La sábana recuerda un mapa de una gran planicie
Dos jóvenes aún eran jóvenes y miraban en rededor tras el beso
Murallas. Incendio. Arrasan.
Y eso que ella echó a mi cuello sus brazos de marfil
Hay un destierro que está dentro. No hace falta atravesar un mar
ni acabar en un litoral bárbaro rodeado de añoranza.
¡Ve ahora y duda en soportar lo que él soportó!
La maraña en la mañana se desenredó
Abajo los silbatos de una multitud.
En el cielo cirros
En el mundo subterráneo un alma en pena
busca la vena que le vuelva mortal.
Sé propicia y presta atención a mis súplicas
o bien entiende que lo que el texto dice
es que el culto a Isis se realizaba
en los mismos lugares que el de Cibeles.
Me sería de provecho sacar a pasear la sombra
soltar unos montes por mi boca
y esconderme de un rostro hermoso.
¿Qué buscan los sagrados poetas
sino fama tan sólo?
Yo sólo busco un blues de madrugada
cuando la estrella alba bosteza rojo.
Dos jóvenes aún eran jóvenes y miraban en rededor tras el beso
Murallas. Incendio. Arrasan.
Y eso que ella echó a mi cuello sus brazos de marfil
Hay un destierro que está dentro. No hace falta atravesar un mar
ni acabar en un litoral bárbaro rodeado de añoranza.
¡Ve ahora y duda en soportar lo que él soportó!
La maraña en la mañana se desenredó
Abajo los silbatos de una multitud.
En el cielo cirros
En el mundo subterráneo un alma en pena
busca la vena que le vuelva mortal.
Sé propicia y presta atención a mis súplicas
o bien entiende que lo que el texto dice
es que el culto a Isis se realizaba
en los mismos lugares que el de Cibeles.
Me sería de provecho sacar a pasear la sombra
soltar unos montes por mi boca
y esconderme de un rostro hermoso.
¿Qué buscan los sagrados poetas
sino fama tan sólo?
Yo sólo busco un blues de madrugada
cuando la estrella alba bosteza rojo.
Rocky Marciano
Pobre iluminación. Aparatos extrañamente feos (no sé cuál es exactamente mi criterio estético con respecto a la belleza de los aparatos). Un argumento sobre la pista naïf y triste. Un sonido sucio. Unos números circenses imagino que complicados. La lectura posterior de unos de los asistentes al espectáculo, Habla sobre el peso de la carne. Sobre la dificultad de seguir con los números teniendo el cuerpo ya castigado por el paso de los años. Todo me parece una metáfora.
Entre los asistentes estaba una antigua amante. El tiempo que nos quisimos disfrutamos mucho. Hacía años que no la veía. La descubrí de una forma curiosa: había dejado apoyado el bastón en el murete de la barra de la cafetería del Teatro Circo Price. El bastón se escurrió y cayó. Una mujer que estaba de espaldas se giró y me lo dio. Yo le dije, Gracias Lidia y ella me respondió, De nada Fernando... como si nos hubiéramos visto ayer. Sonreímos, ella se giró y siguió hablando con su gente (no volvimos a cruzarnos la palabra en toda la noche. Sólo al final nos dimos un par de besos).
Me encontré con otros compañeros de profesión a los que hacía tiempo que no veía. A Roberto Cerdá con el que escribí una adaptación de una obra de Stanislav Lem (que ya no recuerdo cómo se llama) y un guión de cine que nunca llegó a rodarse; a Fernando Romo director y actor de Guadalajara al que dirigí en uno de mis programas de radio, Sabático, y con el que trabajé como adaptador y ayudante de dirección en La Leyenda del Santo Bebedor, dirigida por él. O Daniel Moreno actual regidor del Circo Price un hombre del que siempre me gustó su mirada. Y al salir estuvimos, Pilar y yo, hablando un rato con Javier Ocaña, el crítico de teatro de El País, al que conozco desde los años ochenta cuando ambos escribíamos para una revista llamada Teatra y del que siempre me gustan sus críticas por el cariño y respeto con que suele escribir de los montajes.
Pilar y yo nos fuimos solos. Nos sentamos en una terraza del barrio de Lavapies y charlamos sobre el circo y sus luces, con algo de nostalgia, sin ninguna esperanza.
La de anoche será una noche amada.
