Monólogo para dos voces
Sólo si se hace... así... levantarse para iniciar toda una serie de haceres (curioso el término faena que en español tiene el doble significado de tarea y fastidio) que lleven de nuevo a la cama, en la noche, cansados y dispuestos a dormir. Porque si no hacemos. Porque si pensamos... la huelga, los números primos, la tuerca, la vía del tren, la moldura del parabrisas, las consecuencias...mientras no hacemos nada, mientras no estamos deshaciendo cajas o estamos haciendo la comida o hemos ido al supermercado, el que está a cuarenta y dos kilómetros, ochenta y cuatro kilómetros para hacer una compra de varios días o nos duchamos y vemos caer el agua sucia de nuestro pelo y sentimos el agua correr por nuestra piel, reseca por los largos días del intenso verano de nuestra desventura o estudiamos ajedrez, nos concentramos incluso con fruncimiento de entrecejo y seguimos los movimientos de los maestros con la intención de llegar a alcanzarlos porque los hemos entendido o pasear y ascender como si el paseo tuviera algo de tortura, como si necesariamente el paseo tuviera que incluir en su rutina el esfuerzo que podría acercarse al dolor o poner en orden los libros o elegir las próximas obras a las que dedicaremos nuestro tiempo o limpiar la casa, dejarla muy limpia, fregar los suelos con lejía para sentir que la asepsia ha entrado en el hogar y tener la tonta seguridad de que algunos insectos se lo pensarán muy mucho antes de entrar en nuestro territorio o leer una novela policíaca y poner en ello los cinco sentidos o ir por la carretera camino de la gran ciudad para visitar a nuestra amante y tumbarnos junto a ella, desnudos, bajo el calor de julio para ejecutar ciertas ceremonias de interior o vestirse o afeitarse o cocinar o... Hacer, decimos, hacer como echar el I'Ching y descubrir que el Libro de las Mutaciones tiene algo de magia antigua, esa especie de comunicación con lo no estadístico que genera escalofríos en la razón y sacudidas eléctricas en el alma o venirnos hasta aquí, escuchar for Bunita Marcus o esperar con disposición abierta o poner una película en su versión original -un idioma que apenas conocemos- y verla sin subtítulos para constatar por enésima vez que una imagen casi nunca vale más que mil palabras a la hora de narrar la experiencia de las relaciones humanas o cribar lentejas o afeitarnos al caer la tarde o ver a ver si tenemos fiebre o sentir el dolor en el costado y pararnos en él, respirarlo o cortar las uñas de los pies y de las manos o dejar limpio el fregadero o mirar de cerca un espino o aspirar este verano seco en el aire taimado de la tarde... Hacer, hacer, siempre hacer... soñar con la carnosidad de unos labios o cerrar los ojos en el sofá y quedarse un rato más mientras escuchamos el runrún de unos comentaristas deportivos que cuentan las hazañas de unos atletas en unos mundiales que se están celebrando en Oregón... Oregón de nuevo (¡No, eso no -nos decimos-, eso que hemos hecho es pensar, eso que hemos pensado anula lo que hayamos hecho en las últimas diez horas!)... o abrir la terraza y sentir si la temperatura es soportable para realizar el paseo que es algo de tortura y algo de equilibrio o sentarnos...
No tengáis miedo. El invierno ha acabado. Pronto los hielos aflojaran su presión sobre el casco y sentiremos que el movimiento vuelve a ser parte de este barco.
¿Por qué no nos abrazamos, bravos compañeros que aguantamos juntos? Yo sé que la luz a veces escasea y que las galletas acabaron pudriéndose; sé que fue muy duro comerse la carne de nuestros iguales pero ése sacrificio es el que nos ha permitido llegar hasta aquí.
¿Recordáis cuando estábamos atados, de espaldas a la entrada de la gruta? ¿Recordáis los movimientos de las sombras que se reflejaban en la pared del fondo? ¿Recordáis los gemidos de un niña a la que le estaban arrancando el cuero cabelludo? ¿Recordáis el acento de los que nos salvaron?
Tanto hemos pasado que los crujidos que ahora escucho me suenan a campanas de gloria; me parecen los chirridos los de unos goznes que abrieran las puertas de un palacio en todo recubierto de sirope; el ulular del viento que atrae la lluvia es la voz de Zeus atrapando a Europa. No siento nostalgia, queridos compañeros. No quiero volver para abrazarme a nadie ni para calentarme los pies junto a una estufa mientras mis nietos se sientan a mi alrededor en el suelo para escuchar atónitos el relato de nuestra aventura. No quiero volver para que nos condecoren. No quiero volver para ver de nuevo los ojos del amor que dejé allí, no, ninguno de esos son los motivos porque tan sólo hay uno por el que quiera volver, por el que quiera brindar con vosotros y ese motivo es el hecho de producirse la vuelta. Cuando el viejo cascarón que nos ha protegido estos largos meses empiece a menearse en estas aguas frías como el infierno, entonces, sólo entonces, sentiré la emoción del deseo cumplido. Lo que venga después no importa. Lo que venga después es, sencillamente, un paso más hacia la muerte.
