Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Caritas romana. Peter Paul Rubens. 1612
Caritas romana. Peter Paul Rubens. 1612

Podría decirlo en el nombre de dios, el compañero, el que alerta, el que alienta, el que escucha; podría acudir a ese emblema del destino; tratarlo como a un loco silvestre, un Dioniso que bate su locura en el aire con sarmientos; podría acercarme a un sentido de la historia o sonreír –yo creo que sonreía- con Jung e iniciar mis memorias con un: Mi interpretación de lo ocurrido es la siguiente; podría contemplar este vasto mundo (el que va desde el primer paso cuando bajo a la calle hasta la primera y ligera curva a la derecha a unos ciento cincuenta y dos metros); podría aventurarme en los ojos del perro, quedarme en ellos como si la aurora decidiera detenerse y dejar en el cielo un asombro rosa interminable; podría marearme; podría susurrar una letanía (a ser posible hermosa) o recordar (con el mismo aire) los versos de Gil Biedma que describen su descubrimiento del sentido de la vida; podría beber; ¿podría haber decidido que el dolor abdominal de esta tarde se hubiera convertido en una recaída?; ¿podría creer en la biografía de la enfermedad?; podría acercarme y mirarlos a la cara con la seriedad propia de quien ha pensado demasiado en algo; podría morir esta misma noche mientras musito, Es sábado.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/11/2021 a las 22:27 | Comentarios {0}


El boulevard de Montmartre, mañana de invierno de Camille Pissarro. 1897
El boulevard de Montmartre, mañana de invierno de Camille Pissarro. 1897

Ha leído el periódico en papel. En realidad lo ha leído en papel para utilizarlo más tarde como combustible para la hoguera.
Las defensas de una línea Maginot cualquiera cayeron ayer por la tarde.
Es cierto que buscaba una razón para vivir.
También lo es que en ocasiones no son razones lo que se necesitan sino un par de lo que hay que tener. El número dos es, como es bien sabido, uno de los números más valientes.
Vagabundea, justo ya al final. La sal de la vida es posible que se le haya quedado atrás. Lo que resta es oscuridad por iluminar.
Vagabundea y escala hacia cumbres que ya están nevadas como sus cabellos que a la par que blancos andan siempre despeinados.
Sabe que si hubiera existido en el siglo XII habría sido juglaresa; sabe que habría ido a alguno de los castillos de Occitania y habría pedido con la humildad de los pobres unos versos a un trovador señor; luego, con ellos aprendidos, se habría lanzado por los caminos -probablemente habría tomado el camino francés rumbo a Compostela- y en él, pidiendo mercedes y ofreciendo como pago a la comida su cuerpo en ocasiones, habría ido avanzando hacia el final del mundo para una vez llegado hasta él, volver, volver...
Vagabundea y no se asombra. Se mira las manos que andan ya cuarteadas. Esta noche ha conseguido cobijo junto a las inmensas ruedas de un tractor. El dueño de la tierra y del cobertizo, le ha dejado una manta vieja y le ha llevado las sobras de la mañana; le ha dicho que por la mañana le dará un buen desayuno y que luego habrá de marchar. Ella come y asiente.
No hay razones. Ahora la ciencia ya lo dice abiertamente. Descartes empezó a decirlo a la chita callando. Newton se quedó pasmado como el rey Austria que quiso ver desnuda a su mujer. Dentro de unos cientos de años lo que hoy dice la ciencia como verdad incontrovertible será negado. Eso ya lo sabemos. Ya lo sabemos. 
Vagabundea y le duelen los huesos. Ya ha aprendido que la humedad carcome y llega hasta los tuétanos y va convirtiendo, de forma dolorosa, en fluido lo que antes era sólido. Se ovilla junto a la rueda del tractor la cual hace de parapeto contra el viento que arrecia a medida que la noche avanza y al quedarse dormida, como si estuviera en la vigilia, vagabundea entre sueños: uno es de nata, otro tiene un aire fáustico que le lleva a una gran poza de aguas oscuras donde su cuerpo refulge como si fuera tea y de allí el sol que le marea y de allí duerme en la litera de un tren de vapor y cree encontrarse por Siberia y de allí un canto de gallo y de allí una mano en su pierna y de allí una gran kermesse en la que  ella va vestida con un corpiño muy ajustado que realza sus senos, unos senos que a ella misma le sorprenden y del campo llega a una ciudad donde le muelen a palos y acaba en una mazmorra de donde un ángel con las alas rojo sangre la libera y de allí la mañana, las voces del dueño de las tierras, el regusto del café amargo y unas magdalenas para dar fuerzas. Agradece en silencio el cobijo y la comida. El hombre le da una limosna. Ella la guarda como oro en paño.
Sin razones vagabundea. Nunca traspasó sus genes. Muerta desaparecerá por siempre. En nadie dejó huella. Nadie dejó huella en ella. Huele -su olfato es su vista- un vertedero. En ellos siempre encuentra algo con lo que trapichear. Hacia él va. No debe de estar muy lejos. No más de diez kilómetros. No, no más.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/11/2021 a las 17:43 | Comentarios {0}


