Juliana:
¿Suena? ¿Es la llegada? ¡Dímelo por la mañana cuando el perro se asoma a la ventana y recuerda el milagro repetido de la luz! ¿Es el velero? ¿Es aquello la mar? ¿Y lo que veo es una huella de sandalia romana cuando aún no se hacía el calzado para cada pie? ¿Es la asonada? ¿LLegarán los bombarderos a herirme? ¿Alcanzarán sus misiles mi casa y así tú ya no sabrás dónde dirigirte cuando atraques, tras la tempestad? ¿Habrá después de mí...? ¡Dímelo antes de que cante el gallo, antes de que se inicien las negaciones! ¿Vendrá la retama hasta mi puerta? ¿Estaré desnuda de cintura para abajo, en el suelo, apoyado un brazo en el borde de la cama y con la cabeza inclinada hasta la extenuación? ¿Me dejaré influir por tus cartas? ¿Me llegará la noticia por otra voz? ¡Se irán! ¡Sola en medio de estos hombres que huelen a sudor tras la jornada, que se dirigen a la taberna para beber vinos y cervezas y alcoholes más fuertes mientras la rada los protege de la esencia violenta del mar y se mecen las barcas como si fueran huérfanas! ¡Sola en el marasmo que se ha abierto entre mi corazón y mi herida, sin saber por cuál decidirme, tomándome la temperatura cada tanto y soñando que todo es fiebre! ¿Podrá el alba? ¿Podrá la escarcha arrimarme un ascua de ti? ¿Mensajea el mirlo en mi balcón? ¿Arrulla la gata una canción compuesta muy lejos de aquí, en un altiplano, en otro continente? ¡Dímelo antes del Angelus por si voy al infierno desnuda y con calentura! ¡No quiera Satanás gastarme una broma! ¡No quiera Dios escarmentarme más! ¡Si Dios fuera pequeñito, un recién nacido que tan sólo hiciera como milagros travesuras! ¿Es tu vela la que veo? ¿Es tu remo el que abre las aguas? ¿Es tu canto el que vence a las sirenas? ¿Es tu aliento quien me alborota el pelo? ¿Es tu sonrisa la que alegra la distancia? ¿Son tus manos las que se agarran al palo de mesana? ¿Y ese cuerpo que escala es el tuyo? ¡Respóndeme que me vuelves loca! ¡La tarde quema en mi pecho y la noche arderá en el monte que circunda la Creación! Porque al recordarte todo es memoria del fuego. ¡No suene ahora esa guitarra! ¡No cante la mujer el fado! ¡No venga el helecho a secarme la almohada! ¿Son esas cuadernas? ¿Es esa proa linda un desliz de tu boca? ¡Dímelo que soy mujer y tuya! ¡No huyas que la bruja me ha dicho que la muerte te perdió al pasar el cabo de Buena Esperanza! ¡Llégate que aquí están mis brazos! ¡Llégate que aquí está mi vientre! No hay espacio entre tú y yo. ¿Lo sabes? ¿Lo sueñas mientras la nave se bambolea? ¡Dímelo, amado, que está la tierra húmeda!
Blu: Te digo y no me escuchas. Te lo digo del derecho y de revés. Y no me escuchas. No me escuchas. Si me hubieras visto. Si al menos me hubieras visto, hundida, los cabellos flotando...
Caf: Cabellos, dices. Antes hubieras dicho pelos. Antes hubieras dicho: los pelos flotando.
Blu: No tiene gracia. No es nada cómodo decir cabellos. Parece fácil y no lo es. Tienes que coger aire. Mucho aire. Y ser consciente del velo del paladar. Pero, tú, ¿qué sabes? ¿qué has sabido nunca? ¿cuándo te ha interesado a ti...?
Caf: ...siempre me interesó la gruta de enfrente y la gata del vecino, la gata verde no la gata negra; esa gata, siempre, siempre he pensado: gata verde frita mala es de guardar; también me interesa la baba sobre todas las densa que se arrima a la comisura de los labios...
Blu: Lo oirás aunque no quieras. Me escucharás. Me había ido a la cama. Y creo que me desmayé. Porque no recuerdo. Porque no sé por qué el libro apareció junto a mí, yo que siempre lo dejo encima de la mesilla...
Caf: No es mesilla...
Blu: Cajonera...
