Hay veces en que es como una espada y a veces es como un insoportable cerrazón en el diafragma y entonces necesitó escuchar a Genesis y su tema Dancing with the Moonlit Knigt o si no Jethro Tull y su Minstrel in the Gallery. Algo se calma porque la memoria se va hacia atrás, muy atrás y salta por encima y salta y me veo en mi tardía adolescencia escuchando la flauta de Ian Anderson y su voz un poco de cristal en mitad de una noche de juerga en casa de Andrés Lima, en aquella maravillosa casa de Marqués de Santillana junto al Parque de Berlín. Y así si puedo, así sí puedo.
Hay veces que es una tristeza en todo llena de sentido pero ahora no puedo hablar de ésta porque escuchó el rock-folk de Jethro Tull y eso me impide, sí me impide.
Hay veces en que es un sueño o más una alegoría de algo que he de entender y sólo así podré hacerlo. En esos momentos me mantengo suspendido de la realidad, agarrado a ella con sensaciones físicas: la aspiración de un humo, la fijación en un ave, el tacto de estas sempiternas teclas.
Hay veces en que maldigo. Miro el mundo y maldigo.
Hay veces en que todo lo entiendo y me mantengo sereno y miro con orgullo mi estado y me recuerdo que dentro de poco todo estará bien, todo estará bien y ese futuro me acuna como la ventura de una historia mejor anima al niño a dormirse.
Ahora es esa flauta, y esa guitarra eléctrica con sus punteos de alfiler.
Hay veces en que tengo la impresión de que todo acabará muy pronto y escucho a Macbeth decir, Si todo terminara una vez hecho sería conveniente acabar pronto.
Hay veces, digo, hay días que va creciendo y crece y crece y se adueña hasta que se encuentra una solución, mejor un antídoto, a ese veneno que altera las pulsaciones y las ganas de vivir este calor, en la ciudad, lejos. Hoy el antídoto han sido, están siendo Jethro Tull y Genesis.
Hay veces que quizá me pueda salvar Neil Young y seguro que quien nunca me abandonará será Bach.
Hay veces que es una tristeza en todo llena de sentido pero ahora no puedo hablar de ésta porque escuchó el rock-folk de Jethro Tull y eso me impide, sí me impide.
Hay veces en que es un sueño o más una alegoría de algo que he de entender y sólo así podré hacerlo. En esos momentos me mantengo suspendido de la realidad, agarrado a ella con sensaciones físicas: la aspiración de un humo, la fijación en un ave, el tacto de estas sempiternas teclas.
Hay veces en que maldigo. Miro el mundo y maldigo.
Hay veces en que todo lo entiendo y me mantengo sereno y miro con orgullo mi estado y me recuerdo que dentro de poco todo estará bien, todo estará bien y ese futuro me acuna como la ventura de una historia mejor anima al niño a dormirse.
Ahora es esa flauta, y esa guitarra eléctrica con sus punteos de alfiler.
Hay veces en que tengo la impresión de que todo acabará muy pronto y escucho a Macbeth decir, Si todo terminara una vez hecho sería conveniente acabar pronto.
Hay veces, digo, hay días que va creciendo y crece y crece y se adueña hasta que se encuentra una solución, mejor un antídoto, a ese veneno que altera las pulsaciones y las ganas de vivir este calor, en la ciudad, lejos. Hoy el antídoto han sido, están siendo Jethro Tull y Genesis.
Hay veces que quizá me pueda salvar Neil Young y seguro que quien nunca me abandonará será Bach.
Decidido: me voy a reformar. Sí, sí, sí. Sin dudarlo. Como si fuera septiembre con sus buenos deseos de que todo vaya mejor. Voy a reformarme. Porque tengo mucho que mejorar. Me voy a colocar frente a mí como si fuera un estudiante de quince años el cual ante la avalancha de buenas notas de sus amigos se hubiera dado cuenta de que siendo él igual de inteligente que los demás sin embargo sus notas son notoriamente inferiores.
