Once fueron las palabras.
Once cimitarras albas.
Once cayeron muertas.
Once campanadas daban.
Once claveles en invierno.
Once olas despeinadas.
Once claros en el bosque.
Once espaldas mojadas
Once preces a los perdidos.
Once asuntos sin hilo.
Once carreteras siguieron.
Once amores fraudulentos.
Once cafeteras nuevas.
Once salmos de amor y cosecha.
Once saltos a la comba.
Once rosarios de Córdoba.
Once niños comulgaron.
Once niñas sucumbieron al palo de rosa.
Once palabras tontas.
Once manos.
Once onzas.
Once líneas.
Once días de febrero.
Once ramitas de romero.
Once sacudidas.
Once esferas.
Once ideas.
Once lágrimas de cera.
Once inciensos del Japón.
Once robos.
Once besos.
Once faldas.
Once puertas con aldabas.
Once campos.
Once puertos.
Once curvas.
Onde delgadeces anchas.
Once anchuras alargadas.
Once veces once.
Once tipos de amalgamas.
Once sábanas blancas.
Once deseos al sol.
Once vientres en las camas.
Once canas en la barba.
Once flores de un día.
Once camisones.
Once gorras.
Once capotes.
Once jofainas.
Once cólicos nefríticos.
Once calmas en la tarde.
Once copas bocabajo.
Once tiritonas largas.
Once pruebas.
Once purés.
Once lisonjas.
Once miradas que se fijan en la espalda de un muchacho.
Once veces once.
Once veces once.
Once cimitarras albas.
Once cayeron muertas.
Once campanadas daban.
Once claveles en invierno.
Once olas despeinadas.
Once claros en el bosque.
Once espaldas mojadas
Once preces a los perdidos.
Once asuntos sin hilo.
Once carreteras siguieron.
Once amores fraudulentos.
Once cafeteras nuevas.
Once salmos de amor y cosecha.
Once saltos a la comba.
Once rosarios de Córdoba.
Once niños comulgaron.
Once niñas sucumbieron al palo de rosa.
Once palabras tontas.
Once manos.
Once onzas.
Once líneas.
Once días de febrero.
Once ramitas de romero.
Once sacudidas.
Once esferas.
Once ideas.
Once lágrimas de cera.
Once inciensos del Japón.
Once robos.
Once besos.
Once faldas.
Once puertas con aldabas.
Once campos.
Once puertos.
Once curvas.
Onde delgadeces anchas.
Once anchuras alargadas.
Once veces once.
Once tipos de amalgamas.
Once sábanas blancas.
Once deseos al sol.
Once vientres en las camas.
Once canas en la barba.
Once flores de un día.
Once camisones.
Once gorras.
Once capotes.
Once jofainas.
Once cólicos nefríticos.
Once calmas en la tarde.
Once copas bocabajo.
Once tiritonas largas.
Once pruebas.
Once purés.
Once lisonjas.
Once miradas que se fijan en la espalda de un muchacho.
Once veces once.
Once veces once.
¿Sobre qué esquema de tiempo responderás a esta pregunta?
¿Cuánto dura el amor que se ha tenido y se ha perdido?
Y la actitud ¿Cuánto dura?
La selva se volvió ordenada cuando la razón la convirtió en jardín.
Las piernas que se enredan.
La boca que saliva.
La nieve picotea las agujas de los pinos.
Todo el paisaje ha cambiado.
La estela última se va desdibujando hasta convertirse en tierra de camino.
Vuelva a ti.
Eras de miel de eucalipto, con ese fondo a alcohol que deja en la garganta.
Eras la duración del mañana.
Porque el mañana es infinito.
¿Cómo se describe de frente y de perfil simultáneamente?
La pintura puede convertirse en atemporal. En la literatura sólo se pueden conseguir sincronicidades.
Vuelve pura, como el agua de la montaña que atravesasteis cuando erais niños y no sabíais que hay recuerdos que permanecen siempre.
¿Cuánto dura siempre?
¿Cuánto dura la caricia en tu cabello?
¿Cuánto dura la elevación de este silencio? ¿Hasta dónde se eleva? ¿Cuándo se calma?
Mérito tuyo será haberle besado.
