El llanto de un recién nacido cuando despierta en la noche porque tiene un cólico o porque está descubriendo el miedo o porque tiene hambre o porque siente añoranza de aquel espacio ácueo en el que estuvo no hace tanto, no crispa necesariamente; puede crispar un día pero por cuestiones ajenas al llanto del niño (hablo, por supuesto, de un bebé que viva en un ambiente suficientemente grato; no entran en esa descripción los ambientes aberrantes, en éstos tan sólo es de esperar que el bebé crezca sin que la tara del horror le carcoma hasta la raíz la ambición por vivir). Lo que genera ese llanto suele ser cansancio que se convierte en sonrisa cuando al mirar al bebé te das cuenta de su desvalimiento y de que ése es -el llanto- su lenguaje para comunicarse -urgentemente- con nosotros.
La vida es extrañamente fría. Quisiera asegurar que existe una realidad objetiva, un mundo que se desvela en algún momento; quisiera creer en la iluminación y que ésta fuera la plena certeza de la verdad. Decía que la vida es fría porque la muerte nos alcanza sin esa plenitud (o acepto que quizá haya excepción a esa norma, lo cual -por mucho que los lógicos arguyan en contrario- se carga la norma. Ya lo demostró con su habitual gracejo el profesor de gimnasia Juan de Mairena).
La manipulación llega a nuestras emociones hasta el punto de que nos sacude más la muerte por bomba en un concierto en Manchester que la muerte por ahogamiento en el mar Mediterráneo. En ambos lugares han muertos niños. Murieron casi en el mismo día. Más murieron en el mar Mediterráneo. La única diferencia es que los niños ahogados eran moros y pobres. Y los niños de Manchester eran europeos y burgueses. Así se ceba la discordia. Así se manipula la opinión. En los últimos cinco meses han muertos miles de seres humanos en el mar Mediterráneo. El mar Mediterráneo es ya un inmenso cementerio líquido.
La vida es extrañamente distante con los vivos. Es como si hubiera una supervida, una superestructura de vida ajena en absoluto a los padecimientos de los entes en los que habita. La vida vive en seres a los que no ama. Quizás esa superestructura se llame ACGT.
Si nos comunicáramos como los bebés, de esa forma tan directa, sin resquicio posible de confusión quizá podríamos atacar la distancia de la vida que nos vive, su frialdad. Si nos encaráramos con la verdad. Si confrontáramos nuestras verdades quizá daríamos con la clave de la certeza de la verdad. ¡Qué lento es el hombre! ¡Qué frágil su emoción! ¡Qué lastre su pensamiento!
Me dice mi amigo que soy un cascarrabias y que a veces hay en mi discurso una soberbia que me puede haber deparado ya más de un disgusto. Yo me disculpo si alguna vez quise humillar a mi interlocutor porque estoy seguro que más de una vez lo hice. No sé si entonces buscaba confrontar la verdad con otra verdad. No sé si decidí en ese momento desnudarme del ser civilizado que utiliza la artimaña para conseguir su fin y lancé como un vómito la idea que me roía las entrañas. O peor aún: por no atreverme utilicé el sarcasmo como arma.
Hay días que siento que la vida tiene el afán de la araña: no quiere que veas los hilos de su tela; de hecho busca que el sol se refleje en ellos y que ese destello te atraiga para que te acerques y te quedes pegado en ellos y cuanto más luches por despegarte más te enredes mientras empiezas a ver cómo se acerca, sin prisa, velluda, la causa de tu ilusión.
La vida es extrañamente fría. Quisiera asegurar que existe una realidad objetiva, un mundo que se desvela en algún momento; quisiera creer en la iluminación y que ésta fuera la plena certeza de la verdad. Decía que la vida es fría porque la muerte nos alcanza sin esa plenitud (o acepto que quizá haya excepción a esa norma, lo cual -por mucho que los lógicos arguyan en contrario- se carga la norma. Ya lo demostró con su habitual gracejo el profesor de gimnasia Juan de Mairena).
La manipulación llega a nuestras emociones hasta el punto de que nos sacude más la muerte por bomba en un concierto en Manchester que la muerte por ahogamiento en el mar Mediterráneo. En ambos lugares han muertos niños. Murieron casi en el mismo día. Más murieron en el mar Mediterráneo. La única diferencia es que los niños ahogados eran moros y pobres. Y los niños de Manchester eran europeos y burgueses. Así se ceba la discordia. Así se manipula la opinión. En los últimos cinco meses han muertos miles de seres humanos en el mar Mediterráneo. El mar Mediterráneo es ya un inmenso cementerio líquido.
