Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Suite
¿Y Tartufo?
¿Y el puente?
Los copos de nieve y un cuarteto japonés.
Copos de nieve.
Y unos ojos verdes.
Y una boca grande.
Y un gesto...
Y un gesto...
de roce de dedos.
Yo volveré a mirar la densa masa de nubes grises que se acercan por el norte y en el último bandazo a la izquierda seré capaz de aminorar la marcha y quitarme con cuidado los guantes mientras en el horizonte se dibujan bandadas de estorninos y misterio de vencejos.
Los pájaros.
El sentimiento.
La idea de que el perdón...
deja a tu corazón que vuele y mantén quietas las manos...
mira
mira otra vez
escucha las farolas que en el valle se desmayan de profunda amistad
alardea de haber salido vivo del encuentro con sus ojos
y de no haberte rendido a la fatalidad de los años
vuela. Agita tu mano, sé feliz en la espera, duerme con el dolor en el costado y agradece que la pastilla de los frenos aún no se haya deshecho.
Mañana algo habrá cambiado.
Hoy Scapin ha vuelto a anunciar a Geronte que se han llevado cautivo a su hijo.
Hoy los riñones. Hoy las vértebras. Hoy los tendones. Hoy los músculos lisos cuales mares en calma. Hoy su nombre. Hoy negro (que no es color funesto sino metáfora de sueño). Hoy, hoy, hoy.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/02/2012 a las 10:36 | Comentarios {1}


Escrito por Isaac Alexander antes de meterse entre pecho y espalda un puré de calabaza, manzana, patata, cebolla, un par de ajos y aceite de oliva y como postre un helado de dulce de leche. Todo esto muy cerca del Río Negro y antes del deshielo.
Estaba acompañado por su nueva amante La Matutes y por un par de amigas de juventud. Dicen que se les veía felices.


Mi aparente incapacidad para entender los problemas del mundo manifiesto.
Aun así querría dejar constancia de un par o seiscientas cincuenta cosas:
No tengamos miedo porque el miedo sólo tiene como base el pasado, lo conocido.
Cuando se reúnan en Davos los magnates, profetas, usureros... que les follen por trás y sin pasión.
(de momento hasta aquí quería decir)

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Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/02/2012 a las 13:34 | Comentarios {0}


(Por César) in memoriam Antoni Tàpies (también)


Antoni Tàpies Composición con ropa y cuerda
Antoni Tàpies Composición con ropa y cuerda



Se cortó el cabello en el Monte Pelado. (Mussorgsky).
Descalzó sus pies ante una congregación de Pieds-Noirs.
Tintó sus manos de rojo.
Desbastó todo un bosque.
No mató a Eugenia con su hacha.
Desenvolvió con cuidado el perfil de una cintura.
Acudió entusiasmado a la decapitación de la Esfinge.
No le hizo ascos a Medusa y supo mirarla de frente. (no así Perseo).
Se encaramó a la Diosa de la Fertilidad y se hizo la vasectomía.
Durmió como un bendito.
Con guante de seda golpeó con mano férrea.
Desanduvo absolutamente todo lo que había andado.
Se desnudó frente a sí y se puso a dar saltos.
Rompió el hielo y se hundió en el lago.
Decidió decidir y no se hizo sabio.
Masculló oraciones en latín medieval.
Socorrió a unas monjas con una sopa castellana.
Escurrió el bulto que resultó ser niña.
Fue capaz de conciliar al rayo y al trueno en una calma chicha.
Mantuvo recta la espalda.
Olisqueó el aire en busca de la lluvia.
Se mareó hasta el vómito emulando a los derviches.
Fue hasta un universo paralelo y se quedó tonto.
Calló a los que le increpaban recurriendo al caramillo.
Se santiguó dos veces con la mano nefanda.
Le rió dios la broma y le regaló una espada.
Volvió y surgió el renacimiento.
Con la nieve a cuestas se encaramó en la cima y produjo el manantial puro.
No dijo esta boca es mía cuando se la abrieron.
Aprendió a hacer pis detrás de la rueca.
Los cabellos albos le sugirieron lomas.
Tomó el pincel y emuló la cadera.
Tomó la cadera y jugueteó con ella.
Despertó en enero y se supo a marzo.
Quiso rendirse pero le faltó valor.
Las lentejas no le parecieron cosa de viejas sino vestigios de un asunto milenario.
Esbozó el plan para su eternidad.
Se lanzó al abismo y aterrizó en el trono.
Le casaron pronto y se disparó en la sién y aún tuvo tiempo para decir una palabra o mil doscientas cuatro.
Regurgitó el oro.
No quedó en él ni rastro de plomo.
Cosa de la alquimia, se dijo.
Volvió a por otra.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/02/2012 a las 19:14 | Comentarios {2}


Ayer no supe. Me quedé mirándola. En sus ojos había un pesar grande. Podría haber recogido de un pasado remoto palabras de aliento. Ayer no supe hacer eso. Por primera vez tan sólo acompañé el dolor de esa persona. No alivio. No esperanza. Sólo compañía. Al principio mis pensamientos corrieron en pos de lo que he escrito más arriba. Quise hacer ver. Pronto supe que la oscuridad, en ocasiones, es una mecha a punto de encenderse.

Hace diez días me avergoncé de mi ignorancia. Eso creía. Hoy he descubierto que me avergonzaba de mi deshonestidad.

