1.- Entrada de AFECTO del diccionario REDES Diccionario combinatorio del español moderno, dirigido por Ignacio Bosque
cálido, caluroso, desmedido, duradero, efusivo, enorme, entrañable, especial, falto (de), gran(de), hondo, incondicional, lleno (de), maternal, mutuo, , particular, personal, profundo, sincero, tremendo// demostración (de), expresión(de), falta (de), gesto (de), muestra (de), palabra (de), prueba (de)// agradecer, albergar, alimentar(se), anidar (en alguien), cobrar, colmar (de), concitar, conquistar, corresponder (a), dar, demostrar, depositar, disfrutar (de), expresar, exteriorizar, ganar(se), gozar (de), granjearse, guardar (a alguien), inspirar, llenar (de), manifestar, mostrar, necesitar, prodigar, profesar, recibir, sentir, tener (a alguien), testimoniar, tomar.
Véase también: amistad, amor, cariño, estima, sentimiento, ternura.
Y también:
AFECTO
(SUSTANTIVOS) Véase: absorbente, acceso (de), acendrado, afianzar(se), agriar(se), ahogar(se), alimentar(se), alterar, amortiguar, a pique, ardiente, arrebato (de), brindar, brotar, cálido, carnal, colmar (de), concitar, conquistar, cubrir(se), cultivar, dejarse llevar (por), demostración (de), derramar, desaforado, desenfrenado, deshacerse (en), desmedido, desmesurado, desorbitado, despertar, destapar, desvanecerse, dilapidar, dispensar, efímero, efusivo, empañar(se), engendrar, enrarecer(se), enredarse (en), en señal de, entablar, estrechar, estrecho, estricto, expresión (de), faltar (a), ferviente, fervoroso, filtrar(se), fluir, fugaz, fulgurante, granjearse, guardar, hondo, implorar, incondicional, inconfesable, infundir, inquebrantable, inspirar, involucrar(se) (en), irradiar, jurar, lanzar, letal, llevadero, objeto (de), palpitante, palpitar, platónico, prodigar, profesar, profundo, quebrantar, quebrar(se), reavivar, rebosante (de), robustecer(se), sembrar, sentir, sonreír, testimoniar, trabar, traspasar, tributar, turbulento, unánime, venir de lejos.
(VERBOS) Véase: a morir, a rabiar, ciegamente, como (un) loco, con todas (mis/tus/sus...) fuerzas, de todo corazón, efusivamente, incondicionalmente, infinitamente, maliciosamente, sinceramente, sinceramente, universalmente.
Véase también: INCLINACIÓN, SENTIMIENTO.
EJEMPLOS COMBINATORIOS PROPIOS
- Un afecto desenfrenado le llevó a sentirse borracho de ella, al borde constante del vómito.
- Prodigar afectos sinceros produce -en quien los recibe- la clara sensación de ser bienvenido al mundo.
- Acendrado, el afecto deja de supurar egoísmos y motivos espurios a su manifestación.
- Agriados los afectos se enzarzaron durante años en la devastadora lucha de dos seres sin amor bajo un mismo techo.
- La mujer, desde la desdicha, dedicó su vida a alimentar afectos y ocurrió el milagro: la derrota se volvió suave como la seda tratada que deja de ser salvaje.
- El aluvión de descubrimientos. La sospecha de haber aprendido algo. La estima conquistada y alguna sensación oscura que no lograba definir con palabras traspasaron sus afectos.
- Manifiesta afecto. Disfruta de afectos. Goza de afectos. Concita afectos. Fíltrate de afectos y serás, hija mía, libre de culpas.
- Al destapar los afectos, quedóse desnudo y quiso que la noche se le echara encima y ser fugaz y convenir encuentros.
cálido, caluroso, desmedido, duradero, efusivo, enorme, entrañable, especial, falto (de), gran(de), hondo, incondicional, lleno (de), maternal, mutuo, , particular, personal, profundo, sincero, tremendo// demostración (de), expresión(de), falta (de), gesto (de), muestra (de), palabra (de), prueba (de)// agradecer, albergar, alimentar(se), anidar (en alguien), cobrar, colmar (de), concitar, conquistar, corresponder (a), dar, demostrar, depositar, disfrutar (de), expresar, exteriorizar, ganar(se), gozar (de), granjearse, guardar (a alguien), inspirar, llenar (de), manifestar, mostrar, necesitar, prodigar, profesar, recibir, sentir, tener (a alguien), testimoniar, tomar.
