Suave
vendrá
ahhh
soñaba la destilación de un éxito
Era la palabra
Suave
Suave
luego un ritmo sincopado
más allá de la sintaxis
mucho
aunque nada sea
no exista en realidad
dice
luego digo
como cuando no se entiende bien la, la... frase
así querría
envuelta en
como una mala película ayer por la noche
muy mala
todo efectos sin sentido
entonces volvió y exclamó mmmm...
¿sabes?
¿quieres?
Mañana otra vez
piensa
que las habitaciones iluminadas por neones le producen siempre una gran desazón
Blancura sucia
Algo así
(ahora suspiro)
y la música LA MUSICA LLLLLLLLLLAAAAAAAMMMMMM´´´´´´´´´´ÚSICAAAAAAAAAAAAAAA
más o menos esa era la intención
Desmontan lejos artilugios de feria
unos coches de choque
una pequeña noria
y un pulpo gigantón de brazos muy articulados
más o menos eso era lo que implicaba
mmmmmmmmm....
Más o menos.
Ah, no es un poema.
vendrá
ahhh
soñaba la destilación de un éxito
Era la palabra
Suave
Suave
luego un ritmo sincopado
más allá de la sintaxis
mucho
aunque nada sea
no exista en realidad
dice
luego digo
como cuando no se entiende bien la, la... frase
así querría
envuelta en
como una mala película ayer por la noche
muy mala
todo efectos sin sentido
entonces volvió y exclamó mmmm...
¿sabes?
¿quieres?
Mañana otra vez
piensa
que las habitaciones iluminadas por neones le producen siempre una gran desazón
Blancura sucia
Algo así
(ahora suspiro)
y la música LA MUSICA LLLLLLLLLLAAAAAAAMMMMMM´´´´´´´´´´ÚSICAAAAAAAAAAAAAAA
más o menos esa era la intención
Desmontan lejos artilugios de feria
unos coches de choque
una pequeña noria
y un pulpo gigantón de brazos muy articulados
más o menos eso era lo que implicaba
mmmmmmmmm....
Más o menos.
Ah, no es un poema.
Ella dice tener el corazón argentino (cómo subirá la plata cuando lo sepan los Mercados de Valores). Yo lo anuncio para que no más los argentinos sepan que una mujer suspira por sus suspiros. Y no es una mujer cualquiera, ¡ché!
Ella ensueña sobre la fascinación de sus giros, de sus voces profundas, de ese alma argentina, mezcla de españoles, italianos, griegos y mapuches.
¡Ah, argentinos, qué mina os lleváis! Os la describiría con la seca cautela castellana (o quizá me armaría de vos y viste y dai, dai y volteá y agrupá y...) con una sola frase: ella es pulso sutil de mujer.
Si leyera cómo Calamaro ha mandado a tomar por el orto a sus seguidores de twitter.
Si leyera cómo Borges le escribió un poema a las batallas (lo habrá leído y si no, ¡Leelo, nena, leelo!)
Si escuchara al bueno de Cortázar describiendo los fríos de Paris o los esfuerzos de Bioy Casares por desentrañar la última reconstrucción del alma o se enfrascara en Los Siete Locos del Loco Arlt. O si viera al grande de Pampito, El Chino de Córdoba, deslizarse por el ring con alma de bailarín...
O, envidia mía, si yo fuera argentino, rogaría a Dios que me enviara una fortuna para tener la fortuna de traérmela a Buenos Aires y llevarla a pasear por el Cementerio de la Chacarita mientras, linda su mano, arrullo sus oídos con poemas vanos.
¡Argentinos, Dios os visita más de una vez por semana!
Ella ensueña sobre la fascinación de sus giros, de sus voces profundas, de ese alma argentina, mezcla de españoles, italianos, griegos y mapuches.
¡Ah, argentinos, qué mina os lleváis! Os la describiría con la seca cautela castellana (o quizá me armaría de vos y viste y dai, dai y volteá y agrupá y...) con una sola frase: ella es pulso sutil de mujer.
Si leyera cómo Calamaro ha mandado a tomar por el orto a sus seguidores de twitter.
Si leyera cómo Borges le escribió un poema a las batallas (lo habrá leído y si no, ¡Leelo, nena, leelo!)
Si escuchara al bueno de Cortázar describiendo los fríos de Paris o los esfuerzos de Bioy Casares por desentrañar la última reconstrucción del alma o se enfrascara en Los Siete Locos del Loco Arlt. O si viera al grande de Pampito, El Chino de Córdoba, deslizarse por el ring con alma de bailarín...