Estoy descubriendo que es mucho más difícil ser ignorante que ser sabio. Algún adagio decía que la sabiduría contiene crueldad. La ignorancia no puede permitirse ese lujo. La ignorancia está desnuda.

Ayer miré sus ojos. Sólo eso. Y tan sólo me atreví a afirmar que sólo sintiéndose libre de culpas, se puede ser capaz de no hacer sentirse culpable al otro. No sé muy bien por qué dije eso. Y ahí me callé. En el fondo de mí latía la necesidad de seguir hablando. La imagen sería la de una puerta que da paso a una biblioteca en donde se acumulan libros y libros y libros. Entonces pensé (aunque no sé si este pensamiento ha sido en el sueño de la noche) que ya va siendo de dejar de leer. Ya va siendo hora de dejar de aprender. Ya va siendo hora de callarse.

Ayer vislumbré el juego. Sé que sólo fue ayer.

El frío de febrero ¿por qué será?

Dejar de creer en saber.

Tampoco sé por qué escribo estas líneas. Me cuestan mucho. Es la sensación de estar perdiendo las palabras. O de no conocer su verdadero sentido. O, ¡ay! vislumbrar que quizás haya llegado el momento de dejar de escribir.

Porque escribir la ignorancia es imposible.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/02/2012 a las 11:08 | Comentarios {1}


En España se está juzgando al juez G. por perseguir a corruptos y por intentar que, en base a la ley de la Memoria Histórica, se pudieran exhumar los cadáveres de los rojos que yacen en las cunetas de media España tras la última guerra civil.

Yo quiero contar una historia que le pasó a mi amiga M. con el juez G.
Mi amiga M. es una mujer excepcional; excepcional en muchos sentidos; desde joven era muy grande, muy gorda, muy mullida, muy afable. La conocí cuando trabajaba en un grupo teatral de los años 80. Ya entonces su carácter afable, su cuidado -quizás excesivo- de las personas, le hacían parecer un ser angelical con las hechuras de un humano. Porque M. es fea, o por decirlo de una manera menos insultante -porque no es ésta mi intención- las facciones de M. no eran, ni son, las comunmente aceptadas como bellas. Quizá Gaultier, le hubiera hecho un hueco entre sus modelos como se lo hizo a Rossy de Palma.
Su vida fue dura, es dura y será dura por una decisión que no sé si llamarla consciente o inconsciente. A mediados de los 90 abandonó el artisteo y se fue a la selva del Amazonas para conocer a una bruja de una tribu cuyo nombre he olvidado para que la iniciara en los arcanos de su saber. M. debía recorrer todos los días un camino de más tres horas en plena selva hasta llegar al lugar donde vivía la bruja. Ésta, al final, aceptó tomarla como aprendiza y la inició -para alcanzar el conocimiento- en la ingesta y control de la ayahuasca, una hierba alucinógena y cuyas propiedades te permiten navegar en el tiempo.
A lo largo de seis años, M. pasó largas temporadas en la selva amazónica. Cuando volvía a España trabajaba de camarera o de limpiadora, de lo que fuera, para sacar un dinero que le permitiera volver a Brasil. Vivía en cuartuchos. Comía lo que podía. Malvivía en la Costa Brava.
Al sexto año, la bruja de la selva le anunció que había terminado su aprendizaje y que ya podía, con la técnica de la ayahuasca que había aprendido, ayudar a otros seres a encontrar su camino, a reencontrarse consigo mismos, a aceptar su pasado para poder disfrutar del presente. M. con la ayuda de un indio de la tribu amazónica, comenzó su trabajo en España trayendo la ayahuasca directamente del Brasil.
Y fue en uno de esos viajes cuando ambos, M. y el indio, fueron detenidos en el aeropuerto de Barajas y acusados de tráfico de drogas. El juez al que se le asignó el caso fue el juez G. M. fue llamada a declarar y durante tres horas fue interrogada por el juez.

Hay un axioma, o un principio, que dice que la ley no es la justicia. Yo corroboré este principio cuando una noche de verano, cenando con unos amigos en la sierra, uno de los cuales estudiaba las oposiciones a juez en la escuela de jueces, nos comentó que, entre las enseñanzas que se impartían, se recomendaba que en los juicios no se mirara al reo porque el juez no juzga personas sino hechos.

Tras la declaración de M., el juez G. la dejó en libertad sin cargos y también al indio. Porque su inocencia era tan palpable que, efectivamente según los hechos, habían cometido un delito contra la salud pública, pero hubiera sido del todo injusto condenarlos por un delito que ellos nunca habían querido cometer. Su intención era la contraria: sanar a las personas (estuvieran equivocados o no), ayudarlas, honestamente, a mejorar. Y aquí la palabra honestidad es esencial.
La inocencia de su acción quedó de manifiesto cuando M., al levantarse le preguntó al juez G.: ¿Y dónde puedo recoger la ayahuasca? El juez G. sonrió y le dijo: A ésa no la puedo dejar libre. Y tú tampoco la puedes volver a traer.

Yo no conozco personalmente al juez G. y sí conozco personalmente a M. No sé si el juez G. es un mal juez pero lo que sí puedo afirmar es que es un buen hombre y creo que no debe ser mala cualidad la bonhomía para impartir justicia.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/01/2012 a las 19:21 | Comentarios {0}


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