Eso voy a hacer. Quizás este deseo de reforma venga por un sueño de la noche (sé que esta noche he soñado, tengo el regusto en los labios y no es un regusto malo. Hace años que sé que sueño pero apenas recuerdo lo soñado) en el cual unos seres seráficos han venido y han iluminado en mi pobre cerebro de humano la idea de la mejora.
Decidido pues. Agosto es un mes ideal para las buenas intenciones. No sé por qué pero así lo siento. Ahora mismo me voy a duchar y voy a hacer algo que podría haber hecho hace ya más de veinte días. Sí, señor, así se empieza. Ánimo, me digo, tú puedes. Siempre has podido. No hace falta más que un esfuercito de eso que algunos llaman voluntad.
Y no pienso ahora, no, no pienso en los dolores que anoche me aquejaban, no sé muy bien por qué. Dolores antiguos, casi evidencias que surgieron ante una película romántica y llena de buenas intenciones ¡ay, las buenas intenciones!
Bien, bien, vamos, tú puedes, a la ducha, venga, a la ducha.
Y hablando de la ducha, estoy en casa de mi amiga Pilar en la cual hay una ducha maravillosa, de agua muy caliente y caudalosa.
Quiero mi casa.
Quiero mi casa ya.
Aún me queda tiempo hasta tenerla.
Eso voy a hacer. Quizás este deseo de reforma venga por un sueño de la noche (sé que esta noche he soñado, tengo el regusto en los labios y no es un regusto malo. Hace años que sé que sueño pero apenas recuerdo lo soñado) en el cual unos seres seráficos han venido y han iluminado en mi pobre cerebro de humano la idea de la mejora.
Decidido pues. Agosto es un mes ideal para las buenas intenciones. No sé por qué pero así lo siento. Ahora mismo me voy a duchar y voy a hacer algo que podría haber hecho hace ya más de veinte días. Sí, señor, así se empieza. Ánimo, me digo, tú puedes. Siempre has podido. No hace falta más que un esfuercito de eso que algunos llaman voluntad.
Y no pienso ahora, no, no pienso en los dolores que anoche me aquejaban, no sé muy bien por qué. Dolores antiguos, casi evidencias que surgieron ante una película romántica y llena de buenas intenciones ¡ay, las buenas intenciones!
Bien, bien, vamos, tú puedes, a la ducha, venga, a la ducha.
Y hablando de la ducha, estoy en casa de mi amiga Pilar en la cual hay una ducha maravillosa, de agua muy caliente y caudalosa.
Quiero mi casa.
Quiero mi casa ya.
Aún me queda tiempo hasta tenerla.
Mafalda y sus amigos. Quino
Cuando llega el final del mes las estadísticas se quedan en blanco. Es como si todo empezara de nuevo. Los países desaparecen. Los visitantes desaparecen. Las solicitudes también y el tráfico se pone a cero.
El último día del mes las estadísticas están llenas. Se ven las banderas de muchos países, de países muy lejanos y de mi país de origen y también un país sin enseña que se llama Desconocido desde el cual, sin embargo, se suele acceder a menudo.
Cuando llega el fin de mes me fijo en si he superado cuando menos la mitad de los días. En ocasiones incluso me peleo con récords de meses anteriores e intento superarlos pero de a poquitos porque la superación constante aunque no tenga techo puede ser adictiva.
Cuando llega el fin de mes está pagina renace de nuevo y por un lado me gusta y por otro me provoca cierta sensación de vacío y me asalta la misma pregunta: ¿Cuántas personas leerán el mes que viene Inventario? Por ejemplo este mes de agosto que dentro de nada empieza.
Dentro de un par de meses hará un año que se inició esta aventura y no escribo el término aventura como metáfora sino como realidad casi diaria de adentrarse en el mundo, de mostrarse al mundo, desde la terminal de un ordenador en red.
El último día del mes las estadísticas están llenas. Se ven las banderas de muchos países, de países muy lejanos y de mi país de origen y también un país sin enseña que se llama Desconocido desde el cual, sin embargo, se suele acceder a menudo.
