Col de Bruselas
Casi no recuerdo el día de ayer por la mañana o mejor dicho cuando me he puesto a escribir no lo recordaba. Ahora sí, ahora aparece la carretera, el hospital, la cita, la lluvia a la vuelta aunque el cielo estuviera claro. Con la opresión en el pecho, con una opresión ya larga que se alivia cuando me encuentro por la tarde en la puerta del colegio, el cielo vuelto a estar cubierto, en un continuo ir y venir de nubes grises, preñadas de agua y veo aparecer tras el recodo del edificio la figura de mi hija y su sonrisa tras el judo (ella hace el judo con tal delicadeza que en vez de hacer un arte marcial parece que bailara). La vuelta a casa, las preguntas mientras escuchamos en la radio del coche la sección de un magacine donde se discute si es lícito matar al tirano ¡qué pregunta tan retórica! Ya en casa el descanso, la llegada de las amigas, las risas de la niñez. La caricia y el beso antes de dormir. Dormir. Y soñar con muchas listas de cosas escritas en verde y subrayadas como si fueran, quizás, el enlace a otros sitios.
Despertar. La carretera por la mañana, aún sin amanecer. Bancos de niebla, atascos llevaderos. Llegamos al colegio justo a tiempo, ella lleva en su bolsillo una nota que la he escrito en la que le permito que no coma coliflor (me llena de tristeza que sea yo quien tenga la potestad de impedir que ella coma coliflor. No sé por qué. A lo mejor es que me retrotrae a mi propia infancia cuando a mí me obligaban en casa a comer la comida que más aborrezco del mundo: las coles de Bruselas). Madrid por la mañana. Aparco en la Puerta de Toledo. Espero en el coche hasta la hora en que tengo una entrevista con la Fundación First Team. La tengo. Vuelvo a mi pueblo. Debo concentrarme para no desconcentrarme. Llueve. Los conductores en la ciudad hacen pirulas, algunas peligrosas. Llego. Buenas y malas noticias se suceden durante un par de horas. Me echo a dormir después de comer. He dormido demasiado. Ya es la noche.
Despertar. La carretera por la mañana, aún sin amanecer. Bancos de niebla, atascos llevaderos. Llegamos al colegio justo a tiempo, ella lleva en su bolsillo una nota que la he escrito en la que le permito que no coma coliflor (me llena de tristeza que sea yo quien tenga la potestad de impedir que ella coma coliflor. No sé por qué. A lo mejor es que me retrotrae a mi propia infancia cuando a mí me obligaban en casa a comer la comida que más aborrezco del mundo: las coles de Bruselas). Madrid por la mañana. Aparco en la Puerta de Toledo. Espero en el coche hasta la hora en que tengo una entrevista con la Fundación First Team. La tengo. Vuelvo a mi pueblo. Debo concentrarme para no desconcentrarme. Llueve. Los conductores en la ciudad hacen pirulas, algunas peligrosas. Llego. Buenas y malas noticias se suceden durante un par de horas. Me echo a dormir después de comer. He dormido demasiado. Ya es la noche.
Tras un viento huracanado (al fondo las montañas algo nevadas lo que provocaba que las rocas resultaran más negras, un cielo amenazador y una sensación de desolación por la ausencia de gente en la explanada) Violeta y yo logramos entrar en el Monasterio de El Escorial (curioso que en tan poco tiempo El Escorial haya aparecido dos veces. O en absoluto curioso la vida es un cuento lleno de ruido y furia contado por un idiota que no significa absolutamente nada. Shakespeare, Macbeth ). No quedaba mucho tiempo para que cerraran y un hombre se puso a contarnos el lugar exacto donde estábamos. Yo quise quitármelo de encima por una cuestión en el fondo crematística (se podía tratar de un guía ilegal del museo) y también porque quería recorrer el monasterio a solas con Violeta. Le dimos esquinazo y lo volvimos a encontrar y entablamos una conversación sobre las medidas del monasterio (con referencia al Templo de Salomón). Entonces el hombre me hizo una pregunta de colegio, ¿Quién fue el arquitecto? Yo di una respuesta inexacta porque siendo Juan de Herrera quien lo firma y quien ha pasado a la historia fue en realidad Juan Bautista de Toledo, discípulo de Miguel Angel Buonarroti, llamado el piccolo spagnolo por lo bajito que era. El hombre me miró. Yo decidí seguir el paseo. No lo volvimos a ver.