Caf: Si dices cabellos no puedes decir mesilla, tienes que decir cajonera, ¡hostias!
Blu: El lenguaje siempre te hizo daño. Las palabras que suenan como valbanera o zodiacal o egido o me desperté con bocarriba, ahogándome como si soñara -también soñar es una palabra dulce que te duele- que unas manos apretaban mi cuello y entonces no sé si la luz estaba encendida, la luz de la mesilla, de la cajonera, no sé si estaba encendida, fue entonces cuando no sabía si la luz de la cajonera estaba encendida cuando pensé por primera vez que me había desmayado y que mis cabellos flotaban y todo tenía el sabor del ácido y el tacto de la escama -cuánto te duele la palabra escama- y yo, aferrada a las sábanas, quería llamarte...
Caf: No hubiera ido.
Blu: ...quería saber qué había pasado, que tú me lo dijeras, tú que siempre me ves dormir y te la cascas en la butaca...
Caf: Soñabas manos alrededor de tu cuello y quizá fuera la polla en tu boca abierta, bocarriba, medio asfixiada, quizá fuera éso el tacto de la escama, el sabor a ácido...
Blu: Y a almendra.
Caf: Tirito con la palabra almendra.
Blu: Esta mañana he sentido fragilidad. Y si desmayarse es eso. Y si me he desmayado más veces. Y si no supiéramos que nos desmayamos. Y si me desmayo cogiendo la sal, ¿se vuelve sosa?
Caf: Nunca te la metería sin tu consentimiento. Lo sabes, ¿verdad? Lo sabes. En la butaca sí. Desde la distancia sí. Ha sido una boutade. Puedo decir boutade porque las palabras francesas no me causan terror. Permíteme ser para siempre francés. Si me dejaras, entonces, tus desmayos, quizás entonces, tus desmayos los soportaría, los escucharía mejor. Incluso yo diría cheveux. ¿Has oído? Digo cheveux y no siento arcadas. Mírame. No soy tan bestia. No es una cuestión de amar la ignorancia, es más bien el color de las palabras, mi estómago no aguanta el color chillón de las palabras que pronuncias y menos aún dormida, menos, menos aún.
Blu: ¿Te quedarás en la butaca?
Caf: Endormie.
Blu: ¡Oh! ¡qué agitado este océano!
Blu cae desmayada en la cama.
Caf se sienta en la butaca. Con calma se desabotona la bragueta y se hurga.
Lentamente se hace el oscuro
Caf: Cabellos, dices. Antes hubieras dicho pelos. Antes hubieras dicho: los pelos flotando.
Blu: No tiene gracia. No es nada cómodo decir cabellos. Parece fácil y no lo es. Tienes que coger aire. Mucho aire. Y ser consciente del velo del paladar. Pero, tú, ¿qué sabes? ¿qué has sabido nunca? ¿cuándo te ha interesado a ti...?
Caf: ...siempre me interesó la gruta de enfrente y la gata del vecino, la gata verde no la gata negra; esa gata, siempre, siempre he pensado: gata verde frita mala es de guardar; también me interesa la baba sobre todas las densa que se arrima a la comisura de los labios...
Blu: Lo oirás aunque no quieras. Me escucharás. Me había ido a la cama. Y creo que me desmayé. Porque no recuerdo. Porque no sé por qué el libro apareció junto a mí, yo que siempre lo dejo encima de la mesilla...
Caf: No es mesilla...
Blu: Cajonera...
Caf: Si dices cabellos no puedes decir mesilla, tienes que decir cajonera, ¡hostias!
Blu: El lenguaje siempre te hizo daño. Las palabras que suenan como valbanera o zodiacal o egido o me desperté con bocarriba, ahogándome como si soñara -también soñar es una palabra dulce que te duele- que unas manos apretaban mi cuello y entonces no sé si la luz estaba encendida, la luz de la mesilla, de la cajonera, no sé si estaba encendida, fue entonces cuando no sabía si la luz de la cajonera estaba encendida cuando pensé por primera vez que me había desmayado y que mis cabellos flotaban y todo tenía el sabor del ácido y el tacto de la escama -cuánto te duele la palabra escama- y yo, aferrada a las sábanas, quería llamarte...
Caf: No hubiera ido.
Blu: ...quería saber qué había pasado, que tú me lo dijeras, tú que siempre me ves dormir y te la cascas en la butaca...
