En el día de tu centésimo primer cumpleaños has de saber que el sol te acompaña como si el veranillo de San Martín se hubiera adelantado para señorear de luz la luz que tú fuiste y la que sigues siendo por más que, lentamente, te vayas diluyendo en las aguas del tiempo y al final seas Flor de Bach, esencia pura -diluida en millones de segundos- de la bondad.
Has de saber que las cuitas de los humanos siguen pasando y que incluso alguien de cuyo nombre no quiero acordarme -por respeto a ti y a ella- quiso encizañar mi recuerdo de ti hace poco más de dos meses. Fíjate, querida Julia, han pasado ya ocho años de tu muerte -si no me equivoco pues ya no llevo la cuenta de los años sin ti y siempre cuento cuando estabas- y aún colea en mentes vivas tus filias y tus fobias y alguien quiere hacerme ver, en este año, que tú no eras perfecta. ¡Ay, vieja mía, uñas rojas, olor a limpia! ¡Qué cojones me importa lo que fueras! ¡Qué me importa si quisiste más a Fulanito o a Menganita si yo -poniendo por caso que me llamara Zutanito- aprendí lo poco que haya aprendido del amor en tus manos! Así es que hoy es día de gozo y recuerdo: tu nacimiento en Argamasilla de Calatrava, provincia de Ciudad Real, este día de noviembre de 1914 y honro a tu madre Felisa y a tu padre Ginés y te veo en la furgoneta de prensa cuando entraste en Madrid, ciudad sitiada, escondida entre periódicos y río de nuevo si te veo vendiendo pajaritos fritos en la España mísera de la posguerra con los fascistas mandando y los curas manoseándose los huevos y ensoñando pecados bajo la bota militar de Francisco Criminal Franco. Y tu llegada a mi casa. Y tu estar siempre al frente de nuestro dolor. Firme y sensible. Y tu primera vejez, tan delicada. Tampoco olvido tus últimos meses y lo bien que hiciste muriendo. Lo a gustito que debiste quedarte.
Ya sabes que no iré a visitarte al nicho y más sabiendo que en veinticinco años sacarán tus huesos y meterán los de otro al haber alquilado por ese tiempo el tiempo de tu reposo. Sabes que yo te visito en el quejigo o en el olor de Madrid o cuando veo alguna vez el corto que rodé en tu casa y yo sé que tú me visitas a mí, mi florecita de Bach, mi recuerdo siempre; tus ojillos enfermos; tu risa franca; el olor de tus guisos y el último a dormir.
Has de saber que las cuitas de los humanos siguen pasando y que incluso alguien de cuyo nombre no quiero acordarme -por respeto a ti y a ella- quiso encizañar mi recuerdo de ti hace poco más de dos meses. Fíjate, querida Julia, han pasado ya ocho años de tu muerte -si no me equivoco pues ya no llevo la cuenta de los años sin ti y siempre cuento cuando estabas- y aún colea en mentes vivas tus filias y tus fobias y alguien quiere hacerme ver, en este año, que tú no eras perfecta. ¡Ay, vieja mía, uñas rojas, olor a limpia! ¡Qué cojones me importa lo que fueras! ¡Qué me importa si quisiste más a Fulanito o a Menganita si yo -poniendo por caso que me llamara Zutanito- aprendí lo poco que haya aprendido del amor en tus manos! Así es que hoy es día de gozo y recuerdo: tu nacimiento en Argamasilla de Calatrava, provincia de Ciudad Real, este día de noviembre de 1914 y honro a tu madre Felisa y a tu padre Ginés y te veo en la furgoneta de prensa cuando entraste en Madrid, ciudad sitiada, escondida entre periódicos y río de nuevo si te veo vendiendo pajaritos fritos en la España mísera de la posguerra con los fascistas mandando y los curas manoseándose los huevos y ensoñando pecados bajo la bota militar de Francisco Criminal Franco. Y tu llegada a mi casa. Y tu estar siempre al frente de nuestro dolor. Firme y sensible. Y tu primera vejez, tan delicada. Tampoco olvido tus últimos meses y lo bien que hiciste muriendo. Lo a gustito que debiste quedarte.
