Resolvió encomendarse al rigor
y le salieron canas
y le apodaron viejo
y le surgieron callos
y le llegó el invierno.
Resolvió entonces encomendarse a la lasitud
y le nacieron hembras
y le llovieron piernas
y le aliviaron cantos
y le cubrieron mantos.
Resolvió entonces dejarse ir
y le sobrevino inapetencia
y se metió en callejas
y adoró a un becerro
y espantó a una boca.
Resolvió pues ser como era
y le llegó la primavera
y acunó a un cachorro
y merendó en la jaima
de una princesa hebrea.
Resolvió no resolver
y el mundo se le puso del revés
y se columpió en las ramas de una higuera
y se hizo a la mar en parihuelas
y braceó por un fondo de charca.
Resolvió no soñar nunca más
y soñó lo que no está escrito
y refunfuñó a la procesión de un santo
y se elevó, él solito, hasta el discanto
en una turbulenta noche de solsticio.
Resolvió volver a sus inicios
y se encontró sin una sola pista
y meditó el vuelo de las cigüeñas
y se emocionó con el campanario que era nido
y confundió el inicio con la espera.
Resolvió parar de resolver
y paró
y ayunó
y amainó
y murió.
y le salieron canas
y le apodaron viejo
y le surgieron callos
y le llegó el invierno.
Resolvió entonces encomendarse a la lasitud
y le nacieron hembras
y le llovieron piernas
y le aliviaron cantos
y le cubrieron mantos.
Resolvió entonces dejarse ir
y le sobrevino inapetencia
y se metió en callejas
y adoró a un becerro
y espantó a una boca.
Resolvió pues ser como era
y le llegó la primavera
y acunó a un cachorro
y merendó en la jaima
de una princesa hebrea.
Resolvió no resolver
y el mundo se le puso del revés
y se columpió en las ramas de una higuera
y se hizo a la mar en parihuelas
y braceó por un fondo de charca.
Resolvió no soñar nunca más
y soñó lo que no está escrito
y refunfuñó a la procesión de un santo
y se elevó, él solito, hasta el discanto
en una turbulenta noche de solsticio.
Resolvió volver a sus inicios
y se encontró sin una sola pista
y meditó el vuelo de las cigüeñas
y se emocionó con el campanario que era nido
y confundió el inicio con la espera.
Resolvió parar de resolver
y paró
y ayunó
y amainó
y murió.
La bella melancolía del héroe solitario Corto Maltés del dibujo de Hugo Pratt.
La sexualidad y la sensualidad de las historias de Milo Manara.
El gusto por la aventura y la perfecta caracterización de los personajes de la mano de Hergé en casi todos los álbumes de Tintín.
La enseñanza constante. El librepensamiento de Montaigne en sus Ensayos.
La racionalización del amor de la mano de José Ortega y Gasset en sus Ensayos sobre el amor.
El descomunal esfuerzo de Plinio el Viejo por compendiar el saber del siglo I en su Historia Natural.
La idea de la Historia de la mano de Américo Castro en sus ensayos De la Edad Conflictiva y España en su historia.
El viaje al arte de la mano de Gombrich y su Historia del Arte.
La idea de María Moliner para crear un diccionario que abrió el camino a muchos otros, El Diccionario de Uso del Español.
El precioso Diccionario ideológico de la lengua española de Julio Casares.
La extraña locura de T.S. Eliot en su Tierra Baldía.
El amor al hombre y a la tierra de Walt Whitman en sus Hojas de Hierba en la estupenda traducción de Jorge Luis Borges.
El conocimiento de la mujer de la mano de Simone de Beauvoir en El Segundo sexo.
La delicadeza de Camille Claudel en todas y cada una de sus esculturas.
El mundo de las plantas y sus usos en la escritura recia de Dioscórides.
William Shakespeare.
Las Casidas y Gacelas de Federico García Lorca.
La poesía tan terrenal de Juan de la Cruz en sus liras.
La metáfora de un paisaje seco en Descripción de la mentira de Antonio Gamoneda.
El descubrimiento del miedo y la excitación en Berenice de Edgar Allan Poe.
Cuando la silla es un bailarín gracias a Pina Baus.
La emoción, el beso y el diálogo en My Song de Keith Jarret al piano, Jan Garbarek al saxo, John Christensen a la batería y Palle Danielson al bajo.
La gran novela española Olvidado Rey Gudú de Ana María Matute.
La sexualidad y la sensualidad de las historias de Milo Manara.