La vida es extrañamente distante con los vivos. Es como si hubiera una supervida, una superestructura de vida ajena en absoluto a los padecimientos de los entes en los que habita. La vida vive en seres a los que no ama. Quizás esa superestructura se llame ACGT.
Si nos comunicáramos como los bebés, de esa forma tan directa, sin resquicio posible de confusión quizá podríamos atacar la distancia de la vida que nos vive, su frialdad. Si nos encaráramos con la verdad. Si confrontáramos nuestras verdades quizá daríamos con la clave de la certeza de la verdad. ¡Qué lento es el hombre! ¡Qué frágil su emoción! ¡Qué lastre su pensamiento!
Me dice mi amigo que soy un cascarrabias y que a veces hay en mi discurso una soberbia que me puede haber deparado ya más de un disgusto. Yo me disculpo si alguna vez quise humillar a mi interlocutor porque estoy seguro que más de una vez lo hice. No sé si entonces buscaba confrontar la verdad con otra verdad. No sé si decidí en ese momento desnudarme del ser civilizado que utiliza la artimaña para conseguir su fin y lancé como un vómito la idea que me roía las entrañas. O peor aún: por no atreverme utilicé el sarcasmo como arma.
Hay días que siento que la vida tiene el afán de la araña: no quiere que veas los hilos de su tela; de hecho busca que el sol se refleje en ellos y que ese destello te atraiga para que te acerques y te quedes pegado en ellos y cuanto más luches por despegarte más te enredes mientras empiezas a ver cómo se acerca, sin prisa, velluda, la causa de tu ilusión.
1.- Creer en Dios es, en esencia, un sentimiento vacío.
2.- Alabar, seguir las mascaradas que se hacen en torno a Dios es un atentado contra la creencia pura.
3.- No se puede creer en Dios si Dios fuera
4.- Menos se puede creer con devoción y hondo sentimiento en las mascaradas que se hacen alrededor de eso llamado Dios.
5.- La Semana Santa es baile de máscaras del Demonio; es la quintaesencia del Ángel Caído. Espantosas las imágenes. Espantosos y horteras los disfraces de los que participan en la procesión (teatro de calle aburrido y feo).
6.- La saeta sería lo único salvable si no fuera por las letras (y muchas veces por el cante)
7.- La devoción de la Cruz es blasfemia contra el Cristo.
8.- Los pasos se pierden en el dédalo de su propio churriguerismo.
9.- La santificación de la muerte sigue ese destino trágico que invade la condición humana desde que tenemos conocimiento de nosotros.
10.- Lo trágico con mantilla y peineta tiene algo de cerrado y sacristía, de masturbación colectiva, de soflama sin fuego.
11.- No hay pasión en la muerte. La Semana Santa es en sí misma una contra-veneración.
12.- Nadie que ame la vida puede acudir sin sentirse sucio y maldito a un paso de Semana Santa.
13.- Cristo muere por la vida no por la muerte (si es que existió eso llamado Cristo). En todo caso sí existe la idea de eso llamado Cristo. La idea de eso llamado Cristo es un mensaje -esenio en muchos aspectos- de Luz, no de sombras y capirotes.
14.- La Semana Santa es un contra-Cristo.
15.- La Semana Santa es la exaltación del terror de la Iglesia Católica. La sumisión por el Terror. Esa religión represiva, sucia, depravada que no alienta el amor entre los hombres sino la discordia y el castigo. La Semana Santa es un tiempo castrador.
16.- Es curioso que a tantos les guste las épocas de castración.
17.- La Semana Santa es la Conmemoración Anual de la Victoria del Cabrón.
2.- Alabar, seguir las mascaradas que se hacen en torno a Dios es un atentado contra la creencia pura.
3.- No se puede creer en Dios si Dios fuera
4.- Menos se puede creer con devoción y hondo sentimiento en las mascaradas que se hacen alrededor de eso llamado Dios.
5.- La Semana Santa es baile de máscaras del Demonio; es la quintaesencia del Ángel Caído. Espantosas las imágenes. Espantosos y horteras los disfraces de los que participan en la procesión (teatro de calle aburrido y feo).
