¿Vale un vals para la muerte? Esos días de los funerales de Nelson Mandela, ¿valen el reconocimiento de su labor? ¿Cuál era su labor? Yo, sinceramente, no creo que su guerra fuera la igualdad, ni la concordia, ni la paz (las cuales sin embargo, si ganaba su guerra, se convertirían en sus armas principales de propaganda) sino el acceso al Poder de los negros en un país de mayoría negra.
No escribo aquí de su Voluntad, escribo de su intelecto, de su estar en el espacio/tiempo unido a otras personas que forman un grupo de presión para alcanzar determinados fines (sean éstos legítimos o no). Escribo sobre la acción política de un líder.
No es lo mismo luchar por la igualdad que no luchar por la segregación.
Nelson Mandela podía tener una voluntad bondadosa, ser lo que tan llanamente decía Machado: un hombre bueno. La acción política, sin embargo, no es apropiada para hombres buenos sino para hombres hábiles en el manejo de otros hombres. El manejo del intelecto de otros hombres es siempre tarea que necesita de estrategia y táctica, es decir, de los dos elementos fundamentales de la guerra.
Lo que se ha honrado en los funerales de Sudáfrica es la labor del político y por eso han sido políticos sus hagiógrafos. Por eso cuando me enteré del falsario transcriptor al lenguaje de los signos, no pude por menos que encontrar un elemento poético o, si se quiere, una justicia poética, a lo que ocurría. Imaginé que Thamsanqa Jantjie había tenido un arrebato poético; había sido abducido por la voluntad de Mandela y se había encontrado en una región etérea, donde las palabras pierden su sentido y tan sólo los símbolos adquieren significado. Y la poesía es el terreno de lo indefinido, el lugar de la evocación, la peligrosa frontera entre el hombre y la bestia.
Me interesa más la Voluntad de Mandela que su acción política. De su Voluntad se pueden extraer los más hermosos poemas, incluso un hombre contratado para transcribir palabras se puede ver elevado y alejado de las palabras que ha de transcribir.
La Voluntad de Mandela se apropió del intelecto de Thamsanqa Jantjie e hizo que sus gestos quisieran transcribir un único mensaje: "Todo esto son naderías".
No escribo aquí de su Voluntad, escribo de su intelecto, de su estar en el espacio/tiempo unido a otras personas que forman un grupo de presión para alcanzar determinados fines (sean éstos legítimos o no). Escribo sobre la acción política de un líder.
No es lo mismo luchar por la igualdad que no luchar por la segregación.
Nelson Mandela podía tener una voluntad bondadosa, ser lo que tan llanamente decía Machado: un hombre bueno. La acción política, sin embargo, no es apropiada para hombres buenos sino para hombres hábiles en el manejo de otros hombres. El manejo del intelecto de otros hombres es siempre tarea que necesita de estrategia y táctica, es decir, de los dos elementos fundamentales de la guerra.
Lo que se ha honrado en los funerales de Sudáfrica es la labor del político y por eso han sido políticos sus hagiógrafos. Por eso cuando me enteré del falsario transcriptor al lenguaje de los signos, no pude por menos que encontrar un elemento poético o, si se quiere, una justicia poética, a lo que ocurría. Imaginé que Thamsanqa Jantjie había tenido un arrebato poético; había sido abducido por la voluntad de Mandela y se había encontrado en una región etérea, donde las palabras pierden su sentido y tan sólo los símbolos adquieren significado. Y la poesía es el terreno de lo indefinido, el lugar de la evocación, la peligrosa frontera entre el hombre y la bestia.
Me interesa más la Voluntad de Mandela que su acción política. De su Voluntad se pueden extraer los más hermosos poemas, incluso un hombre contratado para transcribir palabras se puede ver elevado y alejado de las palabras que ha de transcribir.
La Voluntad de Mandela se apropió del intelecto de Thamsanqa Jantjie e hizo que sus gestos quisieran transcribir un único mensaje: "Todo esto son naderías".
Si yo expresara, sin dulzura, sin conocimiento, sin impostura esa certeza (que no verdad). Por ejemplo: La chica está en el bar. Apenas he tenido fuerza para levantarme. Pero la quiero, la quiero.
Si yo expresara sin ambages, con la mirada fiera (aunque la mirada sea la de siempre y por siempre y si la voluntad te hizo una mirada bondadosa, habrás de lanzar en ese momento del que escribo una fiera y bondadosa mirada): Conducidos, somos incapaces de ver lo que tenemos justo delante. El futuro no existe. Por eso, amiga, lucha por el presente aunque sepas que la batalla está perdida. Los ideales son los fantasmas del hombre.
