A Julia, memoria viva
No sabe cómo decirte, cómo llegar hasta ti que te estás pudriendo aéreamente, ligera como la brisa de una mañana de primavera. Se produce ahora la muerte de la naturaleza y en poco tiempo -porque el tiempo de la vida es breve- todo reverdecerá y muchos ya no estarán para verlo. La vida se desentiende -y es sabio- de los deseos así como ocurre que el perro no sabe si la serpiente con la que juega habrá de inocularle el veneno que le llevará a dejar de respirar. Ser consciente de los miedos también es estar vivo y alguno dice que tan sólo se muere cuando se deja de ser necesario. Por lo tanto, te dice, sigues viva aunque te pudras en lo alto de tu nicho, en uno de los grandes cementerios de la ciudad, en el de las gentes humildes y ateas.
Él sigue aquí y debes saber -piensa- que la cizaña que le quiso meter la vieja zorra, ya no tiene efecto; es como si -experta herbetrice- hubiera descubierto el antídoto de la cicuta y ahora pudiera tomarla como si fuera aire de sierra, sal de mar, fruto de huerto y continúa pensando en ti buena y justa y recuerda cómo untabas el tomate en el pan en aquellas tardes tras el colegio o como recogías el embozo de las sábanas bajo la almohada antes de irte a tu casa -tan lejana tu casa, en el barrio obrero de Vallecas, en los años sesenta y setenta; aquellos años de los viejos vagones de metro donde aún había carteles que obligaban a dejar los asientos a los caballeros mutilados de la última guerra, que olían a madera podrida y tenían el traqueteo de los viejos trenes -los Rápidos- tan lentos porque paraban en todas y cada una de las estaciones para recoger algo que apenas hoy se estila que es el correo- y tras habernos alimentado con tu sana y robusta cocina manchega. No, la cizaña de la vieja zorra -la cual debe de estar purgando sus pecados en el infierno y su infierno será no poder contemplar jamás al único hombre que amó- ya no surte efecto y te vuelve a mirar y te vuelve a recordar como aquella mujer que temía el agua sobre su cabeza o que recordaba mientras freía unas albondiguillas cómo llegó a Madrid, en plena contienda civil, en un motocarro que repartía periódicos revolucionarios, ella tras los hatos, siendo una joven hermosa y brava como lo fueron tantas y tantas milicianas. Luego, un día, siendo él ya joven, le habló ella del silencio y el terror de la posguerra; le habló de un frío constante y de eso que tan pronto se olvida de las dictaduras: la desconfianza para con el vecino.
No has muerto, Julia -piensa el muchacho que ya es un hombre mayor- porque tú eres la memoria de unos tiempos que, respondiendo al péndulo monótono de la historia, vuelven y aterran y nos hacen pensar que si aún nos queda un ápice de coraje, habrá que lanzarse una vez más a las calles para gritar de nuevo un ¡No Pasarán! aunque tú y él sepáis que como entonces ¡vaya si pasarán! Hasta entonces seguirá ejerciendo su deber de escribir y pensar desde la libertad que él mismo se permita y cuando llegue el próximo monstruo te sonreirá porque sabrá que aún con todo hubo seres humanos como ella que supieron rodear la desdicha sin caer en sus garras.
Él sigue aquí y debes saber -piensa- que la cizaña que le quiso meter la vieja zorra, ya no tiene efecto; es como si -experta herbetrice- hubiera descubierto el antídoto de la cicuta y ahora pudiera tomarla como si fuera aire de sierra, sal de mar, fruto de huerto y continúa pensando en ti buena y justa y recuerda cómo untabas el tomate en el pan en aquellas tardes tras el colegio o como recogías el embozo de las sábanas bajo la almohada antes de irte a tu casa -tan lejana tu casa, en el barrio obrero de Vallecas, en los años sesenta y setenta; aquellos años de los viejos vagones de metro donde aún había carteles que obligaban a dejar los asientos a los caballeros mutilados de la última guerra, que olían a madera podrida y tenían el traqueteo de los viejos trenes -los Rápidos- tan lentos porque paraban en todas y cada una de las estaciones para recoger algo que apenas hoy se estila que es el correo- y tras habernos alimentado con tu sana y robusta cocina manchega. No, la cizaña de la vieja zorra -la cual debe de estar purgando sus pecados en el infierno y su infierno será no poder contemplar jamás al único hombre que amó- ya no surte efecto y te vuelve a mirar y te vuelve a recordar como aquella mujer que temía el agua sobre su cabeza o que recordaba mientras freía unas albondiguillas cómo llegó a Madrid, en plena contienda civil, en un motocarro que repartía periódicos revolucionarios, ella tras los hatos, siendo una joven hermosa y brava como lo fueron tantas y tantas milicianas. Luego, un día, siendo él ya joven, le habló ella del silencio y el terror de la posguerra; le habló de un frío constante y de eso que tan pronto se olvida de las dictaduras: la desconfianza para con el vecino.