Se dice, No voy a dejarlo. Seguiré un día más. Llega el invierno. Los días se están haciendo más cortos. La almohada se me queda pequeña. Tengo muy fríos los pies cuando llega la noche. ¿Podré sentir la gangrena si llega? ¿Sabré reconocerla? En esta inmensidad blanca. Como si estuviera muerto. ¿Te matan los otros? ¿Se podría decir así? ¿Sería capaz de ponerme a especular con esa tontería? No lo haré. Me haré unas fricciones. Miraré la leñera. También miraré al perro. En el verano sentí que se hacía mayor de golpe. Luego se me olvidó. Me parecería más joven, se dice.
Se dice, Cualquier respuesta sería mejor que esta incertidumbre. Hay personas que prefieren la segunda. Yo en cambio prefiero la primera. Cualquier respuesta antes que el no llegar a saber. Eso me digo hoy que ha amanecido con una bruma que me atruena; una bruma en todo semejante a una galerna. Un bruma quitapaisajes. Una bruma quitaesperanzas. Como las incertidumbres. Aún así me vestiré. Aún así me abrigaré. Aún así saldré al maldito bosque. Me internaré. Buscaré algo que me procure paz. Me sentaré en la parte de la roca que da al sur, la que no tiene musgo, y meditaré con la meditación que deja ser a los pensamientos, que nos los detiene, que no intenta inmovilizar el fluir del pensamiento. A veces esa meditación me calma. Me impide llegar al abismo. No permite que me abrace y me consuele sino que parece querer insuflarme una valentía de la que carezco en absoluto. Soy totalmente cobarde. Tengo miedo a morir solo. Tengo miedo a ser perro sin dueño y sin cadena. Aunque no quiera atarme. Aunque no quiera amos. Yo que fui esclavo. Quizá no todos somos esclavos. Yo lo he sido. Y ahora lo soy de una idea. Ya ni siquiera es una forma material el sujeto de mi esclavitud. Es una idea. Es una esclavitud metafísica. Una esclavitud especulativa que me lleva al bosque y a los lugares fríos en los que mis pies sufren y sufre mi alma. Una esclavitud que me lleva incluso a pronunciar y sentir el alma. No voy a dejarlo. No hoy. No hoy tampoco romper los sentidos de las frases. Quizá mañana empiece a hacerlo. Romper en fragmentos sin sentido el hilo consentido de mi pensar.
Se dice, Sí, sí, lo haré mañana. Ahora debo de quitarme este maldito frío de los pies. No quiero utilizar el agua caliente. Quisiera calentarme los pies con el alma. Eso quisiera. Decir, ¡Alma, caliéntame los pies! Sonreír si ocurriera. En esta noche cuando el invierno de mi aventura está llegando y siento acercarse la Parca que no tiene nada de asombrosa, que no tiene nada de Emperatriz sino que más bien es una pobre que recogiera ramas por el campo para calentarse un poco antes de matar. Vieja, pobre y con tos perruna. Ahora me recogeré. Me pondré una manta por encima. Intentaré volver a interesarme por algo. Me quedaré dormido tras hacerme una sopa de fideos y queso. Navegaré por mi bienestar. Me sacudiré las penas como el estornudo se deshace del picor en las narices.
Se dice, Soy un payaso. Cómo echo de menos reírme.
M.: Tan azul. Tan azul.
Un rayo ilumina el espacio de blanco
M.: Tendré que dejarme la cremallera sin subir. Y mirar hacia lo alto. No mirarle a él. Como si la confianza fuera cuestión de puntos de vista.
M. mira al cielo. Un largo espacio de tiempo. Profundo el tiempo.
En la inmovilidad tan sólo sus labios se muevan. Sus labios y su voz.
En la inmovilidad tan sólo sus labios se muevan. Sus labios y su voz.
M.- Será mejor callarse. Si no fuera posible por un destino que no estaba escrito. Si hubiera que hablar. Si hubiera que hablar. Tener imágenes de aeropuertos si hubiera que hablar. Tener en la mente la cara de un hombre desconocido que atraviesa el espacio montado en una pasarela mecánica. Ritmo. Pensar en ritmos. Para no decir nada como nada es el punteo de la bachata. Nada es. Sólo ritmo es. Tan azul. Pensar: Tan azul.
Cambia la luz a tonos cálidos y tomando cuerpo se va
acercando el sonido de un regato.
M.: Y al no hablar no morir. No morir por la boca. Subo. He de subir, me digo. No hablar. Subir, subir y que sea la respiración quien lo haga. Que sea ella con su ansia de superación; la respiración sí que aconseja un paso más, que asegura un paso más. Hacia él. Hacia la mano que tiembla cuando se acerca a la cremallera de mi vestido. Yo miro hacia el cielo y sé que tengo que decir algo porque si todo quedara en silencio, si no hubiera voces que hicieran presente el espacio sonoro la historia se quedaría sin palabras y ya quedó claro en los años 30 del siglo XX que el cine se iba a dejar contaminar por la literatura para acabar convirtiéndose, el cine, en un mero género literario cuando si sólo se hubiera apoyado en la imagen hoy sería un lenguaje en sí mismo que quizá hubiera acabado con la ironía, sí, pero habría implantado la verdad de los ojos.
