¡Oh, Marción! Aún hoy nos preguntamos cómo tuviste la idea de crear una nueva Biblia. Luego olvidamos la pregunta e intentamos ubicar en el tiempo los sucesos. ¿Cómo podríamos entender lo mágico si no fuera por ti, Marción? Más tarde matizamos (somos mucho de matizar. Nos pasamos los años haciéndolo. Hemos llegado a creer que somos el matiz que antecede al matiz de mañana el cual nos niega en parte, nos cercena algo de lo que éramos; matizar, decimos, matizar es velar y al velar algo se oculta, algo queda fuera de la mirada; y ese matiz de mañana a su vez será velado -será en parte ocultado- por el siguiente, ¿hasta el infinito?) o, mejor, empezamos a acotar lo que nosotros podemos intuir que sentían por mágico las personas que habitaban Mesopotamia en el siglo II d.e.c. ¿Nos queda algo de su percepción de lo mágico?
Al salir lo he olvidado todo. Luce el sol. El cielo está muy azul. Siento la inquietud que causa la toma de una decisión. Intuyo que no habrá respuesta o yo no seré capaz de percibirla. Mientras camino discurro mucho. Discurro sobre el significado de la responsabilidad y lo que ese significado influye en el devenir y lo moldea. Respiro el aire que está muy limpio y también es azul. Me detengo para ver el planeo de un halcón y la carrera acompañada de ladridos del perro como si así le hiciera saber al halcón que él no es alimento para sus polluelos ni para él. Asciendo. Miro el viaducto a lo lejos que hoy se ve diáfano. Une laderas de gargantas.
Dime tú, Marción, cómo llegaste a pulir el cristianismo, el cual, tras de ti, dejó de ser primitivo. Verduras con huevo y tacos de jamón. Algo de la tarde entretenido. Venir aquí. Salir y contemplar el rosa de unas nubes con el blanco de la luna y colegir que es una buena imagen para representar el frío. El sol declina enfrente. Queda sólo una nube gris y amarilla. El hombre mayor quita hierbajos. Pasa el padre con sus dos hijos pequeños. La escalera a oscuras.
porque todo el que opina es un moralista tiendo a no opinar es ésta una frase que podría estar escribiendo cualquier autor para cualquier personaje en cualquier lugar del mundo podría ser una autora que reivindicara la escritura en los cafés de provincias podría ser una autora que estuviera empezando y lanzase al mundo esa frase con la sana intención de êpater podría ser un autor futuro una vez haya ocurrido el cataclismo el mundial porque cataclismos personales ocurren todos los días ahora mismo están sucediéndose a una velocidad excesiva simultáneamente con una idéntica intensidad de drama y con las horas subsiguientes que serán terribles y que con el tiempo incluso se olvidarán como se olvida el dolor tremendo que se tuvo cuando aquel a quien tanto se quería nos dejó o esa angustia que se derrama al fin cuando ves la muerte de un ser querido y ocurre el momento en que dejas salir toda la pena que llevas dentro también ese dolor la intensidad de ese dolor se acaba olvidando porque puede que existan las memorias de dolor pero también existen sus amnesias no no me olvido que recordaba ese otro cataclismo ese apocalipsis al que nos están entrenando esta nueva sensación de guerra fría y amenaza nuclear sobre nuestras cabezas tras ese cataclismo un autor post apocalíptico escribe desde un refugio nuclear en los bosques de Laponia algo así sobre los moralistas y la opinión y para avalar su tesis establece un inicio que lo colocaría justo antes de que estallase la primera bomba nuclear justo antes del gran exterminio ese que algunos pre apocalípticos consideramos hasta necesario para Gea ser vivo generador de mamíferos mamíferos nosotros los que tecleamos los que pensamos los que no paramos de darle a la húmeda los ultrasociales los más gregarios entre los primates los inventores por gracia de Gea del arma de su destrucción los sementales las hembras paradiroras los ni fu ni fa ni fe los conocedores de idiomas arcanos los continuadores del patrón religioso aplicado a la ciencia los adoradores esos esos todos pre apocalípticos justo antes de las fiestas familiares por antonomasia en occidente sea lo que sea occidente o antonomasia o apocalipsis o emigración o balbuceo o trampa o saduceo o maniquí o galerna o muela antes de todas esas palabras antes de los esturiones antes de la urbilateria antes antes el que opina es un moralista oh el mundo sea llenado de putos moralistas que nos aprieten los cojones o los pezones que nos los retuerzan hasta generarnos un dolor insoportable con sus putas opiniones que nos inunden con su mierda que olamos a opinión de mierda que seamos santificados por la opinión que comulguemos opinión y su cuerpo sea el sebo del prepucio de un viejo miserable en el nombre del sebo del prepucio viejo yo te bendigo ay que suspiro y me dejo llevar por los poetas ay las adelfas ay las madreperlas ay aquellos ojos que una vez miraron como si nunca hubiera habido ayer
Alguna vez podré respirar para siempre. Lo busco en estas tardes de bronces como si buscara la seta y el milagro. Alguna vez me repondré para siempre para poder regalar un paso más al cosmos, el paso que me acerque a la cumbre y su nieve.