Si yo dijera sin miedo: Desnúdate. Enséñame las heridas. Déjame tocarlas. Déjame amarlas. Sólo te pido que no me las ocultes. Que no te dejes guiar por ellas. No se puede vivir con la sensibilidad de la piel que cubre, torpemente, la cicatriz. Atiende a la piel del codo. Ella es la imprescindible.
Si yo tuviera el ascendente que no quiero tener o incluyera entre mis errores el ser guía de alguien; si el vivir me hubiera obligado a ser gurú y me sentara en medio de mis discípulos y lo primero que tuviera que decirles es: Vosotros no sabéis y yo os voy a enseñar. Si eso hubiera ocurrido, ¡qué grande el destino si unos de mis discípulos hubiérase levantado y dicho: Despierta, viejo fanfarrón, el sueño ha terminado!
Si yo pudiera tomarte la mano, amiga, y trasmitirte un pensamiento que es también corazón y tú lo recibieras como una descarga de energía, algo eléctrico y fresco a la vez, que supusiera en ti el descubrimiento de la lentitud y la ausencia y que esos dos descubrimientos te llevaran de sus manos al devenir siguiente: Nada va a pasar. Todo está pasando. Y dieras la vuelta a la almohada como quien respira tras el esfuerzo inmenso del terror.
Si me desligara. Si no esperara. Si diciembre. Entonces, libre de soberbia, con la humildad del ya entrado en años te diría a ti, amiga, que yo también me dejé llevar por el pasado, que he vivido en él desde que tengo conciencia, que el camino es largo y mucho más si desde el principio, desbrozando a machetazos el sendero, éste fuera el de dejar de vivir en el pasado; yo también siento turbio el futuro y siempre que lo impulso es una tiniebla con ribetes de gas tóxico porque esa proyección no puede ser más que desde la experiencia.
Si yo pudiera, libre de dogmatismos, decirte que vivir es un milagro y sólo ocurre una vez. Sólo una vez. Un día es ese día sólo una vez. Si pudiera trasmitirte toda la belleza de ese pensamiento quizás podrías despertar (y despertarme luego a mí pues yo también peco de pasado) y tomar la decisión que no es el fondo más que un día.
Porque pase lo que pase, al tomar la decisión habrás vivido plenamente.
Lo dijo con sencillez Aristóteles: Vivir bien es mejor que vivir.
Leo hoy en El País que una estudiante, para defender la vigencia y utilidad de las becas Erasmus comenta: "La acusación de que estás todo el día de juerga es absurda". Ese comentario me ha recordado un anécdota que me ocurrió hace ya algunos años.
En el año 2000 me contrataron para escribir una serie llamada Paraíso que se emitió entre los años 2000-2003 durante la temporada estival en La 1 de Televisión Española. Como me comentó su director Javier Elorrieta, él quería amor, humor y aventura. Y así lo hice. Era una serie menor para pasar la calurosa noche de los veranos españoles. Paraíso se grababa en la República Dominicana, en un resort llamado Bahía Príncipe que se encuentra en el nordeste de la isla. Ya la primera temporada, Javier me pidió si quería ir allí para tener él un guionista por si había que hacer cambios durante la grabación. Yo acepté gustoso. Vieja aspiración de todo escritor es hacerlo bajo una palmera rodeado de hermosas mujeres y embriagadoras bebidas.
Todo el equipo de rodaje teníamos derecho a utilizar las zonas vip del resort y la verdad es que para mí fue fantástico estar trabajando en una serie a pie de rodaje (para quien no lo sepa a los guionistas no nos quieren ver en los rodajes. Los directores huyen de nosotros como de la peste) y vivir ese ambiente que normalmente nos está vedado.
No quiero extenderme mucho porque quiero ir al meollo del asunto que hoy me trae a Inventario. Yo soy de los escritores que considera que si ha de escribir de un sitio, lo mejor que puede hacer es conocerlo. Parece una obviedad pero no lo es. De hecho dos fuimos los únicos guionistas -de los cinco o seis que éramos- que viajamos allí. Bien, como jefe de producción -que para el común de los mortales es el contable de una empresa- estaba un tal F. B., un tipo lameculos con los actores y un cabrón con el equipo técnico; era un hombre mayor, gordo, medio calvo, con pinta de chupatintas, con aires fascistas y ante todo y sobre todo maleducado.