Caf: Soñabas manos alrededor de tu cuello y quizá fuera la polla en tu boca abierta, bocarriba, medio asfixiada, quizá fuera éso el tacto de la escama, el sabor a ácido...
Blu: Y a almendra.
Caf: Tirito con la palabra almendra.
Blu: Esta mañana he sentido fragilidad. Y si desmayarse es eso. Y si me he desmayado más veces. Y si no supiéramos que nos desmayamos. Y si me desmayo cogiendo la sal, ¿se vuelve sosa?
Caf: Nunca te la metería sin tu consentimiento. Lo sabes, ¿verdad? Lo sabes. En la butaca sí. Desde la distancia sí. Ha sido una boutade. Puedo decir boutade porque las palabras francesas no me causan terror. Permíteme ser para siempre francés. Si me dejaras, entonces, tus desmayos, quizás entonces, tus desmayos los soportaría, los escucharía mejor. Incluso yo diría cheveux. ¿Has oído? Digo cheveux y no siento arcadas. Mírame. No soy tan bestia. No es una cuestión de amar la ignorancia, es más bien el color de las palabras, mi estómago no aguanta el color chillón de las palabras que pronuncias y menos aún dormida, menos, menos aún.
Blu: ¿Te quedarás en la butaca?
Caf: Endormie.
Blu: ¡Oh! ¡qué agitado este océano!
Blu cae desmayada en la cama.
Caf se sienta en la butaca. Con calma se desabotona la bragueta y se hurga.
Lentamente se hace el oscuro
Escena única
Doctor Helvius:
Siéntese, quiero contarle
Miss Halway:
¿Me contará la rabia? ¿El arañazo que se le ha quedado oculto en la uña?
Doctor Helvius:
Miss Halway, siéntese.
Miss Halway:
No abriré las piernas.
Doctor Helvius:
No.
Miss Halway:
No pasearé mi lengua por mi labio.
Doctor Helvius:
No.
Miss Halway:
Ni dejaré que mi corazón se acelere y traduzca sus asistolias en la contracción de mis pezones.
Doctor Helvius:
Me parece muy razonable, miss Halway. Ahora escúcheme: anoche cuando abandonó usted la consulta, repasé las medias que se había dejado en el diván. Reconozco que las olí y luego la tiré para que la enfermera no las descubriera por la mañana.
Miss Halway:
Es usted muy atento.
Doctor Helvius:
Voy a internarla. Voy a mantenerla apartada del mundo. Voy a ordenar que le sean administradas diversos tipos de drogas. Voy a detener su corazón. Voy a detener sus pasiones. Va a dormir usted días y días y más días. Y yo iré a verla y usted estará dormida.
Miss Halway:
Venga a verme en presencia de mi abogado, doctor Helvius.
Doctor Helvius:
Me gusta cuando pronuncia el final de mi apellido.
Miss Halway:
Calle. Intérneme. Pero calle.
Doctor Helvius:
Miss Halway.
Miss Halway:
Doctor Helvius.
Doctor Helvius:
Una cosa más... sus medias... tenían manchas de sangre... podría saber si esa sangre... esa sangre... procede, pertenece, es...
Miss Halway:
¿Menstruación?
Doctor Helvius:
Menstruación, sí.
Miss Halway:
Lo es.
Doctor Helvius:
¿Por qué miss Halway?
Miss Halway:
Porque soy mujer fértil.
Doctor Helvius:
Fértil.
Miss Halway:
Como lodo del Nilo.
Doctor Helvius:
Sus comparaciones me obligan a internarla. Lo sabe usted y lo sé yo. Escuche algunas de las que ha pronunciado en este despacho: como el ayuno del cerdo; como la mandrágora que nacería de la lefa de su polla una vez fuera usted ahorcado; como fresa argentina; como desmemoria de sabio; como adrenalina de burra en la coronación de la Santa Virgen María; como aleluya la noche de la muerte de Juan Sebastian Bach; como prepucio de niño con fimosis; como ausencia de materia; como lentitud de espina; como Babel comprendida...
Miss Halway:
Calle. Miente. Jamás dije como Babel comprendida.
Doctor Helvius:
Lo dijo y lloraba.