O, envidia mía, si yo fuera argentino, rogaría a Dios que me enviara una fortuna para tener la fortuna de traérmela a Buenos Aires y llevarla a pasear por el Cementerio de la Chacarita mientras, linda su mano, arrullo sus oídos con poemas vanos.
¡Argentinos, Dios os visita más de una vez por semana!
Veo el ojo del mundo
la vela también la veo
Veo el inicio de un poema muy famoso
(no me he comido por dentro porque me he arriesgado a que me muerdan por fuera)
Ying+Yang = Qui
¡Oh, Rosalinda si tu foras a pragia!
Esa navaja, minúscula como supernova, esa navaja de Ockam, esa sutil navaja de Ockam, de Ockam, de Ockam.
Las pastillas para dormir dejábanle el cuerpo hipnotizado, una cualidad etérea, una saliva mágica, una papilla.
Veo el ojo de la luna
una mula me lo ha señalado con su pezuña
Estéril hablar si no es para evitar pudrirse por dentro
(¿por qué no te pudres? ¿por qué quieres bañarte y oler a limpio? ¿cuándo vendrá la navaja a cortarte el pescuezo?)
Dijo una inconsciente: ¡Vale ya de especular sobre el sufrimiento en el mundo! ¡Actúa sobre él!
¿Qué moral superior tienen los activos con respecto a los contemplativos?
¿Cómo no pueden pensar -¿la acción permite pensar?- que acción/contemplación son iguales, fraternas y libres?
Vem, Lidia, enlaçemos as maos!
Estaban a la vera de un río que no era el Tajo y sin embargo era tan importante como el Tajo. Porque estaban ellos, a su vera, con las manos enlazadas.
Dieron las once.
La mucama paró el tiempo.
Dieron la once para siempre.
Fueran las dos o las cinco sonaban las once.
También en aquella casa. En su fuero interno. En la niña recién parida. En Alcolea del Campo. Y en Los Negrales.
Sólo hubo una vez -cuando regaron la calle para despejarla de semillas- que en vez de las once, sonaron las once y cinco.
Fue un tumulto.
Fue una provocación.
Fue un asunto de Estado solucionado en Reposo por unos Rapaces que se negaron, por supuesto, a decir sus Nombres.
¡Bendita seas!
¡Maldito seas!
¡Eneas, Eneas, las once!
- ¡Como siempre, mamá, como siempre! ¡No me lo digas más veces!
Vem, vem, vem!
Si el corazón pudiese pensar, se pararía.
Dijo el filósofo.
Pedro Pablo Pascual Pereira Primer Pintor Portugués Pidió Permiso Para Pasar Por Portugal Pintando Puertas Para Pobres Por Poco Precio.
Debiera llamarse P en vez de K.
¡No, no, potenciales no!
Gracias.
la vela también la veo
Veo el inicio de un poema muy famoso
(no me he comido por dentro porque me he arriesgado a que me muerdan por fuera)
Ying+Yang = Qui
¡Oh, Rosalinda si tu foras a pragia!
Esa navaja, minúscula como supernova, esa navaja de Ockam, esa sutil navaja de Ockam, de Ockam, de Ockam.
Las pastillas para dormir dejábanle el cuerpo hipnotizado, una cualidad etérea, una saliva mágica, una papilla.
Veo el ojo de la luna
una mula me lo ha señalado con su pezuña
Estéril hablar si no es para evitar pudrirse por dentro
(¿por qué no te pudres? ¿por qué quieres bañarte y oler a limpio? ¿cuándo vendrá la navaja a cortarte el pescuezo?)
Dijo una inconsciente: ¡Vale ya de especular sobre el sufrimiento en el mundo! ¡Actúa sobre él!
¿Qué moral superior tienen los activos con respecto a los contemplativos?
¿Cómo no pueden pensar -¿la acción permite pensar?- que acción/contemplación son iguales, fraternas y libres?
Vem, Lidia, enlaçemos as maos!
Estaban a la vera de un río que no era el Tajo y sin embargo era tan importante como el Tajo. Porque estaban ellos, a su vera, con las manos enlazadas.
Dieron las once.
La mucama paró el tiempo.
Dieron la once para siempre.
Fueran las dos o las cinco sonaban las once.
También en aquella casa. En su fuero interno. En la niña recién parida. En Alcolea del Campo. Y en Los Negrales.
Sólo hubo una vez -cuando regaron la calle para despejarla de semillas- que en vez de las once, sonaron las once y cinco.
Fue un tumulto.
Fue una provocación.
Fue un asunto de Estado solucionado en Reposo por unos Rapaces que se negaron, por supuesto, a decir sus Nombres.