6.- La saeta sería lo único salvable si no fuera por las letras (y muchas veces por el cante)
7.- La devoción de la Cruz es blasfemia contra el Cristo.
8.- Los pasos se pierden en el dédalo de su propio churriguerismo.
9.- La santificación de la muerte sigue ese destino trágico que invade la condición humana desde que tenemos conocimiento de nosotros.
10.- Lo trágico con mantilla y peineta tiene algo de cerrado y sacristía, de masturbación colectiva, de soflama sin fuego.
11.- No hay pasión en la muerte. La Semana Santa es en sí misma una contra-veneración.
12.- Nadie que ame la vida puede acudir sin sentirse sucio y maldito a un paso de Semana Santa.
13.- Cristo muere por la vida no por la muerte (si es que existió eso llamado Cristo). En todo caso sí existe la idea de eso llamado Cristo. La idea de eso llamado Cristo es un mensaje -esenio en muchos aspectos- de Luz, no de sombras y capirotes.
14.- La Semana Santa es un contra-Cristo.
15.- La Semana Santa es la exaltación del terror de la Iglesia Católica. La sumisión por el Terror. Esa religión represiva, sucia, depravada que no alienta el amor entre los hombres sino la discordia y el castigo. La Semana Santa es un tiempo castrador.
16.- Es curioso que a tantos les guste las épocas de castración.
17.- La Semana Santa es la Conmemoración Anual de la Victoria del Cabrón.
Ensayo
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/04/2017 a las 00:56 |
Cuando la luna crece inyecta en mis venas -como todos los meses- el veneno del teatro
Cabelleras de mujer en fardos de 22 kilos
Montañas de gafas
Miles de tijeras
Brochas de afeitar, cepillos de dientes, cepillos para los zapatos, ropa vieja
Los vencidos han de hacer el trabajo sucio
Arrastran los cuerpos muertos, esqueléticos hacia enormes fosas comunes
Un soldado de los vencedores llora al recordarlo sesenta años después
Los gemelos eras apreciados y enviados al Doktor
Una día y otro día
Una generación tras otra generación
Un siglo tras otro siglo
Tras la alambrada
Siempre será en blanco y negro
Siempre ¿hasta cuándo es siempre? esos nombres
Porque ¿no es lo mismo Abu Ghraib que Bergen-Belsen?
Los símbolos
La nieve. La sensación de frío siempre. Aunque fuera verano debía de existir en los campos una sensación de helor, de rigidez fría
Las miradas
No hay en el mundo nada que pueda reflejar con exactitud de matarife como refleja lo vivido una mirada
Luego
La decisión
Más tarde
El pueblo que participó en la tortura es obligado a pasear por el lugar
¡Ah, sí! Los gestos. Los pañuelos en la nariz
¿Son los actuales campos de refugiados de Hungría o es Daschau?
¿Cuánto dura siempre?
La sal en los ojos
Los agujeros en el craneo
La impudicia de un cuerpo desnudo, famélico y muerto a hombros de un hombre robusto
El cigarrillo en el descanso
La moviola
Claro que se escribieron versos
Montañas de gafas
Miles de tijeras
Brochas de afeitar, cepillos de dientes, cepillos para los zapatos, ropa vieja
Los vencidos han de hacer el trabajo sucio
Arrastran los cuerpos muertos, esqueléticos hacia enormes fosas comunes
Un soldado de los vencedores llora al recordarlo sesenta años después
Los gemelos eras apreciados y enviados al Doktor
Una día y otro día
Una generación tras otra generación
Un siglo tras otro siglo
Tras la alambrada
Siempre será en blanco y negro
Siempre ¿hasta cuándo es siempre? esos nombres
Porque ¿no es lo mismo Abu Ghraib que Bergen-Belsen?
Los símbolos
La nieve. La sensación de frío siempre. Aunque fuera verano debía de existir en los campos una sensación de helor, de rigidez fría
Las miradas
No hay en el mundo nada que pueda reflejar con exactitud de matarife como refleja lo vivido una mirada
Luego
La decisión
Más tarde
El pueblo que participó en la tortura es obligado a pasear por el lugar
¡Ah, sí! Los gestos. Los pañuelos en la nariz
¿Son los actuales campos de refugiados de Hungría o es Daschau?
¿Cuánto dura siempre?
