Los días. Manos heridas. No escucha música. Tan sólo lo inevitable: un coche, un martillo neumático, el llanto de un bebé, voces. Ha acallado su pensamiento. No ha necesitado largas sesiones de meditación. No ha supuesto un gran esfuerzo. Ahora por ejemplo ha sido la puerta de un garaje y justo ahora es un crujido. La espera es silencio también, se dice. Se mira los dedos cubiertos de ampollitas y sabe que el picor le anima a rascarse y sabe que rascarse es el grito del tacto y ese gritar el tacto rompería el silencio. Romper el silencio. Romper el vacío. Silencio ahora. Silencio en la lectura. ¿Cómo -se pregunta- un genio de la literatura como Goethe no valora el silencio en su Fausto? ¿Horror vacui? Discursos. Algarabía. Música. Ruido (por ejemplo el motor de la nevera) o sonido como el agua cuando se vierte en el vaso de vidrio. ¿No valora Goethe el silencio como el músico cuando compone? ¿Por qué hablan tanto? ¿Por qué desarrollan tanto lo que hablan? ¿Tan largo es lo que hay que expresar? Tiene la piel seca entre los dedos y cuando se aplica una pomada -que contiene nitrato de plata- le escuece la piel, enrojece, quema... y no cura y las ampollitas van tomando un color amarillento víctimas del pus (de la pus) y cuando alguna se rompe es como un resquebrajarse el silencio porque cree escuchar el sonido de la piel seca abriéndose y un manantial de pus desbordándose unos milímetros de la esfera que lo contenía. Porque está en el silencio. Porque su imaginación aviva voces. Ahora ha sido los cantos de los pájaros que celebran el descenso de la temperatura. El sol debe sonar en su caída, se dice. La tierra debe sonar en su rotar, se dice. Y piensa en el sonido del Alma del Mundo que permanece callado desde que la ciencia arrasó con todo.
Está el cabrero. Si me asesinan en el camino sabed que ha sido el cabrero. Buscad al cabrero, el de pies de cabrón (pezuñas hendidas. Sin cuernos). Porque ya me estoy ahogando. Porque ya me estoy volviendo orate. Será la sequedad del bosque. Lo amarillento fúnebre de la hierba -la que era verde en primavera. Fuerte contra el viento. Flexible ante la luna-. Será ese polvo que se eleva inclemente y me aprieta las fosas nasales. También los ridículos retorcimientos de las raíces arbóreas. Porque siento miedo cuando camino en la soledad de los campos, yo que tanto amé aquellas soledades y tanto alabé la frescura en las horas últimas de la luz. Ahora presiento mi muerte atravesado mi hígado por la navaja del cabrero. Sé que es el enviado de la Tiniebla y siento el natural reparo en abandonar este mundo, el único que conozco, el único que puedo amar u odiar. Que seguiré andando, lo sé. Que retomaré un día y otro el camino, lo sé. Que hay algo en estos primeros días de septiembre que me está matando, lo sé. Que la ironía consiste en querer saberlo todo y saber al mismo tiempo que es imposible, lo sé. Cuando vuelvo sano y salvo del camino (la luz oscurece pronto. Los olores son este estío asqueroso de la meseta española, en esta España que en verano huele a mierda). Al salir al puente que no es un puente y que por pura pereza intelectual llamo puente, siento el alivio del que ha logrado zafarse de la muerte a manos del navajazo del cabrero. ¿Me dolerá? me pregunto ¿Cuánto duele un navajazo en el hígado? ¿Cuánto dura la agonía? ¿Qué será del perro? ¿Se quedará a mi lado aullando mi muerte o el cabrero, vengativo, le rebañará el cuello para que nuestras sangres se mezclen por fin en el polvo del camino y se ennegrezcan al encontrarse hierro y aire? ¿Servirá nuestro asesinato en la sierra del Guadarrama para que un narrador cante en romance moderno
Romance de
La muerte del cojo y su perro negro
La muerte del cojo y su perro negro
-el título como muy bien pueden contar los puristas es un endecasílabo- y nazca una leyenda en ese camino que en última instancia muere en San Lorenzo del Escorial?
¡Qué funestos pensamientos!
¡Qué retablo bucólico!
¡Qué funestos pensamientos!
¡Qué retablo bucólico!
