Mensaje nº 1:
Mi tristeza es de acero. Velluda. Sin canas.
Mensaje nº 2:
No quieras saber nada de mí. No me llames. No me mires. No me sigas. Nada esperes. Nada va a pasar.
Mensaje nº 3:
Mi tristeza es plomo. Porque es plomo puede ser preciosa.
Mensaje nº 4:
Te dije que no me llamaras.
Mensaje nº 5:
Mi tristeza es la fuerza descomunal de la ola. Vértigo de luna.
Mensaje nº 6:
¡Cuánto cuesta aceptar!
Mensaje 7:
Mi tristeza no existe.
Mi tristeza es de acero. Velluda. Sin canas.
Mensaje nº 2:
No quieras saber nada de mí. No me llames. No me mires. No me sigas. Nada esperes. Nada va a pasar.
Mensaje nº 3:
Mi tristeza es plomo. Porque es plomo puede ser preciosa.
Mensaje nº 4:
Te dije que no me llamaras.
Mensaje nº 5:
Mi tristeza es la fuerza descomunal de la ola. Vértigo de luna.
Mensaje nº 6:
¡Cuánto cuesta aceptar!
Mensaje 7:
Mi tristeza no existe.
El claro de luna le susurró al oído: Déjalo. Luego un búfalo lanzó la embestida y quedamente se fue por donde había venido. La tarde está tan bonita, se dijo el mirlo en la rama más alta del árbol del pan.
Fuera quiso llover. Fuera quiso mirar. Fuera la oscuridad se disfrazó de halo azul.
La serpiente, sabia, volvió a enroscarse tras enseñar al ratón la razón de su largura.
El escarabajo patatero se quedó amodorrado tras un escarceo en la plantación del vecino. La lluvia -que aún no podía- estaba preñada de celo.
Le dio la mano la madre al hijo. La miró. Era la mañana, camino del colegio, un día dentro de muchos años.
Se detuvo el alba. Se miró la luz. La supo exacta.
Fuera quiso llover. Fuera quiso mirar. Fuera la oscuridad se disfrazó de halo azul.
La serpiente, sabia, volvió a enroscarse tras enseñar al ratón la razón de su largura.
El escarabajo patatero se quedó amodorrado tras un escarceo en la plantación del vecino. La lluvia -que aún no podía- estaba preñada de celo.
Le dio la mano la madre al hijo. La miró. Era la mañana, camino del colegio, un día dentro de muchos años.
Se detuvo el alba. Se miró la luz. La supo exacta.
Pelearme Percepción Ocurrió Emociones Recuerdas Rehaciendo No es lo que pasó Llegar al dolor Las fotos Me fui de mi casa Me casé Me separé Pues sí Estaba allí estaba en esa fiesta Puedan reírse Cuento Veda No cede No cede Se abrazan Qué bien lo hemos hecho El personaje De la misma manera Unos siguen guardando un recuerdo apolillado El recuerdo claro que existe Cada uno cuenta la feria según le ha ido Bien Expectativa ¿Qué es lo único que es real? Dirigir Cambiar No puedo manejar mi vida Sentir lo que... Real ahora Eso es El tiempo es el movimiento del pensamiento Apego Muy difícl Estar limpio Pesadilla Sueños Ideal Contrario Eterno presente Sentir lo que sentimos Si fuéramos capaces Dejaríamos de mentir Trabajarlas Hay que hacer aparentemente un esfuerzo ¿Por qué no te apetece? ¿Os acordáis de la Rueda? ¿A quién le apetece pasar el mono? Intención Atención Coraje es decidir Tomar riesgos En algún lugar tendréis que confiar La clave es observar y decidir Claro Tener la humildad de que se manifieste algo En la medida en la que podáis Desde cualquier malestar todo lo que interprete está deformado porque si estuviera en el observador estaría tranquilo Sublime Simplemente Observar Parar Observo Observo Es así Tenemos ritmos como las estaciones Ponemos distintos nombres Las Fuerzas están en un baile continuo Vals Do
04 Louange À L'Eternité De Jésus.mp3 (19.85 Mb)
El alba en Borneo con orangután macho
Canto de pájaros
Pasos cojos con bastón
Ráfaga de viento y trueno a lo lejos
Ladridos
Pasos normales
Tintineos
Orangután hembra
Ladridos remotos
Capapuercos
Campanillas
Tijeras
Ruedas de afilador
Lima limando metal
Pasos alejándose
Pasos acercándose
Ola que llega a la orilla
Chimpancés con cerdos
Pasos vacilantes de dos mujeres
Viento en las hojas
Brindis
Tragos
Trueno cercano
Maullidos de gatas en celo
Agua que se acaricia
Jadeos masculinos
Tintineos
Caricia en el agua
Pasos lentos que se acercan
Pasos que se alejan
El viento entrechoca ramas de árboles
Puerta que se abre
Cerrojo que se echa
Rugidos de fieras
Jadeos femeninos
Nota de violín rota
Aullidos
Pelea
Cerdo en la matanza
Caída de un cuerpo
Canto de pájaros
Pasos cojos con bastón
Ráfaga de viento y trueno a lo lejos
Ladridos
Pasos normales