La sal en los ojos
Los agujeros en el craneo
La impudicia de un cuerpo desnudo, famélico y muerto a hombros de un hombre robusto
El cigarrillo en el descanso
La moviola
Claro que se escribieron versos
Documento 13 de los Archivos de Isaac Alexander.
Port de la Selva octubre de 1946
Así dijo el mastuerzo del Marqués de Bradomín -¡Vergüenza biológica!- que sentía cuando asistió a una pelea de boxeo en la cubierta del barco que le trasladaba de España a México para olvidar penas de amor. Por supuesto el barco no era español y tampoco lo era la marinería compuesta en su mayor parte por herejes ingleses. ¿Por qué vergüenza biológica, mi querido Bradomín, si tú en tus memorias no haces más que pelearte en un ring sentimental?
Tiene el boxeo una retórica que no debería dejarse escapar; cierto que fue el 9º marqués -otro marqués (curioso título que no alcanza la belleza sonora del de duque)- de Queensberry, John Douglas, el que impuso las reglas del boxeo moderno y que este marqués era el padre de Alfred Douglas, el amante de Oscar Wilde, que llevó a las mazmorras al escritor dublinés por mantener lances eróticos con su hijito. Pero si obviamos estas rarezas y nos fijamos en el boxeo en sí veremos que tiene unas sutilezas que cuando menos deberían hacer reflexionar a un esteta como lo fue Bradomín. Y para mí una de las más bellas -que curiosamente se emparenta con otro deporte aparentemente bruto como el rugby- es que el boxeador para atacar ha de dar un paso atrás como el equipo de rugby para alcanzar la línea de ensayo enemiga ha de avanzar enviando la pelota hacia atrás.
Línea descendente. Repliegue. Baile de los pies. Ballesteo. Engaño. Búsqueda del hígado. Flexibilidad de las cuerdas. Oscuridad fuera de los focos deslumbradores que alumbran la lona. Quién domina el centro del ring. Quién lanza el golpe mientras se guarda del contragolpe con una ligera elevación del hombro. El gesto concentrado. La valentía del hombre que sabe que va a recibir y que aún así, ciegamente confiado en su movimiento, se lanza a por su contrincante retrocediendo cuando ataca.
Fue mi padre quien me enseñó el amor al boxeo. Él estuvo en la famosa velada que el 23 de abril de 1916 en la Plaza de Toros Monumental de Barcelona enfrentó, a las tres de la tarde, a los púgiles Jack Johnson versus Arthur Cravan.
Yo quiero hablarte, Pepa, esta tarde, cuando tomemos en el porche de la masía un gin-fizz mientras esperamos que la noche se vuelva turca y avizoramos la aparición de la guineu en lo alto de la cuesta, sobre el boxeador poeta Arthur Cravan. Luego, ya en la madrugada, cuando haya rociado con mi agua bendita tu vergel japonés, me levantaré y en la cocina mientras me tomo un té, escribiré de lo que por la tarde te hablé.
Mon nom véritable est Fabian Lloyd, escribe Arthur Cravan bajo una fotografía que le fue tomada en 1908. Por parte de madre, de su señora madre Clara Hutchinson, Arthur Cravan es sobrino de Oscar Wilde (rizos de la vida; paleta ridícula) y se sabe que viajó a partir de los 16 años por la Inglaterra y por New York y llegó hasta California; se dice que estuvo en Berlín y que alcanzó Australia trabajando como fogonero en un buque de carga y que fue leñador y que vivió München y disfrutó la aparente grandiosidad de Florencia. Es en Paris, en 1909 cuando empieza a tomar clases de boxeo en el gimnasio de Fernand Cuny y se proclama campeón de los pesos medios de Francia en 1910 y quizá por los golpes que le dejaron algo sonado decide en 1912 fundar la revista literaria Maintenant y contrae matrimonio con Mademoiselle Renée llamada La bourguignone. Durante esos años Arthur Cravan se dedica a organizar conferencias en las que él habla, baila y boxea. Al desatarse el gran negocio de la Primera Guerra Mundial, Cravan huye de Francia y se dedica a viajar por Europa Central. En 1915 se le ve boxear en Atenas contra Georges Calafatis y en marzo de 1916 firma el contrato para pelear contra Jack Johnson, negro de 110 kilos, excampeón del mundo de los pesos pesados en la plaza de toros de Barcelona. Aquello, después se supo, fue una estafa monumental (como la plaza) y Cravan fue aplastado por el Gigante de Gavelston.. Larga sería contar la vida de este personaje, envuelta en escándalos y rebeliones -le diré a Pepa y le daré algunas referencias bibliográficas por si quiere saber algo más de él- pero quiero terminar este apunte biográfico con la coincidencia de que -al igual que el Marqués de Bradomín- se embarcó a México con su segunda esposa la poeta Mina Loy. Llegan a Veracruz casi al borde de la miseria. Ella está embarazada. Allí, en el mismo Veracruz, deciden que ella vuelva a Buenos Aires y le espere hasta que él reúna el dinero suficiente para poder viajar hasta allá. El misterio envuelve los últimos días de Arthur Cravan, el boxeador poeta. Dicen los que gustan de alimentar misterios que fue echado por la borda de un pequeño velero en el Golfo de Méjico por unas deudas de juego con la marinería. Otros sin embargo juraron haberlo visto arrastrar su inmeso corpachón de casi dos metros de altura por las cabañas del profundo sur de los Estados Unidos. En 1919 nació su hija Fabianne (Mon nom véritable est Fabian) a la que jamás conoció.