Entre los asistentes estaba una antigua amante. El tiempo que nos quisimos disfrutamos mucho. Hacía años que no la veía. La descubrí de una forma curiosa: había dejado apoyado el bastón en el murete de la barra de la cafetería del Teatro Circo Price. El bastón se escurrió y cayó. Una mujer que estaba de espaldas se giró y me lo dio. Yo le dije, Gracias Lidia y ella me respondió, De nada Fernando... como si nos hubiéramos visto ayer. Sonreímos, ella se giró y siguió hablando con su gente (no volvimos a cruzarnos la palabra en toda la noche. Sólo al final nos dimos un par de besos).
Me encontré con otros compañeros de profesión a los que hacía tiempo que no veía. A Roberto Cerdá con el que escribí una adaptación de una obra de Stanislav Lem (que ya no recuerdo cómo se llama) y un guión de cine que nunca llegó a rodarse; a Fernando Romo director y actor de Guadalajara al que dirigí en uno de mis programas de radio, Sabático, y con el que trabajé como adaptador y ayudante de dirección en La Leyenda del Santo Bebedor, dirigida por él. O Daniel Moreno actual regidor del Circo Price un hombre del que siempre me gustó su mirada. Y al salir estuvimos, Pilar y yo, hablando un rato con Javier Ocaña, el crítico de teatro de El País, al que conozco desde los años ochenta cuando ambos escribíamos para una revista llamada Teatra y del que siempre me gustan sus críticas por el cariño y respeto con que suele escribir de los montajes.
Pilar y yo nos fuimos solos. Nos sentamos en una terraza del barrio de Lavapies y charlamos sobre el circo y sus luces, con algo de nostalgia, sin ninguna esperanza.
La de anoche será una noche amada.
They depend on each other and the world depended on them
Michael Kamen con su banda sonora nos introduce en la presentación de este mini-serie de 10 capítulos producida por Steven Spielberg y Tom Hanks.
Desde el momento en que empieza la serie hasta pasadas diez horas asistimos a las vidas de los hombres de la Compañía E(asey) 506 del 111 Batallón Aerotransportado del ejército de los Estados Unidos de América, el cual la madrugada del 6 de junio de 1944 se lanzó en paracaídas sobre las líneas enemigas en Normandie. El día D.
Los bueno de las series de TV en oposición a las películas es que en las series prima más el desarrollo del personaje (tienes más tiempo) y sobre todo permite que la moraleja final de casi toda película (eso que tan pomposamente se llama arco del personaje) no se tenga que dar en los personajes de serie; de hecho los personajes de la televisión no hacen sino repetir en cada episodio los mismos errores (o aciertos). Una de las más curiosas paradojas de Woody Allen es que siendo un director de cine ha creado para la posteridad un personaje de serie de TV (él mismo con sus repetidas neurosis). Cuando vas a ver una película de Allen en la que trabaja él, en realidad vas a ver a ese personaje que desde Bananas si no antes viene haciendo lo mismo, cometiendo los mismos errores.
Cada capítulo de Band of Brothers tiene como protagonistas a uno de los soldados u oficiales de la Easy y una de las misiones que hubieron de realizar a lo largo de casi un año. Más de la mitad de los hombres de la Easy murieron en combate. La vida que llevaron, los dramas a los que asistieron, las muertes que lloraron, las conquistas que consiguieron, el descubrimiento de los campos de concentración, el saqueo de El Nido de las Águilas donde Hitler descansaba de su venganza contra la Humanidad y Goering ocultaba las obras de arte robadas, todos esos momentos los vamos viviendo desde la mente de estos hombres que en la vida civil eran ferroviarios, vendedores de periódicos, albañiles, ejecutivos, taxistas o comerciantes.
Antes de comenzar la acción propiamente dicha, escuchamos a los protagonistas reales de aquella Compañía E, ya muy viejos y tan duros, tan duros que ninguno puede evitar llorar por los que se quedaron allí. Uno de ellos, el mayor Winters, cierra la serie con una pregunta que un día le hizo su nieto, ¿Abuelo, tú fuiste un héroe? y el anciano Winters, con los ojos llenos de lágrimas, le responde, Yo no pero estuve en una Compañía de héroes.
Muy bien realizada. Muy bien contada. Con una preciosa banda sonora y unas interpretaciones justas, me ha hecho pasar una semana llena de infancia cuando los sábados por la tarde ponían una película de guerra y yo me sumergía en aquellos hombres que luchaban a brazo partido, uno junto al otro, donde se forjaban amistades que llegaban hasta el sacrificio de la propia vida. La guerra debe de ser lo único bueno que procura: la amistad en mitad del odio. La amistad con mayúsculas.