Ya sabes que no iré a visitarte al nicho y más sabiendo que en veinticinco años sacarán tus huesos y meterán los de otro al haber alquilado por ese tiempo el tiempo de tu reposo. Sabes que yo te visito en el quejigo o en el olor de Madrid o cuando veo alguna vez el corto que rodé en tu casa y yo sé que tú me visitas a mí, mi florecita de Bach, mi recuerdo siempre; tus ojillos enfermos; tu risa franca; el olor de tus guisos y el último a dormir.
"Es un acto de amor" , dice Estela Ordóñez cuando explica el deseo de que su hija Andrea tenga una muerte sin dolor. Habla más Estela, la madre, que Antonio, el padre; en este caso se muestra la fortaleza de la mujer, su capacidad de tierra.
Es imposible saber -si no se siente- el sentimiento de estas dos personas ante una decisión tan grave. Y si no se han vivido doce años luchando a brazo partido contra un enemigo que sabes que es más fuerte, no se puede entender la valentía, el sentido común y el amor que se ha de sentir para lanzarse a los medios de comunicación y arriesgarse a todas las maledicencias, críticas, oprobios y sandeces que les pueden caer encima y todo porque el sempiterno poder había decidido que Andrea tenía que sufrir lo que fuera antes que aliviarle su dolor en base a no se sabe qué principios éticos -cuando la ética, como dice Javier Sádaba, tiene como base el no causar sufrimiento-.
En España cualquiera quiere ejercer su cuota de poder. España fue y sigue siendo un país castizo, es decir, un país de castas (ya antes que los de Podemos, lo explicó magistralmente Américo Castro en uno de sus ensayos) y en este caso se han juntado dos de las más poderosas: la casta médica y la casta jurídico-moral para obligar a que la intimidad dolorosísima de una familia con una hija gravemente enferma y desahuciada, haya de salir a la luz para reinvindicar algo que recoge la ley desde 2002 pero no aplica esos poderes siempre retrógrados y con el espada de Damocles de la moral católica a la sombra. Es necesario que otra casta, la del cuarto poder, vea la noticia y decida airearla para que el derecho -EL DERECHO- de unos ciudadanos a que cese la agonía de su hija se vea reconocido.
Estela Ordóñez, Antonio Lago y Andrea Lago Ordóñez, desde este página, siento muchísimo que hayáis tenido que exponeros a la opinión pública para poder ejercer el derecho de Andrea a morir con dignidad y aunque sólo sea de refilón, imagino el amor que a lo largo de doce años habéis sembrado para poder llegar con la cara bien alta, el gesto sereno y la voz firme a exigir ante todos la dignidad para una sola persona: vuestra hija.
Es imposible saber -si no se siente- el sentimiento de estas dos personas ante una decisión tan grave. Y si no se han vivido doce años luchando a brazo partido contra un enemigo que sabes que es más fuerte, no se puede entender la valentía, el sentido común y el amor que se ha de sentir para lanzarse a los medios de comunicación y arriesgarse a todas las maledicencias, críticas, oprobios y sandeces que les pueden caer encima y todo porque el sempiterno poder había decidido que Andrea tenía que sufrir lo que fuera antes que aliviarle su dolor en base a no se sabe qué principios éticos -cuando la ética, como dice Javier Sádaba, tiene como base el no causar sufrimiento-.
En España cualquiera quiere ejercer su cuota de poder. España fue y sigue siendo un país castizo, es decir, un país de castas (ya antes que los de Podemos, lo explicó magistralmente Américo Castro en uno de sus ensayos) y en este caso se han juntado dos de las más poderosas: la casta médica y la casta jurídico-moral para obligar a que la intimidad dolorosísima de una familia con una hija gravemente enferma y desahuciada, haya de salir a la luz para reinvindicar algo que recoge la ley desde 2002 pero no aplica esos poderes siempre retrógrados y con el espada de Damocles de la moral católica a la sombra. Es necesario que otra casta, la del cuarto poder, vea la noticia y decida airearla para que el derecho -EL DERECHO- de unos ciudadanos a que cese la agonía de su hija se vea reconocido.