Tintineos
Orangután hembra
Ladridos remotos
Capapuercos
Campanillas
Tijeras
Ruedas de afilador
Lima limando metal
Pasos alejándose
Pasos acercándose
Ola que llega a la orilla
Chimpancés con cerdos
Pasos vacilantes de dos mujeres
Viento en las hojas
Brindis
Tragos
Trueno cercano
Maullidos de gatas en celo
Agua que se acaricia
Jadeos masculinos
Tintineos
Caricia en el agua
Pasos lentos que se acercan
Pasos que se alejan
El viento entrechoca ramas de árboles
Puerta que se abre
Cerrojo que se echa
Rugidos de fieras
Jadeos femeninos
Nota de violín rota
Aullidos
Pelea
Cerdo en la matanza
Caída de un cuerpo
Ensayo
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/05/2012 a las 21:43 | {0}
Se levantó aquella mañana con ganas de pontificar como si el sueño le hubiera colocado sobre su cabeza una mitra y en la mano un báculo. Estaba nublado. Se puso de rodillas para coger una de las zapatillas que se habían quedado debajo de la cama y sintió, en esa postura, el deseo de que alguien le metiera un buen pollazo en su culo virgen. Tenía el culo virgen. ¡El muy cabrón!, se dijo. Fue al baño y sintió pudor mientras meaba de ese sentimiento que acababa de tener. Se miró el pene -lo llamaba pene cuando estaba flácido- sujetándolo por la base con la mano nefanda y su cabeza, ajena a su control, pensó, ¡Un buen pollazo! Luego se miró en el espejo, se dijo, ¡Buenos días! se pegó una cachetada cariñosa en la mejilla derecha y se sirvió un café en la taza de delicada porcelana.
Era un sábado por la mañana. Estaba solo. Bebió el café y encendió el primer cigarrillo del día. Mientras bebía y fumaba pensó, ¿Qué pasa? ¿Cuánto tiempo voy a tener que soportar las imposturas? ¿No sería lo correcto obligar a la alimaña a salir de su agujero? Aún con fuego. Aún con fuego. ¿Y si el impostor fuera yo? ¿Quién me lo diría? ¿Debería, entonces, quemarme a lo bonzo? Esa idea le produjo la necesidad de cortarse las uñas de la mano derecha. Cuando estaba terminando de rebañar la del dedo anular, quiso saber más de sí mismo, algunas cuestiones relativas a su bisabuelo y una cuestión, ya pasada, de testamentarías. Entonces se dijo, Me iré al parque. Me sentaré en un banco y escucharé a una pareja a punto de terminar su relación. Escucharé cómo se dicen las mentiras a la cara recubiertas de verdades. Y no abriré la boca. Y no diré nada que suene a consejo por mucho que hoy sienta el terrible deseo de pontificar.
Llevaba días sin ducharse así es que le pareció un buen síntoma la necesidad de limpiarse, Estar limpio -se dijo- te acerca a Dios. Dejó que el agua corriera y que el cuarto de baño se caldeara. Entró en la ducha con la dicha del borracho que supiera que ese chorro de agua sobre su cabeza le calmaría casi de inmediato el dolor de la resaca. ¿Qué resaca? -se preguntó- si yo no bebo, ni me drogo. Se enjabonó. Se lavó la cabeza dos veces. Introdujo el dedo corazón de la mano nefanda en su ano y con la otra cubierta de crema se masturbó mientras pronunciaba quedamente el nombre de Gabriela a la que en algún momento creyó amar y a la que le decía, Bájate las bragas, enséñame el coño, así, un poco más, un poco más, déjate puesto el sujetador. Méteme el dedo un poco más, así, así... mientras con los ojos cerrados la imaginaba. Se mareó al correrse. Tuvo que abrir el agua fría. Se apoyó en la pared y se sintió vacío. Se secó, se cambió la ropa interior, se afeitó, se puso crema en la cara. Quiso pensar que aquello convertiría el día en algo nuevo, distinto del modo en que había amanecido. Se sirvió un segundo café y se hizo un segundo cigarrillo esperando el cambio. No ocurrió, seguía con la gana de pontificar; un impulso apenas reprimido le empujaba hacia el balcón para lanzar a todo transeúnte que pasara las nuevas de una salvación o los comentarios sobre un suceso social. Se contuvo pero volvió a preguntarse, ¿Por qué pronuncio su nombre? ¿Por qué me siento culpable? ¿Por qué querría ser otro? ¿Por que querría ser una serpiente que mudara no tan sólo la piel sino su universo entero en cada muda? ¿Por qué el café no me devuelve energía? ¿Por qué el día me parece tan propicio para mis deliberaciones? ¿Debería escribir una carta y cortarme la yugular? ¿Cuál era el nombre? ¿Cuál era el nombre?.
