Elias Morange (11 años)
Il existait, autrefois, un vieil homme vivant dans un manoir. Il était riche car son ancien métier était homme d'affaires.
Cependant, il avait engagé un serviteur qui lui faisait tout; Pourquoi cela? Il avait peur de se montrer, car, quand il était homme d'affaires, il avait du détruire une maison pour construire, à la place, une usine. Dans cette maison vivait, à l'époque, un homme; il jura de se venger.
Depuis ce jour, il avait peur.
Une nuit, un étrange bruit le réveilla, il vit une ombre se glisser dans sa chambre...
Une semaine plus tard, le facteur, qui était un bon ami du vieil homme, décida de frapper à sa porte: pas de réponse. Il décida d'entrer au bout de dix minutes. Un cri retentit! Le facteur sortit en courant de la maison: il était tout bouleversé. Il alla au poste de police et raconta ce qu'il avait vu.
La police arriva sur place. Ils virent le vieil homme qui gisait dans son propre sang.
Qui avait bien pu tuer le vieil homme? Le coupable était tout désigné: l'homme à qui on avait détruit la maison. Mais un détail frappa les policiers: le serviteur n'était plus là! Les policiers virent également un morceau de tissu. Il appartenait sûrement au tueur!
Les policiers décidèrent d'étudier l'ADN.
Un mois plus tard, on sut à qui appartenait l'ADN: l'homme à qui on avait détruit la maison! C'est alors que le serviteur entra dans le commissariat. Il dit à l'inspecteur: "J'ai vu qui a tué mon maître!". L'inspecteur tira une photo d'un tiroir avec dessus l'homme à qui on avait détruit la maison. Tout en montrant la photo, l'inspecteur demanda :
- Est-ce cet homme?
- Non, mais c'est son frère jumeau!
Trois mois plus tard, le criminel était sous les verrous. Il avait avoué vouloir tuer le vieil homme pour son argent mais qu'il ne savait pas que son frère détestait le vieillard.
FIN
Traducción al español
LA NOCHE DEL CRIMEN
Existía hace tiempo un anciano que vivía en una casa solariega. Era rico pues su antiguo oficio había sido el de hombre de negocios.
Sin embargo, él había contratado a un criado que le hacía todo ¿Por qué era esto así? El viejo tenía miedo de dejarse ver porque cuando era hombre de negocios, había tenido que destruir una casa para construir, en su lugar, una fábrica. En esta casa vivía, en esa época, un hombre que juró vengarse.
Desde entonces, el viejo tuvo miedo.
Una noche, un extraño ruido le despertó y vio una sombra deslizarse por su habitación…
Una semana más tarde, el cartero, que era un buen amigo del anciano, fue a llamar a su puerta: nadie respondió. Decidió entrar al cabo de diez minutos ¡un grito resonó! El cartero salió corriendo de la casa: estaba absolutamente trastornado. Fue al cuartelillo y contó lo que había visto.
La policía llegó al sitio. Vieron al viejo que yacía en su propia sangre.
¿Quién había matado al viejo? Era evidente quién era el culpable: el hombre a quien se le había destruido la casa. Pero un detalle llamó la atención de los policías: ¡el criado ya no estaba! Los policías descubrieron también un trozo de tela. Pertenecería seguramente al asesino. Los policías decidieron estudiar el ADN.
Un mes más tarde, se supo a quién pertenecía el ADN: ¡al hombre de la casa destruida! Fue entonces cuando el criado entró en la comisaría. Le dijo al inspector: “Yo sé quien ha matado a mi amo”. El inspector sacó una foto de un cajón y en elle estaba el hombre de la casa destruida. Al enseñarla, el inspector preguntó:
- ¿Es este hombre?
- No, pero es su hermano gemelo.
Tres meses más tarde, el criminal estaba bajo llave. Había confesado querer matar al viejo por su dinero pero nunca había sabido que su hermano gemelo lo detestaba.
FIN
Cependant, il avait engagé un serviteur qui lui faisait tout; Pourquoi cela? Il avait peur de se montrer, car, quand il était homme d'affaires, il avait du détruire une maison pour construire, à la place, une usine. Dans cette maison vivait, à l'époque, un homme; il jura de se venger.
Depuis ce jour, il avait peur.
Une nuit, un étrange bruit le réveilla, il vit une ombre se glisser dans sa chambre...
Une semaine plus tard, le facteur, qui était un bon ami du vieil homme, décida de frapper à sa porte: pas de réponse. Il décida d'entrer au bout de dix minutes. Un cri retentit! Le facteur sortit en courant de la maison: il était tout bouleversé. Il alla au poste de police et raconta ce qu'il avait vu.
La police arriva sur place. Ils virent le vieil homme qui gisait dans son propre sang.
Qui avait bien pu tuer le vieil homme? Le coupable était tout désigné: l'homme à qui on avait détruit la maison. Mais un détail frappa les policiers: le serviteur n'était plus là! Les policiers virent également un morceau de tissu. Il appartenait sûrement au tueur!
Les policiers décidèrent d'étudier l'ADN.
Un mois plus tard, on sut à qui appartenait l'ADN: l'homme à qui on avait détruit la maison! C'est alors que le serviteur entra dans le commissariat. Il dit à l'inspecteur: "J'ai vu qui a tué mon maître!". L'inspecteur tira une photo d'un tiroir avec dessus l'homme à qui on avait détruit la maison. Tout en montrant la photo, l'inspecteur demanda :
- Est-ce cet homme?
