Mosquita muerta es el pseudónimo que utiliza Pablo Molviedro Ichaso -discípulo aventajado de Isaac Alexander- para lo que él ha titulado Crónicas del presente, una serie de artículos sobre el mundo de hoy (sea lo que sea hoy/mundo/presente/crónica)
Cuando en España el servicio militar era obligatorio, surgió un tipo social específico: un varón joven que se negaba a ir a la mili. Algunos amigos tuve que se declararon insumisos (porque había que declararse como tal ante el Estado). El insumiso, por lo tanto, aunque atentaba contra la ley, estaba dentro del Sistema.
Imagino que con la perspectiva de dentro de doscientos años -si es que se llega a semejante distancia temporal- los cambios que se han producido en el mundo entre 1970-2019 no serán excesivamente grandes. Yo mismo me contradigo de inmediato porque -por lo menos desde mi visión apoyada en la más sesuda y científica de los historiadores- los cambios entre 1870-1919 fueron extraordinarios. Lo que será una evidencia, en todo caso, es que la aceleración del tiempo consustancial al sistema capitalista -y de hecho uno de sus cimientos- ha dado un salto extraordinario en este lapso debido al desarrollo exponencial de las computadoras y la telefonía móvil. Hoy una forma de lucha política es justamente la lucha contra la velocidad. Es decir una forma de lucha política es una reivindicación de la lentitud no sólo de palabra -que también- sino de hecho. Esta lucha política genera de inmediato una consecuencia económica: si consumiéramos más lentamente el capitalismo sufriría una severa derrota en uno de sus principales frentes de batalla: la aceleración del tiempo.
Una forma, por lo tanto, de nueva insumisión sería declararse no rápido en el consumo porque el consumismo es una Armada de la que nosotros, los consumidores, somos los soldados, o peones, y los generadores de productos nuestros mandos. La guerra actual entre los países ricos no se da entre ejércitos militares sino entre ejércitos empresariales -entendiendo por Ejército Empresarial tanto Microsoft como India, tanto Michelin como Canadá-. Véase la batalla que ha ocupado los últimos días en la prensa de todo el mundo entre el Ejército Huawei y el Ejército Estados Unidos de Norteamérica.
Ser insumiso consumidor crearía también un tipo social específico de esta época que se podría definir como una persona lenta que consume despacio.
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Mosquita muerta
Mosquita muerta es el pseudónimo que utiliza Pablo Molviedro Ichaso -discípulo aventajado de Isaac Alexander- para lo que él ha titulado Crónicas del presente, una serie de artículos sobre el mundo de hoy (sea lo que sea hoy/mundo/presente/crónica)
El día de hoy se desarrolla bajo un calor sofocante. Quizá sea fruto de ese calor los recuerdos del 26 de abril de 1986 cuando en un lugar de cuyo nombre casi nadie sabía, Chernobyl, se produjo la explosión del reactor número 4 de su central nuclear. Los hechos que se desencadenaron a partir de ese momento son una muestra palpable, más: meridiana; más aún: irrefutable de que todos somos finitos y contingentes.
Escucho ayer, sin querer reproducirlo en su exactitud -cuento más bien las sensaciones que tuve-, en el programa de Ángels Barceló Hora 25 a una de sus colaboradoras -filósofa o especialista en temas de ese cariz- haciendo una loa a la palabra orgullo imagino que por la proximidad del Día del Orgullo LGTB. Me genera enfado que para reinvindicar uno de los sentidos de una palabra haya que menospreciar un sentido de otra: humildad. Vivimos tiempos extraños en los que la sobredimensión de la individualidad llega hasta extremos tan descorazonadores como que lo que antes se llamaba mestizaje ahora se llame apropiación cultural.
