Maravillosamente no sé nada.
Nunca nada de lo que diga es cierto.
Siempre podré desdecirme de lo dicho. Tengo en mi ser la flexibilidad del junco y es cierto que esta cualidad conlleva la contradicción. Si viene un viento para allá voy, si cambia, cambia mi movimiento. Sé que esta particularidad es fastidiosa. Lo sé. Me permite sentir el amor. El amor de las primeras veces. El amor del encuentro. El cursi amor del encuentro. Del primero. No hay grandes solemnidades. No hay nada. Sólo amor. Es triste que los boleros nunca hablen del primer encuentro. De los primeros días. No hay falsedad, hay deseos de dar amor. No sé nada. No entiendo nada. Estoy un poco borracho y escribo a las dos y cuarto de la madrugada tras haber estado todo el día buscando mi hogar con amigos (no me importan sus nombres. No me importa lo que ocurra más tarde). Hoy han sido mis amigos ¡Qué palabra! Y el amor, eso que es la quintaesencia de la amistad, destilaba en cada poro de nuestro día en los montes más altos de la Comunidad de Madrid. Al final no lo hemos hallado. Ese hogar (el que hemos ido a visitar estaba demasiado difícil de acceso. Un hogar tiene que ser un lugar cómodo al que se llega) no era el hogar.
No sé. No sé. No sé. Y moriré sin saber. Y quiero decirlo bien alto y bien fuerte: No sé y quiero pedir disculpas a todos a los que haya ofendido. Hoy me siento amado. Y esa sensación es para mí la más hermosa porque me quita el miedo, porque me da confianza. Esa mirada única, esa complicidad de veras, esa ayuda porque soy amado. No tengo ni idea de por qué surge así, de forma tan espasmódica, así sin quererlo. A lo mejor. No sé. No sé. El amor debe ser sencillamente gratis.
Ahora me he emocionado y las lágrimas, pequeñas y serias, humedecen mi ojos. Escucho una música que le encanta a mi hija, es Julieta Venegas (y a mí me encanta, antes de que supiera que le encantaba a ella y ahora que lo sé me gusta más) que me gusta porque sus letras y sus músicas tienen algo de alegre, de despreocupado y al mismo tiempo de elaborado, de bien hecho. No sé. No sé por qué me gusta Julieta Venegas y porque me gusta con el mismo ardor Johan Sebastian Bach y sobre todo sus Variaciones Goldberg o el tema Lento. No sé, no sé por qué. Y aquí estoy feliz en mi fracaso de hoy. Lleno de risas y de confianza. Sin miedo. Sin miedo aunque esté en un espacio lleno de rencor que es un rencor, al fin y al cabo, mínimo, sin grandes razones, un rencor, digamos, burgués. Burgués. También me gusta querer con limón y sal y quizás haya una enseñanza: Da, da de verdad, da con el corazón aunque algún día sintieras que... aún así da, da amor, da confianza, da todo eso que tú, por mucho que tantos se nieguen a saberlo, tienes. Lo tienes pequeño camaleón ultramarino, antigualla rica, pedacito entero. Ya tú sabes.
Nunca nada de lo que diga es cierto.
Siempre podré desdecirme de lo dicho. Tengo en mi ser la flexibilidad del junco y es cierto que esta cualidad conlleva la contradicción. Si viene un viento para allá voy, si cambia, cambia mi movimiento. Sé que esta particularidad es fastidiosa. Lo sé. Me permite sentir el amor. El amor de las primeras veces. El amor del encuentro. El cursi amor del encuentro. Del primero. No hay grandes solemnidades. No hay nada. Sólo amor. Es triste que los boleros nunca hablen del primer encuentro. De los primeros días. No hay falsedad, hay deseos de dar amor. No sé nada. No entiendo nada. Estoy un poco borracho y escribo a las dos y cuarto de la madrugada tras haber estado todo el día buscando mi hogar con amigos (no me importan sus nombres. No me importa lo que ocurra más tarde). Hoy han sido mis amigos ¡Qué palabra! Y el amor, eso que es la quintaesencia de la amistad, destilaba en cada poro de nuestro día en los montes más altos de la Comunidad de Madrid. Al final no lo hemos hallado. Ese hogar (el que hemos ido a visitar estaba demasiado difícil de acceso. Un hogar tiene que ser un lugar cómodo al que se llega) no era el hogar.