Estela Ordóñez, Antonio Lago y Andrea Lago Ordóñez, desde este página, siento muchísimo que hayáis tenido que exponeros a la opinión pública para poder ejercer el derecho de Andrea a morir con dignidad y aunque sólo sea de refilón, imagino el amor que a lo largo de doce años habéis sembrado para poder llegar con la cara bien alta, el gesto sereno y la voz firme a exigir ante todos la dignidad para una sola persona: vuestra hija.
Es una mujer tendiendo la ropa
El arcoiris fue ayer mismo
Hoy ha sido ver desde la lejanía el pantano esquilmado de agua
A veces es un instante
También ese día en que sientes que tu ilusión se va a cumplir
Esta tarde ha sido una conversación desnuda
Esta mañana ha sido la amabilidad de un mecánico
A veces es la rabia (por qué no decirlo)
colocar con enfado una correa
tropezar en el escalón donde nunca tropezaste
o el velo de la mora al final de la calle
A veces es una frase feliz
mirar al perro tumbado en la silla la que está en la terraza justo al lado del arce
atentamente tocar la pluma con la que escribiste una novela
o sentir en el cuello que el otoño se acerca
...y la luz se irá marchitando
... adiós, adiós, fue -como siempre es- una consagración más de la primavera
... sin abrir quedará un vino ahora que es el tiempo de la vendimia
... uvas, racimo, jugo, fermento, río Duero, barrica, bodega, sarmiento
... poquito a poco corazón, poquito a poco
... ¿has soñado ya octubre?
... y en el recuerdo la rueda de la fortuna y el infortunio, el sendero entre viejos robles y el ave rapaz capaz de planear entre dos aguas mientras concentrado en las piedras y la arena desgrana un rayo de luna, un brillo en el filo, una mano que se acerca
... ¡qué hermoso es el mundo!
... ¡qué hermoso estar vivo!
... ¡qué lento el pálpito de los sentidos!
... ¡cómo huele a lluvia!
... ¡cómo suena el trueno!
... reza al olvido para que llegue
... reza sin pausa a ningún dios porque no existen
... ya llega la curva
... la liebre atraviesa el camino
... ahora vuelve a ti
... ¿no lo ves? ¿no lo escuchas ya? ¿no estás a punto de rozarlo?
... adiós, adiós, fue -como siempre es- una consagración más de la primavera
... sin abrir quedará un vino ahora que es el tiempo de la vendimia
... uvas, racimo, jugo, fermento, río Duero, barrica, bodega, sarmiento
... poquito a poco corazón, poquito a poco
... ¿has soñado ya octubre?
... y en el recuerdo la rueda de la fortuna y el infortunio, el sendero entre viejos robles y el ave rapaz capaz de planear entre dos aguas mientras concentrado en las piedras y la arena desgrana un rayo de luna, un brillo en el filo, una mano que se acerca
... ¡qué hermoso es el mundo!
... ¡qué hermoso estar vivo!
... ¡qué lento el pálpito de los sentidos!
... ¡cómo huele a lluvia!
... ¡cómo suena el trueno!
... reza al olvido para que llegue
... reza sin pausa a ningún dios porque no existen
... ya llega la curva
... la liebre atraviesa el camino
... ahora vuelve a ti
... ¿no lo ves? ¿no lo escuchas ya? ¿no estás a punto de rozarlo?