No has muerto, Julia -piensa el muchacho que ya es un hombre mayor- porque tú eres la memoria de unos tiempos que, respondiendo al péndulo monótono de la historia, vuelven y aterran y nos hacen pensar que si aún nos queda un ápice de coraje, habrá que lanzarse una vez más a las calles para gritar de nuevo un ¡No Pasarán! aunque tú y él sepáis que como entonces ¡vaya si pasarán! Hasta entonces seguirá ejerciendo su deber de escribir y pensar desde la libertad que él mismo se permita y cuando llegue el próximo monstruo te sonreirá porque sabrá que aún con todo hubo seres humanos como ella que supieron rodear la desdicha sin caer en sus garras.
Ensaya la fuerza
Sabe que el aire se respira mejor desde que el cadáver del asesino fue sacado de las cercanías
Al mismo tiempo se produce un ansia que no tiene fin
Podría cambiarlo todo
Podría declararse feliz y serlo y sentir que lo es y mostrarlo
Lo hace de hecho
Es desdichado y feliz
Sólo que la muerte puede llegar de mil maneras
y se produce todos los días y a todas horas; hay muertes de rosas ahora mismo y las hay de cierto tipo de relación que necesita la cotidianidad; hablar aunque lejos; sonreírse aunque lejos; entristecerse aunque lejos;...
Las llamas son animales y fuego así son las cosas de las lenguas
Escucha en la madrugada a un señor argentino que habla del pensamiento lateral como si aquello supusiera el fin del sufrimiento -bueno no tanto pero sí en su boca semejaba la lateralidad del pensar una especie de vía de escape-; lo escuchaba en la madrugada; el tipo había sido traído por un banco nacional; el tipo era matemático y parecía buena persona, seguro que lo era;...
Luego ya en la cama leyó a Slawomir Wrozek y volvió a sentir por Polonia lo mismo que llevaba sintiendo desde que supo de aquel país: algo así como un constante aire de Chopin; ...
Hay muertes que se viven y ésas son las más terribles; no quiere poner ejemplos; no lo va a hacer; porque está llegando la hora en la que ha de salir para disfrutar del sol de la tarde a finales de octubre y esa contemplación es parecida a la sangre caliente de los mamíferos;...
Sólo piensa, Que sepas que me estoy muriendo... Un conflicto biológico vivido en soledad... El doctor Hammer y su teoría del cáncer psicosomático... Österreich vileicht... u Ostende...
