Querida Liana: Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar
LECHUZA, 'ave rapaz y nocturna de unos 35 centímetros de longitud, Strix flammea', antiguamente nechuza, es palabra en cuya formación colaboraron el lat. nŏctŭa 'lechuza' (de donde nuétiga en Santander) y el cast. leche, por la superstición antigua de que la lechuza gustaba de echarse sobre los niños de teta como si los amamantara; es dudoso dónde estuvo el punto de partida del vocablo, aunque por razones morfológicas lo más probable es que *nochuza fuese un derivado despectivo de *nochua (˂ noctua), después alterado en nechuza y, finalmente, por influjo de la citada superstición, lechuza. 1.ª doc.: nechuza, S. XIII, en el ms, bíblico escurialense.
Solalinde cita 12 ejs. de lechuza procedentes de La General Estoria, de la Biblia de Arragel (h. 1430), de la de Ferrara (1553) y de otras cuatro biblias conservadas en mss. de los SS. XIV y XV. Además aparece en Juan Manuel, en López de Ayala y más adelante en APal., Nebrija, Fray Juan de Lerma y muchos más, que no hay por qué citar extensamente, a no ser los siguientes, que aluden a características de la lechuza: su nocturnidad, de donde el adjetivo lechuzo 'nocturno', su mal agüero, o la creencia popular de que chupan el aceite de las lámparas.
Claro está que esta no es razón para derivar su nombre del gr. λέχυθος 'alcuza', como hace Covarr., idea imposible por razones fonéticas, y además porque esta palabra griega no existió jamás en romance. Tampoco puede aceptarse que venga sólo de leche a causa de una hipotética superstición que atribuiría a la lechuza la costumbre de mamar o robar leche: la lechuza -mi querido Javier- no es el chotacabras.
Sé que estás cansado -morirse agota una barbaridad- y que te apetecerá echarte una partidita de ajedrez con el diablo pero antes de marchar déjame contarte tres breves que te harán sonreír e incluso te sirvan para componer una cancioncilla ultraterrena. Un antiguo dramático latino Titinio (S. I d.C.) preceptúa proteger con ajos los labios de las criaturas si la strix los oprime tratando de meterles sus tetas entre los labios; Ovidio dice que esta ave busca a los niños desamparados por su nodriza corrompiéndolos en sus cunas y lacerando sus entrañas a picotazos; Plinio, más crítico, después de resumir la superstición relatada por Titinio, comenta: "fabulosum, pues falta saber de qué ave se trata en realidad"; finalmente San Isidoro nos informa de que se le daba normalmente el nombre de amma porque se cuenta que da leche a los recién nacidos. He aquí, pues, por qué se le llama 'ama' o 'nodriza', y el nombre permaneció vivo en España y en Mauritania.
Podría seguir pero no quiero, que debes de andar ya colocando piezas y hablando de la hembra que acabe de pasar. Fue un placer conocerte aunque tan poco (unas cuantas noches en un bar de la calle del Pez donde los lunes nos echábamos las partidas de rigor y cervezas). Ahora te escucho y me dedico tus letras que tanto deben a la cultura francesa y es, desde luego, una hermosa deuda, ¡quién no ha querido ser un Georges Brassens o un Jacques Prévert!
Disfruta del Averno. Seguro que más de uno va a echarse unas risas contigo y más de una refocilgará entre tus brazos hasta más allá de la eternidad.
Claro está que esta no es razón para derivar su nombre del gr. λέχυθος 'alcuza', como hace Covarr., idea imposible por razones fonéticas, y además porque esta palabra griega no existió jamás en romance. Tampoco puede aceptarse que venga sólo de leche a causa de una hipotética superstición que atribuiría a la lechuza la costumbre de mamar o robar leche: la lechuza -mi querido Javier- no es el chotacabras.
Sé que estás cansado -morirse agota una barbaridad- y que te apetecerá echarte una partidita de ajedrez con el diablo pero antes de marchar déjame contarte tres breves que te harán sonreír e incluso te sirvan para componer una cancioncilla ultraterrena. Un antiguo dramático latino Titinio (S. I d.C.) preceptúa proteger con ajos los labios de las criaturas si la strix los oprime tratando de meterles sus tetas entre los labios; Ovidio dice que esta ave busca a los niños desamparados por su nodriza corrompiéndolos en sus cunas y lacerando sus entrañas a picotazos; Plinio, más crítico, después de resumir la superstición relatada por Titinio, comenta: "fabulosum, pues falta saber de qué ave se trata en realidad"; finalmente San Isidoro nos informa de que se le daba normalmente el nombre de amma porque se cuenta que da leche a los recién nacidos. He aquí, pues, por qué se le llama 'ama' o 'nodriza', y el nombre permaneció vivo en España y en Mauritania.