Blaise Cendrars, amigo de mi padre, que se encontraba con él en aquel memorable match en una silla de ring en la 1ª fila que les había costado 36 pesetas cada una, escribió para su diario -tiempo después- el siguiente artículo:
El combate de Barcelona se produjo un domingo por la tarde en una antigua plaza de toros. En el ring, una vez hechas las presentaciones y el anuncio, al "!Go!" del árbitro, el bello Arthur se puso en guardia, poniendo sus dos puños enfundados en los guantes delante de su rostro, bajando la cabeza, metiendo el estómago, doblándose hacia delante para protegerse el corazón con los codos apretados uno contra el otro y esperó el golpe fatal, la nuca entre los hombros, curvando la espalda, sin esbozar un gesto, ni siquiera una finta ficticia para parecer que parezca, limitándose a patear, dando vueltas sobre sí mismo, temblando visiblemente; el negro se movía en torno al valiente muchacho como una gorda rata negra en torno a un queso de Holanda, haciéndose llamar al orden tres veces seguidas porque por tres veces Big Jack dio una patada en el trasero del poeta boxeador para descongelar un poco al sobrino de Oscar Wilde, y el negro le golpeaba las costillas, dándole puñetazos, riéndose, animándole, riñéndole, y, súbitamente encolerizado, Jack Johnson lo tumbó con un formidable bofetón en la oreja izquierda, un golpe digno de un matarife o de un maleante porque estaba más que harto. Cravan no se movió más. El árbitro contó los segundos. El gong anunció el final del combate...
...entonces se montó la marimorena porque aquello no había durado más de un minuto. Las consecuencias de aquella refriega -te diré Pepa esta tarde- las puedes leer si quieres en el artículo al que hago referencia pero sí me gustaría relatarte, pues me lo sé de memoria, el final del mismo:
(Antes -te diré- has de saber que Cravan huyó y se embarcó en el puerto de Barcelona rumbo a América). Y ahora sí el final del artículo:
...encerrado en su camarote [...] se limpiaba la oreja izquierda que tenía roja, no de vergüenza, sino de la violencia del cachete recibido. Y tal como le conozco debió de importarle todo un bledo y seguramente se decía: "¡Salvar el tipo está bien para los chinos! En mi caso, el retrato está intacto y eso es lo que importa, ¡cara guapa!..." Y debía de sonreírse ante el espejo, inclinado sobre el lavabo, colocándose las compresas con cuidado. Pensaría en su mujer, una francesa del Bourguignon que se había quedado en París; posiblemente ya conocía a la mujer con la que se iba a casar en Nueva York, porque Arthur Cravan murió bígamo.
Me preguntarás, estoy seguro, cómo semejante tongo enamoró a mi padre para siempre por el arte del cuadrilátero y yo te repetiré palabra por palabra sus palabras: ¡Ah, Isaac, hijo mío, porque no hay nada más digno de ser amado que lo que es claramente engaño! Arthur Cravan nos dio una lección a todos en aquella Plaza de Toros Monumental de Barcelona de la monumental plaza de toros que es el mundo, en el que todo es burla, engaño, apariencia y donde todos buscamos que nos marquen lo menos posible la geta para poder engañar a nuestra vez sin ofrecer demasiadas señas de identidad.