Y mérito tuyo será abandonarle ahora.
La luna se escapó una noche de las fauces del día.
La luna se forjó en rojo cuando tú le despedías.
El tiempo no es más que una encadenación arbitraria de momentos.
No preguntes entonces. Déjale ir. Deja que no vuelva la vista. No obligues a tu pensamiento a que esboce un deseo. Déjale marchar como ya hiciste en otras ocasiones.
La vida pasa y vuelve y se desintegra.
Dejarle marchar es hacerle libre.
Sabes que la pregunta no ha sido respondida y aún así sientes la satisfacción de la tarea cumplida.
Le pedirás un romance.
Y luego una silva.
Y más tarde un soneto.
Y al final, como una broma, le sugerirás una quintilla.
Hasta el mañana.
¿Cuánto dura el amor que se ha tenido y se ha perdido?
Y la actitud ¿Cuánto dura?
La selva se volvió ordenada cuando la razón la convirtió en jardín.
Las piernas que se enredan.
La boca que saliva.
La nieve picotea las agujas de los pinos.
Todo el paisaje ha cambiado.
La estela última se va desdibujando hasta convertirse en tierra de camino.
Vuelva a ti.
Eras de miel de eucalipto, con ese fondo a alcohol que deja en la garganta.
Eras la duración del mañana.
Porque el mañana es infinito.
¿Cómo se describe de frente y de perfil simultáneamente?
La pintura puede convertirse en atemporal. En la literatura sólo se pueden conseguir sincronicidades.
Vuelve pura, como el agua de la montaña que atravesasteis cuando erais niños y no sabíais que hay recuerdos que permanecen siempre.
¿Cuánto dura siempre?
¿Cuánto dura la caricia en tu cabello?
¿Cuánto dura la elevación de este silencio? ¿Hasta dónde se eleva? ¿Cuándo se calma?
Mérito tuyo será haberle besado.
Y mérito tuyo será abandonarle ahora.
La luna se escapó una noche de las fauces del día.
La luna se forjó en rojo cuando tú le despedías.
El tiempo no es más que una encadenación arbitraria de momentos.
No preguntes entonces. Déjale ir. Deja que no vuelva la vista. No obligues a tu pensamiento a que esboce un deseo. Déjale marchar como ya hiciste en otras ocasiones.
La vida pasa y vuelve y se desintegra.
Dejarle marchar es hacerle libre.
Sabes que la pregunta no ha sido respondida y aún así sientes la satisfacción de la tarea cumplida.
Le pedirás un romance.
Y luego una silva.
Y más tarde un soneto.
Y al final, como una broma, le sugerirás una quintilla.
Hasta el mañana.
Rencor: s.m. Enemistad antigua, ira envejecida.
¿Cuánto rencor he escrito con la pluma?
¿Cuánto rencor ha crecido en el callo que tengo en el dedo corazón sobre el que a lo largo de años y años de escritura se ha apoyado la pluma?
De lo viejo viene. De lo que se ha ido sedimentando.
"Esta es la historia de una enemistad antigua, de una ira vieja..." ¡Qué gran principio para una narración vulgar!
¡Cuánto duele el rencor!
¡Qué difícil extirparlo!
¡Cuánto miedo alimenta el rencor! ¡Qué olores a muerte cuando se destapa!
Ira: s.f. Afecto impetuoso y pasión ardiente del alma que incita al deseo de venganza o apetito de ella. Es uno de los siete pecados capitales, y voz puramente latina. Navarr. Man, cap. 23 num. 114 Ira propiamente dicha es ... una pasión del alma, assentada en la potencia que llaman irascible. Solís, Hist. de Nueve Esp, lib. 4 cap. 14. Ímpetus de la ira, moderaciones del miedo, y repugnancias de la soberbia.
Ira: Se toma también por el movimiento o impulso de la ira, que inclina o lleva a hacer mal o a vengarse.
Ira: Se toma assimismo por indignación o grave enojo, a veces justo.
Afecto impetuoso, pasión ardiente del alma. El alma no puede albergar estas pasiones. Es el cuerpo de ese alma el que transforma en rencor el dolor no sanado. La ira es una emoción y la emoción es la manifestación física de un sentimiento unido a un pensamiento.