Escuchó unos golpes en su puerta. Sin moverse dijo que estaba abierto. En el umbral apareció sor Gabriela con ese aspecto tan lozano que tenía siempre por las mañanas, con la cara tan limpia y los senos tan firmes y unas caderas que no estaban hechas para la esterilidad sino para echar niños al mundo. La monja, quieta en el umbral, le dijo: Santo Padre, la misa es en una hora y sin volverse, caminando de espaldas, salió y le dejó de nuevo hundido en sus meditaciones.
Era un sábado por la mañana. Estaba solo. Bebió el café y encendió el primer cigarrillo del día. Mientras bebía y fumaba pensó, ¿Qué pasa? ¿Cuánto tiempo voy a tener que soportar las imposturas? ¿No sería lo correcto obligar a la alimaña a salir de su agujero? Aún con fuego. Aún con fuego. ¿Y si el impostor fuera yo? ¿Quién me lo diría? ¿Debería, entonces, quemarme a lo bonzo? Esa idea le produjo la necesidad de cortarse las uñas de la mano derecha. Cuando estaba terminando de rebañar la del dedo anular, quiso saber más de sí mismo, algunas cuestiones relativas a su bisabuelo y una cuestión, ya pasada, de testamentarías. Entonces se dijo, Me iré al parque. Me sentaré en un banco y escucharé a una pareja a punto de terminar su relación. Escucharé cómo se dicen las mentiras a la cara recubiertas de verdades. Y no abriré la boca. Y no diré nada que suene a consejo por mucho que hoy sienta el terrible deseo de pontificar.
Llevaba días sin ducharse así es que le pareció un buen síntoma la necesidad de limpiarse, Estar limpio -se dijo- te acerca a Dios. Dejó que el agua corriera y que el cuarto de baño se caldeara. Entró en la ducha con la dicha del borracho que supiera que ese chorro de agua sobre su cabeza le calmaría casi de inmediato el dolor de la resaca. ¿Qué resaca? -se preguntó- si yo no bebo, ni me drogo. Se enjabonó. Se lavó la cabeza dos veces. Introdujo el dedo corazón de la mano nefanda en su ano y con la otra cubierta de crema se masturbó mientras pronunciaba quedamente el nombre de Gabriela a la que en algún momento creyó amar y a la que le decía, Bájate las bragas, enséñame el coño, así, un poco más, un poco más, déjate puesto el sujetador. Méteme el dedo un poco más, así, así... mientras con los ojos cerrados la imaginaba. Se mareó al correrse. Tuvo que abrir el agua fría. Se apoyó en la pared y se sintió vacío. Se secó, se cambió la ropa interior, se afeitó, se puso crema en la cara. Quiso pensar que aquello convertiría el día en algo nuevo, distinto del modo en que había amanecido. Se sirvió un segundo café y se hizo un segundo cigarrillo esperando el cambio. No ocurrió, seguía con la gana de pontificar; un impulso apenas reprimido le empujaba hacia el balcón para lanzar a todo transeúnte que pasara las nuevas de una salvación o los comentarios sobre un suceso social. Se contuvo pero volvió a preguntarse, ¿Por qué pronuncio su nombre? ¿Por qué me siento culpable? ¿Por qué querría ser otro? ¿Por que querría ser una serpiente que mudara no tan sólo la piel sino su universo entero en cada muda? ¿Por qué el café no me devuelve energía? ¿Por qué el día me parece tan propicio para mis deliberaciones? ¿Debería escribir una carta y cortarme la yugular? ¿Cuál era el nombre? ¿Cuál era el nombre?.
Escuchó unos golpes en su puerta. Sin moverse dijo que estaba abierto. En el umbral apareció sor Gabriela con ese aspecto tan lozano que tenía siempre por las mañanas, con la cara tan limpia y los senos tan firmes y unas caderas que no estaban hechas para la esterilidad sino para echar niños al mundo. La monja, quieta en el umbral, le dijo: Santo Padre, la misa es en una hora y sin volverse, caminando de espaldas, salió y le dejó de nuevo hundido en sus meditaciones.
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Cuentecillos
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones para antes de morir
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Miscelánea
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/05/2012 a las 23:10 | {0}