Tiene el boxeo una retórica que no debería dejarse escapar; cierto que fue el 9º marqués -otro marqués (curioso título que no alcanza la belleza sonora del de duque)- de Queensberry, John Douglas, el que impuso las reglas del boxeo moderno y que este marqués era el padre de Alfred Douglas, el amante de Oscar Wilde, que llevó a las mazmorras al escritor dublinés por mantener lances eróticos con su hijito. Pero si obviamos estas rarezas y nos fijamos en el boxeo en sí veremos que tiene unas sutilezas que cuando menos deberían hacer reflexionar a un esteta como lo fue Bradomín. Y para mí una de las más bellas -que curiosamente se emparenta con otro deporte aparentemente bruto como el rugby- es que el boxeador para atacar ha de dar un paso atrás como el equipo de rugby para alcanzar la línea de ensayo enemiga ha de avanzar enviando la pelota hacia atrás.
Línea descendente. Repliegue. Baile de los pies. Ballesteo. Engaño. Búsqueda del hígado. Flexibilidad de las cuerdas. Oscuridad fuera de los focos deslumbradores que alumbran la lona. Quién domina el centro del ring. Quién lanza el golpe mientras se guarda del contragolpe con una ligera elevación del hombro. El gesto concentrado. La valentía del hombre que sabe que va a recibir y que aún así, ciegamente confiado en su movimiento, se lanza a por su contrincante retrocediendo cuando ataca.
Fue mi padre quien me enseñó el amor al boxeo. Él estuvo en la famosa velada que el 23 de abril de 1916 en la Plaza de Toros Monumental de Barcelona enfrentó, a las tres de la tarde, a los púgiles Jack Johnson versus Arthur Cravan.
Yo quiero hablarte, Pepa, esta tarde, cuando tomemos en el porche de la masía un gin-fizz mientras esperamos que la noche se vuelva turca y avizoramos la aparición de la guineu en lo alto de la cuesta, sobre el boxeador poeta Arthur Cravan. Luego, ya en la madrugada, cuando haya rociado con mi agua bendita tu vergel japonés, me levantaré y en la cocina mientras me tomo un té, escribiré de lo que por la tarde te hablé.
Mon nom véritable est Fabian Lloyd, escribe Arthur Cravan bajo una fotografía que le fue tomada en 1908. Por parte de madre, de su señora madre Clara Hutchinson, Arthur Cravan es sobrino de Oscar Wilde (rizos de la vida; paleta ridícula) y se sabe que viajó a partir de los 16 años por la Inglaterra y por New York y llegó hasta California; se dice que estuvo en Berlín y que alcanzó Australia trabajando como fogonero en un buque de carga y que fue leñador y que vivió München y disfrutó la aparente grandiosidad de Florencia. Es en Paris, en 1909 cuando empieza a tomar clases de boxeo en el gimnasio de Fernand Cuny y se proclama campeón de los pesos medios de Francia en 1910 y quizá por los golpes que le dejaron algo sonado decide en 1912 fundar la revista literaria Maintenant y contrae matrimonio con Mademoiselle Renée llamada La bourguignone. Durante esos años Arthur Cravan se dedica a organizar conferencias en las que él habla, baila y boxea. Al desatarse el gran negocio de la Primera Guerra Mundial, Cravan huye de Francia y se dedica a viajar por Europa Central. En 1915 se le ve boxear en Atenas contra Georges Calafatis y en marzo de 1916 firma el contrato para pelear contra Jack Johnson, negro de 110 kilos, excampeón del mundo de los pesos pesados en la plaza de toros de Barcelona. Aquello, después se supo, fue una estafa monumental (como la plaza) y Cravan fue aplastado por el Gigante de Gavelston.. Larga sería contar la vida de este personaje, envuelta en escándalos y rebeliones -le diré a Pepa y le daré algunas referencias bibliográficas por si quiere saber algo más de él- pero quiero terminar este apunte biográfico con la coincidencia de que -al igual que el Marqués de Bradomín- se embarcó a México con su segunda esposa la poeta Mina Loy. Llegan a Veracruz casi al borde de la miseria. Ella está embarazada. Allí, en el mismo Veracruz, deciden que ella vuelva a Buenos Aires y le espere hasta que él reúna el dinero suficiente para poder viajar hasta allá. El misterio envuelve los últimos días de Arthur Cravan, el boxeador poeta. Dicen los que gustan de alimentar misterios que fue echado por la borda de un pequeño velero en el Golfo de Méjico por unas deudas de juego con la marinería. Otros sin embargo juraron haberlo visto arrastrar su inmeso corpachón de casi dos metros de altura por las cabañas del profundo sur de los Estados Unidos. En 1919 nació su hija Fabianne (Mon nom véritable est Fabian) a la que jamás conoció.