Hace muchos años, en una época en la que me dedicaba a la ingrata tarea de la enseñanza -ingrata porque ya entonces sabía que nada se puede enseñar aunque todo se pueda aprender- una orgullosa alumna de la bonita región de Murcia, me exigió que le explicara las claves de la comedia. Lástima que no me atreviera en aquel momento a demostrar más estupidez que la suya para haberle respondido: empiece a escribir sobre caca, culo, pedo, coño, verga y pis y poco a poco vaya volviéndose sutil. Mientras tanto siga intentando escribir la O con un canuto.
Hay una familia tóxica, una familia que es como la radiación del uranio: balas que te taladran el corazón. En conversación telefónica con mi gran amigo Pincel Crepúsculo, se seguía admirando de mi delicadeza para con esos seres con los que me tocó compartir los momentos más decisivos de la vida de un ser humano: la infancia. Me comentaba que había visto un documental en el que se explicaba la creación de patrones mentales en los niños, unos patrones que jamás podrán ser borrados. He querido comentarle cómo esa idea la trasladaba de forma magistral Steven Spielberg en su película AI (Inteligencia Artificial) y lo denominaba impronta y me hubiera gustado que hubiera visto la secuencia en la que la madre humana introduce en el niño robot la impronta para que desde el momento en el que la repita, el niño robot sienta por ese madre humana un amor abramánico.
Cuando la tarde ardía me ha llamado Tormenta en el verano que se fragua al anochecer para derramar su niñez en mis oídos. Hubiera querido estar más a su lado. Hubiera querido estrecharla entre mis brazos. Hubiera querido que cada palabra hubiera sido para ella una gotita de C.H. Luego ha llegado el sopor.
Ahora viene el paseo.
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Tags : Mosquita muerta Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/06/2019 a las 19:32 | {0}Mosquita muerta es el pseudónimo que utiliza Pablo Molviedro Ichaso -discípulo aventajado de Isaac Alexander- para lo que él ha titulado Crónicas del presente, una serie de artículos sobre el mundo de hoy (sea lo que sea hoy/mundo/presente/crónica)
No está en mí, Mosquita Muerta, la emoción -definámosla como pensamiento más sentimiento- de la ternura. Nací y fui menospreciado -literalmente: preciado en menos-. Ahora saben las estudiosas del alma de los niños que esa emoción de sentirse menos es veneno puro, veneno barato porque no se compra en las boticas sino que emana gratis del carácter y las circunstancias de los progenitores -como el mundo de las relaciones privadas ha cambiado un poco, ahora hay que poner otra palabra: cuidador-; si en el cuidador/progenitor anida el veneno gratis del menosprecio, ya se puede agarrar a la vida a quien le toque sufrirlo. La infancia es una cárcel de por vida. Somos presos de nuestra niñez desde que el siglo XVIII decidió dar carta de individualidad a cada individuo. La vida se vive desde emociones que entraron libres de barreras en los años en los que el pensamiento aún no forja actitudes. Ser niño es ser indefenso por eso hay viejos que siguen siendo niños porque se mantienen indefensos -esos viejos, por cierto, son los imprescindibles-. Yo conocí a un viejo de ésos. Se llamaba Antonio R. Espino. Yo era muy joven entonces y él me quería follar. Era maravilloso su deseo hacia mí, cómo en las tórridas tardes de un julio de mil novecientos setenta y ocho, en la esquina de las calles Lagasca con Lista, en el barrio más rico de la ciudad de Madrid, ese viejo pordiosero y ese joven hippie hojeaban sentados en un banco las historietas de Tom de Finlandia mientras sus ojos me devoraban la polla y la boca y exclamaba indefenso como un colibrí en el puerto de Hamburgo que daría la vida por lamerme el culo mientras me hacía una paja. Ese hombre que se teñía el bigote y los aladares del cabello con betún; ese hombre que había recorrido media Europa siendo sodomizado por todos los marineros que encontró; ese hombre que había acabado tirado en un banco, abandonado por todos y que sólo gracias a la fraternidad de una vieja meretriz argelina llamada