La cerveza
En lo alto de la montaña
Miradas esquivas (esquivadas)
Una historia narrada con crueldad
El nuevo camino
La lejanía (o la extrañeza)
No volver
Como si todo lo que se hubiera dicho permaneciera
Fallos en la mecanografía
Los deseosos subjuntivos
La llegada
Todo lo vivido estuviera escondido en los arcanos del sótano
No fuéramos sino en una sopa boba
El calor dentro del calor
El sudor en el agua
El golpe de la ola
Sabor a sal
La caminata
En el otro extremo de la mesa entre los suyos
Tan altas las voces
Tan calladas las verdades
Las emociones
Los sentimientos (que son formas de conocimiento sin necesidad de razón)
Formas a priori
Una gasolinera donde una mujer con traje floreado y trasparente deja ver su tanga blanco
Las formas del olvido
Los surcos
No, no volver
Nunca más
Ciegos
Temerosos en la respiración
En la oscuridad de la noche de verano
Verdor seco
Todo seco
Una vuelta que avanza
En la espesura
Lo amarillo de Castilla
Silos
Paja
...contada con crueldad
... ajustando cuentas
... como si aquello supusiera la emanación del pus
encarnado en otro nombre
cobardía
así
con el calor
apenas un trago de vino
raqueta
libro
palabra
escuela
En lo alto de la montaña
Miradas esquivas (esquivadas)
Una historia narrada con crueldad
El nuevo camino
La lejanía (o la extrañeza)
No volver
Como si todo lo que se hubiera dicho permaneciera
Fallos en la mecanografía
Los deseosos subjuntivos
La llegada
Todo lo vivido estuviera escondido en los arcanos del sótano
No fuéramos sino en una sopa boba
El calor dentro del calor
El sudor en el agua
El golpe de la ola
Sabor a sal
La caminata
En el otro extremo de la mesa entre los suyos
Tan altas las voces
Tan calladas las verdades
Las emociones
Los sentimientos (que son formas de conocimiento sin necesidad de razón)
Formas a priori
Una gasolinera donde una mujer con traje floreado y trasparente deja ver su tanga blanco
Las formas del olvido
Los surcos
No, no volver
Nunca más
Ciegos
Temerosos en la respiración
En la oscuridad de la noche de verano
Verdor seco
Todo seco
Una vuelta que avanza
En la espesura
Lo amarillo de Castilla
Silos
Paja
...contada con crueldad
... ajustando cuentas
... como si aquello supusiera la emanación del pus
encarnado en otro nombre
cobardía
así
con el calor
apenas un trago de vino
raqueta
libro
palabra
escuela
Fue la ola. La escapada vino después. Fue el espejismo. La lectura de los astros a lo lejos quedó para más tarde. Mucho más tarde. Dijeron que el viento ardía. Dijeron (ellas) que las faldas apenas cumplían su función de velo. Fue el tiempo detenido. Dijeron puro presente. En el embarcadero una asamblea de patos decidía la próxima ancla y el verdor de las aguas se iba diluyendo en una cosmogonía de gris que alteraba el pulso de lo más sensibles al color (a los colores de la tarde). Fue la lágrima. Dijeron recuerdos y cuando la noche se hizo manto, él condujo en silencio hacia la luz y tuvo la osadía de comparar un movimiento de la mano con el vuelo de una jabalina. Fue la ausencia y el sonido del viento en lo alto del puerto. Dijeron más que se perdió en el bosque. Allí está la encina. Allí está el lobo. Ambos guardarán las palabras y las trasmitirán a los suyos convertidas en ramas y aullidos. Fue la madrugada. Fue la sábana. Fue la chingada. Dijeron que volverían. Lo juraron. Y sonrieron.
A- Indudablemente, indudablemente...
B- ¿Qué indudablemente?
A- La verdad, la carretera, la salvación.
B- ¿Eso es lo indudable?
A- Absolutamente.
B- ¿Podrías dejar los adverbios un rato?
A- Morir también.
B- ¿También qué?
A- O estás conmigo o estás contra mí.
B- No estoy contigo ni estoy contra ti.
A- Seguramente...
B- Sí.
PAUSA
A- A vueltas con unas cosas y con otras. Miro. El ocaso. Lo enajenado, sí, sí, lo enajenado. No quieres verlo. No quieres degustarlo como una fruta se degusta tras la larga caminata. No quieres satisfacerme la gana de otorgarme, no, de darme la razón.
B- Sólo te he dicho que me he comprado un par de pantalones vaqueros. Que llevaba dos años sin pantalones vaqueros. Que me he dado cuenta de que un ser humano puede vestirse sin pantalones vaqueros. Cubrirse las piernas sin tela vaquera durante dos años.
A- No me vas a convencer. He meditado trascendentalmente y siento la relajación de quienes tienen un mantra propio. No puedes alterarme.
B- No quiero alterarte.
A- Evidentemente sí quieres.
B- Estás hablando en serio.
A- Sí.
B- No me escuchas.
A- Probablemente no.
B- Entonces me voy.
A- Huyes.
B- No huyo. Me voy.
A- Sin saber por qué me temes y huyes.
B- ¿Qué puedo temer de ti?
A- La verdad.
PAUSA
B- ¿Qué es la verdad?
A- La verdad es un anillo.