Y así se disuelve y se reta a pasar este trago con el amor infinito que siente por una personilla que ya no está a su lado
إن شاء الله,
...te dejo entre mis manos
aunque parezca que la materia
huye entre los dedos
No querría parecer bisoño
si sueño encinas sin sus trances
Las hojas navegan en el lago
cuyas aguas apenas tienen oxígeno
Las carpas flotan muertas
y buchito a buchito los patos se envenenan
Te dejo entre mis manos
cuyas palmas abiertas
tienen la sensibilidad del recién nacido
al tacto de las cosas
No existe espera ninguna
La transgresión aguarda en el umbral de la puerta
como si fuera la mujer verde
cuya espalda en el parto fue sostenida por el diablo
Te dejo entre mis manos
Te describo la tarde de otoño en la pradera
o si prefieres la misma tarde, el mismo otoño
en una gran arteria de la ciudad,
a mí no me importa describirte
un lugar o el otro
viví en los dos
y ambos de vez en cuando se quiebran
Me despido
Entre mis manos
coule aire de azahar
como si fuera
una espina clavada en la garganta
¿Y la salsa? ¿Dónde las huellas del conejo? ¿Volverá alguna vez el entusiasmo? ¿Cómo fue la juventud? ¿Realmente fue un recuerdo inventado? ¿Cuántos días quedan para que vuelvan a ser atacadas las manos? ¿Es bueno contar las probabilidades de que un fetichismo tenga como fuente el coño de la madre? ¿El nacimiento del mundo? ¿Se deja en algún momento de ser niño? ¿Existe la sombra como un pozo sin fondo donde navegan sobre aguas negras experiencias terribles? ¿Volverá el mito? ¿Cuál es la fecha de caducidad de la Ciencia? ¿Por qué la esperanza? ¿Es lógico pensar en un hombre en calzoncillos corriendo descalzo por el desierto de Atacama? ¿Cuándo ataca la serpiente de las arenas? ¿Cuántas de ellas son necesarias para atrapar a un lagarto del desierto? ¿La selva es tan peligrosa como la ciudad? ¿Cuántas vidas han terminado hoy y para siempre? ¿La muchacha que está en la puerta del tanatorio y que rebusca en su bolso? ¿La estela que deja en el aire? ¿Aquel nido? ¿La succión? ¿Será esta noche? ¿El mes que viene ocurrirá de nuevo? ¿Y dentro de mil tres años? ¿El segundo huye? ¿La materia se ha descompuesto en verte? ¿Gritarán los gritos de todas las tardes? ¿Ya es la estación intermedia? ¿Por qué morimos más en los equinoccios? ¿La estrella de mar brilla? ¿La luciérnaga navega? ¿Hay espanto? ¿Cómo se desatornilla el patíbulo? ¿Pende en algún lugar del mundo un cuerpo de la soga? ¿Pronto el muérdago? ¿Seco el musgo? ¿Sin agua el regato? ¿Alerta la espalda? ¿Era un mamífero? ¿Fuimos ontológicamente fusión de tres bacterias? ¿Aquel caldo primordial? ¿Las explosiones bárbaras? ¿Qué ocurrió para que Darwin temiera lo natural? ¿Volverás a abrazarme? ¿Sabremos hablarte? ¿La función, entonces, fue creíble? ¿La vuelta al mundo? ¿El agua bendita? ¿Ora pro nobis? ¿Los ciento cuarenta y siete países? ¿Dónde da la vuelta el aire? ¿Cuándo será la próxima caída? ¿Dejará la fiebre de sumarse grados? ¿El orbe? ¿Escalas? ¿La cima? ¿El abismo se aclara como la voz tras la gárgara? ¿No llueve? ¿Cristales rotos? ¿Las zapatillas con tacón se pondrán de moda? ¿Paisajes de abanico? ¿Lenguajes también? ¿Qué hacer con tu cintura? ¿Amalgamamos? ¿Un paso y luego otro? ¿El escáner? ¿El brocal? ¿La bacinilla? ¿Fue porque tu cabello se había revuelto como si fuera la toma de la Bastilla? ¿Fue por un alarde de 3 de Mayo? ¿Esa imposición? ¿Ese tugurio? ¿No sólo fueron los ojos?
152.- 15 de enero 1984
[...] desde la invención de la imprenta el saber por el saber no constituye ninguna virtud: para acceder a él no hay más que acercarse a la estantería donde se alinean infinitos volúmenes de enciclopedias que registran y explican todos los datos imaginables. Antes de Guttenberg, el conocimiento en todas sus acepciones, entrañaba un gran sacrificio, pues había que buscar incansablemente la materia que se deseaba aprender. En cambio, hoy en día la erudición ha dejado de ser un sacrificio; si uno no lo sabe todo acerca de lo que habla es por pura pereza. La auténtica virtud reside en ofrecer algo nuevo y original a partir de estos conocimientos previos. Los tomos de las enciclopedias son ladrillos que tanto pueden levantar presidios como catedrales. Ya no es difícil saber, pero crear algo nuevo a partir de los datos sigue siendo tan arduo hoy como lo ha sido siempre.