Si persigue no alcanza
lo bello quizá
o el camino y la sequedad
Si espera
(por ejemplo: llega y está y hay una sonrisa o el abrazo porque la serpiente huye y la sombra calma algo; entonces se van camino adentro y aunque seco es bosque y se toman de la mano y el sol declina suavemente su fuerza y el agua deja su aliento en la humedad del ambiente y los pájaros emprenden el vuelo para hacerse con los insectos; luego es el vino rojo y la cama cerca: lo humano, el gemido, la carne, el hueso)
no alcanza
Déjate ir, muchacho; vete camino arriba hasta la cumbre donde el sol descansa y la luna arranca
No verá la hoguera
No verá la falda
No encontrará la huella de su sandalia
Cierra los ojos
Suda lo suyo
La oscuridad lo es todo
Sueña sus uñas, su boca, sus ojos, sus piernas y su voz
Sobre todo su voz, muchacho que camina en el silencio de un campo demasiado seco
Y así entre jaras y robles
entre romero y tomillo
entre tierra y musgo muerto
entre hileras de hormigas y arañas
entre llanura y montaña
Y también agua embalsada
Y muros de piedra vieja
Y fincas con servidumbre de paso
Y ganado
Y perdido
Muchacho con tu cayado
sin silbar nada
escucha su voz que no ha venido
atiende sus pasos tan lejos
no te inquietes por su desprecio de ti
no te altere en nada su ausencia
porque también es ausencia de color el blanco
y la noche de luna nueva
y el ovillo sin madeja
y la rueca sin hilo
y el espasmo
y la cadera desnuda
¡Ay de ti si no guardas las formas!
¡Ay cabeza loca!
¡Corazoncito repleto de entusiasmo!
¡Ay tu fe!
¡Ay tu escarnio!
Deja que muera
como lo harías si vieras la fiera con la pata herida
como quisieras para ti
que te dejaran morir
en la ensenada
la última tarde
cuando el sol desmayaba
Deja, deja que muera
corazón repleto de entusiasmo
juvenil en la vejez
alegre en el planto
saltarín y cojo
tonto y sabio
La tarde, muchacho, borró su pecho
Lejos aulló el lobo
Más lejos aún, apenas perceptible, boqueó el salmón
El mundo tiene su orden
No quieras conocerlo
Te mataría
lo bello quizá
o el camino y la sequedad
Si espera
(por ejemplo: llega y está y hay una sonrisa o el abrazo porque la serpiente huye y la sombra calma algo; entonces se van camino adentro y aunque seco es bosque y se toman de la mano y el sol declina suavemente su fuerza y el agua deja su aliento en la humedad del ambiente y los pájaros emprenden el vuelo para hacerse con los insectos; luego es el vino rojo y la cama cerca: lo humano, el gemido, la carne, el hueso)
no alcanza
Déjate ir, muchacho; vete camino arriba hasta la cumbre donde el sol descansa y la luna arranca
No verá la hoguera
No verá la falda
No encontrará la huella de su sandalia
Cierra los ojos
Suda lo suyo
La oscuridad lo es todo
Sueña sus uñas, su boca, sus ojos, sus piernas y su voz
Sobre todo su voz, muchacho que camina en el silencio de un campo demasiado seco
Y así entre jaras y robles
entre romero y tomillo
entre tierra y musgo muerto
entre hileras de hormigas y arañas
entre llanura y montaña
Y también agua embalsada
Y muros de piedra vieja
Y fincas con servidumbre de paso
Y ganado
Y perdido
Muchacho con tu cayado
sin silbar nada
escucha su voz que no ha venido
atiende sus pasos tan lejos
no te inquietes por su desprecio de ti
no te altere en nada su ausencia
porque también es ausencia de color el blanco
y la noche de luna nueva
y el ovillo sin madeja
y la rueca sin hilo
y el espasmo
y la cadera desnuda
¡Ay de ti si no guardas las formas!
¡Ay cabeza loca!
¡Corazoncito repleto de entusiasmo!
¡Ay tu fe!
¡Ay tu escarnio!
Deja que muera
como lo harías si vieras la fiera con la pata herida
como quisieras para ti
que te dejaran morir
en la ensenada
la última tarde
cuando el sol desmayaba
Deja, deja que muera
corazón repleto de entusiasmo
juvenil en la vejez
alegre en el planto
saltarín y cojo
tonto y sabio
La tarde, muchacho, borró su pecho
Lejos aulló el lobo
Más lejos aún, apenas perceptible, boqueó el salmón
El mundo tiene su orden
No quieras conocerlo
Te mataría
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/11/2015 a las 13:32 | {0}