Homenaje
Homenaje

No sabe que al final de la pendiente vendrá el vuelo. Los días, como aves, vuelan sobre los hombres y sus cuitas en tal silencio que de improviso uno (o muchos) parecen despertar y al mirarse los cabellos canos y la ausencia de urgencia en el amar, descubren que su tiempo ya ha pasado. Soñar que soñamos es estar a punto de despertar. Despertar es morir.
No quiero decirte joven amigo que vivas con urgencia porque al soñar no eres consciente de que estás muriendo y como todos dilatarás tus empeños y como todos consumirás tu estancia entre sufrimientos y gozos y en los debes y haberes -cuentas que se echan cuando está al partir la nave que nunca ha de tornar- serás por fin consciente de que sufrir es el tono de la vida. No te preocupes, no es mala suerte, ni inquina de la Fortuna contra ti; es que la vida dispone de más sufrimientos. Es una cuestión de números. Por eso sí te diría cuando ya estoy avistando la barca amarrada al muelle de la Estigia que cuando goces agradezcas a la vida ese momento y sobre todo te diría, No alargues los placeres con artificiosidades y preceptos, ni los ates con juramentos o leyes, sólo goza, goza hasta quedar dormido mientras la marea y las nubes y la hierba y el rocío y las yeguas y los ríos y las grandes cristaleras y los niños recién nacidos y las cunas y las letras y los vinos y los líquidos continúan su camino como tú el tuyo.
No tengo fe. No creo ni en Dios ni en los hombres. No creo en el progreso. No soy positivista. No creo en la ciencia. No creo en el Yo ni en la Masa. No creo que haya sentido ni dirección en la Historia. Ni creo que la guerra sea el gran pecado de la especie. No creo en los sistemas ni en la física cuántica. Sé que todo eso quedará atrás un día como quedó Zeus Tronante o la bella Afrodita. Todas estas ideas las estudiarán generaciones futuras como nosotros estudiamos las sagradas escrituras o como otros contemplan un cielo insondable. La mente es pequeña para un espacio infinito.
Ya termino. Me he mirado la piel de las manos con la lupa y así, tan aumentada, parece piel de reptil. La lluvia no se anuncia y el cielo en la tarde adopta unos tonos tan salvajes que parecen desafiar la propia calma de la atmósfera. Cantan unos pájaros cuya taxonomía desconozco y tras la pared frontera con la vivienda de los vecinos se empieza a escuchar el trajín del menaje. No tengas miedo a despertar. No dudes cuando sueñes soñar. El alba se acerca. La vida es constante.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/10/2021 a las 18:08 | Comentarios {0}


Jack in the pulpit nº IV de Georgia O'Keefe. 1930
Jack in the pulpit nº IV de Georgia O'Keefe. 1930

Esa fuente, la que se esconde en la maleza; la fuente de los secretos y el amor; esa fuente que viene acompañada de un ritmo con ecos flamencos; la fuente de la que quizá surja el surtidor de la vida y las estrellas y el espacio vacío; esa fuente desde la cual podamos entender la materia oscura y desde la cual podamos entrever a qué grupo de neuronas es debido la idea de conciencia; conciencia de rodilla; conciencia de dolor de muelas; conciencia de armonía. Esa fuente busca el muchacho que descubre por vez primera la plenitud del aire (porque aire pleno, un aire -diría- que no se esconde de ser aire, que deviene vida, que huele a mañana con rocío y a baile de madrugá); la fuente donde se baña la diosa; la fuente desde donde ser Acteón y asumir tras la contemplación desnuda de lo divino, la transformación en rumiante (rumio de lo visto, rumio de la eternidad, pensamiento que se hace, que se conforma en hueso, en cuerno, en abundancia; rumio de la esfera; rumio del pasado porque la belleza es rumio de las cosas bellas, no sólo contemplación sino también contemplación del acto de contemplar); esa fuente aventuro donde el agua se descompone en física de los prismas y surge del mismo surtidor la esencia misma de los colores; así fuente; así contemplación de fuente; así metáfora de fuente y seguir derivando por calles de fuentes estrechas por donde el viento pasa sin saberlo; esa fuente insisto que me hace temblar, que me llega a emocionar como cuando ayer, en no sé qué imagen llegué a la conclusión de que todo es fuente y las fuentes fuentes son.

