Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Guys in the Victorian Era
Guys in the Victorian Era

A veces el corazón late lento como si quisiera detenerse y dejar el cuerpo en el que habita tirado en la cuneta
A veces un miedo pánico se apodera de una mujer en el pasillo de una estación del metro y echa a correr
A veces se imagina la cantidad de bocas que en este mismo instante están engullendo. Bocas de todas las latitudes. Bocas de todos los seres con bocas
A veces se aísla y el silencio crece tanto que es como una barrera de coral entre él y el mundo
A veces quiere morir, sí, así lo quiere y de inmediato el impulso de vida, la mañana de mañana, saber que esto que ocurre ahora pasará, dejará de doler...
A veces diría que no se habla del suicidio por un sentido supersticioso de no mentar a la bicha. Tendría, piensa el escritor, que hablar del asunto
A veces escribir un tratado
A veces sucumbir a la belleza de la La Jerusalén liberada de Tasso
A veces en la cima del mundo, otras alma del mundo, otras mente que piensa el mundo, otras física del mundo en sí, otras espíritu burlón o bufón o juglar que duerme una noche del siglo XII en un pajar de Frómista
A veces el esfuerzo
A veces el espejo roto
A veces un aire de duelo ante el almendro en flor
o sólo flor o sólo almendro o sólo duelo o aire tan sólo
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/02/2025 a las 20:37 | Comentarios {0}



Te diría palabras. Aire. Movimiento. Llovería mientras te hablara. Mantendría el gesto serio y urdiría alguna estrategia. El tiempo no sobraría. Bien lo sabes tú. Más lo sabrás cuando hayas avanzado un poco. La tarde ya no sería fría. La luna andaría desvanecida. Las estrellas apenas serían nada en la vasta oscuridad de un universo sin ti. Palabras. Sonidos por el aire. Aleteo de las cigüeñas que han vuelto a Castilla y siguen siendo una hermosura. Lo demás se escaparía como ocurre cuando la carta se va convirtiendo en monólogo y queda al final el rescoldo de algo que -el que la escribe es consciente- abarcaba mucho más. ¿Cuándo callaría? No lo sé. ¿Desaparecería la emoción que nació de una ausencia demasiado larga? No lo sé. ¿Sabría definir semejante emoción? Sí, exclamaría; sí, sabría, te lo sabría expresar mientras la seriedad de su gesto derivaba. Cuando se hubiera calmado el maremoto; cuando se hubieran retirado las aguas de ese cuerpo que hasta entonces había sido tierra; cuando las voces empezaran a significar algo; sobre una ola ya mansa; en las lindes de la espuma y sus días; a punto de escupir un alacrán te diría algunas cosas buenas para callar desde entonces hasta el final y bajaría los parpados y adoptarían su cuerpo y sus miembros la posición del loto y permanecería quieto durante aquello que no se puede medir, durante aquello inefable, durante los largos tránsitos entre una inspiración y la siguiente, durante el recorrido del ámbar por el mundo, esa faz, esos nombres, esas nadas. Quizá pronunciara palabras pero como quien avienta paja por un campo sin dueño; quizá moviera la boca (o sufriera en el dedo anular izquierdo un movimiento reflejo, ligera contracción que nada supone, sin acción entonces). Eso sería todo. Habrías de ser tú quien interpretara sus expresiones corporales; nombrarlas incluso como si con ello provocaras el sortilegio que libera la posibilidad de entender. Eso sería todo antes de que siguieras tu camino, convencida de que el monolito que dejas atrás era realmente de piedra.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/02/2025 a las 18:44 | Comentarios {0}



