Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Reverbero

Busco De inmediato esa palabra se corta y algo en la cabeza dice Basta Pasa el día Pasan los años Vuelvo a escuchar voces de antaño Y la música está alta Basta El cuervo se acordó de la urraca y la voz de mí (de otro mí enamoradizo y audaz) exclamó Quiero tener algo contigo antes de morir Basta ¡Querida ese beso ese pelo ese cuerpo ese pecho! Las nubes acabaron envolviendo la cima de la montaña bajaron con ansia las temperaturas exclamaron cuatro exabruptos llenos de castellanidad y llegó la noche como un reguerito de sombra Basta La clara consonancia de la cerveza y el limón La guitarrilla El Estadio Azteca y un recuerdo de otro ser que me emociona como si fuera yo quien lo hubiera vivido Castilla Andalucía La Baja Sajonia Mi Normandía Mi Normandía la mía la que nunca supe las tundras siberianas y su eternidad blanca Basta y por qué no para terminar el quejigo que ni es roble ni es encina ni gime y lo más que parece es el perfil de un dromedario en los desiertos Basta

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/06/2010 a las 22:16 | Comentarios {0}


A Ester y Balí (dáimones con apariencia humana)



Bajo el desfiladero he visto el río Ebro recién nacido, muy pequeño. Sus aguas verdes de márgenes verdes en este verde final de primavera;
he visto y he oído el rugir de las madreselvas
y desde lo alto de un gran pico me observaban agazapados los ojos de los buitres;
he sentido el aliento del daimon del espino y la caricia del viento que baja de los altos y en la noche
-al raso-
las estrellas no amenazaban nada, ni nacimientos, ni infortunios, ni esperanzas;
he sentido caer el sol sin aspavientos,
he tocado la semilla de los álamos en todo su esplendor
y he escuchado la historia de un hombre que plantó a unos niños para que se supieran árboles.

La casa grande
La casa grande

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/06/2010 a las 19:02 | Comentarios {0}


A César


El hombre embrujado por John Tenniel
El hombre embrujado por John Tenniel
A veces ese veneno entra y llega hasta las palabras y quizá eso sea así porque tan sólo las palabras sean el antídoto contra el tósigo.
No lo sé (no puedo afirmar con contundencia).
El veneno es el daño. Podría escribir una larga serie de palabras que definirían este daño y sin embargo sólo la palabra daño es lo suficientemente inocente y lo suficientemente certera como para definirlo.
La analogía sería también buena (y entonces se podría escribir una novela o componer una partitura o pintar un cuadro).
Sólo siento que, en ocasiones, la única manera de destilar el tósigo es hablar. Hablar con quien te quiere. Hablar con quien te escucha. Hablar con quien, con todas las cautelas, confía en ti porque sabe de ti. Hablar con quien, si es necesario, opondrá buenas razones a las tuyas propias no con un afán de negar sino con la intención de aportar.
Las palabras -el antídoto- produce convulsiones, vómitos, fiebres, sudores fríos, desgarros y dolores y muy fuerte tiene que ser el amigo que junto a tu lecho te escucha para no dejarse invadir por los olores nauseabundos que el veneno expele y el antídoto elimina.
Envenenado. Sí. Tengo el antídoto y quien me permite suministrármelo.
Soy un hombre afortunado.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/06/2010 a las 09:39 | Comentarios {1}


Extracto de El Fuego secreto de los filósofos. Patrick Harpur. Editado por Atalanta


