Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Título tomado de la película documental de Michel Winterbottom


Shock: no viene en nuestro querido diccionario de autoridades.
Si viene en el diccionario de Manuel Seco (por ejemplo) y define así este término: Choque (conmoción grave y especialmente repentina de carácter físico o psíquico).

Shock es la clara dominación de la mente que hombres expertos ponen en las manos de quienes nos gobiernan (gobernar en el sentido de dirigir como se gobierna una nave). El famoso manual de torturas de la CIA, el manual Kubark, magnífico manual para destruir las pasiones, los anhelos y la fisicidad de las emociones.

Durante algunas conversaciones, a lo largo de muchos años, discutía esta evidencia (la de que somos manipulados, dirigidos, sometidos a experimentos en masa) y se me tachaba (como si fuera un insulto) de conspiracionista.

No como victoria, sino como evidencia, recomiendo este documental de Michel Winterbottom. Ya los años no me hacen airosamente salir insultando, cagándome en la puta madre de Milton Friedman o en personajes tan indiscutiblemente anti-democráticos como Margareth Tatcher. Ni siento el terrible desánimo al ver cómo un maestro del mal como Augusto Pinochet pasa su dedo pulgar por el carrillo de una cría de no más de cinco años.

Tenemos que ser muy conscientes para nuestra vida diaria de que la doctrina del shock tiene tres parámetros fundamentales donde aplicar su acción: en el hombre como individuo, en la sociedad como colectividad y en el alimento de un enemigo monstruoso exterior.

Franklin Delano Roosvelt, el presidente que apoyó las teorías de Keynes para salir de la Depresión del 29, recibía a todo tipo de personas para que le dieran soluciones -sindicalistas, economistas, empresarios, obreros- y a todos los que venían con ideas revolucionarias o sorprendentes, difíciles de aplicar por un gobierno así por las buenas, les decía: "Muy bien. Ahora salid ahí fuera y obligadme a hacerlo". Eran otros tiempos. Los últimos setenta años han sido devastadores para la libertad de los hombres. En aquella época en los Estados Unidos se hicieron más de 4.000 huelgas en un sólo año -creo que en 1938-, en 2011, año terrible en los Estados Unidos, se hicieron la escalofriante cifra de 21 huelgas.

No son conspiraciones, son evidencias.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/01/2012 a las 12:57 | Comentarios {0}


¿Qué?
¿Qué es este amar sin figura? La salida de la estrella en la mañana, el aullido del sapo, el pulular de la hormiga, la sofisticación de la araña.
Releo y revoloteo. Sospecho e indago. Como índigo me cubro azul y apenas sonrío. ¿Cómo se llega a los brazos? ¿Cómo se alcanza la boca? Vino. Surgió. Refutó. Animó. El sauce reivindica su capacidad de analgésico. La cuna no pellizca los muslitos del bebé. La madre acuna y se ensueña. El olvido se vuelve futura conmiseración y agreste miedo. ¿Qué es este amar sin cuerpo? ¿Por dónde nació? Giró como tierra alrededor de su sol y se desnudó quedando diáfano como el tiempo sin tiempo o espacio sin espacio. Llueve en mi vientre -ya no donatelliano- y se elevan las gotas y siento en el frescor la ausencia de este querer que es querer y al mismo tiempo es no tiempo.
¿A quién exijo el beso? ¿Cómo la pantalla se hace carne y se hace hueso?
¿Qué es la inmateria? ¿Qué es el látido de este corazón en esta orilla de este río? Arrorró. Que surja el cielo estrellado. Que surja la matriz, esencia de párvulos, maestra de abecedarios, bruja de las hierbas, bienaventurada.
Oscuras me vienen las olas, El lago no alberga carpas. El estanque quisiera reverdecer los juncos. La alcantarilla se infiltra en los dormitorios y deja en el aire el sabueso perfil y el subsuelo. Amarillas. Verdes. Intensas. Apaciaguadas (sí, sí apaciaguadas) y serenas. Vaivén. Holganza. Muérdago. Espada. Ligero temblor del alma. Del Alma.
¿Qué este amar? ¿Cómo se llama al vértigo que surge tras el abismo? ¿Qué es este abismo? ¿Y esa brazada que voy a dar, es amar? ¿Se despegará en algún tiempo sin tiempo el velo que todo me cubre? Velo que impide la diafanidad. Velo que nos transparenta. Velo encendido. Velo villano.
¿Qué es este amar esférico? Si vuelvo al punto de partida. Si altero la manifestación de mis manos. O yerro de nuevo en la predisposición del ánimo. Entendedme porque sí he llegado a comprender que el perdón no existe.
¿Qué es este amar euclidiano? ¿Cómo compongo la geometría de este amar amorfo? ¿Cómo encajo en paralelas y triángulos los bordes y las superficies? Finito e ilimitado así es este amar,
¿Qué amar?