Véase también: amistad, amor, cariño, estima, sentimiento, ternura.
Y también:
AFECTO
(SUSTANTIVOS) Véase: absorbente, acceso (de), acendrado, afianzar(se), agriar(se), ahogar(se), alimentar(se), alterar, amortiguar, a pique, ardiente, arrebato (de), brindar, brotar, cálido, carnal, colmar (de), concitar, conquistar, cubrir(se), cultivar, dejarse llevar (por), demostración (de), derramar, desaforado, desenfrenado, deshacerse (en), desmedido, desmesurado, desorbitado, despertar, destapar, desvanecerse, dilapidar, dispensar, efímero, efusivo, empañar(se), engendrar, enrarecer(se), enredarse (en), en señal de, entablar, estrechar, estrecho, estricto, expresión (de), faltar (a), ferviente, fervoroso, filtrar(se), fluir, fugaz, fulgurante, granjearse, guardar, hondo, implorar, incondicional, inconfesable, infundir, inquebrantable, inspirar, involucrar(se) (en), irradiar, jurar, lanzar, letal, llevadero, objeto (de), palpitante, palpitar, platónico, prodigar, profesar, profundo, quebrantar, quebrar(se), reavivar, rebosante (de), robustecer(se), sembrar, sentir, sonreír, testimoniar, trabar, traspasar, tributar, turbulento, unánime, venir de lejos.
(VERBOS) Véase: a morir, a rabiar, ciegamente, como (un) loco, con todas (mis/tus/sus...) fuerzas, de todo corazón, efusivamente, incondicionalmente, infinitamente, maliciosamente, sinceramente, sinceramente, universalmente.
Véase también: INCLINACIÓN, SENTIMIENTO.
EJEMPLOS COMBINATORIOS PROPIOS
- Un afecto desenfrenado le llevó a sentirse borracho de ella, al borde constante del vómito.
- Prodigar afectos sinceros produce -en quien los recibe- la clara sensación de ser bienvenido al mundo.
- Acendrado, el afecto deja de supurar egoísmos y motivos espurios a su manifestación.
- Agriados los afectos se enzarzaron durante años en la devastadora lucha de dos seres sin amor bajo un mismo techo.
- La mujer, desde la desdicha, dedicó su vida a alimentar afectos y ocurrió el milagro: la derrota se volvió suave como la seda tratada que deja de ser salvaje.
- El aluvión de descubrimientos. La sospecha de haber aprendido algo. La estima conquistada y alguna sensación oscura que no lograba definir con palabras traspasaron sus afectos.
- Manifiesta afecto. Disfruta de afectos. Goza de afectos. Concita afectos. Fíltrate de afectos y serás, hija mía, libre de culpas.
- Al destapar los afectos, quedóse desnudo y quiso que la noche se le echara encima y ser fugaz y convenir encuentros.
Hay muchos que insultan.
No me gustan los insultos.
A veces insulto.
A veces no me gusto.
Hay otros que no paran de insultar. No sé por qué hoy he sentido una pena honda que me ha llevado a las lágrimas ante un artículo de un tipo que comparaba a Montilla, presidente de la Generalitat de Catalunya, con el hijo mongólico de la directora de la televisión catalana (pongo mongólico porque no me parece en absoluto ofensivo, quede constancia de ello). Luego se han leído otros comentarios de este tipo en los que seguía insultando y más que indignación, he seguido sintiendo pena y he llorado largamente (todo tiene su por qué científico. Tengo gripe y hoy he tenido fiebre. La fiebre me transporta a lugares extraños, normalmente maravillosos, aguza mucho mi sensibilidad) y me he acordado de Julia en el tercer aniversario de su muerte que no he querido comentar, ni celebrar, ni casi recordar, no sé por qué, sencillamente no he querido y eso que he pensado llamar a Marisol, su sobrina, que tanto se parece a ella y tampoco lo he hecho.
En esas vueltas de la vida, los insultos de ese tipo me han llevado a la bondad de Julia, a su infinita bondad por más que una mujer que no es buena, se empeñara un día en convencerme de que Julia también era mala y ese maniqueísmo, odioso para mí, me dejó tumbado durante unos días y me hizo confundir el Mal con la Perversión.
