1.- Cuando Poncio Pilatos recibió -para confirmar su sentencia de muerte- a Joshuá apodado Ga-Nozri tenía un ataque de hemicránea. El centurión Marco apodado Matarratas hubo de golpear a Joshuá para que no llamara a Pilatos Buen hombre sino Hegémono.
2.- Larga cita de Las uvas de la ira, novela escrita por John Steinbeck: Y por fin los enviados llegaban al fondo de la cuestión. El sistema de arrendamiento ya no funciona. Un hombre con un tractor puede sustituir a doce o catorce familias. Se le paga un sueldo y se queda uno con toda la cosecha. Lo tenemos que hacer. No nos gusta pero el monstruo está enfermo. Algo le ha sucedido al monstruo.
Pero van a matar la tierra con el algodón.
Lo sabemos. Tenemos que obtener el algodón rápidamente antes de que la tierra muera. Entonces la venderemos. A montones de familias del este les gustará poseer un pedazo de tierra.
Los arrendatarios levantaban la vista alarmados. Pero ¿qué pasa con nosotros? ¿Cómo vamos a comer?
Os tendréis que ir de las tierras. Los arados saldrán por los portones.
Entonces los hombres acuclillados se erguían airados. El abuelo se cogió la tierra y tuvo que matar indios para que se fueran. Y Padre nació aquí y arrancó las malas hierbas y mató serpientes. Luego vino un mal año y tuvo que pedir prestado algo de dinero. Y nosotros nacimos aquí. Los que están en la puerta, nuestros hijos, nacieron aquí. Y Padre tuvo que pedir dinero prestado. Entonces el banco se apropió de la tierra, pero nos quedamos y conservamos una pequeña parte de la cosecha.
Ya lo sabemos, todo eso lo sabemos. No somos nosotros, es el banco. Un banco no es como un hombre, el propietario de cincuenta mil acres tampoco es como un hombre: es el monstruo.
Sí, claro, gritaban los arrendatarios, pero es nuestra tierra. Nosotros la medimos y la dividimos. Nacimos en ella, nos mataron aquí, morimos aquí. Aunque no sea buena sigue siendo nuestra. Esto es lo que la hace nuestra: nacer, trabajar, morir en ella. Esto es lo que da la propiedad, no un papel con números.
Lo sentimos. No somos nosotros, es el monstruo. El banco no es como un hombre.
Sí, pero el banco no está hecho más que de hombres.
No, estás equivocado, estás muy equivocado. El banco es algo más que hombres. Fíjate que todos los hombres del banco detestan lo que el banco hace, pero aún así el banco lo hace. El banco es algo más que hombres, créeme. Es el monstruo. Los hombres lo crearon, pero no lo pueden controlar.
Los arrendatarios gritaron:
- El abuelo mató indios. Padre mató serpientes, por la tierra. Quizá nosotros podamos matar blancos que son peores que los indios y las serpientes. Quizá tengamos que matar para conservar la tierra, igual que hicieron Padre y el abuelo.
Y ahora los hombres de los propietarios se encolerizaron.
Os tendréis que ir.
Pero es nuestra, gritaron los arrendatarios. Nosotros...
No. El banco, el monstruo es el propietario. Os tenéis que ir.
Sacaremos nuestras armas, como hizo el abuelo cuando vinieron los indios ¿Y entonces qué?
Bueno, primero el sheriff, después las tropas. Si intentáis quedaros estaréis robando, seréis asesinos si matáis para quedaros. El monstruo no está hecho de hombres, pero puede hacer que los hombres hagan lo que él desea.
Pero si nos vamos, ¿dónde vamos a ir? ¿Cómo nos vamos a ir? No tenemos dinero.