Cuando llega el fin de mes me fijo en si he superado cuando menos la mitad de los días. En ocasiones incluso me peleo con récords de meses anteriores e intento superarlos pero de a poquitos porque la superación constante aunque no tenga techo puede ser adictiva.
Cuando llega el fin de mes está pagina renace de nuevo y por un lado me gusta y por otro me provoca cierta sensación de vacío y me asalta la misma pregunta: ¿Cuántas personas leerán el mes que viene Inventario? Por ejemplo este mes de agosto que dentro de nada empieza.
Dentro de un par de meses hará un año que se inició esta aventura y no escribo el término aventura como metáfora sino como realidad casi diaria de adentrarse en el mundo, de mostrarse al mundo, desde la terminal de un ordenador en red.
Algo iré haciendo. Quisiera no quedarme en ese número. No sé por qué. No soy en exceso supersticioso. O sí.
A veces también es necesario añadir esto.
Hace tiempo también que no agrego un archivo. Algo de hace años. Quizás hoy lo haga.
Finales de julio ya.
¡Cuánto tiempo hace y qué poco!
He releído parte de una novela sentimental que escribí hace seis años y no me ha gustado.
Así me pasa.
No me ha gustado.
Ahora tengo silencio y viento.
A veces también es necesario añadir esto.
Hace tiempo también que no agrego un archivo. Algo de hace años. Quizás hoy lo haga.
Finales de julio ya.
¡Cuánto tiempo hace y qué poco!
He releído parte de una novela sentimental que escribí hace seis años y no me ha gustado.
Así me pasa.
No me ha gustado.
Ahora tengo silencio y viento.
Hoy he tenido una de esas conversaciones que me parecen casi imposibles. Iñaqui crea un mundo y me habla de ese mundo y describe ese mundo y hace un diccionario de las palabras de ese mundo y unas leyes increíbles y llenas de sabor.
Hablamos mientras fuera el día es bochornoso y a él le duele el hombro izquierdo y a mí la cadera derecha y hay problemas del diario vivir que se inmiscuyen en ese otro mundo y quizá porque ocurre lo que ocurre ese mundo ha logrado salir al mundo, es decir, en realidad ese nuevo mundo ha salido de este viejo mundo ¿qué es el mundo?
No es difícil de entender.
Y adoro la inseguridad de los creadores de mundos.
Apenas acabamos de terminar uno cuando ya estamos dudando de él y basta el leve soplo de la duda de un amigo para que ese mundo se tambalee un poquito y en ocasiones se venga abajo con estrépito.
Hoy he disfrutado de uno de esos extraños momentos de amor con la imaginación y el humor. Todo lo que escuchaba era un torrente de ideas como si hubieran estado enterradas muchos años y un simple agujerito en el suelo provocado quizá por el palo de una sombrilla hubiera abierto la espita y hubiera surgido -como un gas lleno de perfume- la esencia de unos seres que estaban vivos.
Hablamos mientras fuera el día es bochornoso y a él le duele el hombro izquierdo y a mí la cadera derecha y hay problemas del diario vivir que se inmiscuyen en ese otro mundo y quizá porque ocurre lo que ocurre ese mundo ha logrado salir al mundo, es decir, en realidad ese nuevo mundo ha salido de este viejo mundo ¿qué es el mundo?
No es difícil de entender.
Y adoro la inseguridad de los creadores de mundos.
Apenas acabamos de terminar uno cuando ya estamos dudando de él y basta el leve soplo de la duda de un amigo para que ese mundo se tambalee un poquito y en ocasiones se venga abajo con estrépito.
Hoy he disfrutado de uno de esos extraños momentos de amor con la imaginación y el humor. Todo lo que escuchaba era un torrente de ideas como si hubieran estado enterradas muchos años y un simple agujerito en el suelo provocado quizá por el palo de una sombrilla hubiera abierto la espita y hubiera surgido -como un gas lleno de perfume- la esencia de unos seres que estaban vivos.
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Diario
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/08/2009 a las 20:25 | {0}