No sé. No sé. No sé. Y moriré sin saber. Y quiero decirlo bien alto y bien fuerte: No sé y quiero pedir disculpas a todos a los que haya ofendido. Hoy me siento amado. Y esa sensación es para mí la más hermosa porque me quita el miedo, porque me da confianza. Esa mirada única, esa complicidad de veras, esa ayuda porque soy amado. No tengo ni idea de por qué surge así, de forma tan espasmódica, así sin quererlo. A lo mejor. No sé. No sé. El amor debe ser sencillamente gratis.
Ahora me he emocionado y las lágrimas, pequeñas y serias, humedecen mi ojos. Escucho una música que le encanta a mi hija, es Julieta Venegas (y a mí me encanta, antes de que supiera que le encantaba a ella y ahora que lo sé me gusta más) que me gusta porque sus letras y sus músicas tienen algo de alegre, de despreocupado y al mismo tiempo de elaborado, de bien hecho. No sé. No sé por qué me gusta Julieta Venegas y porque me gusta con el mismo ardor Johan Sebastian Bach y sobre todo sus Variaciones Goldberg o el tema Lento. No sé, no sé por qué. Y aquí estoy feliz en mi fracaso de hoy. Lleno de risas y de confianza. Sin miedo. Sin miedo aunque esté en un espacio lleno de rencor que es un rencor, al fin y al cabo, mínimo, sin grandes razones, un rencor, digamos, burgués. Burgués. También me gusta querer con limón y sal y quizás haya una enseñanza: Da, da de verdad, da con el corazón aunque algún día sintieras que... aún así da, da amor, da confianza, da todo eso que tú, por mucho que tantos se nieguen a saberlo, tienes. Lo tienes pequeño camaleón ultramarino, antigualla rica, pedacito entero. Ya tú sabes.
Parque Natural de La Breña
El viento y el mar de Cádiz. En el suroeste de España, donde se encontraban las torres de Hércules, donde el lago salado se transformó en mar cuando el estrecho que unía Europa a África se hundió y dejó pasar el Atlántico hasta las costas del Asia Menor.
El viento de Levante en el parque natural de La Breña con su suelo de arena entre Barbate y Caños de Meca en el pueblo de San Ambrosio. En una casa preciosa con unos amigos magníficos Fernando Huesca y Yolanda Harris y cuatro perros y una gata y Daniela y Violeta.
Diez días de descanso, risas, baños, algún paseo y no pensar, no escribir, no sentir el peso del diario vivir. Hacia años que no hacía unas vacaciones tan absolutas, tan vacío todo y por lo mismo tan lleno.
Ahora ya de vuelta con ganas de hacer, de ponerme en movimiento, de encontrar mi espacio, de vivirlo. Quizá me vaya un poco lejos. Quizá deba hacerlo. A una zona de cuestas empinadas, de montañas altas, aún no quiero escribir el nombre. El viernes voy a verlo.
He vuelto y el primer día de mi estancia aquí la ciudad me ha vencido pero sólo hoy, sólo hoy.
El viento de Levante en el parque natural de La Breña con su suelo de arena entre Barbate y Caños de Meca en el pueblo de San Ambrosio. En una casa preciosa con unos amigos magníficos Fernando Huesca y Yolanda Harris y cuatro perros y una gata y Daniela y Violeta.
Diez días de descanso, risas, baños, algún paseo y no pensar, no escribir, no sentir el peso del diario vivir. Hacia años que no hacía unas vacaciones tan absolutas, tan vacío todo y por lo mismo tan lleno.
Ahora ya de vuelta con ganas de hacer, de ponerme en movimiento, de encontrar mi espacio, de vivirlo. Quizá me vaya un poco lejos. Quizá deba hacerlo. A una zona de cuestas empinadas, de montañas altas, aún no quiero escribir el nombre. El viernes voy a verlo.
He vuelto y el primer día de mi estancia aquí la ciudad me ha vencido pero sólo hoy, sólo hoy.
