De José Agustín Goytisolo.
Versión musicada de Lidia Puyol y Silvia Comes.
A ti te ocurre algo,
yo entiendo de estas cosas,
hablas a cada rato
de gente ya olvidada,
de calles lejanísimas
con farolas a gas,
de amaneceres húmedos
de huelgas de tranvías.
A ti te ocurre algo,
yo entiendo de estas cosas,
cantas horriblemente,
no dejas de beber
y al poco estás peleando
por cualquier tontería,
yo que tú ya arrancaba
a que me viera el médico
pues si no un día de éstos
en un lugar absurdo
en un parque, en un bar
o entre las frías sábanas
de una cama que odies
te pondrás a pensar,
a pensar, a pensar
y eso no es bueno nunca...
...porque sin darte cuenta
te irás sintiendo solo
igual que un perro viejo
sin dueño y sin cadena,
te pondrás a pensar,
a pensar, a pensar
y eso no es bueno nunca.
A ti te ocurre algo,
yo entiendo de estas cosas.

Jaime Gil de Biedma. De su libro Moralidades (1966)
quum magnus numerus Libyssae arenae
. . . . . . . . . . . . . . .
aut quam sidera multa, cum tacet nox,
furtiuos hominum uident amores
Catulo, VII
. . . . . . . . . . . . . . .
aut quam sidera multa, cum tacet nox,
furtiuos hominum uident amores
Catulo, VII
Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable- mon frère!
Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos
a ser posible jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años!
Para saber de amor, para aprenderlo,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
Y por eso me alegra haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de hiedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Babuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
¡oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goutée à ce mal d'être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.
Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.
Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos más hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.
Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren lo que han amado mucho.
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable- mon frère!
Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos
a ser posible jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años!
Para saber de amor, para aprenderlo,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
Y por eso me alegra haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de hiedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Babuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
¡oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goutée à ce mal d'être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.
Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.
Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos más hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.
Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren lo que han amado mucho.
Memoria del Fuego. Volumen III. Siglo XX. Eduardo Galeano.
A la memoria del primer Fidel Castro.
1958. Sierra Maestra.
La revolución es un ciempiés imparable
En plena guerra, bajo las balas, Fidel hace la reforma agraria en la Sierra Maestra. Los campesinos reciben su primera tierra y el mismo tiempo su primer médico, su primer maestro y hasta su primer juez, que dicen que es menos peligroso que el machete para dirimir un pleito. La revolución es un ciempiés imparable
Más de diez mil soldados del ejército de Batista vienen sufriendo derrota tras derrota. El ejército rebelde es infinitamente menor y está todavía mal armado, pero lleva pueblo abajo, encima, adentro, adelante y atrás.
El futuro es ahora. Fidel lanza la ofensiva final, la invasión de punta a punta. En dos columnas, una al mando del Che Guevara, la otra al mando de Camilo Cienfuegos, ciento sesenta guerrilleros salen de las montañas a la conquista del llano.
1959. La Habana.
Cuba amanece sin Batista
Cuba amanece sin Batista
en el primer día del año. Mientras el dictador aterriza en Santo Domingo y pide refugio a su colega Trujillo, en La Habana los verdugos huyen, sálvese quien pueda, en estampida.
Earl Smith, embajador norteamericano, comprueba, horrorizado, que las calles han sido invadidas por la chusma y por unos cuantos guerrilleros sucios, peludos, descalzos, igualitos a la pandilla de Dillinguer, que bailan guaguancó marcando a tiros el compás.
Earl Smith, embajador norteamericano, comprueba, horrorizado, que las calles han sido invadidas por la chusma y por unos cuantos guerrilleros sucios, peludos, descalzos, igualitos a la pandilla de Dillinguer, que bailan guaguancó marcando a tiros el compás.
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Sí, sí: ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE!
Documento 5º de los archivos de Isaac Alexander. Enero de 1946. Portbou.
Glosa a Ovidio en su Metamorfosis, III, 320-338
Dicen que habiendo bebido más de la cuenta Júpiter un día, y dejado los graves cuidados que le ocupaban, se divertía con Juno, estando ésta ociosa y de buen humor y, entre otras cosas, le dijo: "Yo me inclino a creer que las mujeres tienen más placer que los hombres en el comercio del amor." Juno le respondió que no era de tal opinión y para determinar esta contienda concertaron que decidiese el sabio y justo Tiresias, que había gustado del amor bajo los dos sexos porque, habiendo hallado cierto día en un bosque dos serpientes que estaban copulando, las hirió con su báculo y, al punto, (¡cosa admirable!) fue transformado en mujer y vivió siete otoños vida penosa. Al octavo, volviendo a encontrar las dos serpientes, asimismo juntas y ligadas, dijo: "Si es tanto el poder de vuestra herida que a quien os hiere dais opuesto sexo, también ahora he de heriros." Apenas lo había hecho, cuando adquiere la primera forma y figura con que había nacido. Nombrado éste por juez en causa jocosa, confirma el parecer de Júpiter. Sentida Juno más de lo justo, castigó al juez, privándole de la vista; pero Júpiter, por esta pérdida (porque dios no puede deshacer lo que otro dios ha hecho), le concedió el don de prever el futuro, compensando así el daño que Juno le infligiera.
Glosa: De la mujer y el hombre nace el mundo. El origen, sin embargo, es indiscutiblemente femenino. Y tengo para mí que si el hombre -en el comercio amoroso- hace gozar a la mujer hasta el delirio y hurga en sus más íntimos placeres con todos los miembros articulados que Naturaleza le otorgó y la mujer llega al orgasmo varias veces, dejando exhalar de este modo el gozo del ser, entonces el mundo nacido de entre ellos será un mundo de placer -por su origen-, hermoso como la tarde gris y verde; hermoso como el sonido de la lluvia en el bosque; hermoso como el horizonte al alcance de la mano; hermoso como la plegaria honda del creyente; hermoso como el dolor que quedó atrás y para siempre.
Glosa: De la mujer y el hombre nace el mundo. El origen, sin embargo, es indiscutiblemente femenino. Y tengo para mí que si el hombre -en el comercio amoroso- hace gozar a la mujer hasta el delirio y hurga en sus más íntimos placeres con todos los miembros articulados que Naturaleza le otorgó y la mujer llega al orgasmo varias veces, dejando exhalar de este modo el gozo del ser, entonces el mundo nacido de entre ellos será un mundo de placer -por su origen-, hermoso como la tarde gris y verde; hermoso como el sonido de la lluvia en el bosque; hermoso como el horizonte al alcance de la mano; hermoso como la plegaria honda del creyente; hermoso como el dolor que quedó atrás y para siempre.
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Tags : Escritos de Isaac Alexander Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/05/2016 a las 14:51 |
Documento 4º de los archivos de Isaac Alexander. Enero de 1946. Portbou.
Glosa al soneto de Lope de Vega
Desmayarse, atreverse, estar
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
[furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y
[reposo,
mostrarse alegre, triste, [humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/01/2017 a las 14:01 |