Recuerdo que aún habiendo sido llevado allí por orden del director, a mí nadie me habló de hacerme un seguro médico -como sí tenían todos los demás- Esa gestión tendría que haberla hecho el contable B. Lo que sí conseguí es que me dieran dietas. Cuando recibí la primera me di cuenta de que me habían dado unos cuantos dólares de más. Yo ya había tenido algún encontronazo con B. y para no tener más fui con lo que sobraba a su oficinita para devolvérselo. Llamé. Se lo di y sin levantar la vista me dijo, Eso te lo metes por el culo. Entonces yo me senté y le contesté: La próxima vez que me hables en ese tono te meto una hostia que sales por la ventana. Entonces levantó la vista y empezó a despotricar porque yo me divertía en vez de estar todo el día metido en mi habitación escribiendo (quiero dejar constancia aunque no creo que haga ni falta, que jamás faltó una página de guión en su día y es más escribí un guión en 48 horas porque el que tenían resultó no valer. Cada capítulo costaba unos 500.000 €. Eso es lo que hubieran perdido si no llego a tener terminado en dos días un guión de 1 hora de duración. Normalmente un guión de ese tipo se tarda en escribir entre tres y cuatro semanas). Así es que dejé de escucharle y zanjé la conversación diciendo: Yo pertenezco al equipo de dirección no al tuyo. Si tiene alguna queja que me lo diga Javier Elorrieta (el director). Lo curioso de todo este asunto es que al salir me encontré con que la mujer del contable había estado escuchando tras de la puerta y me empezó a aplaudir y a felicitar por haberme enfrentado con el pieza hijo de la chingada de su marido.
Fin de la anécdota.
Hablando ayer con Liana, le decía que yo he trabajado muy poco en mi vida y que siempre me he sentido millonario de tiempo que es la única fortuna de la que realmente dispone cada hombre (idea extraída de Momo de Michael Ende) y he trabajado poco porque sobre todo me he ganado la vida escribiendo y escribir no es trabajar. El trabajo tal y como yo lo considero consiste en vender tu tiempo a otro para comprar tu sustento, tu cobijo y un poco de tu propio tiempo. Entendido así he trabajado poco porque el escribir es justamente el aprovechar el tiempo siempre en tu beneficio (beneficio temporal sólo si se quiere).
Sí considero la escritura una labor pero no un trabajo. A veces las etimologías son como la quintaesencia de lo que inconscientemente vivimos. Así nos descubren Corominas y Pascual la etimología del verbo trabajar.
Trabajar: del lat. vg. tripaliare 'torturar', derivado de tripalium 'especie de cepo o instrumento de tortura' compuesto de tres y palus por los tres maderos que formaban dicho instrumento; en castellano antiguo y aun hoy en día conserva el sentido de 'sufrimiento, dolor, pena'; de la idea de 'sufrir' se pasó a 'esforzarse' y 'laborar'.
Vivimos pues en una etapa de nuestra civilización -no evolución, no progreso- basada en la tortura y curiosamente compuesta por tres palos como la cruz.
Así lo entienden quienes acusan a los jóvenes de salir y divertirse en las ciudades donde estudian. ¿Cómo si no van a conocer el país al que han ido? ¿No están para eso las becas Erasmus? Para hacer conscientes a los jóvenes europeos de que todos somos Europa.
Así lo entendía el gran hijo de la chingada F. B. -excepto para los que tenían un nombrecillo como actores-.
Me divertí lo indecible en la República Dominicana y puedo decir con orgullo que los capítulos que escribí siempre estuvieron entre los de mayor audiencia de la serie. Porque la labor del arte no es cosa de números sino de percepciones y éstas no se suelen encontrar encerrado en la habitación de un resort, cosa que por supuesto no podía ni intuir un jefe de producción tan vacío y amargo como el que tuvimos en el paraíso.
A Liana en cuya terraza las palabras se desgranan como fruto de vid
01.- El concepto abstracto de cualquier materia ha de tener un sustrato intuitivo.
02.- Justamente de la lucha (o el encuentro) entre la razón y la intuición suele nacer la comicidad.
03.- Por lo tanto un concepto abstracto como enamorar o doler sólo tiene su sentido (y por lo tanto su explicación) si se sustenta en un principio intuitivo.
04.- Voy a ensayar el sentido de estos dos términos desde la racionalización de una intuición.
02a.- Intentaré evitar lo cómico.
05.- ENAMORAR Despertar amor en una persona. Iluminación de los sentidos. El amor duerme largos sueños. Normalmente ocurre cuando tuvimos una vigilia de amar (o de creer amar) y aquella vigilia se desmaya o, si es más grave la caída, cae en coma. Desaparece el despertar. No queremos despertar. Entonces, un día, cualquier día, fijamos en otro el amanecer y el amanecer despierta y los sentidos se iluminan y las contelaciones se tornan una sola.