Carmen, encontró un cobijo donde pasar un tiempo, ese hombre digo y todos los hombres como ese hombre, son imprescindibles porque en su piel y en su mirada llevan grabada a fuego la emoción de la ternura. Me contaba Antonio R. Espino terribles historias de su padre que debía de ser un cacique pacense de armas tomar y callaba cuando recordaba a su madre y se le llenaban los ojos de lágrimas y en su rostro se dibujaba una tierna devoción, como si callara ante la imagen de la virgen venerada, casi despedía olor de santidad, lejanos ecos de inciensos; ese hombre había aprendido el horror de su padre y la ternura de su madre. ¡Ay, pobres míos, los que no aprendisteis de vuestros carceleros la gracia de la ternura! ¡Andaréis cojos y desarmados por el mundo! Un día y otro día os preguntaréis si tenéis derecho a la risa, incluso si tenéis derecho a la vida y temblaréis cuando vosotros mismos -desdichados antitiernos- tengáis hijos porque siempre, hasta el final de vuestros días os preguntaréis si hicisteis mal, si fuisteis influencia nefasta para el alma de ese niño que es tu hijo y que bien sabes que nunca le podrás transmitir una de las emociones más esencialmente alegres.
Yo, Pablo Molviedro Ichaso, soy padre de una niña a la que devotamente pido perdón y ruego que cuando en su madurez me recuerde en una reunión de amigos en la que muchos hablarán de sus padres muertos, ella me otorgue un solo beneficio: la duda de si habría sido un buen hombre de no haber sido menospreciado. No escribo desde este rincón que tan generosamente me presta Loygorri para lamentarme de mí sino para avisar a los posibles lectores de que cuiden el alma de los niños, que los aprecien como si fueran duendecillos que habrán de crecer para que no llegue el día en el que como yo se lamenten de lo que nunca conocieron y por lo tanto fueron incapaces de transmitir.
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Mosquita muerta
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Tags : Mosquita muerta Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/06/2019 a las 18:07 | {0}Fuente: Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico de J. Corominas y J. A. Pascual. T. V Ri-X. Editado por Gredos.
Origen incierto: como la documentación más antigua procede de España, no es probable que derive del náhuatl tocaytl 'nombre' pero faltan investigaciones semánticas en textos antiguos que confirmen si procede de la frase ritual romana Ubi tu Cajus, ibi ego Caja que la esposa dirigía al novio al llegar a su casa la comitiva nupcial. 1ª doc.: Autoridades.
Con la definición "lo mismo que colombroño"; la Academia en ediciones posteriores: "respecto de una persona, otra que tiene su mismo nombre" [..]
Uno de los primeros en proponer la etimología mejicana fue Eufemiano Mendoza en su Catálogo de palabras mejicanas introducidas al castellano (1872), quien por lo demás vacila, como poco convencido, entre dos étimos distintos: "del verbo tocayotia, poner nombre; su acepción actual es de homónimo; quizá sea contracción de tonacayo, nuestra humanidad"; realmente A. de Molina (1571) registra como náhuatl "tonacayo: cuerpo humano, o nuestra carne", pero está claro que esta etimología no es posible. En cuanto al otro, lo ha repetido después muchos eruditos, entre ellos Alfredo Chavero , Robelo, Lenz (Dicc. quien dice que tocayo es usual en Santiago de Chile), Zauner (Litbl. XXXIII, 376), Jesús Amaya; pero no ha logrado convencer generalmente. Robelo cree que debe partirse de tocaytl 'nombre', 'fama y honra', Lenz indica más bien tocayo 'firmada escritura' y el verbo tocayotia 'nombrar a alguno, llamarle por su nombre'; en efecto, esas palabras y otras de la misma raíz que interesan menos, se encuentran ya en el dicc. náhuatl de A. Molina (1571) y nadie discute que sean formas genuinas en el idioma de los aztecas. Pero no se trata de esto, sino de probar que tocayo viene de una palabra nahua concreta. Ante todo hay que evitar tomar estas pequeñas cuestiones como asunto nacional, en lo cual parece caer Robelo ("dejemos, pues, a Bastús con tucayus en Roma, y quedémonos con tocayo en Méjico").