- Non, mais c'est son frère jumeau!
Trois mois plus tard, le criminel était sous les verrous. Il avait avoué vouloir tuer le vieil homme pour son argent mais qu'il ne savait pas que son frère détestait le vieillard.
FIN
Traducción al español
LA NOCHE DEL CRIMEN
Existía hace tiempo un anciano que vivía en una casa solariega. Era rico pues su antiguo oficio había sido el de hombre de negocios.
Sin embargo, él había contratado a un criado que le hacía todo ¿Por qué era esto así? El viejo tenía miedo de dejarse ver porque cuando era hombre de negocios, había tenido que destruir una casa para construir, en su lugar, una fábrica. En esta casa vivía, en esa época, un hombre que juró vengarse.
Desde entonces, el viejo tuvo miedo.
Una noche, un extraño ruido le despertó y vio una sombra deslizarse por su habitación…
Una semana más tarde, el cartero, que era un buen amigo del anciano, fue a llamar a su puerta: nadie respondió. Decidió entrar al cabo de diez minutos ¡un grito resonó! El cartero salió corriendo de la casa: estaba absolutamente trastornado. Fue al cuartelillo y contó lo que había visto.
La policía llegó al sitio. Vieron al viejo que yacía en su propia sangre.
¿Quién había matado al viejo? Era evidente quién era el culpable: el hombre a quien se le había destruido la casa. Pero un detalle llamó la atención de los policías: ¡el criado ya no estaba! Los policías descubrieron también un trozo de tela. Pertenecería seguramente al asesino. Los policías decidieron estudiar el ADN.
Un mes más tarde, se supo a quién pertenecía el ADN: ¡al hombre de la casa destruida! Fue entonces cuando el criado entró en la comisaría. Le dijo al inspector: “Yo sé quien ha matado a mi amo”. El inspector sacó una foto de un cajón y en elle estaba el hombre de la casa destruida. Al enseñarla, el inspector preguntó:
- ¿Es este hombre?
- No, pero es su hermano gemelo.
Tres meses más tarde, el criminal estaba bajo llave. Había confesado querer matar al viejo por su dinero pero nunca había sabido que su hermano gemelo lo detestaba.
FIN
1993
El Juramento
La mañana se levantó nublada, el mar bramaba y grandes olas barrían el malecón. Era uno de esos días en los que apenas si apetece levantarse de la cama en donde todo es mullido y caliente y los sueños nos muestran agradables rincones llenos de juegos. Pero había escuela y la voz del padre sonó justo en el momento en el que el león rugía.
Tigrian salió a la calle enfundado en su chubasquero azul y con sus botas de agua.
Tigrian dobló la esquina camino del colegio y se topó con su amiga Milena.
- Tiene que ser hoy le dijo Milena mientras miraba vigilante a su alrededor.
- No puedo Milena, tengo que ir al colegio.
- No creo que tenga que recordarte nuestro juramento.
- ¡Por supuesto que no!, protestó Tigrian, pero...
- De peros nada.
- Claro, si tú tuvieras que ir al colegio no serías tan chulita.
- ¿Vienes o no?, ¿o es que tienes miedo?
Tigrian no contestó, miró furibundo a Milena y le señaló el camino hacia la gruta.
La Gruta De Los Contrabandistas
La Gruta de los Contrabandistas se halla en un entrante del acantilado, en realidad es una oquedad suya; a ella se puede acceder por mar en los días de calma pero en los días de temporal cualquiera que se aventurase se estrellaría contra las rocas por el embate de las inmensas olas que asolan el mundo. En los días de temporal tan solo se puede llegar a la gruta descendiendo por la casi vertical pendiente del acantilado. Tan sólo en los días de temporal las olas, al entrar con furia en la gruta y llegar muy dentro de ella, hacen brillar el tesoro embrujado de los contrabandistas pero nadie ha logrado recuperarlo jamás porque, según cuentan los viejos marineros y mejor que nadie el patrón Bakhá, bajo la piedra del acantilado se esconden los Espíritus de la Tierra y a aquéllos cuya avaricia les hace aventurarse por las resbaladizas rocas en busca del tesoro, los despeñan para que sirvan de alimento a los seres del mar. Pues es la avaricia del hombre la que ha mermado las riquezas de la tierra.
El Descenso
Espantoso gris el cielo empapa la tierra de lluvia; brillan las laderas verdes de las montañas y las rocas del acantilado también brillan. Tigrian y Milena como dos fugitivos, echan el cuerpo al borde de la tierra y estudian el descenso.
- Por allí hay un camino, dice Milena, pelo mojado por la lluvia, ojos muy negros y alegres.
- ¿Estás segura, Milena? -responde Tigrian- manos mojadas, pecas mojadas, sin aliento-. Los Espíritus de la Tierra...
- ... son mis amigos.
Sólo los ojos de las vacas y unas ruedas abandonadas de tractor ven desaparecer a Tigrian y Milena de la cima.