¡Bendita seas!
¡Maldito seas!
¡Eneas, Eneas, las once!
- ¡Como siempre, mamá, como siempre! ¡No me lo digas más veces!
Vem, vem, vem!
Si el corazón pudiese pensar, se pararía.
Dijo el filósofo.
Pedro Pablo Pascual Pereira Primer Pintor Portugués Pidió Permiso Para Pasar Por Portugal Pintando Puertas Para Pobres Por Poco Precio.
Debiera llamarse P en vez de K.
¡No, no, potenciales no!
Gracias.
... y ocurre que pueda ser una simple sincronía. O va más lejos y por vericuetos extrasensoriales se llega a descubrimientos más o menos loables. Más o menos certeros. La verdad es la cuerda floja del espíritu. No así del alma cuya verdad estriba en la locura.
Leo las palabras de alguien y me agota la vacuidad de esas palabras. No por feas o por falsas. Si no por faltas de verdad. Es como si al leer, en ocasiones, se atisbara por el resquicio de una coma la ausencia de verdad.
Angels in America de Tony Kushner (qué gusto que se anteponga el autor al director de vez en cuando) dirigida por Mike Nichols e interpretada entre otros por Meryl Streep, Jeffrrey Wright, Marie Louise Parker o Al Pacino, tiene en su desmesura tanta verdad que es una fiesta para los sentidos. Esa lucha moderna entre lo científico y lo espiritual; entre lo aceptable y lo bochornoso; entre lo admisible y lo inadmisible en una sociedad podrida, en una civilización agotada.
Vivimos una civilización agotada.
Los años del SIDA (década de los ochenta del siglo pasado) es el paradigma que utiliza Kushner para su metáfora del mundo. Y su metáfora es bellísima, desgarradora, grotesca y sensual.
Un detalle que agranda para mí la serie es que no se ve a ningún personaje, a lo largo de las seis horas de duración, montado en un coche. Eso para una serie americana es una denuncia en sí. Y además tiene sentido en tanto en cuanto el mensaje del Ángel, Emma Thompson, es que la clave de la decadencia de la especia humana radica en que no deja de moverse. Sólo si se mantuviera quieta, Dios volvería y todo retornaría a su estúpida y aburrida Edad Dorada. El Profeta, Justin Kirk, se niega a anunciar la buena nueva (o la mala nueva) y sube hasta los cielos por una incandescente escalera de Jacob y entrega el libro que le había caído en suerte a unos ángeles que hacen guardia a la espera de que Dios vuelva. Antes de volver a bajar a la tierra y seguir viviendo con el SIDA -que en aquellos años, no se nos olvide, era sentencia de muerte- les espeta a los ángeles guardianes, Y si vuelve Dios denunciadlo por habernos abandonado y castigadlo como se merece.
Tan dislocada historia tiene un punto de verdad tan elevado que no puedo por menos que compararla con la ausencia de verdad del texto realista, que habla de cosas cotidianas y que sin embargo, insuflado de cierto aroma orientaloide, pierde su energía en aras de una creencia que en absoluto tiene pies ni cabeza.
Los ángeles existen como intuiciones que se pueden personificar, como sincronías de las que podemos ser capaces de darnos cuenta, como un aviso en el momento justo; los ángeles tienen el filo de sus alas de demonios; los ángeles son seres feéricos como lo somos nosotros, humanos, que podemos mirar de reojo el Otro Mundo y extraer de él un poco de cordura la cual en el vocabulario de los ángeles-demonios-hadas-duendes-dáimones, se llama locura. Locura para dejarnos de fórmulas manidas; locura para afrontar la vida con todo el terror que nos cause (y toda la alegría y todo el asombro) como lo vive Harper Pitt -el personaje maravillosamente interpretado por Marie Louise Parker- que entra en sus alucinaciones con la misma sonrisa triste con la que habita en eso que tantos y tantos se empeñan en llamar realidad.
- Déjese usted de recetas, señora, y póngase a cocinar.
Leo las palabras de alguien y me agota la vacuidad de esas palabras. No por feas o por falsas. Si no por faltas de verdad. Es como si al leer, en ocasiones, se atisbara por el resquicio de una coma la ausencia de verdad.
Angels in America de Tony Kushner (qué gusto que se anteponga el autor al director de vez en cuando) dirigida por Mike Nichols e interpretada entre otros por Meryl Streep, Jeffrrey Wright, Marie Louise Parker o Al Pacino, tiene en su desmesura tanta verdad que es una fiesta para los sentidos. Esa lucha moderna entre lo científico y lo espiritual; entre lo aceptable y lo bochornoso; entre lo admisible y lo inadmisible en una sociedad podrida, en una civilización agotada.