Lo sentimos -dijeron los enviados-. El banco, el propietario de cincuenta mil acres no se hace responsable. Estáis en una tierra que no os pertenece. Una vez que la dejéis, a lo mejor podréis recoger algodón en el otoño. Quizá podáis vivir del auxilio social. ¿Por qué no vais hacia el Oeste, a California? Allí hay trabajo y nunca hace frío. Allí te basta con alargar la mano y ya tienes una naranja, siempre hay alguna cosecha que recoger. ¿Por qué no vais allí?
Y los representantes de los propietarios arrancaron los coches y se alejaron.
3.- A jirones a veces la niebla se desvela. No hay por qué ir más allá. Fue y siempre es savia. Es luz que llega y hace crecer la estepa, el monte. A lo lejos un gemido se anuda en la garganta.
4.- Llegará el otoño. El fresco de la tarde se irá convirtiendo en frío. Y la luz. La luz.
5.- En una larga conversación los dos hombres -que recorrieron juntos una parte considerable de sus vidas- acabarán sonriendo y se quedarán callados. También entonces un gemido se anudará, a lo lejos, en la garganta.
6.- Hay muchas muertes, dijo Satanás y se murió una vez más.
7.- A jirones se desmembra. La herida -producida por la tierra seca, áspera- en la rodilla protesta. Pide agua fresca y una pomada. El hombre se ha levantado y ha visto la sangre. Sabe que aún está lejos la cura y que debe llegar. Hasta entonces se aplica, como los perros, saliva.
8.- Los sentimientos serán reducibles a cinco, ¿por qué no? Luego está el paso, la respiración, la vista, alimentarse, no doblegarse bajo el peso de la experiencia, recurrir si fuera necesario a la infancia, a aquel recuerdo que tiene algo de magia.
9.- ¿Es de valientes decir adiós?
10.- El estanque Ho-Shoon ardía; era tan profundo que los peces abisales jamás se aventuraron a su fondo; en la superficie los patos navegaban y los vencejos raseaban. Una golondrina -como ocurrió en la gran sala del palacio de Herodes el Grande durante el encuentro entre Poncio Pilatos y Joshuá Ga-Nozri- se lanzó sobre la pulida superficie del lago y dejó en ella una estría y un resto de pluma.
11.- La última caricia suele ser triste.
12.- Aquella mujer supo -descubrió- su vista cansada. Cerró el libro y no volvió a leer jamás.
13.- Mira -le dijo- nuestros cuerpos. Un día, hace mucho, se reunieron en el único acto que trasciende la eternidad.
2.- Larga cita de Las uvas de la ira, novela escrita por John Steinbeck: Y por fin los enviados llegaban al fondo de la cuestión. El sistema de arrendamiento ya no funciona. Un hombre con un tractor puede sustituir a doce o catorce familias. Se le paga un sueldo y se queda uno con toda la cosecha. Lo tenemos que hacer. No nos gusta pero el monstruo está enfermo. Algo le ha sucedido al monstruo.
Pero van a matar la tierra con el algodón.
Lo sabemos. Tenemos que obtener el algodón rápidamente antes de que la tierra muera. Entonces la venderemos. A montones de familias del este les gustará poseer un pedazo de tierra.
Los arrendatarios levantaban la vista alarmados. Pero ¿qué pasa con nosotros? ¿Cómo vamos a comer?
Os tendréis que ir de las tierras. Los arados saldrán por los portones.
Entonces los hombres acuclillados se erguían airados. El abuelo se cogió la tierra y tuvo que matar indios para que se fueran. Y Padre nació aquí y arrancó las malas hierbas y mató serpientes. Luego vino un mal año y tuvo que pedir prestado algo de dinero. Y nosotros nacimos aquí. Los que están en la puerta, nuestros hijos, nacieron aquí. Y Padre tuvo que pedir dinero prestado. Entonces el banco se apropió de la tierra, pero nos quedamos y conservamos una pequeña parte de la cosecha.
Ya lo sabemos, todo eso lo sabemos. No somos nosotros, es el banco. Un banco no es como un hombre, el propietario de cincuenta mil acres tampoco es como un hombre: es el monstruo.