Comienzan el descenso, las botas se agarran con dificultad a los salientes de las rocas; las manos resbalan. Descienden juntos, todo es rugir de olas y chapotear de lluvia. Milena va por delante, segura del camino a seguir. Tigrian detrás va cobrando seguridad a medida que descienden y los Espíritus del la Tierra no aparecen y sin embargo, de vez en cuando, creen percibir ligeros movimientos de la roca y rumor bajo sus pies.
La Aparición
Entonces cayeron, creyeron llegado su fin, la mar se convirtió en una gran boca llena de saliva dispuesta a engullirlos; caían cogidas las manos, por primera vez cogidas. Pero desapareció el mar y fueron surgiendo, a ráfagas, el Espíritu del Rosal y el del Carbón, llegaron los espíritus del Olivo, de la Arena y la Caliza, aparecieron los espíritus del Petróleo, las Gemas, el gran espíritu del Baobab, de la Caoba y del Liquen. Todos, todos los Espíritus de la Tierra se congregaron alrededor de los niños porque, como en la leyenda se afirma, antes de lanzar a los hombres al mar, los Espíritus de la Tierra los palpan y de esta forma saben las intenciones del hombre que desciende.
Milena abrió los ojos y los Espíritus la palparon, se llenaron de ella y ella, tranquila y con miedo, llamó por sus nombres a todos los que conocía y a los que no les preguntaba:
- ¿Y tú qué eres?
Y por el tacto ella misma descubría su nombre. Y reía al pronunciar algunos.
Tigrian sudaba, todo su cuerpo temblaba porque no sabía que los Espíritus de la Tierra no palpan las apariencias sino lo más hondo de cada ser y así supieron que Tigrian no quería el tesoro de los contrabandistas para enriquecerse sino que tan sólo deseaba verlo, tanta era su curiosidad y este don de los animales es algo que gusta mucho a los Espíritus de la Tierra. Una vez hubo terminado el reconocimiento y se hubieron conocido unos a otros, los Espíritus de la Tierra se retiraron a deliberar. Entonces se fundieron entre ellos y allá se veía una mezcla de Lirio y de Diamante que se fundía con retazos de Espora, Madreselva, Piña, Sicómoro y por allí se formaban divertidos conglomerados con Jacinto, Junco, Antracita y Sílex. Cuando tomaron la decisión se separaron.
La Decisión De Los Espíritus De La Tierra
Los Espíritus del Hierro y el Sauce se acercaron a los niños y los acogieron en ellos; vertiginosamente descendieron hacia la Gruta de los Contrabandistas seguidos por todos los demás Espíritus y entraron en ella y durante minutos que parecían siglos se fueron adentrando más y más y sin embargo cuanto más avanzaban mayor era la claridad hasta que todo se detuvo, se esfumaron los Espíritus y Tigrian y Milena se encontraron ante el tesoro de los contrabandistas.
El Tesoro De Los Contrabandistas
El Tesoro de los Contrabandistas es un planeta muy pequeño que late en el corazón de la Tierra. A medida que el hombre arranca con avaricia los bienes de los Espíritus de la Tierra este pequeño planeta va menguando y su luz apagando. Cuando desaparezca, el corazón de la Tierra dejará de latir y los Espíritus de la Tierra morirán y morirá la Tierra. Este es el Tesoro de los Contrabandistas.
Tigrian Y Milena
Milena y Tigrian despertaron en la cima del acantilado. Supieron que no habían soñado, corrieron ladera abajo camino del pueblo y a los cuatro vientos gritaron que habían visto el tesoro de los contrabandistas. Sólo los niños y el viejo marinero Bakhá les creyeron. Tigrian estuvo una semana castigado por haber hecho novillos.
Cuando pudo salir fue con Milena a visitar al viejo marinero. Le contaron la historia de los Espíritus de la Tierra. Bakhá guardó silencio y al fin dijo:
- Por fin mis hermanos me han escuchado. Necesitamos de la ayuda de los hombres para salvar la Tierra.
Y esfumándose, el viejo marinero se convirtió en el Espíritu del Barro.
La mañana se levantó nublada, el mar bramaba y grandes olas barrían el malecón. Era uno de esos días en los que apenas si apetece levantarse de la cama en donde todo es mullido y caliente y los sueños nos muestran agradables rincones llenos de juegos. Pero había escuela y la voz del padre sonó justo en el momento en el que el león rugía.
Tigrian salió a la calle enfundado en su chubasquero azul y con sus botas de agua.
Tigrian dobló la esquina camino del colegio y se topó con su amiga Milena.
- Tiene que ser hoy le dijo Milena mientras miraba vigilante a su alrededor.
- No puedo Milena, tengo que ir al colegio.
- No creo que tenga que recordarte nuestro juramento.
- ¡Por supuesto que no!, protestó Tigrian, pero...
- De peros nada.
- Claro, si tú tuvieras que ir al colegio no serías tan chulita.
- ¿Vienes o no?, ¿o es que tienes miedo?
Tigrian no contestó, miró furibundo a Milena y le señaló el camino hacia la gruta.