Profundo silencio.
M.: Algo así. Mientras me sube la cremallera y yo siento en el costado la leve y fría sudoración en sus dedos. Sé que ese hombre se esta convirtiendo en macho y le urge y es la especie quien le llama a cumplir su papelón. Todo lo sé. La manera de aplacar el instinto es la, la civilización, el, el producto, lo, lo muerto, lo, lo elaborado, lo, lo terminado. Si le hablara de procesos no podría evitar tomarlo entero y saciarme. No es eso lo que hoy quiero. Aviones. Templarios. Grandes veleros surcando los Mares del Sur. Un lugar de aire y palmas en la Normandie. Salas de embarque. Arcos de seguridad. El mundo queda abajo. Gin-fis. Será posible hacerlo así. Será posible porque estás viva y has podido expresarlo. Estás viva. No queda más remedio que callar y dejar la cremallera sin subir para que él se acerque y crea que lo revolucionario, por fin, ha comenzado.
Telón
El personaje que habla es la protagonista de la novela que estoy escribiendo
...podría poner una fecha o contar un hecho concreto... es la niebla... las nubes bajas... claro que vienen a mi cabeza las imágenes... no voy a luchar contra ellas... le decía a una amiga que lo único que yo intento en esas situaciones es que desde algún lugar surja la idea de que pasará... la luz... diciembre... los recuerdos... debería ponerse, cogerme y obligarse a definirme, de una vez por todas... una gran inmensidad, la última palabra descubierta, tremor, que tiene una convergencia entre temblor y temor, el tremor es un temblor que se teme... eso me digo mientras me leo desperdigada en varios soportes: pluma sobre papel, vieja máquina de escribir; ordenador... no, no aparto las imágenes con un movimiento inconsciente de mi mano... las observo... sé que son construcciones que no han logrado salir de la caverna, que quizá se encuentren en un lugar intermedio entre la pura sombra y la pura luz; a lo mejor logro girar un poco el cuello o simplemente soy consciente de que lo que veo es silueta de lo que es... claro que podría poner una fecha mientras pienso, cuando Dios quiera... no, no ese Dios estúpido con rostro humano... no, el Dios verdadero, el Dios inefable, ése al que no le importa que lo escribas con minúscula, el dios de la sonrisa y del dolor insoportable, el dios de las distancias, el dios de la contemplación, el dios de las manos y el de las pezuñas, el dios de la era nuclear y el dios de la urbilateria, el dios de un interés y el dios de la caridad, el dios que no piensa, el dios que no siente, el dios que no es, el dios yo soy eso, el dios que cierra los ojos y sueña la eternidad en el justo presente, el dios chichinabo, el dios petimetre, el dios de los mil brazos, el dios sin pretendientes, el de las selvas, el de las cucañas, el de la mujer de pueblo que le lleva al médico un café con un polvorón como pago a que le tome la tensión; de ese dios hablo, de esa idea que surge hablo, ahora que él se ha detenido, lleva detenido tanto tiempo, porque no se atreve a jugar, porque más que no atreverse es que no tiene ganas, jugar, ya lo sabe, tiene muchas y rígidas reglas... No reniego de nada de lo vivido... ni de la vergüenza que me doy... no reniego de mis errores... la tarde debe ser, la luz, me escribía, generaba en su rostro la metáfora de un ring... la tarde llueve... la añoranza, desde la cueva, de una hoguera... sueña el mundo y porque sueña sueña a Vishnu... el que nos sueña... me digo, No por no ser como tu quieres, es. Cómo espere... cómo espere yo... si yo también soy eso... eso entonces es también lo que quiero... porque también, porque también... dicen los que saben, que la utilidad de la filosofía es discurrir sobre lo real, sea lo que sea lo real... también tiene una utilidad moral... lo hechos morales son como los mitos, iguales en todas las culturas, en todos los pueblos, en todas las creencias... hay, así, una objetividad moral (lo que está bien, lo que está mal)... por eso es tan difícil filosofar, tanto como cualquier carrera técnica en donde haya que aprender lenguajes... lo real entonces... lo que quiero... en realidad lo que queremos... enlazados, enlacemos las manos que diría Pessoa -esto lo escribe él de él, pero yo también soy él, sólo que yo no conozco al autor que escribió enlacemos las manos-... me voy a ir por la veredita del fondo hasta el punto en el que comenzaba a ver el tejado de uralita cuando en los días de la niñez volvía a la casa de mi abuela, la que me marcó a sangre y fuego, yo también soy esa... sí, hasta allí, hasta lo alto del altozano tras el cual el sol, si luciera, moriría... Me llamo Marciana, me llaman Marci...
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/07/2022 a las 17:09 |