Sí, claro, gritaban los arrendatarios, pero es nuestra tierra. Nosotros la medimos y la dividimos. Nacimos en ella, nos mataron aquí, morimos aquí. Aunque no sea buena sigue siendo nuestra. Esto es lo que la hace nuestra: nacer, trabajar, morir en ella. Esto es lo que da la propiedad, no un papel con números.
Lo sentimos. No somos nosotros, es el monstruo. El banco no es como un hombre.
Sí, pero el banco no está hecho más que de hombres.
No, estás equivocado, estás muy equivocado. El banco es algo más que hombres. Fíjate que todos los hombres del banco detestan lo que el banco hace, pero aún así el banco lo hace. El banco es algo más que hombres, créeme. Es el monstruo. Los hombres lo crearon, pero no lo pueden controlar.
Los arrendatarios gritaron:
- El abuelo mató indios. Padre mató serpientes, por la tierra. Quizá nosotros podamos matar blancos que son peores que los indios y las serpientes. Quizá tengamos que matar para conservar la tierra, igual que hicieron Padre y el abuelo.
Y ahora los hombres de los propietarios se encolerizaron.
Os tendréis que ir.
Pero es nuestra, gritaron los arrendatarios. Nosotros...
No. El banco, el monstruo es el propietario. Os tenéis que ir.
Sacaremos nuestras armas, como hizo el abuelo cuando vinieron los indios ¿Y entonces qué?
Bueno, primero el sheriff, después las tropas. Si intentáis quedaros estaréis robando, seréis asesinos si matáis para quedaros. El monstruo no está hecho de hombres, pero puede hacer que los hombres hagan lo que él desea.
Pero si nos vamos, ¿dónde vamos a ir? ¿Cómo nos vamos a ir? No tenemos dinero.
Lo sentimos -dijeron los enviados-. El banco, el propietario de cincuenta mil acres no se hace responsable. Estáis en una tierra que no os pertenece. Una vez que la dejéis, a lo mejor podréis recoger algodón en el otoño. Quizá podáis vivir del auxilio social. ¿Por qué no vais hacia el Oeste, a California? Allí hay trabajo y nunca hace frío. Allí te basta con alargar la mano y ya tienes una naranja, siempre hay alguna cosecha que recoger. ¿Por qué no vais allí?
Y los representantes de los propietarios arrancaron los coches y se alejaron.
3.- A jirones a veces la niebla se desvela. No hay por qué ir más allá. Fue y siempre es savia. Es luz que llega y hace crecer la estepa, el monte. A lo lejos un gemido se anuda en la garganta.
4.- Llegará el otoño. El fresco de la tarde se irá convirtiendo en frío. Y la luz. La luz.
5.- En una larga conversación los dos hombres -que recorrieron juntos una parte considerable de sus vidas- acabarán sonriendo y se quedarán callados. También entonces un gemido se anudará, a lo lejos, en la garganta.
6.- Hay muchas muertes, dijo Satanás y se murió una vez más.
7.- A jirones se desmembra. La herida -producida por la tierra seca, áspera- en la rodilla protesta. Pide agua fresca y una pomada. El hombre se ha levantado y ha visto la sangre. Sabe que aún está lejos la cura y que debe llegar. Hasta entonces se aplica, como los perros, saliva.
8.- Los sentimientos serán reducibles a cinco, ¿por qué no? Luego está el paso, la respiración, la vista, alimentarse, no doblegarse bajo el peso de la experiencia, recurrir si fuera necesario a la infancia, a aquel recuerdo que tiene algo de magia.
9.- ¿Es de valientes decir adiós?