Gran Colisionador de Hadrones
Gran Colisionador de Hadrones


... siempre ha existido un aire de misterio alrededor del nacimiento del teatro isabelino y jacobita. Shakespeare y sus contemporáneos parecen haber salido de ninguna parte, al construir, de repente, como de la nada, un brillante conjunto de obras llenas de imágenes incomparables ¿No habrían estado hirviendo lentamente y en secreto, en lo más hondo de la imaginación colectiva, e incubándose, bajo presión, en retortas privadas, antes de salir a la escena pública perfectamente acabadas?
Supongo que los artistas entienden mejor la alquimia, la larga lucha contra materiales indómitos, la fusión de sujeto y objeto en el fuego de la imaginación, el reflejo sincrónico de los mundos interior y exterior. Todos somos conocedores de la desesperación plomiza, de los cambios de humor caprichosos y mercuriales, de la rabia sulfúrica, de fijaciones bloqueadas y evanescencias maníacas, de la negrura de la depresión y de sueños con animales lacerantes, con blancas damas reveladoras y con el sabio niño dorado, el filius philosophorum, hijo de los filósofos, que no es sino otro sinónimo de la Piedra [Filosofal].
La psicología analítica es uno de los campos que abonó la alquimia [...] otro de ellos es la corriente principal de la ciencia empezando por la química, por supuesto, y terminando en la física de partículas.

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/06/2010 a las 10:21 | Comentarios {0}


La traducción y los datos han sido tomados de la edición de Vicente Cristóbal López para la Editorial Gredos


Publio Ovidio Nasón
Los versos que en Blues de Madrugada van en cursiva pertenecen a Ovidio y fueron extraídos de Amores, El Arte de Amar, Sobre la cosmética del rostro femenino y Remedio contra el amor. No sé a qué libro pertenece tal o cual verso porque mientras escribía el Blues... iba abriendo el libro al azar y escribía el verso sobre el que mi mirada se posaba.
Ovidio tuvo un sólo trabajo conocido en la política (ésa era la función a la que estaba destinado por familia) el de triunvir capitalis cuyo cometido era el de inspeccionar las cárceles y vigilar la ejecución de las sentencias. Poco tiempo estuvo desempeñándolo. Descubrió que su verdadera inclinación era la poesía y a ella se dedicó.
Todo podría haber transcurrido dentro de los cauces normales en la vida de un romano de la clase ecuestre pero su obra y su vida le llevaron a sufrir un castigo por orden del emperador Augusto: la relegatio a la ciudad de Tomis, en el país de los getas, en el litoral del Mar Negro. Allí, desterrado, escribiría sus Tristes y Pónticas (no sé si este último se podría traducir por Marinas. Si fuera así, me gustaría más). Allí murió tras ocho años de agonía. Ni Augusto, ni Tiberio, ni Germánico revocaron el castigo.
Según se cree (Ovidio siempre fue oscuro en cuanto a los motivos de su destierro) dos fueron las causas de sus desgracia: haber escrito el Ars amatoria y haber visto algo que nunca debió de ver. Lo que vio es conjetura: unos dicen que vio a Julia, la nieta de Octavio Augusto, en actos sexuales (e incluso que Ovidio prestó su casa a la nieta para recibir a uno de sus amantes); otros que vio desnuda a Livia -la mujer de Octavio- en los rituales de la Bona Dea los cuales estaban reservados a las mujeres y otros -sobre todo J. Carcopino en su texto El destierro de Ovidio, poeta neopitagórico- aventuran la idea de que Ovidio pertenecía a esta secta y que por lo tanto asistía a prácticas adivinatorias -actividad ésta prohibida expresamente por el Emperador- y en ellas había visto algo que nunca debió ver.
Viejo y bárbaro (siendo él romano se sentía bárbaro en la tierra de los getas) el mundo jugó con Ovidio y la metamorfosis le llegó y le convirtió, a lo largo de los ocho años de su destierro -fue desterrado a los 52 y murió a los 60-, en una tortuga de gran caparazón, lenta y vieja, sin apenas armas para defenderse del frío escita.
Él amaba Roma, la amaba por encima de todas las cosas y amaba a su tercera mujer. Augusto supo muy bien qué castigo merecía este poeta que cometió un clásico pecado de juventud: narrar con alegría y pasión lo que se desea. Y pecado sólo en un sentido: que descubre al enemigo la debilidad propia.
Los últimos versos de su primera obra conocida, Amores -escrita aproximadamente 30 años antes de su destierro-, son los siguientes: Delicadas elegías, graciosa Musa, obra que se mantendrá viva aún después de cumplirse mi destino.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/05/2010 a las 22:59 | Comentarios {0}


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