Así, con todos esas letras, con todas esas exclamaciones, por un equipo maravilloso, por unos jugadores cojonudos, por los besos que al final se dan, por las lágrimas que no pueden evitar, por la delicadeza de un fútbol con sentido y con fuerza. Campeones del mundo por derecho propio, por saber sufrir, por saber gozar, por parar, templar y mandar; por no partirle los cojones a Van Bohmel, por mirar de frente sin odio, por saber esperar el momento de estirar una pierna, por girar la cintura y en ese giro descubrir un nuevo mundo, por la entrega, por la complicidad, por la paciencia, por un entrenador Vicente del Bosque al que se le ve la sabiduría y la educación en cada uno de sus silencios; por Casillas un porterazo lleno de amor; por Sergio Ramos pura sangre andaluz que corre hasta que los ijares le sangran; por Puyol al que su catalanidad no le ha impedido dar hasta la última célula de su cuerpo por el equipo español; por Piqué al que le han querido romper los huesos casi en cada partido; por Capdevilla jugador silencioso siempre en la orilla izquierda; por Busquets finura del mediocentro defensivo que sabe ver lo que pasa ante y tras de él; por Xavi Alonso puro corazón vasco que si muestra la fuerza con descaro, esconde sutilezas sin cuento; por Xavi Hernández el mejor jugador del mundo, alma de la solidaridad, cerebro fresco, pies que piensan; por Iniesta ¡qué decir de ese jugador que como un fantasma navega los campos de fútbol y asusta cuando menos te lo esperas!; por Fernando Torres que lo sabe todo y aún así lo ha dado todo, hasta romperse; por Villa ¡ay, Villa, pillo, grande, fuerte!; por Cesc que sabiéndose uno de los grandes ha sabido mantenerse grande entre lo suplentes; por Pedro que demuestra que el aplatanamiento de los canarios es una de las muchas leyendas negras que atesora España; por Llorente y su mirada inmensa ante la responsabilidad del gol; por Navas que corrió la banda con la alegría del que sabe llegar hasta la línea de fondo; por Silva que supo esperar y se quedó presa de un misterio sin alzar la voz; por Reina qué lección de equipo, que lección de amor, que lección de orgullo en cada partido y sin haber jugado un solo minuto; por Javi Martín y por Valdés y por Mata que estuvieron en el banquillo me atrevería a decir que sin esperar su oportunidad sino sabiendo que estando allí ya era la oportunidad y por Marchena con el que Vicente del Bosque nunca ha perdido un partido.
Campeones del Mundo, chavales. Os lo merecéis. Y gracias por vuestro ejemplo, por saber jugar a las duras y a las maduras; por ganar cuando el rival es de guante blanco y cuando el rival -ayer Holanda- es un puto asesino que quiere cobrarse tibias a cualquier precio.
¡Enhorabuena, campeones, sois la hostia!
P.D.: No quiero olvidarme de ninguno y por eso añado por supuesto a Albiol y Arbeloa, defensas ambos de un equipo con una defensa titular poderosísima.
Campeones del Mundo, chavales. Os lo merecéis. Y gracias por vuestro ejemplo, por saber jugar a las duras y a las maduras; por ganar cuando el rival es de guante blanco y cuando el rival -ayer Holanda- es un puto asesino que quiere cobrarse tibias a cualquier precio.
¡Enhorabuena, campeones, sois la hostia!
P.D.: No quiero olvidarme de ninguno y por eso añado por supuesto a Albiol y Arbeloa, defensas ambos de un equipo con una defensa titular poderosísima.
Ayer, en La Casa Encendida, estrenamos la adaptación para radio de la película El Exorcista. Fue un estreno estupendo. Los actores y los técnicos hicieron un trabajo notable y el público agradeció y aplaudió su esfuerzo. Yo, en el patio de butacas, disfruté de mi trabajo servido por ellos; sonó bien; la historia -en su síntesis obligada, hube de recortar casi la mitad del metraje original de la película- se seguía con fluidez y nada -excepto detalles de los personajes que, desde luego, habrían ayudado a matizarlos más- se perdía. Los ambientes sonoros creados por Mayca Aguilera y su equipo auparon la buena interpretación de todo el elenco de actores con Fernando Huesca y Lourdes Guerras a la cabeza.
El Exorcista no es un tan sólo una película de terror o más bien es una película del terror por excelencia porque el terror por excelencia es la culpa (el sentido de culpa, tan católico, tan judío). Cuando estaba trabajando la adaptación esta segunda lectura fue surgiendo de forma natural y una vez terminada la primera versión me dediqué a pulir en la segunda esa dirección en la personalidad de los personajes.
Una de las culpas que más me costó entender fue la del padre Lancaster Merring. Con Miguel Rellán -el actor que lo interpreta- hablé a menudo sobre ello y, cosas de la vida, fue ayer viendo la función cuando descubrí el verdadero sentido de la culpa en Merring. La interpretación que yo le daba es que Merring se sentía culpable por no haber podido vencer al demonio, por no haberlo sabido desterrar, él que es quizá el mayor conocedor de La Bestia. Y sin embargo, en mitad del exorcismo, entendí que la culpa de Merring es que le da miedo el Demonio, el demonio le vence porque al final le aterra (aterrar puede querer decir quedar sin tierra).
El sábado 3 de julio a partir de las doce de la noche (entre el sábado y el domingo) se emite por RNE, Radio 1 en el programa Abierto hasta las dos y el domingo 4 a partir de las 12 de la noche en RNE, Radio 3 en el programa La libélula. Espero que os guste. Si no estáis en España lo podéis seguir conectando la radio desde la web de Rtve.