¿Cómo se resuelve un afecto impetuoso envejecido? ¿Sería la imagen de un viejo con el bastón en alto amenazando al joven que corre y huye entre risas?
¿Cómo imaginamos una pasión ardiente envejecida? ¿Sería la imagen de un viejo borracho en un burdel de arrabal que es incapaz de empalmarse ante la prostituta que le enseña el sexo?
El rencor sería entonces un viejo con el bastón alzado e incapaz de empalmarse.
El rencor sería entonces impotencia para vengarse.
En rencor sería entonces puro veneno, muerte lenta, insatisfacción perpetua.
El rencor sería futuro, siempre futuro. Futuro viejo. Futuro de ayer. Continuo futuro de ayer.
¿Cuánto rencor fluye por mis venas?
Mi sangre emponzoñada.
Mis uñas que son garras.
Las lamentaciones.
Las lamentaciones que se elaboraran en bellos cantos de caballeros y damas.
Huye de mí enemistad antigua. Fuera ira envejecida. Porque los cielos se abrirán un día y podré mirarlos sin que el sol me lo impida. Porque sin el esfuerzo del recuerdo nada me cegará; sin alzar mis lamentaciones a Dios nada me ensordecerá; sin sentir cómo la aguja verde clavada en mi corazón -mi corazón negro como la pez- sigue hurgando, hundiéndose en mí, sin ser yo, rencor día a día alimentado, consciente de ello, nada me atenazará. Y podré, ¡Oh, Potencia que quieres ayudarme a desnudar la sombra de su condición de algo!, sonreír al cielo abierto, hasta el cielo de mi boca y miraré, limpio de heridas envejecidas, dejándolas morir, ese cielo azul y ese abismo verde y esos campos amarillos y esas estrellas blancas y esos cabellos negros; y podré escuchar esas melodías lentas, el rugir de las cataratas, el beso, podré oír el beso, la materia de los velos, las palabras del amigo y la lejanía del enemigo; y podré tocar la madera de los bancos y la piel de la amada y el brazo del amigo y la suavidad de la espalda y el agradecimiento del agua. ¡Cuánto siento haberte tenido por compañero! Haberme dejado guiar por tus consejas de vieja, haber levantado mi espada contra el fantasma, a sabiendas tú, de que un fantasma no puede ser herido por metal ninguno; no sabes cuán ciego he estado alumbrado como estaba por tu hacho; no sabes cuánto tendré que purgar. O sí lo sabes y entonces eres justamente eso un viejo impotente cuya venganza ha consistido en anular mi fuerza a base de necesidades de venganzas. Porque la fuerza reside en mí. Soy de la estirpe de los Hombres y tú eres de la estirpe de la Sombra. Como Hombre nunca es tarde. Como Sombra tarde es siempre. Como Hombre me enfrento a ti, desde hoy, sin armas de metal, ni maneras de viejo. Soy el Joven que corre delante de ti, riendo aunque me duela tanto el corazón que apenas me queda resuello para dar un paso que me aleje de ti; soy la joven prostituta que te enseña el sexo, fresco como manantial, jardín umbrío, donde reposar en el soto sagrado de la fatiga del diario vivir. Soy el escritor que comenzó escribiendo: "Esta es la historia de una enemistad antigua, de una ira vieja..." y terminó su historia con las siguientes palabras: "...ya no recordaba, soltó la espada y quitándose la armadura se encaminó desnudo hacia la mañana".
¿Cuánto rencor he escrito con la pluma?
¿Cuánto rencor ha crecido en el callo que tengo en el dedo corazón sobre el que a lo largo de años y años de escritura se ha apoyado la pluma?
De lo viejo viene. De lo que se ha ido sedimentando.
"Esta es la historia de una enemistad antigua, de una ira vieja..." ¡Qué gran principio para una narración vulgar!
¡Cuánto duele el rencor!
¡Qué difícil extirparlo!
¡Cuánto miedo alimenta el rencor! ¡Qué olores a muerte cuando se destapa!