05a.- Ese despertar va acompañado de un deseo del cuerpo del otro. Ese amor que abre los ojos no es el amor al amigo (que es un amor que se forja) sino un amor también de los sentidos porque lo que busca el enamorado (el despertador de amor) es agudizar la vista, el oído, el gusto, la intuición, el equilibrio, el tacto y el olfato hacia el objeto de su despertar y que el despertado (o al que se intente despertar) sienta esa misma pulsión, esa misma inclinación a sentir con los sentidos (no a sentir con las abstracciones de los sentidos).
05b.- Enamorar es íntimamente físico.
05c.- Amor es la poesía del sexo.
06.- FALL IN LOVE Esta forma de expresar los ingleses el enamoramiento yo la relacionaría con el enamorarse. Caer en el amor. Entonces ya no es despertar amor en una persona sino que una persona despierta amor en nosotros. Curiosamente es lo mismo que enamorar sólo que en este caso nosotros no somos sujeto sino objeto de amor. Y a más podemos ser objeto involuntario, es decir quien nos enamora quizá no quería despertar en nosotros ese amor. Por eso caemos en él. Enamorarse contiene en su partícula reflexiva cierto grado de egotismo que puede llevar (y en muchos casos lleva) a la desesperación y justamente a lo opuesto que pretendía despertar: desamor que es desmayo de los sentidos, coma inducido.
07.- DOLER (María Moliner) 2. Causar sentimiento (a alguien) un desengaño, prueba de falta de cariño o mal trato moral que recibe. Doler no implica necesariamente juzgar ese dolor. Decir, Me duele no conlleva necesariamente queja. Hace tiempo me dijeron que el sufrimiento es una opinión sobre el dolor. Si esto fuera así (o aceptándolo para lo que sigue), el sufrimiento sí es una queja sobre el dolor. Afirmar que algo duele es tan sólo la constación de un hecho. Y me atrevería a afirmar que reconocer el dolor y recordarlo tiene algo de vacuna. Recordar un dolor sin juzgarlo es tener el virus adormecido de la enfermedad del sufrimiento que produce ese dolor.
08.- DOLERSE En el dolerse hay lamento.
¿No es un velo y un buen pedazo de polla?
Dice Justo Navarro a propósito de Salvador Espriu que su obra gira en torno a la precariedad lamentable de los seres humanos (voy a escuchar mientras escribo una música que se acompase al ritmo de mis pensamientos).
Me intereso por la palabra precariedad la cual implica inseguridad, deficencia y escasez. Y así, sobre esta base, deduzco el juicio ético que sobre los hombres debió de tener Espriu según la interpretación de Navarro (que así se construye el mundo).
El hombre precario.
El hombre lamentable.
De alguna forma, justificamos el mundo (mi representación de él) en el que vivimos. Un mundo desafortunado, dígolo con suave ironía, donde las decisiones importantes casi nunca se toman y las baladíes no paran de tomarse; donde los hombres hablan y hablan y se alaban y se abrazan mientras la injusticia (que no es ninguna forma sutil de nombrar la cosa en sí) sigue campando por los campos, desiertos, valles, montañas y ciudades del mundo.
Y si hablas con grandes palabras te llaman demagogo, de lo cual ya escribí en su momento y si te ciñes a un hecho concreto te espetan eso de que no puedes definir el todo por la parte, con lo cual nunca puedes llamar a las cosas por su nombre sin que te venga el listo de turno para, retóricamente, ponerte en tu sitio. ¡Y, vive Dios, que te pone!
No hablar sería entonces la única vía revolucionaria.
No hablar por nunca jamás de esta apariencia de las cosas.
No pronunciar hasta el último suspiro las obviedades que en el país de los ciegos nadie ve (quizás algún adivino).
Lamentarse en silencio por los niños perdidos en los desiertos.
Lamentarse por los torturados.
Atender al que se encuentre cerca.
Escribir un verso una tarde verano mientras escuchas Kathy's song de Simon & Garfunkel.
Abrazar un cuerpo precario y lamentable que se ha despertado en la noche presa de una pesadilla.
Esas cosas que todos aplaudirán, que nadie pondrá en entredicho. Esas cosas incluso que la natural modestia hace que ni cuentes.
Hoy en cambio, desde esta tribuna que pago cada año, quiero denunciar la apariencia de las cosas y rogar a quien esto lea que sepa que somos puro engaño (ahora he silbado las primeras notas de una canción de Tom Waits: and I hope that don't fall in love whith you...) que existe la manipulación de las masas, que somos masa, que somos como ya dije también parangonando a Toynbee ganado humano listo para sacrificar cuando sea necesario y que nuestra única fortuna es el tiempo.
