Déjame enseñarte la figura retórica y el oro que destila el alma mortal
El niño nos ha enseñado los dientes
La bruja se ha escondido en un disfraz de dependienta
La luz es tan amarilla como blanca
y no queda suelo donde decir, ¡basta!
Luego nos quedaremos, si quieres, dormidos
y soñaremos, compartiendo, la justicia
mientras fuera, en el mundo abierto, el de los ojos que pestañean los muchachos de un barrio del extrarradio han de volver de la escuela a pie entre barro y chutas a lo largo de siete kilómetros en invierno con el frío justo a la misma hora en la que una mujer sin honra escribe unas líneas y cobra el dinero que no le corresponde porque su marido es el jeque de una organización política la cual dice dedicarse al bienestar de todos y los muchachos arrastran sus mochilas por el barro y la mujer sin honra recibe 3000 € por delinear una idea que no es ni tan siquiera original.
Déjame enseñarte el falo del onagro. Míralo qué hermoso es y cómo canta cuando acaricias su perineo y cubres su cuello con guirnaldas. La flor del mundo.
El niño nos ha enseñado los dientes
La bruja se ha escondido en un disfraz de dependienta
La luz es tan amarilla como blanca
y no queda suelo donde decir, ¡basta!
Luego nos quedaremos, si quieres, dormidos
y soñaremos, compartiendo, la justicia
mientras fuera, en el mundo abierto, el de los ojos que pestañean los muchachos de un barrio del extrarradio han de volver de la escuela a pie entre barro y chutas a lo largo de siete kilómetros en invierno con el frío justo a la misma hora en la que una mujer sin honra escribe unas líneas y cobra el dinero que no le corresponde porque su marido es el jeque de una organización política la cual dice dedicarse al bienestar de todos y los muchachos arrastran sus mochilas por el barro y la mujer sin honra recibe 3000 € por delinear una idea que no es ni tan siquiera original.
Déjame enseñarte el falo del onagro. Míralo qué hermoso es y cómo canta cuando acaricias su perineo y cubres su cuello con guirnaldas. La flor del mundo.
El espíritu reside en el pecho
El alma abarca el cuerpo entero
Lucrecio (de rerum natura)
Ensayo
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/01/2013 a las 13:03 | {0}Agradezco a Leonor Langa sus explicaciones acerca de la nutrición emocional.
El cerebro crea la mente. El miedo reside en la mente. Luego el cerebro crea el miedo. Junto al miedo podrían colocarse palabras como peligro, riesgo, amenaza. Advertiríamos entonces un algo previo al hecho que nos produce miedo.
El miedo es una perturbación del ánimo (¿qué es perturbación? ¿qué es ánimo?) por un mal que realmente amenaza o que se finge (en la imaginación)
Olvidan muchas definiciones un hecho: el miedo es mecanismo de la mente que provoca que el bien no se cumpla. Es decir, el miedo no es sólo defensa contra el mal sino también ataque al bien. El bien es lo adecuado al ánimo para vivir.
Y ahora volvamos al cerebro crea la mente. En la infancia, según el método científico, se crean las sinapsis neuronales en base a las experiencias que vive el niño. Las sinapsis neuronales creadas son la mente. Una sinapsis neuronal se puede definir por lo tanto como una asociación. Si en la infancia el niño es nutrido con un biberón emocional de miedo, el niño asociara que el miedo es lo que le alimenta y creará una asociación que dirá: el miedo es alimento de vida. Su mente, por lo tanto, creerá que el miedo es un alimento.
Cuáles sean las causas por las que la figura nutricia (padre, madre, abuelo o cuidador) alimente con la sustancia del miedo al niño, no son importantes para el niño. Aunque de hecho casi siempre nos convirtamos en víctimas de esas causas y achaquemos a esas causas nuestra desgracia. O incluso estemos conscientemente ignorantes de ese alimento. Mientras actuemos de esa forma seguiremos alimentándonos del miedo con el que nos nutrieron.