Vivimos una civilización agotada.
Los años del SIDA (década de los ochenta del siglo pasado) es el paradigma que utiliza Kushner para su metáfora del mundo. Y su metáfora es bellísima, desgarradora, grotesca y sensual.
Un detalle que agranda para mí la serie es que no se ve a ningún personaje, a lo largo de las seis horas de duración, montado en un coche. Eso para una serie americana es una denuncia en sí. Y además tiene sentido en tanto en cuanto el mensaje del Ángel, Emma Thompson, es que la clave de la decadencia de la especia humana radica en que no deja de moverse. Sólo si se mantuviera quieta, Dios volvería y todo retornaría a su estúpida y aburrida Edad Dorada. El Profeta, Justin Kirk, se niega a anunciar la buena nueva (o la mala nueva) y sube hasta los cielos por una incandescente escalera de Jacob y entrega el libro que le había caído en suerte a unos ángeles que hacen guardia a la espera de que Dios vuelva. Antes de volver a bajar a la tierra y seguir viviendo con el SIDA -que en aquellos años, no se nos olvide, era sentencia de muerte- les espeta a los ángeles guardianes, Y si vuelve Dios denunciadlo por habernos abandonado y castigadlo como se merece.
Tan dislocada historia tiene un punto de verdad tan elevado que no puedo por menos que compararla con la ausencia de verdad del texto realista, que habla de cosas cotidianas y que sin embargo, insuflado de cierto aroma orientaloide, pierde su energía en aras de una creencia que en absoluto tiene pies ni cabeza.
Los ángeles existen como intuiciones que se pueden personificar, como sincronías de las que podemos ser capaces de darnos cuenta, como un aviso en el momento justo; los ángeles tienen el filo de sus alas de demonios; los ángeles son seres feéricos como lo somos nosotros, humanos, que podemos mirar de reojo el Otro Mundo y extraer de él un poco de cordura la cual en el vocabulario de los ángeles-demonios-hadas-duendes-dáimones, se llama locura. Locura para dejarnos de fórmulas manidas; locura para afrontar la vida con todo el terror que nos cause (y toda la alegría y todo el asombro) como lo vive Harper Pitt -el personaje maravillosamente interpretado por Marie Louise Parker- que entra en sus alucinaciones con la misma sonrisa triste con la que habita en eso que tantos y tantos se empeñan en llamar realidad.
- Déjese usted de recetas, señora, y póngase a cocinar.
No es notorio y es jueves de agosto. Las calles de la ciudad de Madrid están vacías y el calor ya no es tan espantoso como durante el mes de julio. En esta mañana, aún fresca, guardo en mi memoria los restos de la noche. No sé muy bien porque escribo estas líneas ni si tendrán un final con moraleja, si será porque he visto las estadísticas y siempre me anima ver que sigues (tú y tú y usted) entrando en esta página a la espera de una lectura que te mantenga en una rutina buena o si es porque siento la levísima melancolía de las cosas mal hechas. De los hechos malos. Una frase, pronunciada por Carmen en una cena hace dos días, se me repite en la cabeza y es ésta, Todos sabemos perfectamente lo que es bueno y lo que es malo. Su contundencia me altera. Su sencillez me pasma. La verdad de esa afirmación me aturde y me obliga a reconocer que cuando realizo acciones malas, sé perfectamente que lo están siendo. Todos lo sabemos. Puede que entre el bien y el mal no se establezca una dualidad sino una trinidad como afirma Alfred Schütze en su libro El Enigma del Mal editado por Rudolph Steiner. El libro en sí no me gusta (más bien lo contrario) y en él establece unas triangulaciones entre el bien y el mal que me parecen interesantes. Por ejemplo: Avaricia/Moderación/Despilfarro; Soberbia/Dignidad/Inferioridad; Meticulosidad/Sentido del orden/Desorden; Cobardía/Valentía/Temeridad etc... donde el bien lo he colocado entre los dos términos del mal. Esta forma de intelectualizar las acciones humanas (mis acciones) puede que me calme un poco. Me siento como si aplicara mi ojo a un telescopio que me hiciera más grandes (y alejadas) mis propias bondades y maldades. Y siento que, al acercarlas, he atravesado un tiempo de límites finísimos entre unas y otras, tan finos que me da la impresión de que en cualquier momento se podrían rasgar y mezclarse en una pasta que haría muy difícil separar, de nuevo, el grano de la paja ¡Condición humana!
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/09/2010 a las 12:41 | {0}