Yo puedo argumentar un día introduciendo insultos en la argumentación (lo hice en Mística de Mierda y ayer en Tempestad e Ímpetu. Los insultos de ayer los he quitado, tan sólo eran rabia. Los de Mística de Mierda no porque eran una respuesta a los insultos de Clint Eastwood), lo que no me parece en absoluto válido es que el argumento sea el insulto.
Y añado más (aquí quizá entre mi envidia o mi penuria): me parece indecente que por esa retahíla de insultos, alguien cobre (aunque este comentario más que envidioso o penúrico -permítaseme el palabro- sea ingenuo).
Más o menos era esto lo que quería escribir aunque tenga la sensación de que es menos que más.
No me gustan los insultos.
A veces insulto.
A veces no me gusto.
Hay otros que no paran de insultar. No sé por qué hoy he sentido una pena honda que me ha llevado a las lágrimas ante un artículo de un tipo que comparaba a Montilla, presidente de la Generalitat de Catalunya, con el hijo mongólico de la directora de la televisión catalana (pongo mongólico porque no me parece en absoluto ofensivo, quede constancia de ello). Luego se han leído otros comentarios de este tipo en los que seguía insultando y más que indignación, he seguido sintiendo pena y he llorado largamente (todo tiene su por qué científico. Tengo gripe y hoy he tenido fiebre. La fiebre me transporta a lugares extraños, normalmente maravillosos, aguza mucho mi sensibilidad) y me he acordado de Julia en el tercer aniversario de su muerte que no he querido comentar, ni celebrar, ni casi recordar, no sé por qué, sencillamente no he querido y eso que he pensado llamar a Marisol, su sobrina, que tanto se parece a ella y tampoco lo he hecho.
En esas vueltas de la vida, los insultos de ese tipo me han llevado a la bondad de Julia, a su infinita bondad por más que una mujer que no es buena, se empeñara un día en convencerme de que Julia también era mala y ese maniqueísmo, odioso para mí, me dejó tumbado durante unos días y me hizo confundir el Mal con la Perversión.
Yo puedo argumentar un día introduciendo insultos en la argumentación (lo hice en Mística de Mierda y ayer en Tempestad e Ímpetu. Los insultos de ayer los he quitado, tan sólo eran rabia. Los de Mística de Mierda no porque eran una respuesta a los insultos de Clint Eastwood), lo que no me parece en absoluto válido es que el argumento sea el insulto.
Y añado más (aquí quizá entre mi envidia o mi penuria): me parece indecente que por esa retahíla de insultos, alguien cobre (aunque este comentario más que envidioso o penúrico -permítaseme el palabro- sea ingenuo).
Más o menos era esto lo que quería escribir aunque tenga la sensación de que es menos que más.
La Verdad se rompe en el siglo XIX europeo. O, en Europa la Verdad se rompe en el siglo XIX. El sentido armónico, la necesidad de armonía que desde los tiempos heroicos de la Antigüedad (con mayúscula, Antigüedad, por tanto venerada) se venía buscando y que atraviesa los politeísmos y los monoteísmos se vuelve insustancial en pleno corazón angustiado de la Alemania de principios del XIX. El héroe, entonces, se vuelve héroe de su interioridad, los abismos ya no son mares tenebrosos que hay que surcar con un bajel frágil sino que el bajel es el alma y los abismos residen en el hígado o en el corazón del héroe romántico.
La Verdad es destruida, lenta y sistemáticamente, a lo largo de todo el siglo. El hombre se va volviendo más y más inhábil, se distancia del afán mecanicista de los científicos, se desliga de la Naturaleza y los pensadores se dan cuenta de que la Unidad con el Todo no es más que una construcción de cada Hombre y que esa construcción tiene (o con-tiene) unos vericuetos insondables, abismales, que Sigmund Freud intentará desvelar en vano.
Así, todas las manifestaciones artísticas van tomando forma de nombre; ésa sería la diferencia fundamental entre Mozart y Beethoven que tan sólo se llevaban 14 años de diferencia (Mozart aún se considera un artesano de composiciones; Beethoven reclama para sí el noble título de Artista hasta el punto de que cuando uno de sus mecenas muere, exige a sus herederos que le sigan sufragando y ante la negativa de éstos, los lleva ante los tribunales).
Porque la diferencia entre los artistas pre-románticos y los románticos es justamente que los unos exhiben Heroicidades Externas y los otros Heroicidades Internas que conllevan un sufrimiento intenso, una gestación dolorosa. Es como si antes del siglo XIX, las madres no hubieran tenido ese nombre común que las convierte en mujeres especiales y les otorga un poder sobre su gestación infinito (o con un ejemplo actual: los padres que pierden a sus hijos no tienen un nombre específico. Cuando los hijos escaseen, se inventará un nombre para los padres que los pierdan).
