No me olvido de los buitres
No me olvido de que escribo a menudo tus tres primeras letras
El calor de la manta se asemeja al abrazo
No sé ahora una comparación ingeniosa con el ruido de los martillos
También: todas las vacas estaban tumbadas excepto una al fondo de raza frisona
o la levedad de las últimas nubes de amanecer
Corre el mamífero depredador
Avisa a los buitres de que está fuerte y sano y sabrá luchar si fuera necesario
No me olvido de que miro los libros
No dejaré de dibujar algo
Hace frío en las manos
¿Dónde vengo a ser?
¿Dónde me distraigo?
Juro haber subido mucho,
más de doscientos metros
y allá tan arriba, junto a las nubes,
he sentido el latigazo
de un viento frío
que parecía anunciar la llegada
de una forma nueva de pensar.
¿Quién tiene la última palabra?
¿Por qué esa tonalidad gris de la nube?
O la palabra espera
O la palabra ruido
O la palabra albahaca..
No importa si al bajar tropiezo
(la última curva tiene un desnivel macabro)
porque estoy viendo
y ruedan los guijarros
mientras el viejo roble cruje
y sus crujidos me sugieren
estertores últimos.
Sé que no podré explicarte
porque lo inefable existe
(si no existiera no tendría palabra)
sólo te pediría que confiaras
en que estos no versos
versan sobre algo
que me sugiere: el viento frío, la altura, los crujidos del roble, el desnivel macabro, la congoja, el asombro, la descomposición, la lectura de biología, la medición del nitrógeno, la turbia sensación de un sueño que no consigo recordar, la vuelta a las enseñanzas, la caricatura de mí mismo,...
Por eso callo cuando escucho.
Agradar es una forma de sobrevivir
sólo que los mamíferos no sabemos disimular
el desagrado.
La vida es demasiado visible
si la hacemos misteriosa es para poder vivirla
sin parecer cretinos.
¡Una máxima más a la que poder disparar!
Si es propia, mejor.
Como el ámbar (ríe el contemplar la rapsodia que queda en las partituras tras ser interpretada); navegaciones habrá como los cursos; querida, ¡cómo siento esta belleza que claudica y se hace noche! Espera, quiero mirarla. ¿Dónde duermen los gatos camperos? ¿Están realmente enfermos? Esta misma tarde retazo de una conversación entre vecinas, Pues se han ido todas ladera arriba a toda mecha, balando, tan contentas, Verás como se les eche el lobo encima lo contentas que van a estar... Como el ámbar, piensa. Tan lejos todo, sea lo que sea lejos y todo. ¿Cuál es la cuarta dimensión? ¿Se podría explicar igual que la tercera se le explica a un gusano que sólo vive en dos, un gusano plano? ¿Entendería el gusano que él sólo puede ver la sombra de la tercera dimensión (es decir sólo la puede ver plana pero sabiendo que sólo es su sombra y dando por hecho que la idea de sombra es una analogía con la incapacidad para comprender un todo que no es la sombra sino sólo su sombra)? Los adioses es título de novela de Juan Carlos Onetti. Eso que pasa como lo dedos por las teclas... ¿cuántas veces he utilizado esa comparación? Antesala me viene a la cabeza mientras veo a Angélica salir de El Corte Inglés de Princesa, cruzar con rapidez la calle, bajar por Marqués de Urquijo mientras la belleza de la tarde cae y llega la oscuridad con su iluminación led tonalidad cálida. En estos adioses la extrañeza por las personas que compran bombillas led de tonalidad fría. ¿Cómo se puede vivir bajo esa luz de carnicería antigua? ¡La luz lo es todo! bien lo sabían los impresionistas. Bien lo sabían. A lo lejos refulge un adorno navideño. Dicen que el pueblo está infectado. Imagino hordas. La luz es tan clara. La oscuridad avanza tanto. Eso es la tarde y el inicio de la noche. Nado entre algas verdes. Sueño otro suelo. Me alejo y al alejarme me acerco. Lejanías. Desde esta particular forma de representar la