Ese abrazo que surge de los nombres de los solitarios; la disconformidad con la grey; el lobo estepario y su nombre que aúlla por los páramos del norte de cualquier país del Septentrión o los nombres ¡oh sí! los nombres de las Oceánides y los nombres ¡oh, sí! los nombres de las Nereidas que vienen a la mente cuando las hojas van alfombrando un camino de polvo y espera; ese abrazo que tiene aires de vals; ese abrazo entre mujereshombres que vuelven tullidos de la última guerra y cuya fuerza es una buena medida del sufrimiento soportado; ese abrazo en la Aurora de la pareja que se ha amado por primera vez; ese abrazo con flujos de esperanza y generación y las canciones que, abrazados, se musitan al oído los amantes; ese abrazo de la desnudez; ese abrazo tras el baño en el mar; el abrazo de no sentir en absoluto el sentimiento oceánico; saber, abrazado, que morir es dejar de todo.

Ese continuar mientras escucha con la emoción propia de los sensibleros una melodía que te recuerda (o que es) la que escuchabas en la niñez en los pocos momentos en los que fuiste ¿feliz?; continuar una mañana más; continuar como lo hacen las escobillas del batería cuando acarician los platillos con suave y nada sincopado ritmo de jazz; continuar escuchando por enésima vez un tema de Leonard Cohen y saber que ese hombre también estuvo mil noches desesperado en cualquier Chelsea Hotel; continuar, sí, continuar con las manos callosas, con el alma enfangada; continuar y saber que nada alcanzaste y que como todos -por mucho que la estadística se empeñe en desmentirlo- no lograste domesticar el azar.

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/10/2021 a las 12:22 | Comentarios {0}


Jardín de Joaquín Mir, ca. 1923
Jardín de Joaquín Mir, ca. 1923

Se irá reintegrando al regimiento de las flores con la cabeza alta; devendrá atmósfera que se inhala un día de marzo mientras camina por la rivera de un regato ahíto de agua tras el deshielo; será rapaz que avizora la era; será canto del ruiseñor en la mañana cuando el celo y el horror se juntan en ese canto lírico del ave a medio camino entre la obsesión por un nombre y la letanía de una oración; será hierba con rocío en una mañana que nace con la Aurora de rosáceos dedos que retira, suavemente, el embozo de las sábanas a Sol para que vaya despertando y con su despertar caliente el mundo el cual, constante en sus rutinas, se fue quedando frío al correr de la noche; será esperma de bacilo; será luciérnaga en el manglar un día de noviembre en el que el hombre blanco se dio a satisfacer sus placeres más íntimos rodeado de bioluminiscencias, muy cerca del mundo de los lisérgicos; será alfombra oriental sin ningún vuelo; será sueño de una novicia que se mete el dedo en su coño virginal hasta correrse, éxtasis de dios, veneración suprema; será el estío que acaba con todo, que todo lo mata, con la intención última de que al llegar el otoño la vida se renueve hasta alcanzar lo frío; será nostalgia si lo quieres, pequeña niña amada que nunca le tuvo en cuenta y lo será -si tú lo quieres- a su manera, tú ya sabes (mirada a lo lejos, altas cumbres nevadas, anuncio de tormenta, sonido lejano de un motor en una remota carretera, un abrazo de cuando olías a recién bañada y te ibas quedando dormida bajo el embrujo de su voz); será misericordia y esfera; será la pasión del bastón cuando hunde su contera en la tierra y esa acción impulsa al hombre que la ejecuta un paso más allá ¿de dónde? ¿de dónde un paso más allá? Será el horizonte sin muro; será la esperanza de los hombres buenos; será, casi lo puedo asegurar, un adiós sin pañuelo.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/10/2021 a las 14:24 | Comentarios {0}


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