Un médico escucha con desprecio las explicaciones de una paciente y la tacha de mentirosa. La paciente sale más angustiada de la consulta de como entró, se desespera. El médico se pasa la mano por la bata y se dice a sí mismo, A mí me la va a dar ésa.
Al día siguiente esta misma paciente visita a una enfermera (una de cuyas compañeras había visto cómo salió esta mujer el día anterior de la consulta del médico que lo sabe todo) y la enfermera escucha, sugiere, cree a la paciente y la aconseja y la calma y la entiende y aclara, Lo que pasa es que yo no sé, yo no soy médico, no puedo diagnosticar.
Un médico escucha con desprecio las explicaciones de una paciente y la tacha de mentirosa. La paciente sale más angustiada de la consulta de como entró, se desespera. El médico se pasa la mano por la bata y se dice a sí mismo, A mí me la va a dar ésa.
Al día siguiente esta misma paciente visita a una enfermera (una de cuyas compañeras había visto cómo salió esta mujer el día anterior de la consulta del médico que lo sabe todo) y la enfermera escucha, sugiere, cree a la paciente y la aconseja y la calma y la entiende y aclara, Lo que pasa es que yo no sé, yo no soy médico, no puedo diagnosticar.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/01/2009 a las 12:26 | {0}
Eran esclavos
¡Roma corona a un César negro! Por todas las televisiones del mundo, por todas las radios del mundo, en los automóviles, en las casas, en los lugares de trabajo, este hombre surge como un aglutinador de esperanza. Se espera de él. Y a mí también me mueve hacia ese sentimiento (aunque como ya escribí en el post titulado Casualidades del 8 no puedo dejar de ver el empujón mediático que ha supuesto esta elección para un Imperio en decadencia como es, o parece ser, el estadounidense) porque cuando yo nací, si no muy poquito antes, los negros tenían que dejar el asiento a los blancos en los autobuses de los Estados Unidos de América, el Klu Klux Klan campaba por sus respetos en varios estados y Martin Luther King era asesinado por soñar despierto. Muy poco antes de mi nacimiento, cien años, estos hombres y mujeres negros eran esclavos de los hombres y mujeres blancos por el mero hecho de ser negros. Ser esclavo es tener por dueño de ti a otro. De todo lo tuyo. Hasta lo más íntimo. Hasta lo más amado ¡Qué vida tan espantosa debe ser la del esclavo. Porque no eran esclavos un día o un fin de semana, eran esclavos para toda la vida! ¡para toda la puta vida!
Este giro (twist) en el guión de la historia es verdaderamente hermoso.
Este giro (twist) en el guión de la historia es verdaderamente hermoso.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/01/2009 a las 20:15 | {1}
Siempre me pierdo en San Lorenzo del Escorial. Elena dice que debe de ser por el radón que es, imagino, un mineral desorientador que alberga el granito. Y San Lorenzo del Escorial está rodeado de granito y además tiene el Monasterio, un lugar misterioso en sí mismo y en sus proporciones. Juan de Herrera quiso hacerlo según las proporciones del Templo de Salomón, el destruido y que -si no me equivoco- fue el profeta Ezequiel quien -en el Antiguo Testamento- dio sus medidas en codos. Lo que ocurre es que la medida judía de los codos no estaba muy clara en el siglo XVI español ni en la actualidad. Está claro que un codo debe de ser la medida que media (valga la cuasi redundancia) entre el codo y la punta del dedo corazón o quizá sea -y por lo tanto no está tan claro al menos para mí que escribo de memoria o mejor dicho por deducción- desde el codo hasta el inicio de la mano o el final de la muñeca. Sea lo que fuere el monasterio de San Lorenzo del Escorial tiene un algo de perverso que nunca he dejado de sentir.