Podría seguir pero no quiero, que debes de andar ya colocando piezas y hablando de la hembra que acabe de pasar. Fue un placer conocerte aunque tan poco (unas cuantas noches en un bar de la calle del Pez donde los lunes nos echábamos las partidas de rigor y cervezas). Ahora te escucho y me dedico tus letras que tanto deben a la cultura francesa y es, desde luego, una hermosa deuda, ¡quién no ha querido ser un Georges Brassens o un Jacques Prévert!
Disfruta del Averno. Seguro que más de uno va a echarse unas risas contigo y más de una refocilgará entre tus brazos hasta más allá de la eternidad.
[...]
fue la última silva que empezaba Ella bordará un mapa en tu piel
[...]
también un verso suelto brotarán en tus oídos
[...]
luego fue el silencio
y ella se aparecía
[...]
sin resistencia acudió
a la imagen y dócilmente se impuso en él
(como la llaga se extiende por el mundo desde hace miles de años)
[...]
muerde el polvo
ensueña la yegua
sabe que nunca más
[...]
Se dice yo estaré dormido
y alguien le susurra
(quizás en otro espacio o en un símbolo o en una derrota) Fuiste. No vuelvas.
[...]
Sabe que ése sería su epitafio.
La nube era hermosa.
[...]
Napoleon es un estúpido
Estúpido, estúpido, estúpido
El calor hace incómodos los movimientos
Los ladrillos. Los coches. Las calles. Los talleres. La suciedad. Las terrazas. El asfalto
No encontrar un espacio de seis metros
No ver un sendero de tierra
No aspirar el aroma de la jara
No ver las aguas azules del lago Hoo-Shon
No tropezar con una roca
No aspirar profundamente
No participar de esa fiesta
No sentir cercanía
No ver en toda su... la avenida
Tener sed
Deslumbra ese sol sucio que cae a plomo sobre las vías y los semáforos
Los semáforos
Los autobuses
Los anuncios
Las líneas
Los escaparates
Las minifaldas
Las gafas
Las vías de circunvalación y sus desvíos y los nombres de las carreteras y los coches que van pasando a tu derecha y a tu izquierda
La ansiedad de junio
Huele podre
¿Qué ocurre?
¿Cuándo empezó todo esto?
Un despacho
Una señora en pantalones
Una fotocopiadora
Un aparcamiento al sol
Una vieja calle. Un viejo portal. Allí en la casa extraña
El giro a la derecha. El giro a la izquierda
Más calles
Más calles
Y de repente: el aire, las montañas, la verdura, la temperatura que baja, el perro, el azul del cielo, la cercanía del agua, el hogar, el hábito, las teclas, la mesa, el vino, la lámpara, las manos, la planta, enfrente, la antena, la noche, la calma, es esto, esto, esto
Estúpido, estúpido, estúpido
El calor hace incómodos los movimientos
Los ladrillos. Los coches. Las calles. Los talleres. La suciedad. Las terrazas. El asfalto
No encontrar un espacio de seis metros
No ver un sendero de tierra
No aspirar el aroma de la jara
No ver las aguas azules del lago Hoo-Shon
No tropezar con una roca
No aspirar profundamente
No participar de esa fiesta
No sentir cercanía
No ver en toda su... la avenida
Tener sed
Deslumbra ese sol sucio que cae a plomo sobre las vías y los semáforos
Los semáforos
Los autobuses
Los anuncios
Las líneas
Los escaparates
Las minifaldas
Las gafas
Las vías de circunvalación y sus desvíos y los nombres de las carreteras y los coches que van pasando a tu derecha y a tu izquierda
La ansiedad de junio
Huele podre
¿Qué ocurre?
¿Cuándo empezó todo esto?