El caso es que no hay en náhuatl un adjetivo que pudiera servir de apoyo a tocayo, ni se ve formas concretas de derivarlo del verbo tocayotia o del sustantivo tocaytl; es cierto que A. de Molina trae tocaye "persona que tiene nombre, o claro en fama y en honra, o encumbrado en dignidad", pero esto equivale evidentemente a 'renombrado', 'afamado' y de ahí no saldría tocayo. Hay que precaverse ante el peligro de las homonimias en etimología, sobre todo si no hay identidad semántica. Ante los hechos citados, no se puede descartar el que tocayo venga en una forma u otra de algún miembro de esta familia léxica azteca, pero hace demostrarlo mejor, y habría que empezar por dar pruebas de que el vocablo se empleó primero en Méjico que en España y en América del Sur, o al menos presentar indicios claros en el mismo sentido, a base de la mayor popularidad del término en Méjico, de una fecundidad en derivados que no tenga en España, o de más amplio desarrollo semántico. Por la documentación que he podido encontrar más bien parece ser un término humorístico y callejero nacido en España; tocayu y tocaya eran ya usuales en bable en el año 1804 como se ve por la correspondencia entre Jovellanos y Pedro Manuel de Valdés LLanos (Julio Somoza, Cosiquines de la Mio Quintana, Oviedo 1884), fecha temprana que hace dudar también un origen mejicano.
Y así volvemos naturalmente a la idea que propuso y reprodujo honesta y útilmente el propio Robelo en su libro: "¿por qué estos nombres no pudieron haberse formado de la fórmula que se pronunciaba en la celebración del matrimonio más solemne, o por confarreación, de los romanos? Cuando la comitiva nupcial llegaba a la puerta de la casa del marido, éste saliendo al encuentro preguntaba a la que iba a ser su esposa, quién era ella y ésta respondía con la frase sacramental Ubi tu Cajus, ibi ego Caja: en donde tú serás llamado Cayo, a mí me llamarán Caya, esto es, donde tú mandarás mandaré yo, o bien tú y yo seremos iguales en la casa". En apoyo de esta idea observo que los ejs. más antiguos de tocayo y tocaya, y añado que el ambiente del teatro madrileño era propicio para toda clase de retruécanos, sin excluir lo alusivos a la educación clásica: recuérdese el probable origen de tertuliano y TERTULIA, voces teatrales también y fundadas en una especie de chiste clásico. Puede conjeturarse que al principio se llamaran recíprocamente y en tono humorístico tucayo y tucaya los estudiantes y sus novias o amoríos, y que el pueblo, que no entiende de Derecho Romano, interpretara esta identidad de vocablos como alusiva a una identidad de nombres; o bien se puede partir del apellido común a marido y mujer. Los personajes de Ramón de la Cruz son, precisamente, una pareja de enamorados. Todo esto, claro está, deberá probarse mejor, estudiando los textos populares de los SS. XVIII y XVII. Señalo el caso a la fina e inmensa erudición de don Alfonso Reyes, mejicana y clásica a un mismo tiempo, así en lo latino como en lo hispánico.