El gusto por la aventura y la perfecta caracterización de los personajes de la mano de Hergé en casi todos los álbumes de Tintín.
La enseñanza constante. El librepensamiento de Montaigne en sus Ensayos.
La racionalización del amor de la mano de José Ortega y Gasset en sus Ensayos sobre el amor.
El descomunal esfuerzo de Plinio el Viejo por compendiar el saber del siglo I en su Historia Natural.
La idea de la Historia de la mano de Américo Castro en sus ensayos De la Edad Conflictiva y España en su historia.
El viaje al arte de la mano de Gombrich y su Historia del Arte.
La idea de María Moliner para crear un diccionario que abrió el camino a muchos otros, El Diccionario de Uso del Español.
El precioso Diccionario ideológico de la lengua española de Julio Casares.
La extraña locura de T.S. Eliot en su Tierra Baldía.
El amor al hombre y a la tierra de Walt Whitman en sus Hojas de Hierba en la estupenda traducción de Jorge Luis Borges.
El conocimiento de la mujer de la mano de Simone de Beauvoir en El Segundo sexo.
La delicadeza de Camille Claudel en todas y cada una de sus esculturas.
El mundo de las plantas y sus usos en la escritura recia de Dioscórides.
William Shakespeare.
Las Casidas y Gacelas de Federico García Lorca.
La poesía tan terrenal de Juan de la Cruz en sus liras.
La metáfora de un paisaje seco en Descripción de la mentira de Antonio Gamoneda.
El descubrimiento del miedo y la excitación en Berenice de Edgar Allan Poe.
Cuando la silla es un bailarín gracias a Pina Baus.
La emoción, el beso y el diálogo en My Song de Keith Jarret al piano, Jan Garbarek al saxo, John Christensen a la batería y Palle Danielson al bajo.
La gran novela española Olvidado Rey Gudú de Ana María Matute.
Me interesa Allan Watts y su libro La Sabiduría de la inseguridad.
Me produjo un golpe en el corazón y una sensación de valentía el poema de Luis Cernuda Retrato de Familia.
Me enseñó a jugar Julio Cortázar en Rayuela.
Me fascinó el teatro durante las nueve horas del Mahabarata de Peter Brook.
Me iluminó el mundo de las palabras Ramón María del Valle-Inclán en Tirano Banderas.
Me enseñó el humor mezclado con una absurda trascendencia Gonzalo Torrente Ballester en su Saga/Fuga de J.B..
Supe de mi infinita ignorancia al no disfrutar de Marcel Proust durante su búsqueda del tiempo perdido.
Quise llegar tan hondo como Samuel Beckett en su trilogía, Molloy, Mallone muere y el Innombrable.
Aprendí la pintura en la exposición de los Expresionistas Alemanes.
Disfrute de la música gracias al amor de mi padre y sobre todo por el Concierto nº 2 para piano de Rachmaninoff que escuché muchas madrugadas de mi infancia.
No me podía creer la altura literaria de Juan Rulfo y su Pedro Páramo.
Lloré como un anciano gracias a Gabriel García Márquez y su Amor en los tiempos del cólera.
Supe la maestría de un escritor bestial que nunca pasó de ser conocido entre los amantes de su arte, con Luis Martín Santos y su Tiempo de silencio.
Admiré la libertad de Roberto Bolaño en su 2666.
Me emocionó, en plena adolescencia, Miguel de Cervantes y su Ingenioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha.
Me enseñó mucho del ser humano Erich From y su obra El miedo a la libertad.
Me dieron ganas de atravesar el mundo para conocer en persona a Ester Vilar por su osadía al escribir El varón domado.
Me dejaron perplejo Denis Diderot y Lawrence Stern con sus increíbles novelas Jacques el Fatalista y Tristam Sandy.
Y más, muchos más, que quizás algún día siga enumerando.
Me produjo un golpe en el corazón y una sensación de valentía el poema de Luis Cernuda Retrato de Familia.
Me enseñó a jugar Julio Cortázar en Rayuela.
Me fascinó el teatro durante las nueve horas del Mahabarata de Peter Brook.
Me iluminó el mundo de las palabras Ramón María del Valle-Inclán en Tirano Banderas.
Me enseñó el humor mezclado con una absurda trascendencia Gonzalo Torrente Ballester en su Saga/Fuga de J.B..
Supe de mi infinita ignorancia al no disfrutar de Marcel Proust durante su búsqueda del tiempo perdido.