La Gruta De Los Contrabandistas
La Gruta de los Contrabandistas se halla en un entrante del acantilado, en realidad es una oquedad suya; a ella se puede acceder por mar en los días de calma pero en los días de temporal cualquiera que se aventurase se estrellaría contra las rocas por el embate de las inmensas olas que asolan el mundo. En los días de temporal tan solo se puede llegar a la gruta descendiendo por la casi vertical pendiente del acantilado. Tan sólo en los días de temporal las olas, al entrar con furia en la gruta y llegar muy dentro de ella, hacen brillar el tesoro embrujado de los contrabandistas pero nadie ha logrado recuperarlo jamás porque, según cuentan los viejos marineros y mejor que nadie el patrón Bakhá, bajo la piedra del acantilado se esconden los Espíritus de la Tierra y a aquéllos cuya avaricia les hace aventurarse por las resbaladizas rocas en busca del tesoro, los despeñan para que sirvan de alimento a los seres del mar. Pues es la avaricia del hombre la que ha mermado las riquezas de la tierra.
El Descenso
Espantoso gris el cielo empapa la tierra de lluvia; brillan las laderas verdes de las montañas y las rocas del acantilado también brillan. Tigrian y Milena como dos fugitivos, echan el cuerpo al borde de la tierra y estudian el descenso.
- Por allí hay un camino, dice Milena, pelo mojado por la lluvia, ojos muy negros y alegres.
- ¿Estás segura, Milena? -responde Tigrian- manos mojadas, pecas mojadas, sin aliento-. Los Espíritus de la Tierra...
- ... son mis amigos.
Sólo los ojos de las vacas y unas ruedas abandonadas de tractor ven desaparecer a Tigrian y Milena de la cima.
Comienzan el descenso, las botas se agarran con dificultad a los salientes de las rocas; las manos resbalan. Descienden juntos, todo es rugir de olas y chapotear de lluvia. Milena va por delante, segura del camino a seguir. Tigrian detrás va cobrando seguridad a medida que descienden y los Espíritus del la Tierra no aparecen y sin embargo, de vez en cuando, creen percibir ligeros movimientos de la roca y rumor bajo sus pies.
La Aparición
Entonces cayeron, creyeron llegado su fin, la mar se convirtió en una gran boca llena de saliva dispuesta a engullirlos; caían cogidas las manos, por primera vez cogidas. Pero desapareció el mar y fueron surgiendo, a ráfagas, el Espíritu del Rosal y el del Carbón, llegaron los espíritus del Olivo, de la Arena y la Caliza, aparecieron los espíritus del Petróleo, las Gemas, el gran espíritu del Baobab, de la Caoba y del Liquen. Todos, todos los Espíritus de la Tierra se congregaron alrededor de los niños porque, como en la leyenda se afirma, antes de lanzar a los hombres al mar, los Espíritus de la Tierra los palpan y de esta forma saben las intenciones del hombre que desciende.
Milena abrió los ojos y los Espíritus la palparon, se llenaron de ella y ella, tranquila y con miedo, llamó por sus nombres a todos los que conocía y a los que no les preguntaba:
- ¿Y tú qué eres?
Y por el tacto ella misma descubría su nombre. Y reía al pronunciar algunos.
Tigrian sudaba, todo su cuerpo temblaba porque no sabía que los Espíritus de la Tierra no palpan las apariencias sino lo más hondo de cada ser y así supieron que Tigrian no quería el tesoro de los contrabandistas para enriquecerse sino que tan sólo deseaba verlo, tanta era su curiosidad y este don de los animales es algo que gusta mucho a los Espíritus de la Tierra. Una vez hubo terminado el reconocimiento y se hubieron conocido unos a otros, los Espíritus de la Tierra se retiraron a deliberar. Entonces se fundieron entre ellos y allá se veía una mezcla de Lirio y de Diamante que se fundía con retazos de Espora, Madreselva, Piña, Sicómoro y por allí se formaban divertidos conglomerados con Jacinto, Junco, Antracita y Sílex. Cuando tomaron la decisión se separaron.
La Decisión De Los Espíritus De La Tierra
Los Espíritus del Hierro y el Sauce se acercaron a los niños y los acogieron en ellos; vertiginosamente descendieron hacia la Gruta de los Contrabandistas seguidos por todos los demás Espíritus y entraron en ella y durante minutos que parecían siglos se fueron adentrando más y más y sin embargo cuanto más avanzaban mayor era la claridad hasta que todo se detuvo, se esfumaron los Espíritus y Tigrian y Milena se encontraron ante el tesoro de los contrabandistas.
El Tesoro De Los Contrabandistas
El Tesoro de los Contrabandistas es un planeta muy pequeño que late en el corazón de la Tierra. A medida que el hombre arranca con avaricia los bienes de los Espíritus de la Tierra este pequeño planeta va menguando y su luz apagando. Cuando desaparezca, el corazón de la Tierra dejará de latir y los Espíritus de la Tierra morirán y morirá la Tierra. Este es el Tesoro de los Contrabandistas.
Tigrian Y Milena
Milena y Tigrian despertaron en la cima del acantilado. Supieron que no habían soñado, corrieron ladera abajo camino del pueblo y a los cuatro vientos gritaron que habían visto el tesoro de los contrabandistas. Sólo los niños y el viejo marinero Bakhá les creyeron. Tigrian estuvo una semana castigado por haber hecho novillos.
Cuando pudo salir fue con Milena a visitar al viejo marinero. Le contaron la historia de los Espíritus de la Tierra. Bakhá guardó silencio y al fin dijo:
- Por fin mis hermanos me han escuchado. Necesitamos de la ayuda de los hombres para salvar la Tierra.