Uno de los primeros en proponer la etimología mejicana fue Eufemiano Mendoza en su Catálogo de palabras mejicanas introducidas al castellano (1872), quien por lo demás vacila, como poco convencido, entre dos étimos distintos: "del verbo tocayotia, poner nombre; su acepción actual es de homónimo; quizá sea contracción de tonacayo, nuestra humanidad"; realmente A. de Molina (1571) registra como náhuatl "tonacayo: cuerpo humano, o nuestra carne", pero está claro que esta etimología no es posible. En cuanto al otro, lo ha repetido después muchos eruditos, entre ellos Alfredo Chavero , Robelo, Lenz (Dicc. quien dice que tocayo es usual en Santiago de Chile), Zauner (Litbl. XXXIII, 376), Jesús Amaya; pero no ha logrado convencer generalmente. Robelo cree que debe partirse de tocaytl 'nombre', 'fama y honra', Lenz indica más bien tocayo 'firmada escritura' y el verbo tocayotia 'nombrar a alguno, llamarle por su nombre'; en efecto, esas palabras y otras de la misma raíz que interesan menos, se encuentran ya en el dicc. náhuatl de A. Molina (1571) y nadie discute que sean formas genuinas en el idioma de los aztecas. Pero no se trata de esto, sino de probar que tocayo viene de una palabra nahua concreta. Ante todo hay que evitar tomar estas pequeñas cuestiones como asunto nacional, en lo cual parece caer Robelo ("dejemos, pues, a Bastús con tucayus en Roma, y quedémonos con tocayo en Méjico").
El caso es que no hay en náhuatl un adjetivo que pudiera servir de apoyo a tocayo, ni se ve formas concretas de derivarlo del verbo tocayotia o del sustantivo tocaytl; es cierto que A. de Molina trae tocaye "persona que tiene nombre, o claro en fama y en honra, o encumbrado en dignidad", pero esto equivale evidentemente a 'renombrado', 'afamado' y de ahí no saldría tocayo. Hay que precaverse ante el peligro de las homonimias en etimología, sobre todo si no hay identidad semántica. Ante los hechos citados, no se puede descartar el que tocayo venga en una forma u otra de algún miembro de esta familia léxica azteca, pero hace demostrarlo mejor, y habría que empezar por dar pruebas de que el vocablo se empleó primero en Méjico que en España y en América del Sur, o al menos presentar indicios claros en el mismo sentido, a base de la mayor popularidad del término en Méjico, de una fecundidad en derivados que no tenga en España, o de más amplio desarrollo semántico. Por la documentación que he podido encontrar más bien parece ser un término humorístico y callejero nacido en España; tocayu y tocaya eran ya usuales en bable en el año 1804 como se ve por la correspondencia entre Jovellanos y Pedro Manuel de Valdés LLanos (Julio Somoza, Cosiquines de la Mio Quintana, Oviedo 1884), fecha temprana que hace dudar también un origen mejicano.
Y así volvemos naturalmente a la idea que propuso y reprodujo honesta y útilmente el propio Robelo en su libro: "¿por qué estos nombres no pudieron haberse formado de la fórmula que se pronunciaba en la celebración del matrimonio más solemne, o por confarreación, de los romanos? Cuando la comitiva nupcial llegaba a la puerta de la casa del marido, éste saliendo al encuentro preguntaba a la que iba a ser su esposa, quién era ella y ésta respondía con la frase sacramental Ubi tu Cajus, ibi ego Caja: en donde tú serás llamado Cayo, a mí me llamarán Caya, esto es, donde tú mandarás mandaré yo, o bien tú y yo seremos iguales en la casa". En apoyo de esta idea observo que los ejs. más antiguos de tocayo y tocaya, y añado que el ambiente del teatro madrileño era propicio para toda clase de retruécanos, sin excluir lo alusivos a la educación clásica: recuérdese el probable origen de tertuliano y TERTULIA, voces teatrales también y fundadas en una especie de chiste clásico. Puede conjeturarse que al principio se llamaran recíprocamente y en tono humorístico tucayo y tucaya los estudiantes y sus novias o amoríos, y que el pueblo, que no entiende de Derecho Romano, interpretara esta identidad de vocablos como alusiva a una identidad de nombres; o bien se puede partir del apellido común a marido y mujer. Los personajes de Ramón de la Cruz son, precisamente, una pareja de enamorados. Todo esto, claro está, deberá probarse mejor, estudiando los textos populares de los SS. XVIII y XVII. Señalo el caso a la fina e inmensa erudición de don Alfonso Reyes, mejicana y clásica a un mismo tiempo, así en lo latino como en lo hispánico.