La tarea para reconvertir el miedo en equilibrio consistiría primero en aceptar que el miedo es nuestro alimento y que ese alimento no lo es en realidad sino que es el veneno que nos impide desarrollar nuestra vida con equilibrio. El segundo paso sería considerar el abrazar la idea de que nadie es culpable. Que nadie tiene culpa (ni la figura nutricia ni el que padece el miedo). Que no sabemos las causas por las que la figura nutricia nos alimentó de miedo y ante todo que esas causas no importan. El tercer paso consistiría en ayudar al cerebro, desde la mente creada por él, a que generara nuevas sinapsis, nuevas asociaciones que anularan el miedo como motor de la vida. Es decir que el cerebro creara una nueva mente desde la mente que creó.
La sustancia del miedo es aquella que el cerebro crea con experiencias de maltrato y que conforman una mente que cree que sólo sintiéndose maltratado se puede seguir viviendo.
El miedo es una perturbación del ánimo (¿qué es perturbación? ¿qué es ánimo?) por un mal que realmente amenaza o que se finge (en la imaginación)
Olvidan muchas definiciones un hecho: el miedo es mecanismo de la mente que provoca que el bien no se cumpla. Es decir, el miedo no es sólo defensa contra el mal sino también ataque al bien. El bien es lo adecuado al ánimo para vivir.
Y ahora volvamos al cerebro crea la mente. En la infancia, según el método científico, se crean las sinapsis neuronales en base a las experiencias que vive el niño. Las sinapsis neuronales creadas son la mente. Una sinapsis neuronal se puede definir por lo tanto como una asociación. Si en la infancia el niño es nutrido con un biberón emocional de miedo, el niño asociara que el miedo es lo que le alimenta y creará una asociación que dirá: el miedo es alimento de vida. Su mente, por lo tanto, creerá que el miedo es un alimento.
Cuáles sean las causas por las que la figura nutricia (padre, madre, abuelo o cuidador) alimente con la sustancia del miedo al niño, no son importantes para el niño. Aunque de hecho casi siempre nos convirtamos en víctimas de esas causas y achaquemos a esas causas nuestra desgracia. O incluso estemos conscientemente ignorantes de ese alimento. Mientras actuemos de esa forma seguiremos alimentándonos del miedo con el que nos nutrieron.
La tarea para reconvertir el miedo en equilibrio consistiría primero en aceptar que el miedo es nuestro alimento y que ese alimento no lo es en realidad sino que es el veneno que nos impide desarrollar nuestra vida con equilibrio. El segundo paso sería considerar el abrazar la idea de que nadie es culpable. Que nadie tiene culpa (ni la figura nutricia ni el que padece el miedo). Que no sabemos las causas por las que la figura nutricia nos alimentó de miedo y ante todo que esas causas no importan. El tercer paso consistiría en ayudar al cerebro, desde la mente creada por él, a que generara nuevas sinapsis, nuevas asociaciones que anularan el miedo como motor de la vida. Es decir que el cerebro creara una nueva mente desde la mente que creó.
La sustancia del miedo es aquella que el cerebro crea con experiencias de maltrato y que conforman una mente que cree que sólo sintiéndose maltratado se puede seguir viviendo.
Vuelo... de espaldas... más allá de una canción.... más allá... esta mañana al salir, con el frío de una sierra algo nevada... el paseo.... en el silencio del camino verde, con los sonidos del mundo, el que tuvo que ser alguna vez enteramente así... las correrías del perro... los pedazos de mundo mordidos.... el agua azulísima como de nieve y unos piragüistas avanzando inútilmente y orzando en la boya... la roca... el cielo... las montañas nevadillas... y ese aire frío como el hierro, cruel como el cuchillo, inclemente como la pena... no es un día de queja, es un día de duelo... la muerte.... donde nada muere... hasta la palabra morir tiene algo vital, algo por completo sonoro, como las últimas palabras tibetanas que golpean el tímpano del moribundo para hacerle grato el tránsito... la belleza de haber sabido la mano y la mirada.... o una tarde de agonía llena de alegría... mansamente se arriba a la orilla donde espera el barquero... no temas su mirada... no temas el ofrecimiento de su mano para que des el paso sin caer a la Estigia... ven, parece decir, mi mano es callosa porque el remo, sólo porque el remo... quítate el talismán de tu cuello, abandona la piedra verde en el lugar donde aún ha de reposar muchos milenios y ahora ven, amigo, vas a visitar la otra orilla... así diría el día... con la vida fluyendo por mis ojos, colorida cuando está compuesta de átomos incoloros... sometida a los fueros de la gravedad y al mismo tiempo ingrávido yo con la mirada fija en la roca que despunta de las aguas del lago, una roca pequeña que a vista de pulga sería el techo del mundo... muere querida, le diría, si me recordase a la hermosa y navegante Ofelia, la coronaría de flores de loto para que así no perdiera la esencia pura (pura porque también existen esencias impuras) de los puntos cardinales y entonaría un largo himno casi homérico por el buen fin de su travesía... y abriría su pulmón y lo miraría delicadamente, brana a brana... y abriría sus ojos hasta llegar a su retina y adoraría en un silencio lleno de luz sus conos y sus bastoncillos... y acariciaría los filamentos que tras el tímpano vibran para que el cerebro sepa que el sonido existe... así el día, al trasluz...
Don Quijote enjaulado. Grabado de Gustave Doré
Como quadernal o quadrantal, así de extraño (y melancólico) se me ofrece el mundo en el que vivo. Como el hueso quadril que sale de la cia de las dos últimas costillas y sirve para formar el anca, así de escondido (como la u que ha de suceder por principio a q) quisiera estar. Escondido no por temor de lo extraño sino por somnolencia (y quedar dormido sin miedo al puñal y la codicia). Me siento un quebradillo (con toda la melancolía de no ser más que un taconcillo de madera) y atisbo un quebranto en mis molares y la quemazón de la ausencia de carne en mis colmillos. Es un día tras otro lo extraño (y melancólico) del mundo como debe suponerle a Q la inevitable compañía -para existir como sonido- de la u (aunque ésta sea tan soberbia que se permita ser muda ante la letra e y la letra i y casi líquida ante la a y la o como en la palabra quorum o en esa otra que sería qual). ¿Se me quiebra el corazón? ¿y la sangre se me quiebra? Quisiera quedarme quieto. No sol. No estrellas. No quimeras. Je t'aime. Pintar como querer. Melancolía de Q como la questa que era mendicidad, petición y recogimiento de dinero, con autoridad pública, por razón de religión ù de indulgencia y perdónes, que por fraudes y falsedades que se cometían en ella, la reformaron los Papas y los Reyes (para quédamente inventar una nueva questa igual de miserable). Y quisiera ser quibey y como ella ser un ente espinoso, criado en las Indias y echar, en su momento, mi flor blanca, con figura de violeta aunque algo más larga. Quién sube la escalera y quien la abaja/ Quién a la ropa y quien al cofre aguija,/ Quién abre, quién desquicia y desencaja,/ Quién no deja fardél ni baratija/ Quién alega y se mete à la partija. Melancólico, quieto y extrañado (como sacado. A la intemperie). Quedamente. Quinta es en la música el intervalo que consta de tres tonos y un semitono mayor. Así debería ser la armonía (la justicia entonces) una cuestión de intervalos perfectos. Murmura el vulgo severo,/ a quién nada se le escapa,/ que à todos quitas las capas/ pero a ninguno el sombrero.
Quijote mío,/ alma de la caballería,/ corre a tu libre albedrío/ para huir de la bellaquería. Me comeré un quoque cuya fruta es tan grande como el huevo de un ganso para sobrellevarme en este extraño y melancólico mundo en todo semejante a la grafía Q.
Quijote mío,/ alma de la caballería,/ corre a tu libre albedrío/ para huir de la bellaquería. Me comeré un quoque cuya fruta es tan grande como el huevo de un ganso para sobrellevarme en este extraño y melancólico mundo en todo semejante a la grafía Q.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/01/2013 a las 10:09 | {0}