Desde el momento en que empieza la serie hasta pasadas diez horas asistimos a las vidas de los hombres de la Compañía E(asey) 506 del 111 Batallón Aerotransportado del ejército de los Estados Unidos de América, el cual la madrugada del 6 de junio de 1944 se lanzó en paracaídas sobre las líneas enemigas en Normandie. El día D.
Los bueno de las series de TV en oposición a las películas es que en las series prima más el desarrollo del personaje (tienes más tiempo) y sobre todo permite que la moraleja final de casi toda película (eso que tan pomposamente se llama arco del personaje) no se tenga que dar en los personajes de serie; de hecho los personajes de la televisión no hacen sino repetir en cada episodio los mismos errores (o aciertos). Una de las más curiosas paradojas de Woody Allen es que siendo un director de cine ha creado para la posteridad un personaje de serie de TV (él mismo con sus repetidas neurosis). Cuando vas a ver una película de Allen en la que trabaja él, en realidad vas a ver a ese personaje que desde Bananas si no antes viene haciendo lo mismo, cometiendo los mismos errores.
Cada capítulo de Band of Brothers tiene como protagonistas a uno de los soldados u oficiales de la Easy y una de las misiones que hubieron de realizar a lo largo de casi un año. Más de la mitad de los hombres de la Easy murieron en combate. La vida que llevaron, los dramas a los que asistieron, las muertes que lloraron, las conquistas que consiguieron, el descubrimiento de los campos de concentración, el saqueo de El Nido de las Águilas donde Hitler descansaba de su venganza contra la Humanidad y Goering ocultaba las obras de arte robadas, todos esos momentos los vamos viviendo desde la mente de estos hombres que en la vida civil eran ferroviarios, vendedores de periódicos, albañiles, ejecutivos, taxistas o comerciantes.
Antes de comenzar la acción propiamente dicha, escuchamos a los protagonistas reales de aquella Compañía E, ya muy viejos y tan duros, tan duros que ninguno puede evitar llorar por los que se quedaron allí. Uno de ellos, el mayor Winters, cierra la serie con una pregunta que un día le hizo su nieto, ¿Abuelo, tú fuiste un héroe? y el anciano Winters, con los ojos llenos de lágrimas, le responde, Yo no pero estuve en una Compañía de héroes.
Muy bien realizada. Muy bien contada. Con una preciosa banda sonora y unas interpretaciones justas, me ha hecho pasar una semana llena de infancia cuando los sábados por la tarde ponían una película de guerra y yo me sumergía en aquellos hombres que luchaban a brazo partido, uno junto al otro, donde se forjaban amistades que llegaban hasta el sacrificio de la propia vida. La guerra debe de ser lo único bueno que procura: la amistad en mitad del odio. La amistad con mayúsculas.
Hazlo, se decía. Atravesó un instante y se dejó llevar. Era el aire del verano. El cielo azul. Esas cosas eran.
Bajó por la calle Arenal. Se detuvo en un estanco. Compró un mechero. Porque sí. No fumaba. Miró a una chica joven con un gran escote y una falda muy corta. El final de su cuerpo, en cambio, le pareció el de un centurión.
Rió. Bebió una sangría. Porque sí. Jamás le había gustado la sangría. Miró a un chico feo y simpático que se estaba camelando a una guiri con el desparpajo de un buscavidas galdosiano. Aún en la calle Arenal.
Recordó unos buenos momentos. Una carretera. Un gran cansancio tras un gran esfuerzo y el sabor de un agua muy fresca. Recordó una tarde en un Colegio Mayor en Avignon. Una joven le descubrió masturbándose. Era estudiante como él. Aquella noche se acostaron. Los días siguientes los pasaron juntos viendo espectáculos teatrales. Cuando llegaba la noche se acostaban y follaban. No les importaba que durmieran en un largo corredor y que tan sólo estuvieran separados de las otras camas por una cortina. Ella se llamaba Elianne. Recordó la muerte de su padre.
Caminó por la calle Arenal hasta la plaza de Ramales y de ahí, por la plaza de Oriente, tomó la calle Bailén.
El cielo azul. La sierra a lo lejos.