realidad (sea lo que sea lo que encumbra ese concepto. Algo parecido a la idea de dios: algo inaccesible y que sin embargo está en todas partes; además lo sabe todo como dios; y por supuesto la realidad lo puede todo). Nada como una noche de nostalgias. No aquí, en lo alto de las montañas. Las montañas son orgullosas, pienso, dudo, ¿luego soy?. Una vez, hace tiempo, jugué con Descartes. También una vez, hace tiempo, conversé con María de Magdala y con Jesús de Nazareth en lo alto del Gólgota (que quiere decir calavera). Trasuntos. La farsa. Lo barroco. El mundo se acelera y con la velocidad los paisajes ante los que habría que detenerse para contemplar... luz, silueta, aquel claroscuro, el matiz de los ocres, la semejanza entre dos aguas, la nube que pasa, la ausencia de canto, un silencio en el paisaje, el que genera la música. Desde aquí. Desde esta estación (probablemente la última). Un bocado. El aire de un plato rico. Huevos fritos con patatas fritas y su miajina de jamón. Canta la noche. La luna se ha revuelto. Navega el telescopio James Webb por el espacio interestelar y desde la tierra lo vemos atravesar el espacio para ir en busca del tiempo. Un gran espejo la vida. Una normalidad extraña la vida (más que la vida en sí, la autoconciencia de saberse viviendo durante un espacio/tiempo dado). Siempre y cuando la química responda. Las manos respondan. Seamos capaces de decírnoslo. Ya tengo imagen. Ha surgido en la navegación por la red. También la red es multiverso. Relaciones. Cierta placidez y cierta glotonería al disfrutarla. Un rostro bonito el de Pam. También el de Jim. Ahora voy a publicar. Un treinta y uno de diciembre más. Me reúno con todos vosotros. Los que queráis. Como muchos amigos van a acercarse y entonces surgirá la nostalgia y habrá en más de un millón de casas la misma mirada cómplice entre dos seres que se quieren. Yo te miro a ti.
Escribe Daisetsu Teitaro Suzuki, Donde no hay paradoja no hay verdad. Siento cómo un pensamiento, una idea, no sólo es una cuestión de lenguaje sino que a veces siento, más en unos tiempos que en otros, que de ese pensamiento extraigo mucho más de lo que tiene de experiencia propia de quien lo transmite que el propio pensamiento articulado en un lenguaje comprensible.
Con todas mis dudas y a pesar de ser consciente de que la vida tiene zozobras estáticas, siento mi ser más como relación entre seres que como sujeto único; es lo que viene a decir la física moderna: que no somos realmente materia sino vibraciones de ondas/partículas con su anti-relación entre no-seres simétrica y perfecta. Este sentimiento que me acerca por igual a la ciencia y al misticismo -como tan bien me enseña Salvador Pániker- no me exime de responsabilidad. Sólo que intuyo la conciencia responsable como un temblor en mitad de lo casi vacío.
En estos días señalados cuando la comunidad a la que se pertenece entra en el tiempo del rito, en el tiempo en el que lo rutinario se detiene y la repetición tiene una tensión sagrada que desde niños nos es inculcada como a los que nos la inculcaron también les fue implantado cuando eran niños y así, en esas relaciones extrañas entre lo uno y lo otro, se crea el hilo conductor de la especie, probablemente tan enrevesado como la doble hélice y que en Occidente resumimos con el término tradición, lo acato. Ritos. Vueltas. Los días buenos. Los días (paradojas) al mismo tiempo amargos y tristes y alegres y llenos de esperanza y ahítos de nostalgia. Sí, claro, de nuevo la vieja cuestión: ¿Por qué algo en vez de nada?
A celebrar entonces el ciclo (a nuestra manera).
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Ensayo poético
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/02/2022 a las 13:49 | {0}