El Romanticismo alemán nos rompe la crisma, derriba altares y promesas, se libera de servidumbres y látigos, se llena de sí mismo y hace a los que a él acuden que creen vómitos de sangre propia, mundos alucinatorios, perversiones y dolor y sobre esa senda nace el hombre del siglo XXI (porque los procesos humanos son lentos, tanto casi como los procesos geológicos), desprovisto de Verdad, en la oscuridad propia del que sabe que nada es Absoluto. Por eso resultan tan anacrónicos los que aún venden prebendas de salvaciones eternas, de verdades puras, de castigos contra quienes alcen la voz ya sea contra un Mahoma, un Juan Bautista o un Buda. Y bajando a nuestras vidas cotidianas, resulta insufrible cuando alguien se otorga la razón de la Verdad y dan ganas de decirle, ¿Cuándo te bajaste del tren del pensamiento europeo? ¿En qué estación decidiste que tu verdad era la Verdad y no seguiste hasta la siguiente en donde hubieras descubierto que tu verdad no era más que el nombre de la estación donde te bajaste? Y que tras su vestíbulo no había nada, no estaba la ciudad soñada, ni lo ángeles alados, ni el manantial sonoro, ni la veleta sobre el campanario, ni el muecín entonando su letanía del final del día ¿Dónde, querido, abandonaste este estar perdido, este sucumbir al tormento de aceptar la Nada de las Verdades Puras?
La Verdad es destruida, lenta y sistemáticamente, a lo largo de todo el siglo. El hombre se va volviendo más y más inhábil, se distancia del afán mecanicista de los científicos, se desliga de la Naturaleza y los pensadores se dan cuenta de que la Unidad con el Todo no es más que una construcción de cada Hombre y que esa construcción tiene (o con-tiene) unos vericuetos insondables, abismales, que Sigmund Freud intentará desvelar en vano.
Así, todas las manifestaciones artísticas van tomando forma de nombre; ésa sería la diferencia fundamental entre Mozart y Beethoven que tan sólo se llevaban 14 años de diferencia (Mozart aún se considera un artesano de composiciones; Beethoven reclama para sí el noble título de Artista hasta el punto de que cuando uno de sus mecenas muere, exige a sus herederos que le sigan sufragando y ante la negativa de éstos, los lleva ante los tribunales).
Porque la diferencia entre los artistas pre-románticos y los románticos es justamente que los unos exhiben Heroicidades Externas y los otros Heroicidades Internas que conllevan un sufrimiento intenso, una gestación dolorosa. Es como si antes del siglo XIX, las madres no hubieran tenido ese nombre común que las convierte en mujeres especiales y les otorga un poder sobre su gestación infinito (o con un ejemplo actual: los padres que pierden a sus hijos no tienen un nombre específico. Cuando los hijos escaseen, se inventará un nombre para los padres que los pierdan).
El Romanticismo alemán nos rompe la crisma, derriba altares y promesas, se libera de servidumbres y látigos, se llena de sí mismo y hace a los que a él acuden que creen vómitos de sangre propia, mundos alucinatorios, perversiones y dolor y sobre esa senda nace el hombre del siglo XXI (porque los procesos humanos son lentos, tanto casi como los procesos geológicos), desprovisto de Verdad, en la oscuridad propia del que sabe que nada es Absoluto. Por eso resultan tan anacrónicos los que aún venden prebendas de salvaciones eternas, de verdades puras, de castigos contra quienes alcen la voz ya sea contra un Mahoma, un Juan Bautista o un Buda. Y bajando a nuestras vidas cotidianas, resulta insufrible cuando alguien se otorga la razón de la Verdad y dan ganas de decirle, ¿Cuándo te bajaste del tren del pensamiento europeo? ¿En qué estación decidiste que tu verdad era la Verdad y no seguiste hasta la siguiente en donde hubieras descubierto que tu verdad no era más que el nombre de la estación donde te bajaste? Y que tras su vestíbulo no había nada, no estaba la ciudad soñada, ni lo ángeles alados, ni el manantial sonoro, ni la veleta sobre el campanario, ni el muecín entonando su letanía del final del día ¿Dónde, querido, abandonaste este estar perdido, este sucumbir al tormento de aceptar la Nada de las Verdades Puras?