10.- El estanque Ho-Shoon ardía; era tan profundo que los peces abisales jamás se aventuraron a su fondo; en la superficie los patos navegaban y los vencejos raseaban. Una golondrina -como ocurrió en la gran sala del palacio de Herodes el Grande durante el encuentro entre Poncio Pilatos y Joshuá Ga-Nozri- se lanzó sobre la pulida superficie del lago y dejó en ella una estría y un resto de pluma.
11.- La última caricia suele ser triste.
12.- Aquella mujer supo -descubrió- su vista cansada. Cerró el libro y no volvió a leer jamás.
13.- Mira -le dijo- nuestros cuerpos. Un día, hace mucho, se reunieron en el único acto que trasciende la eternidad.
Si fuéramos
Si alcanzáramos la higuera
(un huerto entre secretos, fértil y frágil como el amor)
Si supiéramos la fuerza del conflicto (lo que produce en nuestro interior, la generación de esporas, la caricia íntima del estómago, la mañana suave en que todo ha sido superado porque se ha dejado de luchar)
Si nos atreviéramos con la calma
Si en la tempestad viéramos con aliento supremo la llegada de la penúltima ola, su altura descomunal, esa contingencia que nos hace tan desvalidos y de repente -rayo que estalla; trueno ensordecedor; canto de voz prodigioso- sonriéramos y encaráramos el embate como si fuera el primero
Si nos volviéramos descomunales en la caricia, en el gemido, en la noche abrazada, en las canas, en la escucha atenta, en la paciencia, en la amalgama de piernas, senos, falos, pies; enredados como madreselvas; libres de acercarnos al otro, con la sonrisa de quien no tiene nada que perdonar, nada que discutir; fieles a este libro que se inscribe en una biblioteca universal sin archivos ni catálogo
Si nos acurrucáramos
Si nos calláramos cuando la luna se desparrama por el cielo y el sol sólo es una gota de luz
Si desandáramos una vez y otra vez y otra vez más, brincando por nosotros mismos, eternos payasos de nuestra gravedad y brindáramos por nuestro error; brindis de dicha; brindis sin veneno
Si esculpiéramos en escalas cromáticas toda la extrañeza de la música del mundo y supiéramos que abrazar es lo único importante, que nada eleva más el aliento humano que ese acto de juntarse en una sola masa y así desenredarnos, dejarnos lisos como la mar de un rincón tranquilo, si quieres una isla, si quieres un sueño
Si nos desveláramos por una vez y para siempre y mostráramos que nuestro miedo siempre tuvo la patas cortas, que apenas supo nunca escalar la montaña, hacer sagrado el árbol o fecundar tierra como se fecunda vientre
Ligeros iríamos
Ligeros a la muerte, alegre compañera, madre nuestra, madre buena, madre capital, madre que cercena, madre sin rostro y sin pecho
Ligeros iríamos y emocionados contaríamos nuestras miserias que un día parecieron grandes vertederos -húmedos, con el olor podre de lo que quedó estancado- extrarradio de nuestro propio corazón
Si nos diéramos la mano, por última vez
Si nos miráramos limpios de antiguas rencillas, abiertos al segundo que ahora atraviesa la espina dorsal de todo ser, seguros de que la espiga se desarrolla, el clamor no será unánime, el himno ha desafinado, la canción no tiene letra y aún así todo concuerda y se acompasa
Si dejáramos atrás la cuesta y enfiláramos la vereda (a nuestra izquierda está el agua y a nuestra derecha el fuego)
Si mantuviéramos la mirada al frente, recogidos y fuertes
Si desafiáramos la decepción
Si nos sometiéramos al dolor, una y otra vez y una vez más, con el orgullo propio de quien ya lo perdió todo
En la montaña
la tribu se ha reunido
y entona