Miss Halway:
Lloraba pero no lo dije. Lo recuerdo, fue en la tercera consulta, hace veintidós años; usted llevaba barba y yo lo detestaba -que llevara barba y a usted en general-. Comprendí pronto que mis comparaciones eran objeto de estudio para usted y supe que un día encontraría las razones para internarme. Nunca me pudo engañar doctor Helvius.
Doctor Helvius:
Compartirá habitación, no se preocupe.
Miss Halway:
Me parece bien. Que sean mujeres fértiles.
Doctor Helvius:
Como usted.
Miss Halway:
Como lodo del Nilo.
Monólogo de un hombre que desea

HOMBRE QUE DESEA:
Eso haré: nada. Ni siquiera recordaré. Ni eso. Ni buscaré en un cuello que pase cerca de mí, el aroma de su aroma cuando la abracé. Cuando nos abrazamos por única vez. Ya no escribiré los poemas que nunca le escribí. Ni esperaré hasta la madrugada su llamada. No se iniciará el amor. No se iniciará el encuentro porque no debo hacer nada. Y aunque escuche la música que ahora me emociona y al escucharla recuerde el único día que estuve con ella, su primera aparición a mis espaldas -era alta, llevaba el pelo suelto y un abrigo verde de pana fina; calzaba botas camperas; cubría sus piernas con medias negras y bajo el abrigo llevaba un vestido gris azulado con un escote tan generoso, ribeteado en rojo, que su pecho dibujaba en mi mano su relieve; alrededor de su cuello un foulard morado-, el deseo que sentí en el corazón cuando la flecha atravesó mi carne y derramó su dulce tósigo por mi sangre, los primeros pasos por las calles de una ciudad con alcázar, el café donde nos sentamos y por primera vez nos miramos. Ya digo, aunque todo eso ocurre y pasa, no voy a hacer nada. ¿Qué haré con el paseo que dimos en busca de un restaurante? ¿qué haré con la dificultad que sentí al subir unos escalones demasiado altos para mis piernas? ¿qué haré con mi mirada en su dorso al subir los escalones? ¿qué haré con la convulsión que sufrí mientras comíamos -bueno, en realidad, no comíamos. Yo no pude comer. Todo mi estómago estaba en mi corazón y en mis sentidos y éstos no tenían hambre de brocheta de salmón o cochinillo, sino hambre de su boca, de sus mejillas, de su cuello, de sus manos, de su piel y de su escorzo- y que ella vio y me preguntó qué me ocurría y yo, tras mirar con vergüenza al mantel, no pude por menos que decirle la verdad? ¿por qué no puedo sino decir la verdad? ¿qué interés tiene la verdad? ¿por qué me preguntó lo que era obvio? ¿por qué se necesita confirmar con palabras lo que planea, vuela, se muestra sin recato? No haré nada. No, no haré nada con el paseo que dimos tras comer por la ciudad fría con alcázar. Yo le pedí cogerla del brazo. Ella me lo permitió. Anduvimos tomados por el brazo bajo un cielo gris que realzaba los reflejos rojizos de su pelo y llegamos hasta un café desangelado. Ella tenía frío. ¿Qué voy a hacer con el frío que ella tenía? Yo me quité mi abrigo y se lo puse encima de las piernas. Tomamos un té. Nos sentamos uno al lado del otro. Ella dijo algo así como, Ya está bien de estar sentados frente a frente ¿Qué voy a hacer con esa frase? ¿Cuántas interpretaciones distintas le daré? ¿Qué voy a hacer sabiendo que nunca cantaré junto a ella? A ella que tanto le gusta cantar y a mí también. ¿Qué voy a hacer con el viaje que nunca haré a la ciudad donde ella vive? ¿Qué voy a hacer con el recuerdo que nunca será del momento en que entre en su casa? ¿Qué voy a hacer con su mirada que, al pasar de los días, se va diluyendo y conformando en una mirada nueva creada por mí? ¿Cómo resolverá el tiempo la frase que dijo al hablar de mí, Estás en el límite de todo lo que deseo en un hombre? ¿Por qué no le dije entonces que deseo viene del latín desiderare y que traducido literalmente vendría a ser echar de menos un astro en tu firmamento y que al echarlo de menos, al no conocerlo, no puedes conocer sus límites ni su contorno? ¿por qué no le dije que lo hermoso de amar quizá sea dibujar esos contornos y esos límites en el astro añorado, el cual al surgir en el firmamento es todavía difuso, hermosamente desconocido, abierto a ser descubierto, flexible como junco en la ribera del Nilo, maleable como metal en la fragua? ¿Qué voy a hacer con todo lo que no le dije ni le diré jamás? No haré nada. No, no haré nada. Porque todo lo que tenía que hacer ya está hecho. No haré nada con el último trecho que recorrimos juntos en nuestras vidas hasta el parking donde había dejado su coche seis horas antes. No haré nada con el abrazo que nos dimos. Ese abrazo juro que no lo voy ni a tocar. No haré nada con el giro que di y su imagen bajando las escaleras y el deseo que tuve de que se girara como en las películas con final feliz. Y si me sobreviene el recuerdo de mi pasos ya sin ella por la calle principal de la ciudad con alcázar y el sentimiento que tenía de haber conocido a la mujer amada, no haré nada; y si vuelve el camino de vuelta a mi ciudad, ya en la noche, en plena meseta castellana con mi pensamiento muy lejos de los faros rojos del coche que me precedía, no haré nada; y si me acuerdo de ella un día y otro día, no haré nada, no haré nada, no haré nada.