A mí Montaigne me enseñó a disfrutar del pensamiento y de la libertad de pensar. Me enseñó el término exacto de la palabra librepensador siendo él un hombre anterior a ese término; a mí Montaigne me ha hecho llorar de risa y llorar de llanto; ha provocado un abismarme en mí y un contemplar los otros y lo otro con mi propia libertad; a mí Montaigne me ha obligado a desdecirme y a maldecir y me ha llevado a elevarme y detenerme largo tiempo en una reflexión. Para mí Montaigne como Krishnamurti o Juan de Mairena son maestros de la filosofía moral porque los tres parten de un principio devastador: Piense usted por sí mismo y déjese de maestros. Gracias, anti-maestros.
Extracto del Capítulo XXV Del Magisterio de Ensayos
Guardamos las ideas y el saber de otros y nada más. Es menester hacerlos nuestros. Harto nos parecemos a aquél que, teniendo necesidad de fuego se fue a buscarlo a casa del vecino y hallando allí uno grande y hermoso, quedóse allí calentándose sin acordarse ya de llevar un poco para su casa ¿De qué nos sirve tener la panza llena de carne si no la digerimos? ¿Si no se transforma en nosotros? ¿Si no nos aumenta ni fortalece? ¿Pensamos acaso que Lúculo a quien las letras formaron e hicieron capitán tan grande sin la ayuda de la experiencia, usase de ellas como nosotros?
Tanto nos apoyamos en los brazos de los demás que anulamos nuestras fuerzas ¿Que quiero armarme contra el miedo a la muerte? Hágolo a expensas de Séneca ¿Que quiero tener consuelo para mí u otro? Tómolo de Cicerón. Tomaríalo de mí mismo si me hubieran enseñado a ello. Nada me gusta esta inteligencia relativa y mendigada.
Aun cuando pudiéramos ser sabios con el saber de los demás, al menos prudentes, sólo podemos serlo con nuestra prudencia.
Traducción de Almudena Montojo
El fin de semana con la ayuda inestimable de Raúl, creamos el rincón de la escritura en mi casa nueva. Una casa que espero poder mantener durante muchos años. Hace un mes con Tere y César creamos el ambiente general. Junto a la mesa he colocado una estantería donde he puesto mis libros más amados. Se encuentra a mi lado izquierdo y no evito girar la silla y quedarme contemplando tanta belleza, tanto conocimiento, tanta ironía contenidas en ese invento extraño y peculiar -tan extraño y peculiar como lo fue la invención del castigo- como es el libro. Entre ellos, claro, se encuentra Ensayos de Montaigne al que siempre imagino en su castillo, rodeado de velas y antiguos libros, hurgando citas, relacionando temas y mirando de hito en hito, a través de una ventana estrecha, el fuego de las estrellas.
Extracto del Capítulo XXV Del Magisterio de Ensayos
Guardamos las ideas y el saber de otros y nada más. Es menester hacerlos nuestros. Harto nos parecemos a aquél que, teniendo necesidad de fuego se fue a buscarlo a casa del vecino y hallando allí uno grande y hermoso, quedóse allí calentándose sin acordarse ya de llevar un poco para su casa ¿De qué nos sirve tener la panza llena de carne si no la digerimos? ¿Si no se transforma en nosotros? ¿Si no nos aumenta ni fortalece? ¿Pensamos acaso que Lúculo a quien las letras formaron e hicieron capitán tan grande sin la ayuda de la experiencia, usase de ellas como nosotros?
Tanto nos apoyamos en los brazos de los demás que anulamos nuestras fuerzas ¿Que quiero armarme contra el miedo a la muerte? Hágolo a expensas de Séneca ¿Que quiero tener consuelo para mí u otro? Tómolo de Cicerón. Tomaríalo de mí mismo si me hubieran enseñado a ello. Nada me gusta esta inteligencia relativa y mendigada.
Aun cuando pudiéramos ser sabios con el saber de los demás, al menos prudentes, sólo podemos serlo con nuestra prudencia.
Traducción de Almudena Montojo
El fin de semana con la ayuda inestimable de Raúl, creamos el rincón de la escritura en mi casa nueva. Una casa que espero poder mantener durante muchos años. Hace un mes con Tere y César creamos el ambiente general. Junto a la mesa he colocado una estantería donde he puesto mis libros más amados. Se encuentra a mi lado izquierdo y no evito girar la silla y quedarme contemplando tanta belleza, tanto conocimiento, tanta ironía contenidas en ese invento extraño y peculiar -tan extraño y peculiar como lo fue la invención del castigo- como es el libro. Entre ellos, claro, se encuentra Ensayos de Montaigne al que siempre imagino en su castillo, rodeado de velas y antiguos libros, hurgando citas, relacionando temas y mirando de hito en hito, a través de una ventana estrecha, el fuego de las estrellas.
¡Qué extraña es la materia del dinero para mí! Nada más pensar este artículo me he querido ir por los Cerros de Úbeda y hacer referencia a un libro -interesante como todos- de Rafael Sánchez Ferlosio titulado Non Olet y acudir a anécdotas y alejarme un poco de la propia desazón que a mí me provoca. Hay personas con facilidad para tenerlo, conseguirlo y gastarlo. En mi caso tengo dificultades. Y ya aquí se me viene a las mientes la educación recibida y los tres tabúes que la buena educación impide tratar en una conversación: la enfermedad, el dinero y la sexualidad.
Me está costando y pienso si poner en el título un 1 como si eso implicara que seguiré, porque ahora lo voy a dejar, no quiero encontrar las palabras; no me atrevo a encontrarlas y pienso si de alguna manera encajaría un poema que me envío ayer Raúl por medio del correo electrónico y que me pareció de una ternura mezclada con reconvención muy de agradecer.
Busco también una analogía ¡oh, qué socorridas son las analogías! que me permita deslizarme por el tema sin mancharme, sin inmiscuirme pero también sé que si este cuaderno tiene vocación de algo, ésa ha sido la de mostrar todas mis caras, no sólo una o dos, sino las caras que yo soy capaz de mostrar, que anidan en mí, que forman ese multiverso al que otorgamos el pronombre Yo. Criticaba el otro día el que en muchas ocasiones me encuentro con que siempre que acudo, llego o derivo a lugares donde se expresan los seres humanos, en muchas me encuentro siempre con la misma cara de ese ser y desde ese momento siento cierto rechazo porque somos más que soy, porque deberíamos aplicarnos más el nosotros al yo, incluso deberíamos anular las tres personas del singular para hablar de seres humanos. Veis, ya me voy, esta digresión me permite no hablar del tema que titulo. Se me escapa. Hay uno de mi yos al que le da vergüenza hablar de ese tema. Y por eso quizá (y también porque estoy cansado. Me levanto muy temprano últimamente, a las seis de la mañana, para ir hasta Madrid donde hago un curso de formación para conseguir un trabajo que me dé algo de dinero para mantenerme) coloque el 1 detrás del título y lo intente otro día.
Me está costando y pienso si poner en el título un 1 como si eso implicara que seguiré, porque ahora lo voy a dejar, no quiero encontrar las palabras; no me atrevo a encontrarlas y pienso si de alguna manera encajaría un poema que me envío ayer Raúl por medio del correo electrónico y que me pareció de una ternura mezclada con reconvención muy de agradecer.
Busco también una analogía ¡oh, qué socorridas son las analogías! que me permita deslizarme por el tema sin mancharme, sin inmiscuirme pero también sé que si este cuaderno tiene vocación de algo, ésa ha sido la de mostrar todas mis caras, no sólo una o dos, sino las caras que yo soy capaz de mostrar, que anidan en mí, que forman ese multiverso al que otorgamos el pronombre Yo. Criticaba el otro día el que en muchas ocasiones me encuentro con que siempre que acudo, llego o derivo a lugares donde se expresan los seres humanos, en muchas me encuentro siempre con la misma cara de ese ser y desde ese momento siento cierto rechazo porque somos más que soy, porque deberíamos aplicarnos más el nosotros al yo, incluso deberíamos anular las tres personas del singular para hablar de seres humanos. Veis, ya me voy, esta digresión me permite no hablar del tema que titulo. Se me escapa. Hay uno de mi yos al que le da vergüenza hablar de ese tema. Y por eso quizá (y también porque estoy cansado. Me levanto muy temprano últimamente, a las seis de la mañana, para ir hasta Madrid donde hago un curso de formación para conseguir un trabajo que me dé algo de dinero para mantenerme) coloque el 1 detrás del título y lo intente otro día.
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Olmo Z. ¿2024?
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/11/2010 a las 20:09 | {0}