La tarde tiene aires de bulería; arde la tarde.
Alguna vez sonreiré para siempre y ojalá sea una sonrisa sincera, la que se hace sin despegar los labios, casi con los ojos. Alguna vez moriré para siempre, bajo la luz del otoño, un día del cual -maestro- también tengo yo el recuerdo.
La tarde se baña en bronces; bronces la tarde.
Alguna vez quizá y si es así, ven, ven a mis brazos que están abiertos. Alguna vez será el desierto para siempre con su espejismo a lo lejos espejeando como agua.
La tarde hermosa como ojo de res, nada en la tarde es como ves.
Alguna vez diré adiós para siempre. Lo haré cuando esté listo, cuando yo también sea uva madura. Alguna vez tus manos niñas, tus ojos niños alguna vez, mi niña, tus ojos niños.
Deriva la tarde al rosa. Parece la nube tul. El rosa deriva al malva. Sosiega mi canto tú.
1.- A eso de las dos de la tarde cuando el calor vuelve a arreciar, tiendo la ropa.
2.- Achaco a lo vivido en el sueño de la noche anterior, mucho de lo que siento a lo largo de las primeras horas del día. A medida que éste avanza la vigilia se va apoderando de las emociones. Diría: las emociones de las primeras horas de la vigilia están regidas por los sueños de la noche anterior (o de la hora de la jornada en la que se haya dormido).
3.- Es cierto que el entorno donde vivo invita a ello: mientras tiendo veo frente a mí las montañas de la sierra de Garganta de los Montes. Ayer además ocurrió un hecho notable: a las dos de la madrugada se fue la luz en todo el valle del Lozoya -que es el lugar donde ahora vivo- y al irse la luz apareció el cielo de la noche. Una noche sin luna. El cielo, entonces, mostró su belleza de estrellas, luceros, constelaciones, vías lácteas, cometas, galaxias y también el sonido se hizo más claro en la nocturnidad. Salí a la terraza mientras duró el apagón y recuerdo que hubo un momento en el que pensé que quizás había llegado el fin; se había iniciado un ataque y en breves instantes una bomba termonuclear estallaría y el viento radioactivo tardaría poco en quemarme vivo, en quemarnos a todos. Ese pensamiento duró un instante. Menos desde luego que el tiempo que estoy invirtiendo en escribirlo. Volvió la belleza del universo nocturno sin contaminaciones de luces artificiales o del reflejo sobre una piedra de la luz del sol. El apagón duró una media hora.
4.- Hacia las dos de la tarde colgaba la ropa y cuando lo estaba haciendo me ha venido al cuerpo, lo ha inundado todo, la sensación de que lo que estoy haciendo realmente es colgar la ropa de la playa: el bañador y la toalla. Es la hora de comer. Acabo de salir de la ducha. Me encanta el agua caliente de la ducha tras pasar toda la mañana en el mar. Es muy agradable la fatiga que traigo, las ganas que tengo de comer y siento como un regalo la brisa que corre mientras tiendo la ropa. Tengo once años. Luego me echaré una siesta. Me encantan las siestas de verano hasta las seis de la tarde. Desperezarse. Salir a la tarde con la pandilla de los amigos y los hermanos. Quizás hoy vayamos al castillo. Escalemos su montaña. Estamos en Cullera, en el litoral valenciano. Es el año 1972. Estoy hace cincuenta años.
Una vez encontré la palabra conticinio. La usé. Conticinio significa: hora de la noche en que reina el silencio.
Me quedo quieto tres días después. El calor. La sensación de torpeza. Los huesos que ya no se desperezan. Los primeros pasos. Ratean.
Resuelvo problemas matemáticos para los que no estoy dotado.
Me voy a la cama tarde. Agotado. Miro desde la puerta del dormitorio las hojas abiertas de la ventana, la que da a la terraza. La luna llena enfrente. La calle iluminada pobremente. Desconsuelo por la ausencia de vida. También por la confusión de un perro que al escuchar la respuesta del eco a sus ladridos, cree que son otros perros quienes le responden y vuelve a ladrar más alto, más fuerte, más veces y el eco, claro, le responde más alto, más fuerte, más veces, en una rueda infinita, desesperada.
En el conticinio ocurre. No debería ocurrir. Ocurre. Diría que se produce un anticonticinio. No dudo. Sólo me suda la espalda y los hombros parecen a punto de caerse por mucho que me yerga en esta era, durante el fin de la civilización occidental que se inició -según cómputo de Spengler El Apocalíptico- con las bases blandengues que estableció Rousseau para una futura sociedad mejor.
Estoy un poco mareado. Siento a veces el impulso -muy fuerte- de θἀνατος. Dejarme llevar por el ligero frío que va inundando mis miembros (como dicen que provoca la muerte por cicuta). Hasta llegar al fondo último. Probablemente ligero como algodón de azúcar.
Conticinio.
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Ensayo poético
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/11/2022 a las 19:24 | {0}