Quiero asegurar que el esfuerzo no es para tanto. Que nada merece en la vida una cultura del esfuerzo y la lucha. Y que si alguien viene a espolearte haciéndote ver lo poco que haces (o lo mal que lo haces) calles, mires al suelo y digas, profundamente arrepentido: Me cachis.
Hay en esta tragedia algo que huele a bufonada (muchos pensadores lo vieron y muchos artistas. Por eso ambas categorías serán siempre dignas de no ser enterradas en sagrado), a gran estafa cuya imagen más exacta sería la del obrero votando por el partido de los empresarios; hay en esta tragedia con el destino del ritual de la matanza de los más débiles, la sonrisa bárbara del que bebe en copa de cristal y abre el baile de salón con la primera dama. En esta tragedia los poderosos huelen a grasa humana y lo disimulan con esencias de flor. La apariencia, entonces, es la esencia de flor. Atención pues a los perfumes.
Me dice Isaac Alexander que hoy no le coloque esta perorata. Está cansado, me dice, de palabras y tallas. Ahora sólo disfruta cuando ríe y no hiere a nadie.
Vale.
Me intereso por la palabra precariedad la cual implica inseguridad, deficencia y escasez. Y así, sobre esta base, deduzco el juicio ético que sobre los hombres debió de tener Espriu según la interpretación de Navarro (que así se construye el mundo).
El hombre precario.
El hombre lamentable.
De alguna forma, justificamos el mundo (mi representación de él) en el que vivimos. Un mundo desafortunado, dígolo con suave ironía, donde las decisiones importantes casi nunca se toman y las baladíes no paran de tomarse; donde los hombres hablan y hablan y se alaban y se abrazan mientras la injusticia (que no es ninguna forma sutil de nombrar la cosa en sí) sigue campando por los campos, desiertos, valles, montañas y ciudades del mundo.
Y si hablas con grandes palabras te llaman demagogo, de lo cual ya escribí en su momento y si te ciñes a un hecho concreto te espetan eso de que no puedes definir el todo por la parte, con lo cual nunca puedes llamar a las cosas por su nombre sin que te venga el listo de turno para, retóricamente, ponerte en tu sitio. ¡Y, vive Dios, que te pone!
No hablar sería entonces la única vía revolucionaria.
No hablar por nunca jamás de esta apariencia de las cosas.
No pronunciar hasta el último suspiro las obviedades que en el país de los ciegos nadie ve (quizás algún adivino).
Lamentarse en silencio por los niños perdidos en los desiertos.
Lamentarse por los torturados.
Atender al que se encuentre cerca.
Escribir un verso una tarde verano mientras escuchas Kathy's song de Simon & Garfunkel.
Abrazar un cuerpo precario y lamentable que se ha despertado en la noche presa de una pesadilla.
Esas cosas que todos aplaudirán, que nadie pondrá en entredicho. Esas cosas incluso que la natural modestia hace que ni cuentes.
Hoy en cambio, desde esta tribuna que pago cada año, quiero denunciar la apariencia de las cosas y rogar a quien esto lea que sepa que somos puro engaño (ahora he silbado las primeras notas de una canción de Tom Waits: and I hope that don't fall in love whith you...) que existe la manipulación de las masas, que somos masa, que somos como ya dije también parangonando a Toynbee ganado humano listo para sacrificar cuando sea necesario y que nuestra única fortuna es el tiempo.
Quiero asegurar que el esfuerzo no es para tanto. Que nada merece en la vida una cultura del esfuerzo y la lucha. Y que si alguien viene a espolearte haciéndote ver lo poco que haces (o lo mal que lo haces) calles, mires al suelo y digas, profundamente arrepentido: Me cachis.
Hay en esta tragedia algo que huele a bufonada (muchos pensadores lo vieron y muchos artistas. Por eso ambas categorías serán siempre dignas de no ser enterradas en sagrado), a gran estafa cuya imagen más exacta sería la del obrero votando por el partido de los empresarios; hay en esta tragedia con el destino del ritual de la matanza de los más débiles, la sonrisa bárbara del que bebe en copa de cristal y abre el baile de salón con la primera dama. En esta tragedia los poderosos huelen a grasa humana y lo disimulan con esencias de flor. La apariencia, entonces, es la esencia de flor. Atención pues a los perfumes.
Me dice Isaac Alexander que hoy no le coloque esta perorata. Está cansado, me dice, de palabras y tallas. Ahora sólo disfruta cuando ríe y no hiere a nadie.
Vale.
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/12/2013 a las 19:21 | {0}