La primera luz la recibió en diciembre y quedó ciego (dicen que años más tarde, poco antes de morir, creyó entrever lo que él entendió gris una tarde en la que se produjo una gran tormenta de nieve. Recordamos que nos decía que aquello ocurrió un mes de abril. Temía el mes de abril. Decía junto con el otro que era, en efecto, el mes más cruel. Nosotros cuando marzo terminaba, le animábamos con algún vino de la Ribera del Duero y algún queso viejo de oveja). Nunca se quejó de aquella fatalidad sobre todo porque -según nos confesaba- aquella luz primera salió del pezón de su madre y lo deslumbró para siempre. (Eso nos lo decía, muy serio, hasta tal punto serio que no sonreía ni un poquito, no fuera a ser que una medio sonrisa produjera en alguno de nosotros la más leve sospecha de un doble sentido en la frase: aquella luz cegadora salió del pezón de mi madre -esa es la literalidad de la expresión que usaba para evocar aquel momento deslumbrante-). También reconocía en los últimos años de su azarosa y vagabunda existencia que la ceguera trajo consigo la oscuridad y que a ella -la ceguera- achaca mucho de los desaires que la vida le procuró y fueron esos desaires los que le convirtieron en un hombre taciturno, muy hosco con los demás, que albergaba -nos decía ya en el lecho mortuorio- una ira tal contra el género humano que sabía que cualquier cosa que dijera sobre el mismo habría de estar teñido de cierta malignidad porque él, insistía, con los desengaños, los engaños, las desorientaciones, las traiciones, los sinsentidos, los sinsabores, las grandes soledades, el abandono de su progenie, la callada por respuesta de una ex-mujer que tuvo cuando un día quiso saber por qué alguna como ella le quiso (o le aseguro querer), las trampas en los pesos, las risas por su torpeza y por tantas otras cosas que le vinieron pasando a lo largo de su vida (como si de alguna manera, concluimos, se sintiera un poco como el buscón del gran Quevedo) habían acabado convirtiéndole en un ser malhumorado, poco compasivo, lleno de rencor, un rencor, nos aseguraba, que le pudría las entrañas de la mente, un rencor, nos aseguraba, al que había combatido con todas sus fuerzas, en mitad de las tinieblas, sin un atisbo de luz, el cual, aseguraba, había terminado, también él, por vencerle y así no podía negar ante nosotros que era un acomplejado de mierda, lleno de bilis, con unas terribles ganas de matar y agradecía el don de la ceguera porque si no, nos juraba, se habría convertido en asesino cruel y constante. El pobre ciego, entonces, bajaba la voz y musitaba algo parecido a lo que sigue: pero el buen ángel caído se apiadó de mí y me quemó los ojos con la luz que salió despedida de los pezones de mi madre y de esta manera evitó que mis manos se pusieran al servicio de la muerte. Perdonadme lo demás. Perdonad lo que haya podido salir de mi boca. Tenéis mi permiso para cortarme la lengua si fuera preciso. Eso decía el viejo, sentado en una butaca junto a la ventana, en la sala de la residencia para ancianos donde lo conocimos. Nos dijeron las empleadas que lo encontraron a la puerta de la residencia, cuando llegaron las del turno de la mañana; nos contaron que tardó un buen rato en entrar en calor porque parece ser que llevaba allí tirado desde las tres de la madrugada. El viejo murió a las tres semanas de llegar. Nadie lo vino a visitar. Quizás hablara más de la cuenta pero le dejábamos, para lo que iba a durar...
 
Cuentecillo Pezón y ojo

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/02/2025 a las 19:04 | Comentarios {2}



...vengo, resuelta. Camino por la noche oscura del alma en estos tiempos de neones y contaminación lumínica. He sabido encontrar esa oscuridad. He aprendido a quedarme en ella. También he aprendido a no buscarte. No sé cuando me golpeó por primera vez esta idea de no quererte. Sí sé que a partir de ese momento ese pálpito fue constante. Lo hice.

Varias líneas están tachadas y hacen imposible su lectura.

No sé si he hecho bien. No sabría decirte cuántas veces he empezado esta carta. Nunca te la envié. No creo que ésta te la envíe. Llegará un momento en el que me pondré nerviosa y haré con estas hojas -si fuera que llevara varias escritas- una bola y la tiraré a la papelera; quizá se me salten las lágrimas y mire hacia la mesa donde oscura espera la pantalla del móvil; quizá sienta la tentación de llamarte (a veces he llegado hasta tu nombre) con la absoluta seguridad de que no caeré. Luego me olvidaré de ti. Tengo tanto que hacer. Tanta vida que vivir. Una vida que tú nunca compartirás conmigo. Una vida a la que te impido acceder. Una vida que transcurre por donde debe transcurrir. Escribo de esta forma porque leerás lo escrito. Yo sé que tú preguntarías: ¿Qué ves desde tu ventana? o sugerirías que podrías conocer mi casa o si aún fuera todo mucho más cordial, te presentarías tú una tarde, con la seguridad de quien sabe que será bien recibido.

Varias líneas están tachadas y hacen imposible su lectura.

No podría hacerlo. Me lo pido. Sé que es lo mínimo. No lo haré. No por escrito. Me aterra que quede un testimonio palpable de algo de lo que pasado el tiempo me podría arrepentir. La memoria es la base de los totalitarismos. Sin memoria la manipulación sería imposible. Yo podría mirarte a la cara una mañana en un parque y decirte o mentirte. Podría hacerlo porque esas palabras son aire. Se fueron. Por eso no esperes que de aquí puedas extraer una conclusión y menos aún una dirección. Nada escribiré de lo que pueda retractarme. Puedo escribir: a mi derecha hay un dibujo de una mujer desnuda. Puedo escribir: tengo el pelo largo y hoy me lo he recogido en un moño con un lápiz a modo de peineta. Puedo escribir: Eva está en la sala. Puedo escribir: a punto está la primavera.

Varias líneas están tachadas y hacen imposible su lectura.