Ira: s.f. Afecto impetuoso y pasión ardiente del alma que incita al deseo de venganza o apetito de ella. Es uno de los siete pecados capitales, y voz puramente latina. Navarr. Man, cap. 23 num. 114 Ira propiamente dicha es ... una pasión del alma, assentada en la potencia que llaman irascible. Solís, Hist. de Nueve Esp, lib. 4 cap. 14. Ímpetus de la ira, moderaciones del miedo, y repugnancias de la soberbia.
Ira: Se toma también por el movimiento o impulso de la ira, que inclina o lleva a hacer mal o a vengarse.
Ira: Se toma assimismo por indignación o grave enojo, a veces justo.
Afecto impetuoso, pasión ardiente del alma. El alma no puede albergar estas pasiones. Es el cuerpo de ese alma el que transforma en rencor el dolor no sanado. La ira es una emoción y la emoción es la manifestación física de un sentimiento unido a un pensamiento.
¿Cómo se resuelve un afecto impetuoso envejecido? ¿Sería la imagen de un viejo con el bastón en alto amenazando al joven que corre y huye entre risas?
¿Cómo imaginamos una pasión ardiente envejecida? ¿Sería la imagen de un viejo borracho en un burdel de arrabal que es incapaz de empalmarse ante la prostituta que le enseña el sexo?
El rencor sería entonces un viejo con el bastón alzado e incapaz de empalmarse.
El rencor sería entonces impotencia para vengarse.
En rencor sería entonces puro veneno, muerte lenta, insatisfacción perpetua.
El rencor sería futuro, siempre futuro. Futuro viejo. Futuro de ayer. Continuo futuro de ayer.
¿Cuánto rencor fluye por mis venas?
Mi sangre emponzoñada.
Mis uñas que son garras.
Las lamentaciones.
Las lamentaciones que se elaboraran en bellos cantos de caballeros y damas.
Huye de mí enemistad antigua. Fuera ira envejecida. Porque los cielos se abrirán un día y podré mirarlos sin que el sol me lo impida. Porque sin el esfuerzo del recuerdo nada me cegará; sin alzar mis lamentaciones a Dios nada me ensordecerá; sin sentir cómo la aguja verde clavada en mi corazón -mi corazón negro como la pez- sigue hurgando, hundiéndose en mí, sin ser yo, rencor día a día alimentado, consciente de ello, nada me atenazará. Y podré, ¡Oh, Potencia que quieres ayudarme a desnudar la sombra de su condición de algo!, sonreír al cielo abierto, hasta el cielo de mi boca y miraré, limpio de heridas envejecidas, dejándolas morir, ese cielo azul y ese abismo verde y esos campos amarillos y esas estrellas blancas y esos cabellos negros; y podré escuchar esas melodías lentas, el rugir de las cataratas, el beso, podré oír el beso, la materia de los velos, las palabras del amigo y la lejanía del enemigo; y podré tocar la madera de los bancos y la piel de la amada y el brazo del amigo y la suavidad de la espalda y el agradecimiento del agua. ¡Cuánto siento haberte tenido por compañero! Haberme dejado guiar por tus consejas de vieja, haber levantado mi espada contra el fantasma, a sabiendas tú, de que un fantasma no puede ser herido por metal ninguno; no sabes cuán ciego he estado alumbrado como estaba por tu hacho; no sabes cuánto tendré que purgar. O sí lo sabes y entonces eres justamente eso un viejo impotente cuya venganza ha consistido en anular mi fuerza a base de necesidades de venganzas. Porque la fuerza reside en mí. Soy de la estirpe de los Hombres y tú eres de la estirpe de la Sombra. Como Hombre nunca es tarde. Como Sombra tarde es siempre. Como Hombre me enfrento a ti, desde hoy, sin armas de metal, ni maneras de viejo. Soy el Joven que corre delante de ti, riendo aunque me duela tanto el corazón que apenas me queda resuello para dar un paso que me aleje de ti; soy la joven prostituta que te enseña el sexo, fresco como manantial, jardín umbrío, donde reposar en el soto sagrado de la fatiga del diario vivir. Soy el escritor que comenzó escribiendo: "Esta es la historia de una enemistad antigua, de una ira vieja..." y terminó su historia con las siguientes palabras: "...ya no recordaba, soltó la espada y quitándose la armadura se encaminó desnudo hacia la mañana".
Al despertar no había sonado el despertador.
De nuevo el sol.