Esta poesía está incluida en el libro "Odas" de Ricardo Reis, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa.
Se lo dedico a L. que anda con desasosiego en estos días (si el bueno de Reis -o su creador Pessoa- me permite desde allá dedicárselo a una dama de hoy con emociones de siempre).
Vem sentar-te comigo, Lídia, à beira do rio.
Sossegadamente fitemos o seu curso e aprendamos
Que a vida passa, e não estamos de mãos enlaçadas.
(Enlacemos as mãos.)
Depois pensemos, crianças adultas, que a vida
Passa e não fica, nada deixa e nunca regressa,
Vai para um mar muito longe, para ao pé do Fado,
Mais longe que os deuses.
Desenlacemos as mãos, porque não vale a pena cansarmo-nos.
Quer gozemos, quer não gozemos, passamos como o rio.
Mais vale saber passar silenciosamente
E sem desassosegos grandes.
Sem amores, nem ódios, nem paixões que levantam a voz,
Nem invejas que dão movimento demais aos olhos,
Nem cuidados, porque se os tivesse o rio sempre correria,
E sempre iria ter ao mar.
Amemo-nos tranquilamente, pensando que podiamos,
Se quiséssemos, trocar beijos e abraços e carícias,
Mas que mais vale estarmos sentados ao pé um do outro
Ouvindo correr o rio e vendo-o.
Colhamos flores, pega tu nelas e deixa-as
No colo, e que o seu perfume suavize o momento —
Este momento em que sossegadamente não cremos em nada,
Pagãos inocentes da decadência.
Ao menos, se for sombra antes, lembrar-te-ás de mim depois
Sem que a minha lembrança te arda ou te fira ou te mova,
Porque nunca enlaçamos as mãos, nem nos beijamos
Nem fomos mais do que crianças.
E se antes do que eu levares o óbolo ao barqueiro sombrio,
Eu nada terei que sofrer ao lembrar-me de ti.
Ser-me-ás suave à memória lembrando-te assim — à beira-rio,
Pagã triste e com flores no regaço.
*****************
Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río.
Contemplemos con sosiego su curso, y aprendamos
que la vida pasa y no tenemos las manos enlazadas.
(Enlacemos las manos.)
Pensemos después, niños adultos, que la vida
pasa y no queda, nada deja y nunca regresa,
va hacia un mar muy lejano, junto al Hado,
más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos, que no vale la pena de cansarnos.
Ora gocemos ora no gocemos, pasamos como el río.
Más vale pasar silenciosamente
y sin desasosiegos grandes:
Sin amores, ni odios, ni pasiones que levanten la voz,
ni envidias que nos hagan mover demasiado los ojos,
ni cuidados, que aun teniéndolos el río fluiría siempre
y siempre iría a la mar.
Amémonos tranquilamente pensando que podríamos,
si quisiésemos, cambiar besos y abrazos y caricias,
mas más vale estar sentados el uno junto al otro
oyendo correr el río y viéndolo.
Cojamos las flores, cógelas tú y déjalas
en tu regazo, y que su perfume suavice el momento
-momento en que sosegadamente no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
Al menos, si yo fuera sombra antes, me recordarás después
sin que mi recuerdo te queme o te hiera o te altere,
porque nunca enlazamos las manos, ni nunca nos besamos,
ni fuimos más que niños.
Y si antes que yo llevares el óbolo al barquero sombrío,
yo nada tendré que sufrir cuando me acuerde de ti.
Serás suave en mi memoria recordándote así: junto al río,
pagana triste y con flores en el regazo.
Traducción de José Antonio Llardent,
Ángel Crespo y Fernando Loygorri
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Tags : Mosquita muerta Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/06/2019 a las 19:28 | {0}