Sé que no lo sé. No debo de ser consciente de que vas a morir. De que voy a morir y que ese tránsito no tiene fecha. No depende de la edad. Será que me siento eterna. Será que la muerte no me alcanza y también es muy posible que sea que no me importe si te alcanza a ti, si tú sí estás a tiro de ella. Los grises. No movemos en esa gama. No podría decirte siquiera. Sí, también lo pienso: yo podría mirarte a la cara una mañana en un parque y no decirte nada. Podría para mis adentros reírme de tu gesto o distraerme de ti por algo que ocurre a tus espaldas (un perro que se escapa, una bicicleta que pasa, un corredor que suda) (las siguientes  tres palabras están tachadas) ...ni lo imagines (las siguientes cuatro palabras de la línea están tachadas) ...incendios

Varias líneas están tachadas y hacen imposible su lectura.
Fin del fragmento
 

Epistolario

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/02/2025 a las 20:24 | Comentarios {0}


Pieza teatral en una sola escena


La ninfa Galatea. Rafael. h. 1512-1514
La ninfa Galatea. Rafael. h. 1512-1514

Garganta entre montañas. Sopla helador y tenebroso el Bóreas. Grandes masas de piedra se alzan sobre la garganta. Son montañas escarpadas, profundamente verticales, cuyas paredes de tan lisas se dirían de cristal y tan elevadas que la vista no alcanza la cima más alta de sus picos; es la hora de la tarde que muere; el cielo ha variado del rosa cursi al carmesí menstrual; se escuchan no muy lejos gruñidos de animales horribles dispuestos a alimentarse de cualquier cosa que huela a carne y un poco más cerca, como si estuvieran a los pies de las encrespadas y lisas montañas, el Ogro escucha el coro de los lobos entonando un miserere; vuelan sobre su cabeza calva buitres y cernícalos y también éstos graznan su hambre, su intención de matar.
El Ogro es un macho de más de doscientos metros de altura y una envergadura de casi ciento cincuenta; es robusto, fiero, espantoso su rostro, afilados sus dientes, roja la esclerótica de sus ojos inmensos y negros como aguas abisales del mar más oscuro; su cuello sería el de veinte toros; las vértebras de su espalda son escamas afiladas ; su torso velludo está recubierto por un exoesqueleto, una especie de coraza color hueso que ningún depredador intuye hasta que intenta clavar sus dientes en él; sus manos no son manos son armas que asesinan; su miembro sexual siempre está enhiesto y este priapismo monstruoso le provoca tal dolor que se pasa la vida haciéndose pajas y corriéndose con la esperanza de que una eyaculación consiga acabar, por fin, con semejante tensión.


El Ogro:
¡Ah, sí! ¡Vaya si lo sé! Se está deshaciendo el muelle y caen a mi alrededor excrementos de gaviota que me recuerdan que la mierda siempre cae del cielo; soplo; me venero; estoy aturdido; desde que me levanto por la mañana; desde que el abrevadero del cerdo está sin agua y lo miro a él perdido y gris al fondo de la cochiquera como si me pidiera que de una puta vez acabe con su vida de cebón; caigo; desisto; quisiera coger el arma que no tengo y meterle una bala por la mitad de la frente -con la delicada exactitud de la suerte que escribiría Chandler- al hombre que un día acabará con los míos; la tarde decae; el hielo se endurece en el suelo; las cimas viejas; las nubes mansas; todo me lleva a levantarme esta noche cuando la madrugada sea una paz que no existe; eso haré; en ese tiempo me levantaré; por muy aturdido; por muy emperifollado; por muy asesino... ¡Ay, Gaia, cómo! ¡Cuándo! ¡Casandra, hazte oír y provoca el milagro de creerte porque en mi mente late un deseo perverso y atractivo de devorar cerebros de canallas, de acabar con la estirpe de los idealistas, de someter a cualquiera que me mire más allá del atardecer! ¡Desde esta garganta clamo a los hombres que vengan a por mí; ruego que no se dejen atemorizar por mi fealdad; crean que yo podría ser -horror necesario- el que acabe con la estirpe de quienes alimentan la estupidez! Voy a bajar la voz (El Ogro baja la voz y al hacerlo ésta se vuelve grave y casi bonita como si con ella envolviera un momento de ternura en el mundo) para decir que mi enormidad es nada y que no necesitáis - vosotros, dioses pequeños en proporción directa al temor que nos tenéis- tenernos amarrados a las laderas de estos colosos; bastaría con que pactáramos unos mínimos, cumpliéramos lo pactado y dejáramos que la vida corriera por nuestras venas el tiempo que nos fuera dado; (de nuevo su voz se va endureciendo, se vuelve más metálica, más aguda, más hiriente) y si no lo hacéis, llegará un día en que uno de nosotros se libere y entonces os juro que de vosotros no quedará ni el recuerdo casi cómico de un mito; os desmembraremos; os quemaremos; os simbolizaremos; olvidaremos el significado del símbolo; os olvidaremos; os olvidaran y al fin un nuevo mundo feo nacerá sin rastro de vuestra fealdad; ¡dejad que la Parca se acerque a vosotros! ¡Dejad que os engulla con gula! ¡Convertíos en savia de vuestro propio infierno y dejad que los niños se acerquen a mí!
 

Teatro

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/02/2025 a las 17:37 | Comentarios {0}


1 2 3 4 5 » ... 467






Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile