Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

01.- Se exige que los etarras pidan perdón.

02.- ¿Qué es el perdón?

03.- En el fondo lo que se está pidiendo es que los etarras se humillen y pasen por las horcas claudinas de, públicamente, arrepentirse de lo que hicieron.

04.- En sí misma, esa petición es absurda por dos motivos: porque si se pide perdón es porque se reconoce un error y si lo que se hizo fue un error, no tiene sentido tal petición al estar el causante del crimen equivocado. Sólo se podría pedir perdón reivindicando lo hecho, es decir, diciendo más o menos: "Puse esta bomba en aquel sitio con la clara intención de conseguir determinado fin y con la absoluta certeza de que era el camino correcto. Perdón" Pero si fuera así, no cabría el arrepentimiento.

05.- Entonces: o perdón o arrepentimiento. Las dos a la vez son incompatibles.

06: Comentario sobre el comentario 03: No entro a juzgar si está bien o no pedir que alguien se humille. Lo que me parece cobarde (porque en el fondo todo eufemismo es un síntoma de cobardía) es que se utilice el eufemismo pedir perdón cuando lo que se está queriendo pedir es humillación.

07.- El arrepentimiento no tiene sentido ninguno.

08.- El arrepentimiento es un concepto única y exclusivamente religioso monoteista.

09.- En un Estado de Derecho tan sólo hay que aplicar la ley. Y la ley (según se enseña en la escuela de jueces) no trata de personas sino de hechos. Y un hecho no puede pedir perdón ni arrepentirse.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/10/2011 a las 10:46 | Comentarios {0}



Sobrevuela y es en sí una inspiración.
Algo del aire, piensa. Leve, siente.
La savia y las palabras. Cómo se encadenan. Cómo urden en su unión la quintaesencia de estos cuerpos que vagan por el mundo con una aparente finalidad.
Finalidad.
Aparente.
Un sólo sonido, piensa.
Y también: la época en la que las figuras humanas no tenían boca.
La época sin tiempo ni espacio.
Los descubrimientos, sueña. Y luego cae rendida y duerme.
Es tan sólo eso: una vaga alegoría, un estremecimiento de hojas (ya en otoño), la fruslería de intuir que hubo otra época con otro saber.
La emoción también. Seguir. Sin fin. Sin meta. Sin alarde. Seguir y disfrutar esta vida que tiene algo de arcaica junto a su absoluta novedad. Nunca más, se dice, volveré a tener este número de días; gracias, ora, por tener la conciencia de la consciencia. No huye ahora. No rehuye. Sabe que está todo por hacer y que todo se hace cada día y cada día se derrumba para al día siguiente volver a hacer. Como sonaron las campanas la primera vez, como aturdió a la selva el sonido original de los tambores, como elevó hasta la mística la mutación del tiempo en alma. Sabe y se excita ante el abismo caudaloso y sin azufre del conocer, del intuir, del abarcar.
Zeugma piensa.
Magia piensa.
Mente racional piensa.
Y navega entre judíos, asirios, cherokees, islandeses, britanos, iberos, quechuas, birmanos, kukuyus, innuis, rapsodas, ventiscas, arboledas, la raíz indoeuropea mu, los vientos alisios y el Céfiro helador, el nacimiento de Atenea o el pequeño lago del bosque de Nemi.


La Rama Dorada William Turner
La Rama Dorada William Turner

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/10/2011 a las 16:14 | Comentarios {0}


La memoria.

Escucho su voz. Ahora dice: "Y viendo a la gente pasar". Ahora caminamos por su casa y me ofrece unas aceitunas. Ella está haciendo memoria del comisario (de un comisario al que tuvo que acudir en los años cincuenta). Nos sentamos. Seguimos conversando.

Escucho su voz y veo su cara, esa voz de mujer mayor, ya anciana. Me está contando su vida. Ahora estoy digitalizando su voz. Dentro de poco colgaré fragmentos suyos en este Blog y su voz formará parte del amplio mundo del ciberespacio.

La vida con ella. La vida junto a ella. La precisión de su memoria. Su casa de Emio Ortuño.

Me alegra poder digitalizar las cintas, así no se perderá o tendrá menos posibilidades de perderse. Luego pasaré las grabaciones a un disco duro externo. Realmente, ahora, es estar con ella. "Porque las pobrecitas -las criadas- iban con las zapatillas y las rebequitas".

Su vida. La llamaban en un bar donde trabajó La Limpota, de lo limpio que lo dejaba todo.

No siento tristeza. No siento su muerte. No siento su ausencia. Porque siempre está. Julia no se ha ido. La muerte no pudo con ella. Me habla ahora de Justino, el dueño de una freiduría, que la acosaba y se quería acostar con ella. "De lo más formal que se ha visto en en este mundo", dice y sonríe al hablar de otro hombre llamado Domingo. Escucho su sonrisa en la grabación. El tal Justino, casado, le propone que se convierta en su querida. Por supuesto Julia lo rechaza, por respeto a la esposa y a ella misma. La dignidad. Julia fue un ser humano de una dignidad luminosa (limpia).

El primer huesped que tuvieron en los años cincuenta se llamaba Atilano, un hombre mayor.

Por fin ha recordado el nombre del comisario, se llama Aguirre.

Julia. Su vida. Preciosa.

Entonces, años 50, ganaba 30 duros a la semana, 150 pesetas, menos de 1 euro.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/10/2011 a las 19:11 | Comentarios {0}


Tapa del Cuaderno Negro
Tapa del Cuaderno Negro
Entre el 20 de octubre de 2000 y el 14 de noviembre de 2002 escribí el Cuaderno Negro; es un diario escrito al revés, de atrás hacia delante las páginas porque, al ser diario, lo lógico es que lo primero que se lea pasado el tiempo, sea lo que está más cecano. Formalismos. Lo precioso de este Cuaderno Negro como lo de todos los diarios que he escrito en mi vida (El Cuaderno Naranja, El Cuaderno Marrón, El Diario de las letras -porque las tapas era letras de diversas tipografías-; aquí, en Inventario, la ventana Diario y algunos otros que se me olvidan, ¡ah, sí! un diario que titulé Sobre literatura) es que en ellos puedes rastrear tanto lo que acaeció como quien eras. Me sorprende en ellos que el Fernando que los escribe en ocasiones parece otro, excepto por la letra, y lo curioso es que a veces me parece más distinto el que está cronológicamente más cerca que aquél que empezó a escribir diarios allá por los finales de los años setenta del pasado siglo...

(quizá luego siga escribiendo sobre esto. Ahora me voy a nadar)

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/10/2011 a las 13:10 | Comentarios {0}


The atrocity exhibition
The atrocity exhibition
La física me ha cuchicheado un par de evidencias;
la materia las ha puesto en marcha con la lentitud de un motor del principio de los tiempos;
el átomo ha sobrevenido, dulzón, en mi auxilio como si le hubiera llamado a gritos;
la dureza se ha aposentado en mí y me ha regañado;
la elasticidad, al convertirse en curva, ha llegado a unir sus extremos;
la cohesión ha intentado adherirme al sosiego de las rocas
en un rasgo de inmaterialidad, con algo de blandura, a las puertas de la fragilidad, en la raridad de la luz azul de la noche y me ha cubierto con esponjosidad, cual velo:
lo sólido se ha mantenido;
el polvo se ha vuelto cobarde;
el líquido, fluido, se ha hecho evidente al caer la tarde cuando el gas, condensado en vapor, ha humedecido la turbia masa y a una pasta, con burbujas, la ha metido como espuma en una ampolla;
nada era entonces sequedad;
la fusión me llamaba;
la evoparación me esquivaba;
la explosión ardía en mis entrañas
solidificándose en hielo,
dejándome débil.
Hube de llamar a la fuerza
y la intensidad de mi llamada,
sabiamente graduada,
llenó de gravedad el peso de las horas
como si una tensión atirantada
pusiera en movimiento mis glándulas
-rompiendo así todo equilibrio- y husmeara en una estabilidad nueva
que tuviera como principio la firmeza
y una mecánica en todo parecida a la previsibilidad de la máquina;
fui cuña,
fui tarugo,
me sentí palanca,
recto como barra,
exacto como tornillo
despiadado como tuerca.
La rueda-terca- giró sobre su eje;
la polea aligeró el esfuerzo;
la cabria se llamó grúa y el cabrestante, colocado verticalmente, al girar, arrolló la maroma y me elevó hasta conseguir acoplarme a un escudo y unas armas;
¿Dónde queda la levedad?
¿Dónde el aflojamiento?
¿Y la inestabilidad?
¿Y el desacoplamiento?
Pregunté;
la hidraúlica se encargo de empujarme,
el agua ahogó mis preguntas y la inmersión produjo la absorción, a la fuerza, de quimeras y náyades y la filtración en mis venas de un desesperado deseo de amar y el derramamiento de largos insomnios; el chorro de un calamar me rocío con la negrura propia de las gotas. Floté entonces y me volví impermeable a las bombas y a las norias; el estanque me auguró un tiempo nuevo y colocó en mis ideas la idea de cisterna;
presa de un embalse me sentí dique o más bellamente fui malecón y luego canal o menos aún, acequia, hasta llegar a sentirme conducto o tubo que desemboca en un grifo unido, sin remedio a un desagüe, a un sumidero;
y así me veo, sin aire
cual soplo de un invierno frigio que se hubiera actualizado y ayudado por un fuelle hubiera aumentado la presión sobre las calles y hubiera dejado sin función a los barómetros, vacíos de mercurio, sin calor ni frío ni tibieza;
¡ruego un encendimiento, una combustión! ¡ruego al fuego el origen de la llama, la manifestación de la hoguera! Aunque luego no quede más que humo y el hollín afee las aceras; ¡ruego una chispa! o tan sólo pavesa, o ceniza que recuerde el tacto de mi mano, el fragor de mi estupidez; ¡Dadme carbón! ¡A mí la turba! ¡Arrimad la leña! Que encienda el horno de las apetencias y cree, así, un hogar con chimenea; un hogar con cocina donde la calefacción asienta la espera, incombustible;
porque temo el apagamiento, ruego luz y si no el reflejo del lustre que fue brillo; ruego la transparecia del color y su blancura ¡fuera la oscuridad! ¡abajo la sombra! La matidez me sume en una soledad sin nombre, opaca o pálida.
Negrura, ¡no! Que los alumbrados de todas las ciudades se unan en batalla y que los grandes faros y las velas como cirios y las mechas y los pábilos y los candelabros y la óptica y la lente sean anteojos que nos muestren en el espejo la luz sin biombos ni pantallas.
Sonido ven porque el silencio, eléctrico, telegrafía la tristeza en un radio demasiado ancho y el magnetismo de ese sentimiento es un imán que anula la brújula, nos deja ciegos, sin rumbo a mí.

Miscelánea

Tags : No fabularé Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/09/2011 a las 13:18 | Comentarios {0}


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