Escena única
ELLA tumbada en una hamaca.
EL riega el césped.
LOS GATOS dormitan en lo alto del tapial.
LOS PERROS siestean.
ELLA: (Con los ojos cerrados)
Bésame.
EL deja la manguera abierta sobre el césped. Se acerca a ELLA. La besa en la boca.
ELLA: (Con los ojos cerrados)
Bésame otra vez.
EL la besa de nuevo.
Se levanta el AIRE del final del día.
Canta un MIRLO macho. Responde cerca la HEMBRA.
ELLA abre los ojos.
EL sonríe y le acaricia la mejilla derecha. Se separa de ella. Coge de nuevo la manguera. Se acerca a una encina.
ELLA:
Dime cuánto dura esta dicha. Dime cuánto dura esta brisa. Cuánto dura tu espalda, recta, mientras riegas. Dime cuánto dura el canto del mirlo. Si tardará mucho en llegar la noche. Si me mirarás mientras me desnudo y luego, cuando me meta en la cama, me abrazarás hasta dolerme. Dime si vas a apretarme hasta dolerme.
EL frente a la encina, de espaldas a ella, escucha sus palabras.
Un GATO se despereza.
Un PERRO, el menor, termina de siestear y busca un juego.
ELLA: (Cierra los ojos de nuevo. Se recuesta)
Estamos solos.
EL termina de regar la encina. Cierra el grifo de la manguera.
La tarde se serena.
EL riega el césped.
LOS GATOS dormitan en lo alto del tapial.
LOS PERROS siestean.
ELLA: (Con los ojos cerrados)
Bésame.
EL deja la manguera abierta sobre el césped. Se acerca a ELLA. La besa en la boca.
ELLA: (Con los ojos cerrados)
Bésame otra vez.
EL la besa de nuevo.
Se levanta el AIRE del final del día.
Canta un MIRLO macho. Responde cerca la HEMBRA.
ELLA abre los ojos.
EL sonríe y le acaricia la mejilla derecha. Se separa de ella. Coge de nuevo la manguera. Se acerca a una encina.
ELLA:
Dime cuánto dura esta dicha. Dime cuánto dura esta brisa. Cuánto dura tu espalda, recta, mientras riegas. Dime cuánto dura el canto del mirlo. Si tardará mucho en llegar la noche. Si me mirarás mientras me desnudo y luego, cuando me meta en la cama, me abrazarás hasta dolerme. Dime si vas a apretarme hasta dolerme.
EL frente a la encina, de espaldas a ella, escucha sus palabras.
Un GATO se despereza.
Un PERRO, el menor, termina de siestear y busca un juego.
ELLA: (Cierra los ojos de nuevo. Se recuesta)
Estamos solos.
EL termina de regar la encina. Cierra el grifo de la manguera.
La tarde se serena.
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
Meditación sobre las formas de interpretar
Cuentecillos
¿De Isaac Alexander?
Libro de las soledades
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Reflexiones para antes de morir
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
Listas
El mes de noviembre
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Saturnales
Agosto 2013
Citas del mes de mayo
Marea
Sincerada
Reflexiones
Mosquita muerta
El viaje
Sobre la verdad
Sinonimias
El Brillante
No fabularé
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
Desenlace
El espejo
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
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Teatro
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/03/2015 a las 19:39 |