Blaise Cendrars, amigo de mi padre, que se encontraba con él en aquel memorable match en una silla de ring en la 1ª fila que les había costado 36 pesetas cada una, escribió para su diario -tiempo después- el siguiente artículo:
El combate de Barcelona se produjo un domingo por la tarde en una antigua plaza de toros. En el ring, una vez hechas las presentaciones y el anuncio, al "!Go!" del árbitro, el bello Arthur se puso en guardia, poniendo sus dos puños enfundados en los guantes delante de su rostro, bajando la cabeza, metiendo el estómago, doblándose hacia delante para protegerse el corazón con los codos apretados uno contra el otro y esperó el golpe fatal, la nuca entre los hombros, curvando la espalda, sin esbozar un gesto, ni siquiera una finta ficticia para parecer que parezca, limitándose a patear, dando vueltas sobre sí mismo, temblando visiblemente; el negro se movía en torno al valiente muchacho como una gorda rata negra en torno a un queso de Holanda, haciéndose llamar al orden tres veces seguidas porque por tres veces Big Jack dio una patada en el trasero del poeta boxeador para descongelar un poco al sobrino de Oscar Wilde, y el negro le golpeaba las costillas, dándole puñetazos, riéndose, animándole, riñéndole, y, súbitamente encolerizado, Jack Johnson lo tumbó con un formidable bofetón en la oreja izquierda, un golpe digno de un matarife o de un maleante porque estaba más que harto. Cravan no se movió más. El árbitro contó los segundos. El gong anunció el final del combate...
...entonces se montó la marimorena porque aquello no había durado más de un minuto. Las consecuencias de aquella refriega -te diré Pepa esta tarde- las puedes leer si quieres en el artículo al que hago referencia pero sí me gustaría relatarte, pues me lo sé de memoria, el final del mismo:
(Antes -te diré- has de saber que Cravan huyó y se embarcó en el puerto de Barcelona rumbo a América). Y ahora sí el final del artículo:
...encerrado en su camarote [...] se limpiaba la oreja izquierda que tenía roja, no de vergüenza, sino de la violencia del cachete recibido. Y tal como le conozco debió de importarle todo un bledo y seguramente se decía: "¡Salvar el tipo está bien para los chinos! En mi caso, el retrato está intacto y eso es lo que importa, ¡cara guapa!..." Y debía de sonreírse ante el espejo, inclinado sobre el lavabo, colocándose las compresas con cuidado. Pensaría en su mujer, una francesa del Bourguignon que se había quedado en París; posiblemente ya conocía a la mujer con la que se iba a casar en Nueva York, porque Arthur Cravan murió bígamo.
Blaise Cendrars
Me preguntarás, estoy seguro, cómo semejante tongo enamoró a mi padre para siempre por el arte del cuadrilátero y yo te repetiré palabra por palabra sus palabras: ¡Ah, Isaac, hijo mío, porque no hay nada más digno de ser amado que lo que es claramente engaño! Arthur Cravan nos dio una lección a todos en aquella Plaza de Toros Monumental de Barcelona de la monumental plaza de toros que es el mundo, en el que todo es burla, engaño, apariencia y donde todos buscamos que nos marquen lo menos posible la geta para poder engañar a nuestra vez sin ofrecer demasiadas señas de identidad.
Ensayo
Tags : Escritos de Isaac Alexander Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/03/2017 a las 12:53 |
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
Meditación sobre las formas de interpretar
Cuentecillos
¿De Isaac Alexander?
Libro de las soledades
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Reflexiones para antes de morir
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
Listas
El mes de noviembre
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Saturnales
Agosto 2013
Citas del mes de mayo
Marea
Sincerada
Reflexiones
Mosquita muerta
El viaje
Sobre la verdad
Sinonimias
El Brillante
No fabularé
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
Desenlace
El espejo
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Sobre la música
Biopolítica
Asturias
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Las homilías de un orate bancario
Las putas de Storyville
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023, 2024 y 2025 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/05/2017 a las 22:25 |