Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Estuve viendo ayer un rato un programa de televisión llamado Ciudadanos presentado por Julia Otero (me gusta Julia Otero. Tiene una naturalidad a la hora de hablar digna de las grandes locutoras y un sarcasmo que ayuda mucho a entender lo que ella quiere comunicar). El programa quería exponer la idea de que de ahora en adelante cada uno tiene que sacarse las castañas del fuego y para ello reunió a una serie de invitados entre los cuales destacaron, en mi pobre visión de las cosas, dos. El primero era un animador profesional (ahora los llaman coach) holandés y el segundo un emprendedor (antes llamados empresarios). Ambos intentaban insuflar al respetable la idea de que tenían que cambiar de forma radical su forma de ver el mundo para poder afrontar la realidad que se les había venido encima. Para mí aquella idea me resultó tan peregrina que no pude por menos que entristecerme. Porque, pensaba mientras escuchaba, hay una cosa que se llama el sentido común que nos indica que la primera fuerza a la que se resiste el ser humano es al cambio y también, pensaba mientras escuchaba, cambiar de forma radical la forma de ver el mundo implica ni más ni menos que variar la representación que del mundo nos hacemos la cual está anclada en las sinapsis neuronales que se han ido construyendo a lo largo de nuestra estadía en este mundo y que se forjaron principalmente en la infancia. Esas sinapsis neuronales se llama mente y su cualidad la mentalidad.
De entre los invitados profesionales de cómo se deben hacer las cosas destacaron esos dos y de entre el público que quería entender cómo se deben hacer las cosas también destacaron dos: una mujer con dos hijos, sin estudios, a punto del desahucio, llamada Inma y un hombre iracundo, conductor de ambulancias, en paro desde hacía unos días e indignado con el mundo. Ambos escuchaban a los profesionales de cómo se deben hacer las cosas con una mezcla entre estupefacción y misericordia (sí, sí misericordia). Hubo un momento en el que el animador profesional (coach) largó unas cuantas frases optimistas (buenistas) del tipo: Cuando te levantes por la mañana, da gracias porque estás vivo. Y eso ya es un regalo maravilloso. O, Nadie da trabajo a una persona enfadada, así es que no te enfades. Entonces Inma, la mujer sin trabajo, con dos hijos pequeños, sola y a punto del desahucio no pudo más y le dijo, con toda la amabilidad del mundo, No, si eso del optimismo está muy bien, de verdad, y lo de no enfadarse pero hágalo cuando vea a sus hijos sin poder desayunar y con el miedo en el cuerpo cuando llaman al timbre de la puerta y sin nadie que responda a tus peticiones de trabajo. Sea optimista entonces. El emprendedor (empresario) quiso echarle un capote al animador profesional holandés y dijo, más o menos, Es que hay que cambiar la actitud, dejar de quejarse y empezar a hacer cosas. El conductor profesional de ambulancias en paro, rojo de ira, gritó, Pero qué hostias cambiar de actitud y hacer cosas, yo lo que quiero es mi volante, mi ambulancia, trabajar para una empresa y que me paguen. Dicho lo cual el respetable que asistía al coloquio prorrumpió en un largo aplauso.
Yo creo, modestamente, que no se le puede pedir a un ciudadano que ha sido educado (por lo tanto al que se le han conectado determinadas sinapsis neuronales) en la máxima de: Yo te preparo para que tú me sirvas (normalmente a bajo precio) durante un tiempo y luego te mueres a que, de la noche a la mañana (y no por un proceso íntimo, de anhelo personal sino por una decisión de los especuladores de la esperanza) cambien su forma de ver el mundo. Esa no es una solución para todos (lo será para quienes tenga la mentalidad de que cambiar es posible y bueno). Esa solución, de hecho, creo que es un obstáculo más para quien lleva años en el paro y además de la angustia propia de ese estado, se le incrusta ahora en la cabeza la culpa por no saber cambiar su forma de ver el mundo.
Cuidado con las buenas intenciones, pensé cuando la excelente profesional Julia Otero se despidió de los televidentes.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/09/2013 a las 11:02 | Comentarios {2}