Hoy no puedo extenderme mucho. No estoy en el sitio. Diría: espera. Calor. Los sonidos. La luz. Como ir despertando a otro sueño. No sé a qué se debe todo esto. He olvidado algo fundamental. Quizá. Ha sido una inquietud constante. Ahora estoy sudando. Me hubiera gustado tener el sentido del humor que permite escribir comedias (lo escribo pero en realidad no lo siento. Ya no me importan esas cuestiones). Sólo que me cuesta mucho hablar. Hoy. Será sólo hoy. Estoy seguro. El mundo a veces... ya sabes. Es tal el silencio... Y el olor del vino cuando no es un buen vino. También la mesa. También un texto que descansa a mi lado. El sabor del chocolate. Hoy sólo es saludar. Intentar. Aunque no sea objetivamente el día 1. Voy a fumar. Voy a dar un trago. Tengo sed. Mañana. Sí. Mañana. Y esa luz. Y esa esperanza loca (como toda esperanza).
Carta que me envía el enfermero del manicomio de Acra.
En el manicomio de Acra estaba internado Olmo Z.
Durante un tiempo soborné a este enfermero para que me enviara los textos que Olmo Z. escribía durante su internamiento.
Estimado señor Loigorri (escribe mal mi apellido o quizás su máquina de escribir no contenga la "y"):
Porque imagino que usted siente cierto amor por el loco Olmo Z. -al que aquí todos llamamos Expósito- me permito escribirle estas líneas para informarle de que el enfermo mental Expósito u Olmo Z. ha escapado del manicomio en la madrugada entre el 1 y el 2 de mayo del año de nuestro Señor de 2016.
También le informo de que el enfermo mental Expósito está herido. Su huída está marcada por un reguero de sangre; esta hemorragia quizá sea debida a los cortes que hubo de producirse al saltar el muro que rodea el edificio y cuya coronación está sembrada de cristales rotos.
Dada la voz de alarma, un grupo de vigilantes y servidor salimos en su persecución al rayar el alba; seguimos el rastro de su sangre hasta que de improviso, y para sorpresa nuestra, el rastro desapareció de golpe, en mitad del desierto, a unos siete kilómetros. Uno de los vigilantes, de la tribu Fula, y gran rastreador se mostró sorprendido por este hecho y lo achacó a dos posibilidades: una que alguien le esperara y lo trasladara en algún tipo de transporte curándole la hemorragia y borrando el rastro o -y por ésta se inclina el vigilante- que el Gran Espíritu del río Gambia, al oler la sangre, lo haya llevado consigo para convertirlo en alimento de su fauna.
Si diéramos con el cadáver de Olmo Z. o lo halláramos vivo me pondré en contacto con usted. También le rogaría que si usted tuviera noticias suyas tuviera a bien comunicármelo. Y por último, la ayuda que me enviaba me permitía dar de comer a los míos todos los días. Ójala pueda usted seguir enviándomela.
Su seguro servidor.
Porque imagino que usted siente cierto amor por el loco Olmo Z. -al que aquí todos llamamos Expósito- me permito escribirle estas líneas para informarle de que el enfermo mental Expósito u Olmo Z. ha escapado del manicomio en la madrugada entre el 1 y el 2 de mayo del año de nuestro Señor de 2016.
También le informo de que el enfermo mental Expósito está herido. Su huída está marcada por un reguero de sangre; esta hemorragia quizá sea debida a los cortes que hubo de producirse al saltar el muro que rodea el edificio y cuya coronación está sembrada de cristales rotos.
Dada la voz de alarma, un grupo de vigilantes y servidor salimos en su persecución al rayar el alba; seguimos el rastro de su sangre hasta que de improviso, y para sorpresa nuestra, el rastro desapareció de golpe, en mitad del desierto, a unos siete kilómetros. Uno de los vigilantes, de la tribu Fula, y gran rastreador se mostró sorprendido por este hecho y lo achacó a dos posibilidades: una que alguien le esperara y lo trasladara en algún tipo de transporte curándole la hemorragia y borrando el rastro o -y por ésta se inclina el vigilante- que el Gran Espíritu del río Gambia, al oler la sangre, lo haya llevado consigo para convertirlo en alimento de su fauna.
Si diéramos con el cadáver de Olmo Z. o lo halláramos vivo me pondré en contacto con usted. También le rogaría que si usted tuviera noticias suyas tuviera a bien comunicármelo. Y por último, la ayuda que me enviaba me permitía dar de comer a los míos todos los días. Ójala pueda usted seguir enviándomela.
Su seguro servidor.
F.A.
Texto de Olmo Z. escrito hace dos días en el manicomio de Acra.
Agradezco al enfermero al que soborno generosamente que me haga llegar estos textos.