Se puso en el mp3 la música que había elegido. Sorteó la mampara del Viaducto y se lanzó al vacío. Su última palabra fue: Café.
Bajó por la calle Arenal. Se detuvo en un estanco. Compró un mechero. Porque sí. No fumaba. Miró a una chica joven con un gran escote y una falda muy corta. El final de su cuerpo, en cambio, le pareció el de un centurión.
Rió. Bebió una sangría. Porque sí. Jamás le había gustado la sangría. Miró a un chico feo y simpático que se estaba camelando a una guiri con el desparpajo de un buscavidas galdosiano. Aún en la calle Arenal.
Recordó unos buenos momentos. Una carretera. Un gran cansancio tras un gran esfuerzo y el sabor de un agua muy fresca. Recordó una tarde en un Colegio Mayor en Avignon. Una joven le descubrió masturbándose. Era estudiante como él. Aquella noche se acostaron. Los días siguientes los pasaron juntos viendo espectáculos teatrales. Cuando llegaba la noche se acostaban y follaban. No les importaba que durmieran en un largo corredor y que tan sólo estuvieran separados de las otras camas por una cortina. Ella se llamaba Elianne. Recordó la muerte de su padre.
Caminó por la calle Arenal hasta la plaza de Ramales y de ahí, por la plaza de Oriente, tomó la calle Bailén.
El cielo azul. La sierra a lo lejos.
Se puso en el mp3 la música que había elegido. Sorteó la mampara del Viaducto y se lanzó al vacío. Su última palabra fue: Café.
Artículo atribuido a Isaac Alexander y publicado en Le Vieux Observateur.
Cuando una información viene avalada por todos los medios de comunicación hay que desconfiar de ella. Los datos que voy a dar a continuación están extraídos del FMI, de CFT, de UJ, de Ecofin, de URS, de Amepra y de la Reserva Federal del Tesoro de los Estados Unidos.
Todo comenzó a mediados de 2001, pocos meses después de la entrada del euro en el mercado internacional. En una reunión celebrada en el despacho oval de la Casa Blanca, Dick Cheney y Donald Rumsfeld entregaron un documento al flamante golpista Georges Bush hijo en el cual se ofrecían datos de cómo Irak y otras países de la OPEP, entre ellos Venezuela, estaban decididos a abandonar el petrodólar como moneda base y cambiarlo por el petroeuro. Semejante pérdida de poder de la moneda americana podría dar al traste con la supremacía económica de los Estados Unidos en el mundo. En esa reunión se decidió detener el cambio de moneda invadiendo Irak (propulsor de la idea) a cambio de unas cuantas vidas humanas en el World Trade Center de la ciudad de Nueva York. Y en efecto, la invasión detuvo la operación financiera. Al mismo tiempo, en el departamento del Tesoro se estaba ultimando una estrategia en seis pasos:
1) Revalorización del euro en los mercados internacionales frente al dólar
2) A lo largo del periodo comprendido entre 2002 y 2008 promoción de créditos blandos en toda la zona euro y venta de productos financieros con un gran margen de ganancia a todos los bancos de la zona euro promovidos desde entidades financieras norteamericanas.
3) Una vez que los productos basura hubieran contaminado los principales centros financieros de Europa, ejecutar los cobros, de tal forma que muchos de los inversores se vieran en descubierto al no poder hacer frente a dichos pagos. Este tercer punto de la estrategia diseñada era el más delicado porque, como ya ocurrió con el World Trade Center, muchos ciudadanos norteamericanos (clases medias bajas y pobres de solemnidad) serían arrastrados a la bancarrota pero, como ya se utilizaba en las guerras, esos daños se denominaron colaterales.
4) Al mismo tiempo se promoverían -como así fue- las relaciones comerciales prioritarias con los países emergentes, fundamentalmente China, India y Brasil.
5) Conseguidos estos objetivos se lanzaría una campaña mundial de información en la que se repetiría que la crisis era global.
6) En este último punto se atacaría a la Unión Europea sin piedad, empezando por los países más pobres (Grecia, Irlanda, Portugal y España), tras haber alimentado durante los nueve años anteriores la corrupción en todos los ámbitos. Eso traería como consecuencia el debilitamiento de la moneda europea y relanzaría de nuevo al dólar como la moneda de intercambio por excelencia.
Tan sólo hubo un momento de duda en esta estrategia que fue las elecciones de noviembre de 2008. El lobby judío de los Estados Unidos fue el que más contribuyó económicamente a la victoria de Barack Obama porque en una reunión mantenida en Chicago a finales de junio de 2007, Obama aprobó la estrategia financiera y juró mantenerla.