Quise llegar tan hondo como Samuel Beckett en su trilogía, Molloy, Mallone muere y el Innombrable.
Aprendí la pintura en la exposición de los Expresionistas Alemanes.
Disfrute de la música gracias al amor de mi padre y sobre todo por el Concierto nº 2 para piano de Rachmaninoff que escuché muchas madrugadas de mi infancia.
No me podía creer la altura literaria de Juan Rulfo y su Pedro Páramo.
Lloré como un anciano gracias a Gabriel García Márquez y su Amor en los tiempos del cólera.
Supe la maestría de un escritor bestial que nunca pasó de ser conocido entre los amantes de su arte, con Luis Martín Santos y su Tiempo de silencio.
Admiré la libertad de Roberto Bolaño en su 2666.
Me emocionó, en plena adolescencia, Miguel de Cervantes y su Ingenioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha.
Me enseñó mucho del ser humano Erich From y su obra El miedo a la libertad.
Me dieron ganas de atravesar el mundo para conocer en persona a Ester Vilar por su osadía al escribir El varón domado.
Me dejaron perplejo Denis Diderot y Lawrence Stern con sus increíbles novelas Jacques el Fatalista y Tristam Sandy.
Y más, muchos más, que quizás algún día siga enumerando.
Puse la fecha
medí los versos
surgió la cara
sentí tu pecho
me ahogué un poco
llegó la noche
sentí tu pubis
gemí los gozos
miré en mi dentro
El deseo es una emoción hermosa y perversa.
Desear un astro.
Desear un sexo.
El cuerpo que envuelve.
La mano que corre...
La boca. La falda. La braga. El pelo.
Podría volverme dulzón.
Podría jugar con...
no quiero.
Como me queda la inercia de un mundo feo
en los intersticios de las muelas.
El veneno, la escama, el sapo, la babosa, la lombriz, la oruga, la rana, el áspid, la rata, el gusano, el moco, la col de Bruselas, la flema, la gárgara.
El yin y el yan
tu boca dulce
tu piel mojada
el labio rojo
tu cuello largo
ven, ven, ven, ven
El alba rompe
la estrella muere
mi ombligo quiere
salir de sí
Los humores, la repasión, el almizcle, el ámbar gris, las cadenas, la verborrea, la ausencia, la necedad, la grisura, la ventisca, la almohada, la carne, el hueso, el cristal, lo falso, la prótesis, la poeisis, la asignatura, la escalera, la miseria, la hambruna, la cuerda, la clave, el circo, la llave.
Mirarnos horas.
La tarde clama
la milenrama.
Osarios verdes
tus ojos son.
El deseo se ha llenado de corismato mutasa y ausentes la cisteína, la histidina, la isoleucina, la metionina, la asparagina, la glutamina y el triptófano han estallado 22 ciclos mutagénicos en cada una de mis gónadas. ¡Sálvese quien pueda!
La carretera
se agrieta sola.
Tus uñas viven
en mis heridas.
Rimbaud ha muerto
Aden no existe
la lluvia triste
suena a canción.
medí los versos
surgió la cara
sentí tu pecho
me ahogué un poco
llegó la noche
sentí tu pubis
gemí los gozos
miré en mi dentro
El deseo es una emoción hermosa y perversa.
Desear un astro.
Desear un sexo.
El cuerpo que envuelve.
La mano que corre...
La boca. La falda. La braga. El pelo.
Podría volverme dulzón.
Podría jugar con...
no quiero.
Como me queda la inercia de un mundo feo
en los intersticios de las muelas.
El veneno, la escama, el sapo, la babosa, la lombriz, la oruga, la rana, el áspid, la rata, el gusano, el moco, la col de Bruselas, la flema, la gárgara.
El yin y el yan
tu boca dulce
tu piel mojada
el labio rojo
tu cuello largo
ven, ven, ven, ven
El alba rompe
la estrella muere
mi ombligo quiere
salir de sí
Los humores, la repasión, el almizcle, el ámbar gris, las cadenas, la verborrea, la ausencia, la necedad, la grisura, la ventisca, la almohada, la carne, el hueso, el cristal, lo falso, la prótesis, la poeisis, la asignatura, la escalera, la miseria, la hambruna, la cuerda, la clave, el circo, la llave.
Mirarnos horas.
La tarde clama
la milenrama.
Osarios verdes
tus ojos son.
El deseo se ha llenado de corismato mutasa y ausentes la cisteína, la histidina, la isoleucina, la metionina, la asparagina, la glutamina y el triptófano han estallado 22 ciclos mutagénicos en cada una de mis gónadas. ¡Sálvese quien pueda!