Ve, quédate cerca
No te muevas, quieto, así, así
Si alcanzáramos la higuera
(un huerto entre secretos, fértil y frágil como el amor)
Si supiéramos la fuerza del conflicto (lo que produce en nuestro interior, la generación de esporas, la caricia íntima del estómago, la mañana suave en que todo ha sido superado porque se ha dejado de luchar)
Si nos atreviéramos con la calma
Si en la tempestad viéramos con aliento supremo la llegada de la penúltima ola, su altura descomunal, esa contingencia que nos hace tan desvalidos y de repente -rayo que estalla; trueno ensordecedor; canto de voz prodigioso- sonriéramos y encaráramos el embate como si fuera el primero
Si nos volviéramos descomunales en la caricia, en el gemido, en la noche abrazada, en las canas, en la escucha atenta, en la paciencia, en la amalgama de piernas, senos, falos, pies; enredados como madreselvas; libres de acercarnos al otro, con la sonrisa de quien no tiene nada que perdonar, nada que discutir; fieles a este libro que se inscribe en una biblioteca universal sin archivos ni catálogo
Si nos acurrucáramos
Si nos calláramos cuando la luna se desparrama por el cielo y el sol sólo es una gota de luz
Si desandáramos una vez y otra vez y otra vez más, brincando por nosotros mismos, eternos payasos de nuestra gravedad y brindáramos por nuestro error; brindis de dicha; brindis sin veneno
Si esculpiéramos en escalas cromáticas toda la extrañeza de la música del mundo y supiéramos que abrazar es lo único importante, que nada eleva más el aliento humano que ese acto de juntarse en una sola masa y así desenredarnos, dejarnos lisos como la mar de un rincón tranquilo, si quieres una isla, si quieres un sueño
Si nos desveláramos por una vez y para siempre y mostráramos que nuestro miedo siempre tuvo la patas cortas, que apenas supo nunca escalar la montaña, hacer sagrado el árbol o fecundar tierra como se fecunda vientre
Ligeros iríamos
Ligeros a la muerte, alegre compañera, madre nuestra, madre buena, madre capital, madre que cercena, madre sin rostro y sin pecho
Ligeros iríamos y emocionados contaríamos nuestras miserias que un día parecieron grandes vertederos -húmedos, con el olor podre de lo que quedó estancado- extrarradio de nuestro propio corazón
Si nos diéramos la mano, por última vez
Si nos miráramos limpios de antiguas rencillas, abiertos al segundo que ahora atraviesa la espina dorsal de todo ser, seguros de que la espiga se desarrolla, el clamor no será unánime, el himno ha desafinado, la canción no tiene letra y aún así todo concuerda y se acompasa
Si dejáramos atrás la cuesta y enfiláramos la vereda (a nuestra izquierda está el agua y a nuestra derecha el fuego)
Si mantuviéramos la mirada al frente, recogidos y fuertes
Si desafiáramos la decepción
Si nos sometiéramos al dolor, una y otra vez y una vez más, con el orgullo propio de quien ya lo perdió todo
En la montaña
la tribu se ha reunido
y entona
Ve, quédate cerca
No te muevas, quieto, así, así
No quisiéramos empañar su cobardía conseguida a base de años y doma; por lo tanto tan sólo enumeraremos nuestras consideraciones dejando a su propio comentario el juicio que le merezcan (aunque nosotros le recomendaríamos que no juzgara en absoluto)
La lealtad es asunto de dioses, amásela pues en su etereidad
La impaciencia se desata cuando la atmósfera se carga de electricidad. De inmediato debería abandonar usted esa zona
El ansia se digiere mejor con pan de centeno (y si tiene cornezuelo mejor)
Recuerde que, hasta cierto punto, usted permite que el otro ejerza su poder