B- ¿Y por qué temo un anillo?
A- Porque te queda grande en el dedo y tendrías que tener siempre la mano cerrada para que el anillo no se escurriera de tu dedo.
B- La verdad me queda grande.
A- Indudablemente. En cambio a mí me va como anillo al dedo.
B- Serás muy feliz...
A- Claro, estoy casado. Llevo la alianza. Tus dedos están desnudos. Por eso eres tan desgraciado.
B- ¿Soy desgraciado?
A- Muy desgraciado.
B- Tú lo sabes porque tienes la verdad en el dedo.
A- Exactamente.
B- La verdad rodea tu dedo.
A- Yo no lo habría dicho mejor.
B- Y la verdad que rodea tu dedo es la verdad de mí.
A- Es la verdad. Tú formas parte de la verdad. No podría ser de otra manera.
B- Claro.
A- No digas claro. Nada puede ser claro para ti. Ponte tus vaqueros quizás entonces, sólo quizá comiences a fabricar tu anillo.
B- ¿El anillo puede empezar por unos vaqueros?
A- Por supuesto. Confía en mí. Yo sólo quiero tu bien.
B.- ¿Aunque yo me haya comprado los vaqueros porque conjuntan con casi todo?
A- Tú no conoces la realidad última de por qué te has comprado los vaqueros.
B- Y tú eres un gilipollas.
PAUSA
A- Debería marcharme.
Ayer fui al lago.
En el calladísimo fin de semana.
Alterada una percepción. No una derrota.
También alteré la rutina. Luego pensé: Hay veces en que hay que alterar la rutina. Y también (hoy): Qué deliciosa melancolía tengo.
Ayer escribí en el lago y bebí una cerveza. Era por la tarde. Tan callada la tarde.
Y así escucho temas de desamor, de ausencias. Y también: un dolor muy antiguo, de cuando tenía diecisiete años y me tenía que levantar a las seis de la mañana porque la zona lumbar se inflamaba al estar tumbado. Me impedía respirar y dormir. Mi padre se levantaba para ir a trabajar y me veía en el sillón y me preguntaba cómo estaba. A mí me dolía. Como esta noche. Iré a nadar hoy.
Ayer fui al lago. La noche anterior tuve insomnio. Me terminé el tercer tomo de la novela Los juegos del hambre (que me había recomendado mi hija Violeta) y me puse a llorar con una tristeza inmensa por el dolor de la novela, por el dolor intensísimo que tuvo que soportar Violeta, a sus trece años, leyendo semejante desolación. Me quedé sentado, escuchando lo extraño del ruido de la noche, la cualidad de fantasma que posee. Me fui tarde a la cama, a eso de las seis y me levanté a las diez porque ya el dolor en las lumbares se iniciaba; ese dolor de mi juventud.
Ayer fui lago para ver a una mujer brasileira que no estaba y escribí: sopla una brisa ligera como imagen impresa en superficie de plata, pulida hasta ser espejo. La casa sí está. No suelen irse las casas [...] Cuatro tonos de gris tiene el lago. [...] Conversaciones pequeñas.
Al pensar en daguerrotipo pensé en Elena.
Al sentir el dolor de espalda pensé en mi padre.
Ayer fui al lago y hoy estaba levantado a las seis de la mañana. Aún era la noche. Perezosa la mañana se ha ido haciendo hueco. He ido sintiendo cómo la posición sedente relajaba el dolor. La vieja solución de permanecer sentado fumando un cigarrillo y leyendo.
¡Qué cariñosa melancolía acaricia mi estómago y me llega hasta los ojos!
Porque ayer fui al lago. Porque ayer era largo.
El río
la apariencia
la raya que delimita
la ausencia de tu traje blanco
el masaje prostático
la tarde
la selva y la voz
perdida en una frugal comida de polla
el pelluzgón
la ortiga
encendida a la orilla del lago
cuyas orillas son juncos
coronados de bragas
la pertinaz
la consabida
la maravilla
la perfecta
la gustada
pétalos en la maraña
de un soñar cansino
la alondra
anticipada
la marcha
vencida
la caricia roja
la sangre marronácea
no vinimos a quedarnos
y al no quedarnos nos fuimos
la estela sirvió de guía
la guía sirvió de mazo
la cabeza alborotada
en los bordes de tus labios
el paisaje
la quietud
el largo suspiro ronco
ambos líquidos lechosos
mezclados entre las piernas
la memoria
y el olvido
la apariencia
la raya que delimita
la ausencia de tu traje blanco
el masaje prostático
la tarde
la selva y la voz
perdida en una frugal comida de polla
el pelluzgón
la ortiga
encendida a la orilla del lago
cuyas orillas son juncos
coronados de bragas
la pertinaz
la consabida
la maravilla
la perfecta
la gustada
pétalos en la maraña
de un soñar cansino
la alondra
anticipada
la marcha
vencida
la caricia roja
la sangre marronácea
no vinimos a quedarnos
y al no quedarnos nos fuimos
la estela sirvió de guía
la guía sirvió de mazo
la cabeza alborotada
en los bordes de tus labios
el paisaje
la quietud
el largo suspiro ronco
ambos líquidos lechosos
mezclados entre las piernas
la memoria
y el olvido
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Miscelánea
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/08/2012 a las 20:25 | {0}