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/12/2011 a las 12:49 | Comentarios {0}


No me enorgullecen los cambios en cuanto tales. La vida transcurre y surgen sin pretensión y sin oposición. Sólo me doy cuenta de ellos y siento que suponen algo que antes hubiera buscado cómo definir (cómo analizar) y que ahora tan sólo los contemplo y me asombran.

Me contaba Julia (me lo contó muchas veces) que cuando era muy niño mi juego favorito consistía en coger el celofán de un caramelo y escuchar el ruido que producía al frotarlo con las manos; me decía que no era un juego que durara un rato sino que me pasaba tardes y tardes escuchando el sonido del celofán de un caramelo.

Desde entonces (yo sí tengo un recuerdo de aquellos momentos, distorsionado, imagino, por las visiones posteriores, en el que me encuentro en una silla muy alta, tan alta que tiene una escalerita para llegar hasta el asiento, y allí estoy mirando desde esa altura el cuarto donde juegan mis hermanos mientras muevo y remuevo el celofán del caramelo) el sonido me ha acompañado siempre. Mi estar solo nunca lo era porque siempre tenía puesta la música o la radio. Era -podría ser una interpretación en exceso sencilla y como tal certera- como si el ruido o el sonido me mantuvieran siempre en conexión con lo exterior y por lo tanto desconectado de mí (o alejado cuando menos).

Gran parte de lo que he escrito, lo escribí oyendo. Incluso recuerdo hacer el amor escuchando un programa deportivo de radio (no una vez, bastantes) y cómo no, escuchando música. La música. Los magazines de radio por las tardes. Con ellos escribí la novela El Inventario y gran parte de Las Últimas y muchas de las entradas de este Blog. Todas las noches durante muchos, muchos años, al meterme en la cama escuchaba El Larguero -un programa deportivo que no me interesaba en absoluto- mientras leía y mientras iba entrando en el sueño.

Sin ser consciente, desde que atravesé el desierto, los sonidos se han ido alejando de mí. Ya no escucho la radio mañanas, tardes y noches y apenas si escucho música mientras escribo. El silencio ha entrado en mí y al entrar tengo la sensación de que me ha abierto las puertas para que me pueda escuchar.

El silencio es apacible. Es como un mar calmo a las cuatro de la tarde sobre el cual el sol espejea sus brillos. El silencio que se hace más intenso con sus contrapuntos de sonido de pasos en el piso de al lado, de la risa alejada de un niño, del motor de un coche que pasa y se aleja, de las teclas del ordenador, del runrún de la nevera que, al detenerse, engrandece el silencio y sosiega la respiración.

Y siento también un gran agradecimiento por seguir descubriendo cosas y por pensar a menudo que no tendría ni con cien vidas para descubrir todo lo que mi curiosidad me aviva.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/10/2011 a las 17:09 | Comentarios {1}


E.T.A.




Una diferencia -esencial- entre un estado democrático y uno totalitario es que cuando se vence al enemigo, los demócratas (los verdaderamente demócratas) empiezan a utilizar de inmediato el término generosidad; en un estado totalitario, vencido el enemigo, se ejecuta, sin piedad, la victoria.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/10/2011 a las 23:41 | Comentarios {3}