Y esfumándose, el viejo marinero se convirtió en el Espíritu del Barro.
Ejercicio de Escuela de Violeta
Son una aspiradora antigua, de las que hacen un ruido terrible, y un canario, al que le encanta cantar. Les llevaron a una casa por separado (cosa que no debieron hacer porque el canario estaba habituado a lindos cantos de pajarillos y la aspiradora a, según ella, fuertes cantos de aspiradoras). Bueno, el caso es que llegaron a la casa y cada uno se puso a hacer lo que solía hacer: cantar y aspirar.
El canario estaba en el salón y la aspiradora en la cocina, por eso, el canario sólo oía al principio un lejano rumor, pero éste se fue acercando y acercando, el canario se asustaba y cuando apareció la aspiradora se dio tal susto que se quedó sin voz. A su vez la aspiradora se asustó pero no tanto.
El canario decidió vengarse y mandó una rata para roer los “intestinos” de la aspiradora. La aspiradora, muy triste, se estropeó y el canario se sintió muy culpable y llamó a un técnico para que la arreglase, cosa que hizo con mucho gusto. La aspiradora, poco rencorosa, le regaló al canario unos cascos y un seguro veterinario personal. Cada uno a lo suyo y siendo amigos vivieron juntos mucho tiempo y tuvieron “canariaspiradoritos”.
El canario estaba en el salón y la aspiradora en la cocina, por eso, el canario sólo oía al principio un lejano rumor, pero éste se fue acercando y acercando, el canario se asustaba y cuando apareció la aspiradora se dio tal susto que se quedó sin voz. A su vez la aspiradora se asustó pero no tanto.
El canario decidió vengarse y mandó una rata para roer los “intestinos” de la aspiradora. La aspiradora, muy triste, se estropeó y el canario se sintió muy culpable y llamó a un técnico para que la arreglase, cosa que hizo con mucho gusto. La aspiradora, poco rencorosa, le regaló al canario unos cascos y un seguro veterinario personal. Cada uno a lo suyo y siendo amigos vivieron juntos mucho tiempo y tuvieron “canariaspiradoritos”.
Estaba allí, tumbada; Si no hubiera sabido que estaba muerta pensaría que dormía; pero estaba muerta, muerta desde hacía cinco minutos.
Sentado a la altura de su rostro, Miroslav lloraba ovillado; por sus muñecas se deslizaban lentamente las lágrimas como la noche se deslizaba por las paredes de la casa. De vez en cuando Miroslav sufría ligeras convulsiones provocadas por la falta de aire en los pulmones y por el frío que inunda el cuerpo tras haber llorado mucho. También tenía miedo por el silencio, por la soledad, por el hambre, por el invierno.
Lejos se escuchaban aún cruces de disparos. Pero ya lejos.
En esa postura encorvada, reconcentrado en sí mismo, como si no quisiera atender al mundo que le rodeaba, el muchacho se mantuvo inmóvil hasta que la helada de la noche entró por las ventanas y el frío se le hizo insoportable. Entonces se levantó, se frotó las manos, encendió el fogón de la cocina con unas pocas ramas y se alumbró con un par de cabos de vela. El calor y la penumbra le hicieron recordar su anhelo de ser médico, la alegría de su madre y el apoyo del viejo doctor Faruk que le permitió hojear sus libros de anatomía. Pero de nada habían servido sus escasos conocimientos para mantener viva a su madre tras ser abatida por los disparos de un soldado. Había descubierto la trayectoria de la bala, los órganos que había interesado, la gravedad del caso. Supo que si no se la operaba moriría sin remedio.
- Miroslav, ¿puedes salvarme?.
- No lo sé.
Pero ella, a cada segundo con menos fuerza, se aferró a su penúltimo aliento para animarle: "¡Inténtalo, hijo, inténtalo".
Cuando Miroslav la arrastraba hacia el interior de la casa ya había tomado su decisión. Con prudencia la tumbó en el jergón, inspeccionó la herida que según sus cálculos atravesaba el pulmón derecho, giró su cuerpo por si la bala había salido por la espalda, pero no, seguramente se encontraba alojada cerca de la columna vertebral, a la altura de la cuarta vértebra torácica; entonces volvió a ponerla bocarriba, limpió el orificio de entrada y colocó sobre él un apósito para contener en lo posible la hemorragia. Antes de cauterizar la herida Miroslav besó a su madre y le dijo: "Te quiero". Ella sólo pudo sonreír.
En el silencio terrible del atardecer contrastaban las respiraciones de ambos: la de la madre apenas un suspiro, la del hijo un torrente de aire en cada bocanada. Transcurrida media hora tenía en su mano la bala; media hora después su madre moría.
Fuera nevaba, era el centro de la madrugada, parecía el mundo dormido y helado; a donde mirara sólo veía un manto blanco más blanco aún por la fría luz blanca de la luna entre nubes blancas; blanca y fría luz que iluminaba el rostro macilento de su madre y pintaba de azul sus labios. Miroslav se acercó hasta ella y la arrastró fuera de la casa; frente a la puerta de entrada la cubrió de nieve como si con ello pudiera conservar un poco más su recuerdo, su calor. Luego se quedó casi dormido y alegres duermevelas tuvo: se acercaban unos hombres, lo recogían, daban digna sepultura a su madre, lo llevaban a un lugar cálido junto a otros niños, lo ayudaban en sus estudios de medicina, volvía a su pueblo reconstruido ya como médico y la plaza, sí, la plaza del pueblo se llamaba Irina, Plaza Irina, en recuerdo de su madre.