Y una espera infructuosa.
Ha transcurrido la mañana entre historias y preparaciones.
Espero la lluvia y no llega.
No me gustan los años secos. Mi signo de agua será cierto.
Como mal y rápido.
Me preparo para la clase que he de dar.
No va ser fácil. Lo sé. Y sin embargo la decisión es correcta.
Conduzco despacio. Me gusta desde hace ya tiempo ir despacio.
Llego.
El viejo edificio del Mercado Puerta de Toledo que ahora se ha quedado vacío. Es extraño caminar por un edificio comercial sin un solo comercio abierto.
Cuando voy en el ascensor pienso que se puede detener. Que apenas hay nadie.
Son tres horas de clase. Intensas. Duras. De una gran concentración.
Sé que debo mantenerme así.
Termina.
Vuelvo a mi casa.
Voy a un bar.
Recibo una llamada. La contesto. Me ofrecen un trabajo de guión. No puedo aceptarlo. Agradezco a Rosa que se haya acordado de mí.
Llego a casa.
Siento un cansancio absoluto. Sé que en la clase me he empeñado.
El cansancio mental.
Enciendo el ordenador.
Miro. Leo. Escucho.
No quiero irme muy temprano a la cama. Me da tristeza.
Se me cierran los ojos sentado en la silla.
Me gusta teclear estas teclas. Cómo suenan.
Los dedos.
Los pensamientos.
Voy urdiendo la quinta entrega de El espejo. Mañana quizá.
Mañana es martes.
Hoy no ha sido un día largo. Más bien ha ido pasando como una estación.
El tren.
La carretera.
Los conductores.
El peligro.
Las opiniones de las personas. Los problemas que se airean día tras día. Seres con anteojeras. Pienso. Luego no lo pienso.
Síntesis también. Llevar pensamientos de una disciplina a otra. Funciona.
Transmitir el entusiasmo es muy difícil. Transmitir el amor casi imposible.
Llevo mi piedra de ojo de halcón colgada del cuello. No pesa. No es pequeña.
Han pasado los años.
Los años.
Y al mismo tiempo ocurre la vida.
Leo textos de Física Cuántica. No sé cuánto entiendo. Y eso me agrada. No saber. Leo fórmula a fórmula e intuyo la sintaxis de esa formulación matemática (como si leyera quechua). Los métodos de aproximación humanos.
Ahora me tumbaré. Cogeré el libro de noche, el que me entra en el sueño. Apagaré la luz. Me iré quedando dormido. Llegará mañana.
El mundo vuelve a su orden tras el desorden navideño. Son unas fiestas tan en sus fechas que ver hoy unas luces de navidad aún encendidas se torna anacrónico.
Quiero que llueva.
Respiro.
Me duele un poco la cabeza.
Hasta mañana.
De nuevo el sol.
Y una espera infructuosa.
Ha transcurrido la mañana entre historias y preparaciones.
Espero la lluvia y no llega.
No me gustan los años secos. Mi signo de agua será cierto.
Como mal y rápido.
Me preparo para la clase que he de dar.
No va ser fácil. Lo sé. Y sin embargo la decisión es correcta.
Conduzco despacio. Me gusta desde hace ya tiempo ir despacio.
Llego.
El viejo edificio del Mercado Puerta de Toledo que ahora se ha quedado vacío. Es extraño caminar por un edificio comercial sin un solo comercio abierto.
Cuando voy en el ascensor pienso que se puede detener. Que apenas hay nadie.
Son tres horas de clase. Intensas. Duras. De una gran concentración.
Sé que debo mantenerme así.
Termina.
Vuelvo a mi casa.
Voy a un bar.
Recibo una llamada. La contesto. Me ofrecen un trabajo de guión. No puedo aceptarlo. Agradezco a Rosa que se haya acordado de mí.
Llego a casa.
Siento un cansancio absoluto. Sé que en la clase me he empeñado.
El cansancio mental.
Enciendo el ordenador.
Miro. Leo. Escucho.
No quiero irme muy temprano a la cama. Me da tristeza.
Se me cierran los ojos sentado en la silla.
Me gusta teclear estas teclas. Cómo suenan.
Los dedos.
Los pensamientos.