La carretera
se agrieta sola.
Tus uñas viven
en mis heridas.
Rimbaud ha muerto
Aden no existe
la lluvia triste
suena a canción.
In memoriam A.T.P.
La muerte es ausencia. Lo demás es una especulación teñida ora de trascendencia ora de misticismo ora de materialismo. Morir es ausentarse de la tierra. Es no volver a tomarse unos vinos, no volver a llamar por teléfono, no esperar encontrarse con alguien.
Vivir es morir.
Morir es no ver nunca más el torneo de tenis de Indian Wells. No acariciar nunca más la tierra donde viviste. No colocar nunca más el cuadro que estaba un poco torcido. Morir es no poder ir a visitar a tu hijo. No subir al Monte Viejo. No conducir el último coche. No ver la escarcha. No sentir el brote de la estación nueva.
Vivir es morir.
Siento en estos días la energía de tanta desaparición, una muy cercana, la de A.T.P., un hombre que luchó contra el cáncer durante años. Un hombre bueno, de una tierra buena, austera. Lo conocí hace veinte años. Era el mayor de su familia y ejercía de tal (con lo que conlleva tanto de derechos como de deberes). Luego, por avatares de la vida, dejamos de vernos y hace un tiempo supe que se encontraba muy enfermo. Le vi un día a la salida del hospital. Era otro y era él. Ha muerto ayer. Y lo siento como cuando una balada nos devuelve a un tiempo que en algún momento fue feliz: un verano al principio de una relación; una conversación con un buen vino; un atisbo de cariño; un recuerdo para siempre, esas cosas... y también siento, estos días, la muerte en Japón. Hace muchos años soñé que Japón entero quedaba anegado por el agua. Yo paseaba por sus calles inundadas con la hermana de A.T.P.
Tantos desaparecidos, tantas fotos mojadas; tantos recuerdos arrastrados por un mar del todo inocente de sus desastres; tantas lágrimas, tanto miedo, tanta, tantísima ausencia de golpe en el mundo. Eso es lo que siento: diez millares de ausencias a la vez.
Querido A.T.P. espero que lo que desearas se esté cumpliendo. Ahora seguiré con mi vida que es morir. Morir es no poder seguir vivo aquí y sentir que el tiempo es eterno y puedo gastarlo, como un millonario, en algo totalmente inútil como ver El Club de la Comedia, el torneo de Indian Wells o una pelicula mala.
Vivir es morir.
Morir es no ver nunca más el torneo de tenis de Indian Wells. No acariciar nunca más la tierra donde viviste. No colocar nunca más el cuadro que estaba un poco torcido. Morir es no poder ir a visitar a tu hijo. No subir al Monte Viejo. No conducir el último coche. No ver la escarcha. No sentir el brote de la estación nueva.
Vivir es morir.
Siento en estos días la energía de tanta desaparición, una muy cercana, la de A.T.P., un hombre que luchó contra el cáncer durante años. Un hombre bueno, de una tierra buena, austera. Lo conocí hace veinte años. Era el mayor de su familia y ejercía de tal (con lo que conlleva tanto de derechos como de deberes). Luego, por avatares de la vida, dejamos de vernos y hace un tiempo supe que se encontraba muy enfermo. Le vi un día a la salida del hospital. Era otro y era él. Ha muerto ayer. Y lo siento como cuando una balada nos devuelve a un tiempo que en algún momento fue feliz: un verano al principio de una relación; una conversación con un buen vino; un atisbo de cariño; un recuerdo para siempre, esas cosas... y también siento, estos días, la muerte en Japón. Hace muchos años soñé que Japón entero quedaba anegado por el agua. Yo paseaba por sus calles inundadas con la hermana de A.T.P.
Tantos desaparecidos, tantas fotos mojadas; tantos recuerdos arrastrados por un mar del todo inocente de sus desastres; tantas lágrimas, tanto miedo, tanta, tantísima ausencia de golpe en el mundo. Eso es lo que siento: diez millares de ausencias a la vez.
Querido A.T.P. espero que lo que desearas se esté cumpliendo. Ahora seguiré con mi vida que es morir. Morir es no poder seguir vivo aquí y sentir que el tiempo es eterno y puedo gastarlo, como un millonario, en algo totalmente inútil como ver El Club de la Comedia, el torneo de Indian Wells o una pelicula mala.
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Miscelánea
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/03/2011 a las 18:57 | {0}