- ¡Madre...madre...!
El día siguiente lo pasó recogiendo algunas ramas para el hogar, haciendo inventario de los alimentos, tapando con cartones los vanos de las ventanas sin cristales, lavando la sangre del jergón y subiéndose a lo alto de una pequeña loma por si veía a los hombres que irían en su busca. Así transcurrió el día siguiente.
Una semana entera estuvo sentado en el pequeño taburete, ensimismado; la desesperanza se iba adueñando de su corazón de niño. Los víveres se iban terminando. El hambre empezaba a rondarle. Intentó cazar algo por los alrededores pero el invierno lo había sepultado todo bajo la nieve, los árboles estaban desnudos y el río vacío de peces. Cada vez con más fatiga subía la loma pero ni siquiera desde allí se escuchaban los disparos de los días anteriores. Pensaba si quizá la guerra lo había destruido todo.
Vencido el miedo por el hambre se acercó hasta el pueblo y casa por casa, establo por establo buscó comida. De repente el viento le engañaba y creía oír voces, voces amigas que pronunciaban su nombre o palabras como pan, mantequilla, carne o aceite; entonces Miroslav corría, iba en busca de sus semejantes pero tan sólo hallaba viento barriendo las calles, viento golpeando contraventanas, viento silbando en una esquina, viento helando su cara, viento tañendo campanas.
Un amanecer, cuando con sus manos estaba cubriendo el cuerpo de su madre y el hambre le provocaba agudos dolores de estómago, pensó por primera vez en ello. Hasta entonces ni se le había pasado por la imaginación. No, ni por la imaginación. Descubrió el cadáver excepto la cabeza y se sentó sobre el suelo nevado; recorrió con la mirada el cuello, el pecho, las caderas, los muslos, los pies y no pudo evitar que la boca se le hiciera agua. El más terrible de los sentimientos, como si hubiera sido él el asesino de su madre, él el soldado que había apuntado al costado de su madre, él el que había escondido todos los alimentos, él el causante de la guerra, se apoderó de Miroslav, anegó sus ojos de lágrimas y lo alejó de la muerta con la poca furia que su debilidad le permitía. El niño se encaminó a la loma y en ella permaneció hasta que la noche le impidió ver y el frío le dolió hasta el grito.
Aquella noche no pudo dormir pero alcanzó un ensueño del que surgió un espíritu de rostro apacible. En un primer momento Miroslav se asustó pero el espíritu le sonrío y con un manto de berzas adornado de fresas lo cubrió y lo atrajo hacia sí. Y el espíritu le habló al oído mientras a su alrededor esparcía aroma de mermelada y leche: "Miroslav, mi pequeño médico, tus manos son diestras. Serás un buen cirujano. Pero debes saber que el futuro es para el que come y si no comes jamás podrás llegar a salvar la vida de los hombres como ya has intentado salvar la vida de Irina. ¿Tú qué crees que pensaría ella si pudiera verte en esta situación?, ¿no te dijo mil veces que haría cualquier cosa por ti?, ¿no te lo dijo?. ¿No te dio la vida una vez?, ¿no te alimentaste de ella en su seno?. ¿Por qué no habrías de hacer lo mismo ahora?. Tú ya sabes, pequeño, que la carne de los muertos se pudre y desaparece; de nada le sirve a tu madre su carne y sin embargo a ti te daría la vida que necesitas, el alimento para la vida. Come, Miroslav, come a tu madre y por siempre estále agradecido pues te habrá dado la vida dos veces". El espíritu se desvaneció con la mañana.
Aquel día Miroslav se acercó a la muerta y la cubrió de nieve. Por la noche acudió el espíritu y le repitió las mismas palabras.
Al día siguiente Miroslav, con una sierra en las manos, llegó hasta Irina pero sólo la pudo mirar. Por la noche acudió el espíritu y le repitió las misma palabras.
Al tercer día desde la aparición del espíritu Miroslav serró el muslo derecho de su madre, lo troceó, lo asó en el hogar y lo comió. El espíritu no apareció aquella noche.
Dos meses después el pequeño escuchó de nuevo los disparos. Aprisa enterró los restos del cadáver y se sentó en la loma a esperar; soñaba de nuevo un lugar cálido, los estudios de medicina en la universidad, el final del miedo. Miroslav levantó el brazo. En su mano se aireaba con la brisa del día un pañuelo blanco. Los hombres que se acercaban en un jeep lo vieron. Oyó el silbido de la bala en el aire y sintió su impacto en la cabeza. Luego cayó y creyó dormir.
Irina lo acunaba en su regazo cuando despertó. Estaba entera, hermosa como nunca, la Aurora parecía.
- Madre, ¿estamos muertos?
Irina sonrió y le besó la frente.
- Madre, ¿estoy soñando?
- ¡Qué importa, hijo, si es sueño! Estamos juntos.
- Madre, te quiero.
Miroslav cerró los ojos. Todo se fue desvaneciendo.