Un despacho
Una señora en pantalones
Una fotocopiadora
Un aparcamiento al sol
Una vieja calle. Un viejo portal. Allí en la casa extraña
El giro a la derecha. El giro a la izquierda
Más calles
Más calles
Y de repente: el aire, las montañas, la verdura, la temperatura que baja, el perro, el azul del cielo, la cercanía del agua, el hogar, el hábito, las teclas, la mesa, el vino, la lámpara, las manos, la planta, enfrente, la antena, la noche, la calma, es esto, esto, esto
Con los brazos extendidos y vestidos como ritos
Fluía la gracia de la historias
Dijeron con las voces muy altas
(eran coros en el fondo del mar, fogosas raíces de enebro prestas a abrazar al joven)
el milagro de la creación
la generación de lluvia, el sueño del gran dios cuyo nombre nadie debía osar nombrar
jamás
Enrojecieron los cuellos
Subieron por la escalinata pedacitos de riñón (muy troceados; trabajo puntilloso de sacerdote-carnicero)
Abajo miles, millones -una barbaridad de número en todo caso- de dedos
ejercían su presión sobre la atmósfera sagrada
Ellos arriba (tanto que nadie los veía, cubiertos como estaban por las primeras nubes) rugían aquellas palabras
Sarmiento
Teofanía
Demonio
Hic
que eran diestras brujas de almas calladas
que eran como tegumentos o irisaciones o también maceración de una duda que se iba convirtiendo en sólido
que eran la visión de un hombro (el desliz de una tela; el sonido purísimo de una tecla en un piano afinado por el Mismísimo)
que eran los truenos que nunca llegarían, los alimentos que jamás probarían los de abajo, la ausencia de ese temor de viernes, el recogimiento del bebé saciado
que eran los nuevos cementerios humanos
que eran las cadencias
Sarmiento
Teofanía
Demonio
Hic
Sabían (aunque no los vieran claramente ellos tampoco desde tal altura, a merced de las brumas de las nubes, fríos como la luna, atentos como la espada, frívolos como sus ropajes rituales, añejos en su condición, ausentes en su maldición, serenos por el alcohol, abstraídos en su dejarse mecer) la marea de dedos allá abajo, en el valle; conocían a la perfección la fragilidad de las falanges y habían dispuesto en leyes inflexibles las matanzas y la siega; la cosecha y el albur; la recogida y el tiempo de salazón; la menstruación y el esperma; las esporas y la partenogénesis; la fecundidad y la vida; la oscuridad y el diluvio.
Trocitos de riñón
Palabrita de hígado
Conjuro de circunvolución
Reclamo de rodilla
Crac de labio inferior
Cien gramos de costilla
Un kilo de tensión
Abiertos, abiertos los brazos
Elevados los cuellos
La mirada perdida en una cosmovisión
Y los pechos desnudos airándose
Ya llega la carne
Ya llega el olor
Ya llega la muerte en camisón
Fluía la gracia de la historias
Dijeron con las voces muy altas
(eran coros en el fondo del mar, fogosas raíces de enebro prestas a abrazar al joven)
el milagro de la creación
la generación de lluvia, el sueño del gran dios cuyo nombre nadie debía osar nombrar
jamás
Enrojecieron los cuellos
Subieron por la escalinata pedacitos de riñón (muy troceados; trabajo puntilloso de sacerdote-carnicero)
Abajo miles, millones -una barbaridad de número en todo caso- de dedos
ejercían su presión sobre la atmósfera sagrada
Ellos arriba (tanto que nadie los veía, cubiertos como estaban por las primeras nubes) rugían aquellas palabras
Sarmiento
Teofanía
Demonio
Hic
que eran diestras brujas de almas calladas
que eran como tegumentos o irisaciones o también maceración de una duda que se iba convirtiendo en sólido
que eran la visión de un hombro (el desliz de una tela; el sonido purísimo de una tecla en un piano afinado por el Mismísimo)
que eran los truenos que nunca llegarían, los alimentos que jamás probarían los de abajo, la ausencia de ese temor de viernes, el recogimiento del bebé saciado
que eran los nuevos cementerios humanos
que eran las cadencias
Sarmiento
Teofanía
Demonio
Hic
Sabían (aunque no los vieran claramente ellos tampoco desde tal altura, a merced de las brumas de las nubes, fríos como la luna, atentos como la espada, frívolos como sus ropajes rituales, añejos en su condición, ausentes en su maldición, serenos por el alcohol, abstraídos en su dejarse mecer) la marea de dedos allá abajo, en el valle; conocían a la perfección la fragilidad de las falanges y habían dispuesto en leyes inflexibles las matanzas y la siega; la cosecha y el albur; la recogida y el tiempo de salazón; la menstruación y el esperma; las esporas y la partenogénesis; la fecundidad y la vida; la oscuridad y el diluvio.
Trocitos de riñón
Palabrita de hígado
Conjuro de circunvolución
Reclamo de rodilla
Crac de labio inferior
Cien gramos de costilla
Un kilo de tensión
Abiertos, abiertos los brazos
Elevados los cuellos
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Y los pechos desnudos airándose
Ya llega la carne
Ya llega el olor
Ya llega la muerte en camisón
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/07/2015 a las 17:35 | {2}