El Exorcista no es un tan sólo una película de terror o más bien es una película del terror por excelencia porque el terror por excelencia es la culpa (el sentido de culpa, tan católico, tan judío). Cuando estaba trabajando la adaptación esta segunda lectura fue surgiendo de forma natural y una vez terminada la primera versión me dediqué a pulir en la segunda esa dirección en la personalidad de los personajes.
Una de las culpas que más me costó entender fue la del padre Lancaster Merring. Con Miguel Rellán -el actor que lo interpreta- hablé a menudo sobre ello y, cosas de la vida, fue ayer viendo la función cuando descubrí el verdadero sentido de la culpa en Merring. La interpretación que yo le daba es que Merring se sentía culpable por no haber podido vencer al demonio, por no haberlo sabido desterrar, él que es quizá el mayor conocedor de La Bestia. Y sin embargo, en mitad del exorcismo, entendí que la culpa de Merring es que le da miedo el Demonio, el demonio le vence porque al final le aterra (aterrar puede querer decir quedar sin tierra).
El sábado 3 de julio a partir de las doce de la noche (entre el sábado y el domingo) se emite por RNE, Radio 1 en el programa Abierto hasta las dos y el domingo 4 a partir de las 12 de la noche en RNE, Radio 3 en el programa La libélula. Espero que os guste. Si no estáis en España lo podéis seguir conectando la radio desde la web de Rtve.
El día 30 de junio a las diez de la noche en La Casa Encendida de Madrid estreno la adaptación para la radio de la película El Exorcista. Es una producción de Radio Nacional de España y se emitirá por la radio.
Si estás en Madrid y quieres ir a la lectura, la entrada es libre hasta completar aforo. La adaptación la he escrito yo y también dirijo a los actores en los ensayos. Están siendo unos días intensos y hermosos. Me gusta el mundo de los ensayos.
Al mismo tiempo camino por mí en una exaltación extraña. Busco medidas y encuentro torrentes.
Lo ocurrido en los últimos 23 días es salvaje. No sé decirlo de otro modo.
Me pregunto sobre el bien y leo sobre el mal. Atiendo mis pálpitos. Me tumbo y salen recuerdos tapados hace mucho. Duermo con una profundidad extraña.
La sensibilidad a flor de piel. Los miedos antiguos.
El orden del mundo me lanza al Mal desde muchos puntos de vista y resulta que el Mal tiene tantas caras que muchas veces el Mal no es tal (o puede no serlo).
En cinco días me reencuentro con amigos de siempre. Y tiemblo en una tarde calurosa. También advierto extrañas presencias que turban mi ánimo hasta dejarme agotado (en mí mismo probablemente)
Bendigo a las gentes, las plantas y las piedras. Intento -si se quiere- volverme más espiritual.
Cinco días son sólo la mitad de los diez que se necesitan para cambiar el mundo.
La lluvia cayó ayer como tormenta.
No puedo, de momento, decir más.
Podría hablar del tiempo para terminar este escrito y seguir luego escribiendo mi novela.
Si estás en Madrid y quieres ir a la lectura, la entrada es libre hasta completar aforo. La adaptación la he escrito yo y también dirijo a los actores en los ensayos. Están siendo unos días intensos y hermosos. Me gusta el mundo de los ensayos.
Al mismo tiempo camino por mí en una exaltación extraña. Busco medidas y encuentro torrentes.
Lo ocurrido en los últimos 23 días es salvaje. No sé decirlo de otro modo.
Me pregunto sobre el bien y leo sobre el mal. Atiendo mis pálpitos. Me tumbo y salen recuerdos tapados hace mucho. Duermo con una profundidad extraña.
La sensibilidad a flor de piel. Los miedos antiguos.
El orden del mundo me lanza al Mal desde muchos puntos de vista y resulta que el Mal tiene tantas caras que muchas veces el Mal no es tal (o puede no serlo).
En cinco días me reencuentro con amigos de siempre. Y tiemblo en una tarde calurosa. También advierto extrañas presencias que turban mi ánimo hasta dejarme agotado (en mí mismo probablemente)
Bendigo a las gentes, las plantas y las piedras. Intento -si se quiere- volverme más espiritual.
Cinco días son sólo la mitad de los diez que se necesitan para cambiar el mundo.
La lluvia cayó ayer como tormenta.
No puedo, de momento, decir más.
Podría hablar del tiempo para terminar este escrito y seguir luego escribiendo mi novela.
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Diario
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/08/2010 a las 02:10 | {1}