Sentado a la altura de su rostro, Miroslav lloraba ovillado; por sus muñecas se deslizaban lentamente las lágrimas como la noche se deslizaba por las paredes de la casa. De vez en cuando Miroslav sufría ligeras convulsiones provocadas por la falta de aire en los pulmones y por el frío que inunda el cuerpo tras haber llorado mucho. También tenía miedo por el silencio, por la soledad, por el hambre, por el invierno.
Lejos se escuchaban aún cruces de disparos. Pero ya lejos.
En esa postura encorvada, reconcentrado en sí mismo, como si no quisiera atender al mundo que le rodeaba, el muchacho se mantuvo inmóvil hasta que la helada de la noche entró por las ventanas y el frío se le hizo insoportable. Entonces se levantó, se frotó las manos, encendió el fogón de la cocina con unas pocas ramas y se alumbró con un par de cabos de vela. El calor y la penumbra le hicieron recordar su anhelo de ser médico, la alegría de su madre y el apoyo del viejo doctor Faruk que le permitió hojear sus libros de anatomía. Pero de nada habían servido sus escasos conocimientos para mantener viva a su madre tras ser abatida por los disparos de un soldado. Había descubierto la trayectoria de la bala, los órganos que había interesado, la gravedad del caso. Supo que si no se la operaba moriría sin remedio.
- Miroslav, ¿puedes salvarme?.
- No lo sé.
Pero ella, a cada segundo con menos fuerza, se aferró a su penúltimo aliento para animarle: "¡Inténtalo, hijo, inténtalo".
Cuando Miroslav la arrastraba hacia el interior de la casa ya había tomado su decisión. Con prudencia la tumbó en el jergón, inspeccionó la herida que según sus cálculos atravesaba el pulmón derecho, giró su cuerpo por si la bala había salido por la espalda, pero no, seguramente se encontraba alojada cerca de la columna vertebral, a la altura de la cuarta vértebra torácica; entonces volvió a ponerla bocarriba, limpió el orificio de entrada y colocó sobre él un apósito para contener en lo posible la hemorragia. Antes de cauterizar la herida Miroslav besó a su madre y le dijo: "Te quiero". Ella sólo pudo sonreír.
En el silencio terrible del atardecer contrastaban las respiraciones de ambos: la de la madre apenas un suspiro, la del hijo un torrente de aire en cada bocanada. Transcurrida media hora tenía en su mano la bala; media hora después su madre moría.
Fuera nevaba, era el centro de la madrugada, parecía el mundo dormido y helado; a donde mirara sólo veía un manto blanco más blanco aún por la fría luz blanca de la luna entre nubes blancas; blanca y fría luz que iluminaba el rostro macilento de su madre y pintaba de azul sus labios. Miroslav se acercó hasta ella y la arrastró fuera de la casa; frente a la puerta de entrada la cubrió de nieve como si con ello pudiera conservar un poco más su recuerdo, su calor. Luego se quedó casi dormido y alegres duermevelas tuvo: se acercaban unos hombres, lo recogían, daban digna sepultura a su madre, lo llevaban a un lugar cálido junto a otros niños, lo ayudaban en sus estudios de medicina, volvía a su pueblo reconstruido ya como médico y la plaza, sí, la plaza del pueblo se llamaba Irina, Plaza Irina, en recuerdo de su madre.
- ¡Madre...madre...!
El día siguiente lo pasó recogiendo algunas ramas para el hogar, haciendo inventario de los alimentos, tapando con cartones los vanos de las ventanas sin cristales, lavando la sangre del jergón y subiéndose a lo alto de una pequeña loma por si veía a los hombres que irían en su busca. Así transcurrió el día siguiente.
Una semana entera estuvo sentado en el pequeño taburete, ensimismado; la desesperanza se iba adueñando de su corazón de niño. Los víveres se iban terminando. El hambre empezaba a rondarle. Intentó cazar algo por los alrededores pero el invierno lo había sepultado todo bajo la nieve, los árboles estaban desnudos y el río vacío de peces. Cada vez con más fatiga subía la loma pero ni siquiera desde allí se escuchaban los disparos de los días anteriores. Pensaba si quizá la guerra lo había destruido todo.
Vencido el miedo por el hambre se acercó hasta el pueblo y casa por casa, establo por establo buscó comida. De repente el viento le engañaba y creía oír voces, voces amigas que pronunciaban su nombre o palabras como pan, mantequilla, carne o aceite; entonces Miroslav corría, iba en busca de sus semejantes pero tan sólo hallaba viento barriendo las calles, viento golpeando contraventanas, viento silbando en una esquina, viento helando su cara, viento tañendo campanas.
Un amanecer, cuando con sus manos estaba cubriendo el cuerpo de su madre y el hambre le provocaba agudos dolores de estómago, pensó por primera vez en ello. Hasta entonces ni se le había pasado por la imaginación. No, ni por la imaginación. Descubrió el cadáver excepto la cabeza y se sentó sobre el suelo nevado; recorrió con la mirada el cuello, el pecho, las caderas, los muslos, los pies y no pudo evitar que la boca se le hiciera agua. El más terrible de los sentimientos, como si hubiera sido él el asesino de su madre, él el soldado que había apuntado al costado de su madre, él el que había escondido todos los alimentos, él el causante de la guerra, se apoderó de Miroslav, anegó sus ojos de lágrimas y lo alejó de la muerta con la poca furia que su debilidad le permitía. El niño se encaminó a la loma y en ella permaneció hasta que la noche le impidió ver y el frío le dolió hasta el grito.
