualquier caso "anterior" a los sonidos formados en la parte más delantera de la boca. No por casualidad Carl Abel comienza su Índice I con la K, aunque sin aducir motivos. Este índice consigna las raíces egipcias y apoya nuestras explicaciones elementales etimológicas; véase Carl Abel Einleitung in ein ägyptisch-semitisch-indoeuropäiches Wörterbuch, Friedrich, Leipzig, 1887. Sonidos fuertemente guturales en el lenguaje, como por ejemplo, en el árabe y en el chino, aunque también en el español y en algunos dialectos suizos, permiten sacar conclusiones sobre la estructura psíquica y vital de los pueblos correspondientes; están más próximos al inicial elemento K, en especial al mundo mágico. No por casualidad la cultura rupestre (a esto se ha referido Spengler) es sintomática para el Islam; y en España no sólo sigue subsistiendo (como en Suiza) un sentimiento de clan muy fuerte, sino también el componente laberíntico-cavernario, que se pone de manifiesto en las corridas de toros.
Nota del compilador: De hecho la corrida de toros se hace en corro (χορός).
El vuelo espacial del mono
Párrafo 3º de la pag. 178 de Origen y Presente escrito por Jean Gebser. Editado por Atalanta
Jean Gebser
[...]Aquí nos remitiremos a una de sus obras tardías [de Mozart] que quedó incompleta, a la Fantasía en do menor para piano, así como a sus Variaciones sobre un tema de Glück, de su ópera El peregrino de la Meca. Especialmente en la Fantasía en do menor, domina una "relajación" tanto armónica como rítmica y melódica que apenas recuerda el rigor jerárquico y la sujeción clásica. Con objeto de dar una idea de lo que nos proponemos decir, antes hemos de aclarar el sentido de una de las reglas fundamentales de la música clásica. La exigencia de que en una pieza todo movimiento ha de finalizar en la misma tonalidad con que comenzó nos indica claramente la relación que esta música guarda con el transcurso cósmico-naturalista del tiempo. El círculo ha de cerrarse, y el tema principal une en la misma clave el principio y el final. Así, cada movimiento de una sonata era el reflejo del día creado por Dios, o del año, o de la imagen de un planeta que retornó en su órbita, o del sendero de otro cuerpo celestial creado por Dios. Esta regularidad naturalista, que responde plenamente a la ley del Dios creador al que los sonidos han de alabar, este aspecto meramente natural del tiempo, es el que Mozart rompe con su música tanto en la estructura interna como también en su carácter inconcluso lleno de dolor (está escrito en tono menor). ¿Entra aquí Mozart, alejándose aparentemente de Dios, del Dios personificado y fijado de manera perspectívica, en el ámbito de lo divino? ¿Se encuentra aquí la clave de su muerte temprana?.
Quino
Escrito por Américo Castro
Capítulo 1º El drama de la honra en la literatura dramática. Parte 3ª Honra y limpieza de sangre. Pag. 72, 3ª Edición. Editado por Taurus año 1972
[...] Esa conciencia del propio y estrechado existir halló en Quevedo expresión y forma interior de subida belleza, es decir, cargadas de tal virtud que nos obligan a alzarnos hasta sus palabras en un movimiento de adhesión grata y reverente:
"Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o secundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos,
al sueño de la vida hablan despiertos."
O sea, que el motivo y la finalidad de la expresión literaria en España respondían [en el siglo XVII] a un estado de cosas sin parejo en Europa, en donde las fallas y los conflictos fueron muy otros.
Nota: De la edad conflictiva de Américo Castro abunda en su teoría de que la particular historia de España en el contexto europeo proviene de que en ella convivieron durante siglos tres castas: moros, judíos y cristianos y cuando la casta cristiana venció a las otras dos se produjo un desequilibrio que influyó decisivamente en el gobierno y subdesarrollo del país durante siglos.
"Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o secundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos,
al sueño de la vida hablan despiertos."
O sea, que el motivo y la finalidad de la expresión literaria en España respondían [en el siglo XVII] a un estado de cosas sin parejo en Europa, en donde las fallas y los conflictos fueron muy otros.
Nota: De la edad conflictiva de Américo Castro abunda en su teoría de que la particular historia de España en el contexto europeo proviene de que en ella convivieron durante siglos tres castas: moros, judíos y cristianos y cuando la casta cristiana venció a las otras dos se produjo un desequilibrio que influyó decisivamente en el gobierno y subdesarrollo del país durante siglos.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/12/2011 a las 23:03 | {0}