Los resultados de esta estrategia están a la vista: la única zona del mundo que realmente está sufriendo los efectos de esta crisis especuladora es Europa. Todos los países emergentes mantienen sus niveles de crecimiento. Los países de Mercosur apenas notan los efectos de la crisis. Asia crece a un ritmo medio del 4% anual y África se sigue desangrando lo usual.
La guerra fue iniciada, probablemente, por Europa. Y los inicios fueron prometedores. Tan sólo el Reino Unido se negó a entrar en el euro (siempre fue conocida su amistad con sus primos del otro lado del Atlántico). Sólo que, como ya pasó con los japoneses tras Pearl Harbor, el contraataque yankee ha sido demoledor.
Todo comenzó a mediados de 2001, pocos meses después de la entrada del euro en el mercado internacional. En una reunión celebrada en el despacho oval de la Casa Blanca, Dick Cheney y Donald Rumsfeld entregaron un documento al flamante golpista Georges Bush hijo en el cual se ofrecían datos de cómo Irak y otras países de la OPEP, entre ellos Venezuela, estaban decididos a abandonar el petrodólar como moneda base y cambiarlo por el petroeuro. Semejante pérdida de poder de la moneda americana podría dar al traste con la supremacía económica de los Estados Unidos en el mundo. En esa reunión se decidió detener el cambio de moneda invadiendo Irak (propulsor de la idea) a cambio de unas cuantas vidas humanas en el World Trade Center de la ciudad de Nueva York. Y en efecto, la invasión detuvo la operación financiera. Al mismo tiempo, en el departamento del Tesoro se estaba ultimando una estrategia en seis pasos:
1) Revalorización del euro en los mercados internacionales frente al dólar
2) A lo largo del periodo comprendido entre 2002 y 2008 promoción de créditos blandos en toda la zona euro y venta de productos financieros con un gran margen de ganancia a todos los bancos de la zona euro promovidos desde entidades financieras norteamericanas.
3) Una vez que los productos basura hubieran contaminado los principales centros financieros de Europa, ejecutar los cobros, de tal forma que muchos de los inversores se vieran en descubierto al no poder hacer frente a dichos pagos. Este tercer punto de la estrategia diseñada era el más delicado porque, como ya ocurrió con el World Trade Center, muchos ciudadanos norteamericanos (clases medias bajas y pobres de solemnidad) serían arrastrados a la bancarrota pero, como ya se utilizaba en las guerras, esos daños se denominaron colaterales.
4) Al mismo tiempo se promoverían -como así fue- las relaciones comerciales prioritarias con los países emergentes, fundamentalmente China, India y Brasil.
5) Conseguidos estos objetivos se lanzaría una campaña mundial de información en la que se repetiría que la crisis era global.
6) En este último punto se atacaría a la Unión Europea sin piedad, empezando por los países más pobres (Grecia, Irlanda, Portugal y España), tras haber alimentado durante los nueve años anteriores la corrupción en todos los ámbitos. Eso traería como consecuencia el debilitamiento de la moneda europea y relanzaría de nuevo al dólar como la moneda de intercambio por excelencia.
Tan sólo hubo un momento de duda en esta estrategia que fue las elecciones de noviembre de 2008. El lobby judío de los Estados Unidos fue el que más contribuyó económicamente a la victoria de Barack Obama porque en una reunión mantenida en Chicago a finales de junio de 2007, Obama aprobó la estrategia financiera y juró mantenerla.
Los resultados de esta estrategia están a la vista: la única zona del mundo que realmente está sufriendo los efectos de esta crisis especuladora es Europa. Todos los países emergentes mantienen sus niveles de crecimiento. Los países de Mercosur apenas notan los efectos de la crisis. Asia crece a un ritmo medio del 4% anual y África se sigue desangrando lo usual.
La guerra fue iniciada, probablemente, por Europa. Y los inicios fueron prometedores. Tan sólo el Reino Unido se negó a entrar en el euro (siempre fue conocida su amistad con sus primos del otro lado del Atlántico). Sólo que, como ya pasó con los japoneses tras Pearl Harbor, el contraataque yankee ha sido demoledor.
Narrativa
Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/05/2010 a las 18:49 | {0}
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/05/2010 a las 18:41 | {0}