Un cuerpo puede ser sustituido por otro cuerpo y eso no conlleva ni deja de conllevar ventaja alguna
Decir no con comprensión parece mejor que decir no sin comprender nada
La necesidad tiene la misma solidez que el detritus. Es conveniente evacuarla cada día. Le recomendamos encarecidamente que la cague cuanto antes y si es necesario se aplique purga
No intente comprender al otro porque siempre es interpretación (o representación de su propia voluntad), intente comprenderse a sí (porque será representación de su propia voluntad)
Investigue la física y la química del hipotálamo
Descubra esa delicia, en sí, de que sus venas y arterias estén libres de trombos
Nadie, ni siquiera usted, tiene la llave de su saciedad
Es norma estoica que la no espera es fuente sagrada de eyaculaciones prolongadas
La soledad es poliédrica pero apunte a una de sus caras: aquélla que muestra la responsabilidad propia de los actos
La obsesión puede llevar al conocimiento
Si conoce actúe (sabemos que esta consideración es difícil siendo como es usted un cobarde pero no podíamos callar ante semejante obviedad)
Debería tener usted a mano una fusta cuando la música le enternezca
La imagen del deseo es el velo de la propia indefensión así es que -¡hombre de dios!- deje de defenderse
Olvide la memoria
Las pequeñas cosas que le proporcionan a usted placer hacen grande la existencia
Las grandes cosas que le proporcionan a usted placer hacen pequeña la existencia
Recuerde, sí, pero sepa que su recuerdo es construcción mediata, es decir, influida por los acontecimientos posteriores a lo que recuerda
Y ¿qué me dice de una buena ducha fría?
No vuelva a preguntar
Pregúntese
Creemos que estas consideraciones no conseguirán aliviar un gramo su cobardía pero al menos le habrán hecho pasar un rato
Suyos afectísimos
El Gabinete
PD:
Aportamos una imagen como preámbulo... por si le inspira más una imagen que unas cuantas palabras.
Ensayo
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/07/2015 a las 11:12 | {0}
Quizás hubo un pequeño corazón enamorado
(en lo hondo del bosque donde estaba lo sagrado: una corteza, la copa del árbol más fuerte, la intensidad del verdor)
que al lamer la vulva o chupar el falo se sentía agitado por una perversión
que no era sino una sociedad mil milenaria imponiendo sus normas
La verdad
es un camino que hay que explorar
y no tiene sendero
y está embarrado o demasiado seco y tiene la doble faz de ser y no ser a un mismo tiempo
Ese pequeño corazón enamorado que lucha contra fuerzas enormes
fuerzas que nunca llegará a descubrir porque jamás sabrá sus nombres. Quizá las pueda intuir
en los mitos o en el rastro de una idea que se cuarteará como la lefa en la piel al contacto con el aire en cuanto le sugiera una respuesta
La verdad es siempre, siempre una pregunta
y así nos avergonzamos por nuestras fantasías una mañana de diciembre ante el cuerpo amado
o damos al interlocutor buenas y variadas razones para enarbolar la libertad con que nos movemos por el sexo propio y del otro
o nos encerramos en una paja de madrugada
o nos diluimos en un instante de exaltación que poco tiene que ver con la realidad animal del más poderoso de los instintos: la vida
La verdad es un camino sin atajos
La verdad es una fuerza demoledora
La verdad no tiene palabras
Sólo en el gesto se puede atrapar
¡Oh, adulto que ya crees saber! La niebla -paso del tiempo entre diferentes densidades- te aboca a la inmadurez de la canas y te prepara para sufrir la última alucinación
¡Tumba!
¡Desierto!