A Liana


House by the railway
House by the railway
¿Es el pelo? ¿El broche que las plantas ofrecen del mundo? Sus manos, entonces, se mueven ligeras como el viento de primeros de septiembre mientras mi voz, huracán de finales de agosto, esgrime razones que no caben en el corazón.  La razón y el corazón. No se ha hecho aún la noche y sin embargo, en el recodo de una vena, en el atisbo de una forma (que ya es silueta; más: sombra; más: sombra en la penumbra; más: silueta de sombra en la penumbra) parece querer existir fuego de invierno, frío de verano o, por exagerar la contradicción, un ansia brutal de abrazo y la calma de la tarde en un cigarro.
Cuando su ausencia, la savia de las plantas.
Cuando su vuelta, el vino desde el amor a la vida de Kayyam.
El pie y la berenjena.
El brillo verde en el ocaso y el rugir, tímido, de un trueno que vino de la sierra y se quedó a la entrada de la capital.
No pueden las noticias venidas del otro lado del mundo más que hacernos sonreír. Y sentimos, en la brisa, que el mal se ha alejado y entre nosotros surge una mano que toma la otra mano; un pie que se posa en el muslo (delgado el muslo, listo para acoger, en su delgadez, la delicadeza de su pie) y el pantalón que se ajusta a ella como la segunda piel de la manzana.
Porque el perro juega, nos reímos. Porque la noche llega, nos advertimos. Porque el vendaval pasa, nos acogemos y así, en esa quietud de las tormentas que no llegaron a descargar, nos hablamos con la verdad de que somos capaces los seres humanos. Y nos miramos a los ojos. Y nos sonreímos en las bocas y vamos hurgando, con el cuidado de los recién nacidos, en lo que creemos que fue, en lo que creemos que marcó este presente, siempre rodeando la sima y la cima (al mismo tiempo).
No recuerdo ahora cuándo ni por qué abandonamos la terraza. Sé un vaivén anormal del olmo (no había viento y la luz de una aeronave se perdía por el noroeste). Sé un atisbo de congoja y pensar, No pienses. Sé las campanas de una iglesia cercana. Sé su pelo recogido como hace tantos años las niñas de los colegios de monjas. Sé el olor de lo antiguo. Sé el viaje que tuvimos.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/09/2013 a las 20:39 | Comentarios {2}


Tan lejos quedará (como hace un rato, mientras paseaba al perro, no he sabido hasta llegar a la esquina de los escalones que hoy se llama jueves). En esa expansión. Eso irse de sí mismo. Eso que es tan inmenso. Tan desconsolado.
Mírate las uñas o Las Meninas. Mira la tarde. Mírala porque pronto (el tiempo también es una dimensión estúpida), porque pronto...
¿Y esas olas?
¿Y ese puente que se abraza al aire?
¿Y esa danza?
Tengo en mí el costado izquierdo que me duele (como a Cristo debió de dolerle la lanzada del romano) y ese dolor tan íntimo, tan cercano al corazón, me inspira (y al inspirar me duele) la emoción de estar sintiendo esto que ya es nada, hacia la nada va, ya no está.
Quisiera, entonces, aludir a la espera y desenmascarar a los que prometieron la nada. La nada.
Y animarte a ti (y a mí si puedo). Animarte que es dar alma y el alma, como tan bellamente poetiza Szymborska, no se tiene todos los días.
Susurrar en este cómputo tan terne: Vive, vive, ahora. Todo no es más que el calor de un llamarada.
Así miro a mi hija dormida.
Así abracé ayer a la mujer que amo.
Así me desdigo de lo que no entiendo cómo ha pasado.
Inexorablemente la oscuridad ya llega.
¿Y las palabras?
¿Y el corzo?
¿Y la higuera?
Hacia la nada. Hacia la nada. Hacia la nada.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/09/2013 a las 11:11 | Comentarios {0}


Meditaciones de Marco Aureilio. Traducción Ramón Bach Pellicer. Editorial Gredos. Colección Biblioteca Clásica. Año: 1977


2.- Conviene también estar a la expectativa de hechos como éstos, que incluso las modificaciones accesorias de las cosas naturales tienen algún encanto y atractivo. Así, por ejemplo, un trozo de pan al cocerse se agrieta en ciertas partes; esas grietas que así se forman y que, en cierto modo, son contrarias a la promesa del arte del panadero, son, en cierto modo, adecuadas, y excitan singularmente el apetito. Asimismo, los higos, cuando están muy maduros, se entreabren. Y en las aceitunas que quedan maduras en los árboles, su proximidad a la prodedumbre añade al fruto una belleza singular. Igualmente las espigas que se inclinan hacia abajo, la melena del león y la espuma que brota de la boca de los jabalíes y muchas otras cosas, examinadas en particular, están lejos de ser bellas; y, sin embargo, al ser consecuencia de ciertos procesos naturales, cobran una aspecto bello y son atractivas. De manera que, si una persona tiene sensibilidad e inteligencia suficientemente profunda para captar lo que sucede en el conjunto, casi nada le parecerá, incluso entre las cosas que acontecen por efectos secundarios, no comportar algún encanto singular. Y esa persona verá las fauces reales de las fieras con no menor agrado que todas sus reproducciones realizadas por pintores y escultores; incluso podrá ver con sus sagaces ojos cierta plenitud y madurez en la anciana y el anciano y también, en los niños, su amable encanto. Muchas cosas semejantes se encontrarán no al alcance de cualquiera, sino, exclusivamente, para el que de verdad esté familiarizado con la naturaleza y sus obras.

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/09/2013 a las 10:08 | Comentarios {0}




La nada es inestable


Miscelánea

Tags : Agosto 2013 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/09/2013 a las 00:32 | Comentarios {0}


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