El semen sabe a sal
La flor acribilla
Náusea en la estratosfera
Si pudiera volvería mudas las arenas
Mata el amor
Porque es volcán mata
Porque raya en la locura mata
Porque recuerda a la Idea mata
El flujo sabe a ostra
y nadie se ampara en el hueco del bonzo en el árbol
Volverá el alacrán a su danza
Nacerá la huella en su piel
La peste se llenará de lombrices
El amor mata
El amor es un asesino, un vulgar y mediocre asesino de seres libres
No te dejes amar
No te dejes encadenar
Vomito calor por la boca
Me duele la quinta vértebra
Quisiera escalar por una ciudad de Nepalm
o vivir en la ciudad más honda de Siberia
¡Archipiélago Gulag! ¡Archipiélago Gulag!
El amor es un invento de los funcionarios de la Roma Imperial
Las mujeres con sangre latina son putamente dignas de amar
Huyo de las mujeres con sangre latina
Huyo aún más de las mujeres con sangre etrusca
Y me reviento los ojos si sé que desciende de una estirpe de las tierras de Ausonia
El cielo me abrasa
El musgo me escupe gargajos viscosos
La ciénaga se oculta
La noche se ha hecho demasiado larga
Ven, osa
Ven, liebre
Ven, musaraña
Ven, putrílago
Ven, légamo
Neutrino huye
Quark huye
Valencia huye
Protón huye
Bosón de Higgs huye, huye, huye
No hay canción comparable a unas tetas caídas
No hay caricia que soporte unos cojones canosos
La tormenta del desierto anima a la walquiria
y hay un puerto inseguro a punto de acogerte
Reina de las sodomitas
Emperador de los íncubos
Marica de uñas pintadas y rouge rosa pálido
Cardenal ilustrísima de la Puta Mierda
No voy a soñar la tarde
Tendré pesadillas
que amo
que he dejado de ser libre
que me obsesiono con unos ojos
que suspiro por un talle
que elaboro una metáfora
que sugiero un mañana entre sábanas
¿Qué son? ¿Qué son las sábanas?
Amar mata
El amor es el Herodes de los inocentes
El amor es un volcán que abre un cráter en nuestros ombligos
por donde la sangre huye de nosotros
y la debilidad se incrusta en nuestros huesos
hasta quebrarlos, hasta obligarnos a reptar, a reptar
¡Oh, Leteo!
¡Oh, Estigia!
¡Oh, barquero!
La flor acribilla
Náusea en la estratosfera
Si pudiera volvería mudas las arenas
Mata el amor
Porque es volcán mata
Porque raya en la locura mata
Porque recuerda a la Idea mata
El flujo sabe a ostra
y nadie se ampara en el hueco del bonzo en el árbol
Volverá el alacrán a su danza
Nacerá la huella en su piel
La peste se llenará de lombrices
El amor mata
El amor es un asesino, un vulgar y mediocre asesino de seres libres
No te dejes amar
No te dejes encadenar
Vomito calor por la boca
Me duele la quinta vértebra
Quisiera escalar por una ciudad de Nepalm
o vivir en la ciudad más honda de Siberia
¡Archipiélago Gulag! ¡Archipiélago Gulag!
El amor es un invento de los funcionarios de la Roma Imperial
Las mujeres con sangre latina son putamente dignas de amar
Huyo de las mujeres con sangre latina
Huyo aún más de las mujeres con sangre etrusca
Y me reviento los ojos si sé que desciende de una estirpe de las tierras de Ausonia
El cielo me abrasa
El musgo me escupe gargajos viscosos
La ciénaga se oculta
La noche se ha hecho demasiado larga
Ven, osa
Ven, liebre
Ven, musaraña
Ven, putrílago
Ven, légamo
Neutrino huye
Quark huye
Valencia huye
Protón huye
Bosón de Higgs huye, huye, huye
No hay canción comparable a unas tetas caídas
No hay caricia que soporte unos cojones canosos
La tormenta del desierto anima a la walquiria
y hay un puerto inseguro a punto de acogerte
Reina de las sodomitas
Emperador de los íncubos
Marica de uñas pintadas y rouge rosa pálido
Cardenal ilustrísima de la Puta Mierda
No voy a soñar la tarde
Tendré pesadillas
que amo
que he dejado de ser libre
que me obsesiono con unos ojos
que suspiro por un talle
que elaboro una metáfora
que sugiero un mañana entre sábanas
¿Qué son? ¿Qué son las sábanas?
Amar mata
El amor es el Herodes de los inocentes
El amor es un volcán que abre un cráter en nuestros ombligos
por donde la sangre huye de nosotros
y la debilidad se incrusta en nuestros huesos
hasta quebrarlos, hasta obligarnos a reptar, a reptar
¡Oh, Leteo!
¡Oh, Estigia!
¡Oh, barquero!
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/09/2016 a las 18:47 | {0}