Al fin y al cabo todo es morir (versión de una filosofía epicúrea)
El rastro es leve
es tan sólo ardor y temple (fragua y frío)
Me queda el mismo gesto para el placer y el dolor intensos
Me sugiere las manos que hurgan
Me ennoblece una palabra guarra, un gesto que desbordara obscenidad
Me atrae la risa en el acto sexual
O los nombres con los que se ha nombrado el orgasmo
Y no me vale la constancia
La verdad es un camino sin senderos por el cual florece la montaña, se inunda el mar, golpea la arena, grita la jara, se empalma el abedul, se corre la margarita, se excita el pulgón, se masturba el almendro, acaricia el junco la hierba (la prostituta feliz de las plantas sin tronco), se unen en carnalidad la zorra y el caimán, el avestruz y la cobra; la verdad es un polvo eterno sin cima ninguna, sin atisbo de climaterio
Quizás ahora un pequeño corazón enamorado
contempla el paisaje de vuelta al hogar
(en lo hondo del bosque donde estaba lo sagrado: una corteza, la copa del árbol más fuerte, la intensidad del verdor)
que al lamer la vulva o chupar el falo se sentía agitado por una perversión
que no era sino una sociedad mil milenaria imponiendo sus normas
La verdad
es un camino que hay que explorar
y no tiene sendero
y está embarrado o demasiado seco y tiene la doble faz de ser y no ser a un mismo tiempo
Ese pequeño corazón enamorado que lucha contra fuerzas enormes
fuerzas que nunca llegará a descubrir porque jamás sabrá sus nombres. Quizá las pueda intuir
en los mitos o en el rastro de una idea que se cuarteará como la lefa en la piel al contacto con el aire en cuanto le sugiera una respuesta
La verdad es siempre, siempre una pregunta
y así nos avergonzamos por nuestras fantasías una mañana de diciembre ante el cuerpo amado
o damos al interlocutor buenas y variadas razones para enarbolar la libertad con que nos movemos por el sexo propio y del otro
o nos encerramos en una paja de madrugada
o nos diluimos en un instante de exaltación que poco tiene que ver con la realidad animal del más poderoso de los instintos: la vida
La verdad es un camino sin atajos
La verdad es una fuerza demoledora
La verdad no tiene palabras
Sólo en el gesto se puede atrapar
¡Oh, adulto que ya crees saber! La niebla -paso del tiempo entre diferentes densidades- te aboca a la inmadurez de la canas y te prepara para sufrir la última alucinación
¡Tumba!
¡Desierto!
Al fin y al cabo todo es morir (versión de una filosofía epicúrea)
El rastro es leve
es tan sólo ardor y temple (fragua y frío)
Me queda el mismo gesto para el placer y el dolor intensos
Me sugiere las manos que hurgan
Me ennoblece una palabra guarra, un gesto que desbordara obscenidad
Me atrae la risa en el acto sexual
O los nombres con los que se ha nombrado el orgasmo
Y no me vale la constancia
La verdad es un camino sin senderos por el cual florece la montaña, se inunda el mar, golpea la arena, grita la jara, se empalma el abedul, se corre la margarita, se excita el pulgón, se masturba el almendro, acaricia el junco la hierba (la prostituta feliz de las plantas sin tronco), se unen en carnalidad la zorra y el caimán, el avestruz y la cobra; la verdad es un polvo eterno sin cima ninguna, sin atisbo de climaterio
Quizás ahora un pequeño corazón enamorado
contempla el paisaje de vuelta al hogar
Era definitivo. La última prueba. Rondaba en mí aquella noche la idea brillante del término arte liberal (o artista liberal) que es aquel que es libre, es decir que no necesita ganar nada con él y por lo tanto un arte liberal, un artista libre es aquél que tiene como única condición pensar. Sólo puede pensar quien es libre y sólo es libre quien dispone de los medios materiales para serlo. Desde el momento en que estás sometido a un salario (es decir una forma de conservar los alimentos) no puedes ser libre y por lo tanto no puedes pensar libremente (por ejemplo un periodista no puede pensar libremente. Puede pensar, sí, pero no libremente y de ahí se sigue que ninguna información de periodista ninguno puede tener nada que ver ni con la libertad ni con el pensamiento libre). Sólo el arte hace libre. Y en general si no eres como Cezanne que era artista, libre