Aquella noche no pudo dormir pero alcanzó un ensueño del que surgió un espíritu de rostro apacible. En un primer momento Miroslav se asustó pero el espíritu le sonrío y con un manto de berzas adornado de fresas lo cubrió y lo atrajo hacia sí. Y el espíritu le habló al oído mientras a su alrededor esparcía aroma de mermelada y leche: "Miroslav, mi pequeño médico, tus manos son diestras. Serás un buen cirujano. Pero debes saber que el futuro es para el que come y si no comes jamás podrás llegar a salvar la vida de los hombres como ya has intentado salvar la vida de Irina. ¿Tú qué crees que pensaría ella si pudiera verte en esta situación?, ¿no te dijo mil veces que haría cualquier cosa por ti?, ¿no te lo dijo?. ¿No te dio la vida una vez?, ¿no te alimentaste de ella en su seno?. ¿Por qué no habrías de hacer lo mismo ahora?. Tú ya sabes, pequeño, que la carne de los muertos se pudre y desaparece; de nada le sirve a tu madre su carne y sin embargo a ti te daría la vida que necesitas, el alimento para la vida. Come, Miroslav, come a tu madre y por siempre estále agradecido pues te habrá dado la vida dos veces". El espíritu se desvaneció con la mañana.
Aquel día Miroslav se acercó a la muerta y la cubrió de nieve. Por la noche acudió el espíritu y le repitió las mismas palabras.
Al día siguiente Miroslav, con una sierra en las manos, llegó hasta Irina pero sólo la pudo mirar. Por la noche acudió el espíritu y le repitió las misma palabras.
Al tercer día desde la aparición del espíritu Miroslav serró el muslo derecho de su madre, lo troceó, lo asó en el hogar y lo comió. El espíritu no apareció aquella noche.
Dos meses después el pequeño escuchó de nuevo los disparos. Aprisa enterró los restos del cadáver y se sentó en la loma a esperar; soñaba de nuevo un lugar cálido, los estudios de medicina en la universidad, el final del miedo. Miroslav levantó el brazo. En su mano se aireaba con la brisa del día un pañuelo blanco. Los hombres que se acercaban en un jeep lo vieron. Oyó el silbido de la bala en el aire y sintió su impacto en la cabeza. Luego cayó y creyó dormir.
Irina lo acunaba en su regazo cuando despertó. Estaba entera, hermosa como nunca, la Aurora parecía.
- Madre, ¿estamos muertos?
Irina sonrió y le besó la frente.
- Madre, ¿estoy soñando?
- ¡Qué importa, hijo, si es sueño! Estamos juntos.
- Madre, te quiero.
Miroslav cerró los ojos. Todo se fue desvaneciendo.
Una tarde, en una casa ajena, Milos Amós se puso a escribirse en tercera persona. Miraba a través de una ventana, en realidad dos ventanas en ángulo recto. No sabía a quién pertenecía esa casa. No sabía por qué se encontraba ahí. Era una casa limpia. Tenía varios adelantos modernos. De aquella casa surgió la cuarteta 421 de su libro Poemas a la Gripe A. La guardó. Apenas la volvió a leer. Tan sólo sabía que estaba allí. La cuarteta. Estaba allí y eso era suficiente en aquel momento, en aquella casa. Pensaba, frente a las ventanas, que la fantasía se había acabado. Ya no estaba. Tras tantos años alejándose. Ocho años alejándose. Pensó en aquella casa el número ocho. Le pareció una cifra redonda. Infinita también. Quiso o recordó un libro de Georges Ifrah sobre la historia de las cifras. No una historia esotérica, una historia científica. Era una historia científica. O una simple historia.
Cuarteta 421
Madrugadas y azul
se me vienen y van.
Madrugadas y azul
alejado de allá.
Pronto se había hecho la noche y se había visto en la cama. En una cama que en nada le concernía. Como una cama de hotel, en una habitación de hotel. Sin historia para él que se escribía en tercera persona, en mitad de la madrugada, en una casa desconocida, con unos ruidos desconocidos que ni siquiera le causaban temor. Si le hubieran causado temor. A lo mejor, entonces, se dijo o incluso lo escribió en tercera persona, llamando al personaje por su nombre. Más tarde abandonaría esa casa limpia.
Cuarteta 421
Madrugadas y azul
se me vienen y van.
Madrugadas y azul
alejado de allá.
Pronto se había hecho la noche y se había visto en la cama. En una cama que en nada le concernía. Como una cama de hotel, en una habitación de hotel. Sin historia para él que se escribía en tercera persona, en mitad de la madrugada, en una casa desconocida, con unos ruidos desconocidos que ni siquiera le causaban temor. Si le hubieran causado temor. A lo mejor, entonces, se dijo o incluso lo escribió en tercera persona, llamando al personaje por su nombre. Más tarde abandonaría esa casa limpia.
Cuento
Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/08/2009 a las 00:55 | {0}
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Cuento
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/10/2009 a las 22:11 | {0}