The atrocity exhibition
The atrocity exhibition
Lo que escribo es un ensayo (repito que el término ensayo sólo lo utilizo en mis escritos con el sentido de intentar una explicación de algo o una aclaración) sobre el erotismo, la sensación de que el viejo tabú sexual que tantas y tantas teorías evoca, propone y sentencia, tiene para mí a estas alturas de civilización -de la cual ya hemos alcanzado el cenit e iniciamos hace ya bastante tiempo el declive- un algo de inexplicable, anacrónico y moralmente detestable.
Hace unos meses la soledad de mi cuerpo me pesaba (a finales de julio era insoportable). Tras atravesar el desierto uno llega al oasis y lo primero que suele hacer es beber del estanque, luego alimentarse con los dátiles y tras haber saciado las necesidades primeras uno se dedica a descansar, a recomponerse. El desierto vital existe. Incluso me atrevería a afirmar que es necesario, para que una vida sea plena, atravesarlo. El ser humano ha de sentirse en algún momento, durante un largo tiempo, solo, sin recursos, a merced de su propia naturaleza tan sólo para conocerse y para saber hasta dónde llegan sus fuerzas y cuáles son los límites de su esperanza, su creencia o su realidad. Tras el desierto, viene la convalecencia y tras ella la recuperación y tras la recuperación suele llegar el deseo de volver a vivir con plenitud. Sólo que el desierto no termina en el oasis. Tras el desierto muchas cosas quedaron atrás y muchas personas se perdieron y, entre ellas, muchas mujeres. Estar en el desierto y sobrevivir significa también renovarse, renacer. Añadamos a este desierto metafísico la física de que me vine, en septiembre de 2010, a vivir a un pueblo de la sierra donde no conozco a nadie y que antes de separarme de mi penúltima ex-mujer ya me había aislado del mercado sexual, de las ciudades, los bares, los conciertos o los gimnasios donde mujeres y hombres galantean, coquetean, seducen y se enredan. Y así a finales de julio, el deseo de estar con una mujer, de acostarme a su lado, de disfrutar de su cuerpo y de que ella disfrutara del mío, la gana de reír con picardía, de mirar a los ojos con intensas intenciones y de no tener con quién hacerlo, ni dónde buscar, me llevó a apuntarme a una página de contactos para personas solitarias donde ambos sexos delineábamos un perfil absurdo sobre gustos y querencias y los operadores de la página cruzaban los perfiles y te mandaban posibles mujeres, adecuadas a tu gusto, a un correo electrónico establecido.
El erotismo es, en el mejor de los casos, la sabia mezcla entre sensualidad y sexo; tiene un componente de riesgo y aventura, de descubrimiento y sorpresa, de jadeo y entrega; el erotismo tiene una premisa de libertad y una consecuencia de alcance imprevisto; el erotismo, en el mejor de lo casos, es una mezcla bellísima entre animalidad y cultura.
La ultima parte de la serie El Brillante que publiqué hace un par de semanas aquí, tiene como base mis experiencias en dicha página (así se crea la literatura). A lo largo de los meses de agosto, septiembre y este octubre, me he estado carteando con muchas mujeres y con algunas he llegado a quedar. Mis sorpresas han sido varias: la primera es que las mujeres no pagan este servicio y los hombres sí, con lo cual estas páginas -conocedoras de la sociedad en que viven- ofrecen a unas como mercancía y a otros como compradores sin que a ninguno se le avise de su condición. Yo lo supe por una mujer que me lo comentó. La segunda sorpresa es que todas las mujeres con las que he tratado -excepto una- , mujeres que, en su perfil, ponían sus preferencias sexuales, sus detalles físicos, sus intimidades (fueran ciertas o no), a la hora de encontrarse con el hombre, adoptaban la actitud de la mujer que ha de ser conquistada y el hombre -yo- adoptaba la actitud del cazador. Y de repente ambos nos veíamos cumpliendo a rajatabla la resabida moral católica del sexo como culpa y pecado.
Aquí, en esta intimidad que comparto contigo, te digo que siento el sexo como goce, que no atisbo en él mácula o culpa y también te reconozco que si una mujer me hace ver que lo de ir a la cama me va a costar lo que me tiene que costar, en ese momento el sexo se convierte, de golpe, en algo morboso y sucio y pecaminoso porque lo que te incrustan en la mollera de niño, es muy difícil arrancárselo del hígado (la imagen de este sentimiento no la pudo dar mejor Ingmar Bergman en la película Fany y Alexander cuando, tras haber muerto el obispo en un incendio -provocado por Alexander-, se le aparece su espectro al chico, le zancadillea y le dice, Siempre apareceré, No te dejaré).
Por fin, hace unos días, me encontré con una mujer y mantuvimos durante unas horas lo que nos anunciábamos; fue un erotismo torpe (dos cuerpos que no se entregan del todo) y precioso que ha dejado, a lo largo de todo el fin de semana, la dulzura de dos cuerpos que en una noche se tocaron y luego se vistieron y se despidieron y quedaron en volver a encontrarse para repetir lo mismo y si fuera posible, nos dijimos, un poco mejor.
El erotismo sigue siendo censurado en nuestras mentes ultramodernas. Seguimos con los mismos prejuicios y con actitudes serviles para con una moral que no es más que eso: sentencia de una costumbre.
Espero encontrarme con mi amante esta semana y hurgarnos nuestras cosquillas sin más... pero por encima de todo sin menos.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/10/2011 a las 18:27 | Comentarios {0}


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