y rico tu arte liberal te llevará inevitablemente a la pobreza que no a la miseria que es una forma de pobreza sin dignidad. Así, si digo que hablamos de comerte el corazón y titulo este artículo de esta forma y no de otra es porque en mi libertad de artista me permito establecer una conexión misteriosa entre comerte el corazón y ser libre, entre pensar y ser libre e incluso yendo un poco más allá (un poco allá de mí; un poco más allá de mi propia línea, la que me había marcado al iniciar estas letras que empezaron vale la pena decirlo cuando había abierto el cuaderno marrón 1 para transcribir una nueva novela que nunca jamás terminaré a no ser que por una carambola del destino mi carrera como novelista despegue y entonces juro que tendré para veinte años para terminar todas y cada una de las novelas que he empezado y que por purita melancolía no he continuado) entre pensar y aceptar que este maldito mundo está dirigido por una pandilla de seres cuya inteligencia no ha de ser especial sino más bien lo contrario, inteligencias simples para objetivos simples; una forma la de comerte el corazón o la de las formas simples de la inteligencia que me vienen dadas por mi libertad, la que me he ido labrando a lo largo de los años, en lucha contra mí mismo, comiéndome mi propio corazón y al llegar a esa vuelta al circuito en el que por fin sabes que te diriges, de nuevo, a línea de salida. Libre conlleva derrota y aceptar la derrota es de una profundidad abismal. No se puede explicar mejor. Quien es libre lo sabe. Quien es esclavo no lo puede ni siquiera atisbar porque sería reconocer su propia condición y al hacerlo se vería abocado o a aceptar su esclavitud o a luchar por su libertad y eso le llevaría a ser artista y -todo hay que decirlo- artista no lo puede ser cualquiera y no porque ser artista sea una forma elevada de vida sino porque es un forma pobre de vivir. Porque es tiempo de desmitificar conceptos -y los primeros el de la libertad y el del pensamiento- porque ambos no proporcionan el bienestar que es uno de los leit-motiv de las sociedades opulentas sino que lo que aportan es una incomodidad, un malestar, una desazón que poco que tiene que ver con este mundo de objetivos, de paz interior o todas esas terribles sandeces que los nuevos gurus (léase sacerdotes, coaches o como cojones se escriba el anglicismo) se empeñan en incrustar en nuestras mentes, en nuestras manejables mentes. Es tan fácil dirigir las mentes humanas, manejarlas, manipularlas. Por ejemplo: la mayoría tiene razón. ¡Cómo que la mayoría tiene razón! ¿Quién es la mayoría? ¿Cómo llegó esa mayoría a su razón? No es tanto dar respuestas sino crear preguntas. Eso es la libertad: crear preguntas. El arte al ser inútil es el medio ideal para crear preguntas. Porque lo único útil son las respuestas y lo verdaderamente bello y en sí mismo más humano son las preguntas. Así si hablamos de comer el corazón, tú me puedes preguntar, ¿de qué corazón hablamos? y esa duda abre el infinito universo de la condición humana; esa pregunta en realidad está preguntando ¿cómo es posible que el sistema solar viaje a 800.000 km/h por la Vía Láctea?; esa pregunta está abriendo una sima interrogativa, un furor por la duda, una inteligencia animal que no se preocupa por la conservación del alimento sino por la perplejidad ante lo que está viviendo y al caer la noche -mientras escribo estas palabras y de fondo escucho un documental en inglés con la esperanza de que esta inmersión lingüística me lleve a la comprensión final de semejante idioma- la mezcla de hablar sobre comerse un corazón, el sentido último de la expresión arte liberal, la libertad, el pensamiento y un lambrusco muy fresco me mecen en un tierno amor, un sentimiento extraño que se podría llamar orgullo por haber llegado hasta aquí, hasta esta orilla, en una isla de un mar mil veces surcado y allí, a lo lejos, veo a los remeros de la Argo y sé que pronto se encontrará Odiseo atado al mástil de la nao mientras escucha el canto de las sirenas en un mar que tan sólo le llevó de vuelta al hogar.
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/07/2015 a las 12:57 | {1}