Hoy he ido a San Lorenzo del Escorial y, claro, me he perdido y al mismo tiempo he encontrado a un amigo.
En este invierno, un martes por la tarde, en un pueblo turístico sin turistas, con los restos de un belén gigante ya sin figuras. Tras conversar en La Crochet nos hemos despedido. Las calles estaban vacías. De camino a Galapagar la carretera estaba iluminada por la luna a la que, aunque menguaba, aún le quedaba tamaño para iluminar las aguas del pantano y las copas de los árboles.
Hoy he ido a San Lorenzo del Escorial y, claro, me he perdido y al mismo tiempo he encontrado a un amigo.
En este invierno, un martes por la tarde, en un pueblo turístico sin turistas, con los restos de un belén gigante ya sin figuras. Tras conversar en La Crochet nos hemos despedido. Las calles estaban vacías. De camino a Galapagar la carretera estaba iluminada por la luna a la que, aunque menguaba, aún le quedaba tamaño para iluminar las aguas del pantano y las copas de los árboles.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/01/2009 a las 01:16 | {1}A Pilar
Anatomía
El día de hoy ha tenido algo parecido a la esperanza. Algo está pasando. Algo llegará (eso es la esperanza).
He fumado un porro y al salir de la casa donde lo he fumado estaba bastante colocado y como tenía que conducir he decidido darme un paseo. El aire era frío. Ya no estoy acostumbrado a pasear con tanta gente por la que fue mi ciudad. Ahora vivo en un pueblo a cuarenta kilómetros. Ni estoy acostumbrado a fumar porros (durante muchos años sí lo estuve). Cuando se me ha pasado un poco el colocón me he montado en el coche y en el suave descenso hacia la percepción normal de las cosas, aún un poco colocado, he conducido con mucho placer por las calles de Madrid y luego por la autopista y luego por el pequeño puerto de montaña que me separa del valle donde se encuentra mi pueblo y mientras conducía escuchaba una música muy sonora y respiraba hondo y sonreía un poco.
El día de hoy se ha parecido a la esperanza con su sol suave, con la comida en casa de una gran amiga, una deliciosa crema de calabacín y pimiento rojo y luego una lubina a la sal. Más tarde una partida de cartas, con su tapete verde, su café, su canuto y al final la noche fría, la vuelta a casa... ya digo, algo en todo parecido a la esperanza.
He fumado un porro y al salir de la casa donde lo he fumado estaba bastante colocado y como tenía que conducir he decidido darme un paseo. El aire era frío. Ya no estoy acostumbrado a pasear con tanta gente por la que fue mi ciudad. Ahora vivo en un pueblo a cuarenta kilómetros. Ni estoy acostumbrado a fumar porros (durante muchos años sí lo estuve). Cuando se me ha pasado un poco el colocón me he montado en el coche y en el suave descenso hacia la percepción normal de las cosas, aún un poco colocado, he conducido con mucho placer por las calles de Madrid y luego por la autopista y luego por el pequeño puerto de montaña que me separa del valle donde se encuentra mi pueblo y mientras conducía escuchaba una música muy sonora y respiraba hondo y sonreía un poco.
El día de hoy se ha parecido a la esperanza con su sol suave, con la comida en casa de una gran amiga, una deliciosa crema de calabacín y pimiento rojo y luego una lubina a la sal. Más tarde una partida de cartas, con su tapete verde, su café, su canuto y al final la noche fría, la vuelta a casa... ya digo, algo en todo parecido a la esperanza.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/01/2009 a las 23:02 | {0}
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Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/01/2009 a las 21:00 | {0}