Voy urdiendo la quinta entrega de El espejo. Mañana quizá.
Mañana es martes.
Hoy no ha sido un día largo. Más bien ha ido pasando como una estación.
El tren.
La carretera.
Los conductores.
El peligro.
Las opiniones de las personas. Los problemas que se airean día tras día. Seres con anteojeras. Pienso. Luego no lo pienso.
Síntesis también. Llevar pensamientos de una disciplina a otra. Funciona.
Transmitir el entusiasmo es muy difícil. Transmitir el amor casi imposible.
Llevo mi piedra de ojo de halcón colgada del cuello. No pesa. No es pequeña.
Han pasado los años.
Los años.
Y al mismo tiempo ocurre la vida.
Leo textos de Física Cuántica. No sé cuánto entiendo. Y eso me agrada. No saber. Leo fórmula a fórmula e intuyo la sintaxis de esa formulación matemática (como si leyera quechua). Los métodos de aproximación humanos.
Ahora me tumbaré. Cogeré el libro de noche, el que me entra en el sueño. Apagaré la luz. Me iré quedando dormido. Llegará mañana.
El mundo vuelve a su orden tras el desorden navideño. Son unas fiestas tan en sus fechas que ver hoy unas luces de navidad aún encendidas se torna anacrónico.
Quiero que llueva.
Respiro.
Me duele un poco la cabeza.
Hasta mañana.
Al llegar ayer a casa, traía un regalo.
Hoy he descubierto que la felicidad está en lo que es. No en lo que aparenta ser. Es decir la felicidad está en la verdad.
Ayer hice varios viajes.
Hoy sólo he hecho uno.
La luz de este invierno está siendo de una luminosidad extraña. Cuando atravieso el puerto, la luz y el olor son la felicidad.
No he querido descontrolar este estado de confort.
Volver a descubrir es la felicidad tanto como descubrir por vez primera.
La felicidad es estar en el proceso sin juzgarlo, sin valorarlo.
Con casi absoluta seguridad olvidaré lo que hoy he descubierto.
Con casi absoluta seguridad lo redescubriré.
El bar. Viejos amigos. Conducir despacio. Apagar las luces. Respirar hondo. Teclear. Trabajar. Consciente. Poco a poco. Escuchar música. Detenerme. Hacer la cena: unos penne con atún y calamares en su tinta. Hacer un cigarrillo. Beber un vino joven de la Ribera del Duero. Charlar con César, Raúl y Marina. Volver a trabajar. Con el horizonte puesto en los diez segundos siguientes. Porque todo lo demás, realmente, no existe.
Salir.
Salir de uno mismo.
También lo olvidaré.
Pero como dice un verso hermoso de Luis Cernuda (que quizá ya haya escrito más de una vez en este blog): Olvido de ti sí, mas no ignorancia tuya
Hoy he descubierto que la felicidad está en lo que es. No en lo que aparenta ser. Es decir la felicidad está en la verdad.
Ayer hice varios viajes.
Hoy sólo he hecho uno.
La luz de este invierno está siendo de una luminosidad extraña. Cuando atravieso el puerto, la luz y el olor son la felicidad.
No he querido descontrolar este estado de confort.
Volver a descubrir es la felicidad tanto como descubrir por vez primera.
La felicidad es estar en el proceso sin juzgarlo, sin valorarlo.
Con casi absoluta seguridad olvidaré lo que hoy he descubierto.
Con casi absoluta seguridad lo redescubriré.
El bar. Viejos amigos. Conducir despacio. Apagar las luces. Respirar hondo. Teclear. Trabajar. Consciente. Poco a poco. Escuchar música. Detenerme. Hacer la cena: unos penne con atún y calamares en su tinta. Hacer un cigarrillo. Beber un vino joven de la Ribera del Duero. Charlar con César, Raúl y Marina. Volver a trabajar. Con el horizonte puesto en los diez segundos siguientes. Porque todo lo demás, realmente, no existe.
Salir.
Salir de uno mismo.
También lo olvidaré.
Pero como dice un verso hermoso de Luis Cernuda (que quizá ya haya escrito más de una vez en este blog): Olvido de ti sí, mas no ignorancia tuya
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/01/2012 a las 13:33 | {1}