[...] desde la invención de la imprenta el saber por el saber no constituye ninguna virtud: para acceder a él no hay más que acercarse a la estantería donde se alinean infinitos volúmenes de enciclopedias que registran y explican todos los datos imaginables. Antes de Guttenberg, el conocimiento en todas sus acepciones, entrañaba un gran sacrificio, pues había que buscar incansablemente la materia que se deseaba aprender. En cambio, hoy en día la erudición ha dejado de ser un sacrificio; si uno no lo sabe todo acerca de lo que habla es por pura pereza. La auténtica virtud reside en ofrecer algo nuevo y original a partir de estos conocimientos previos. Los tomos de las enciclopedias son ladrillos que tanto pueden levantar presidios como catedrales. Ya no es difícil saber, pero crear algo nuevo a partir de los datos sigue siendo tan arduo hoy como lo ha sido siempre.
Diarios 1984-1989 Sándor Márai
153.- Quizá sea una cuestión de la traducción de los Diarios de Márai o no... en todo caso para mí hay una distancia inmensa entre conocer y saber.
154.- En el mes de marzo de 1984, el escritor húngaro tiene un glaucoma en el ojo.
155.- Y cómo no, en sus diarios hace referencia a la novela de Orwell.
156.- Hacer algo nuevo con lo sabido/conocido. Recomiendo para conseguirlo las propuestas de Edward de Bono en su teoría del pensamiento lateral.
157- ¿Qué tiene lo nuevo de valioso? Quede claro que no niego que tenga intrínsecamente valor, sólo me pregunto qué es ese valor, a parte de la novedad. Y si sólo fuera novedad. ¿Por qué la novedad es un valor? [...] ad infinitum.
158.- Al levantarme sentía un pesar viejo. Un pesar que ya conozco el cual me aprieta las gónadas y me va secando hasta llegar al enfado o la inapetencia. Sin embargo hoy el cocinado de una pasta mientras escuchaba los conciertos para violonchelo solo de Bach, han logrado revertir ese pesar y ahora me encuentro escribiendo, listo para la excursión diaria, con menos temor que en la mañana.
159.- Sé que me estoy cavando mi propia fosa. Me siento en el camino de vuelta y tan sólo aspiro a volver a estar sentado en una silla alta mientras juego con un envoltorio de celofán durante horas y horas. Mis hermanos juegan entre ellos. No les gusta dejarme participar. Muchas veces me ponen pruebas, algunas imposibles de superar. También es cierto que entre ellos y el celofán, me quedo con el celofán.
160.- No, no es cierto que lo único que tenemos es a los demás. No sé si los demás son el infierno. Sí sé que no son lo único que tenemos.
161.- Cuando estaba cocinando sentí una gran alegría por disfrutar con Bach al tiempo que disfrutaba con una salsa en la que he mezclado aceite de oliva, queso parmesano, albahaca y estragón. Es interesante constatar que los conciertos para violonchelo jamás fueron tocados en vida de Bach.
162.- Escuchar a Bach con placer mientras cocino una pasta es un saber que me transmitió mi padre.
163.- ¡Vamos a por la luz vespertina del ocho de octubre de este año en el que termina la segunda década del siglo!
154.- En el mes de marzo de 1984, el escritor húngaro tiene un glaucoma en el ojo.
155.- Y cómo no, en sus diarios hace referencia a la novela de Orwell.
156.- Hacer algo nuevo con lo sabido/conocido. Recomiendo para conseguirlo las propuestas de Edward de Bono en su teoría del pensamiento lateral.
157- ¿Qué tiene lo nuevo de valioso? Quede claro que no niego que tenga intrínsecamente valor, sólo me pregunto qué es ese valor, a parte de la novedad. Y si sólo fuera novedad. ¿Por qué la novedad es un valor? [...] ad infinitum.
158.- Al levantarme sentía un pesar viejo. Un pesar que ya conozco el cual me aprieta las gónadas y me va secando hasta llegar al enfado o la inapetencia. Sin embargo hoy el cocinado de una pasta mientras escuchaba los conciertos para violonchelo solo de Bach, han logrado revertir ese pesar y ahora me encuentro escribiendo, listo para la excursión diaria, con menos temor que en la mañana.
159.- Sé que me estoy cavando mi propia fosa. Me siento en el camino de vuelta y tan sólo aspiro a volver a estar sentado en una silla alta mientras juego con un envoltorio de celofán durante horas y horas. Mis hermanos juegan entre ellos. No les gusta dejarme participar. Muchas veces me ponen pruebas, algunas imposibles de superar. También es cierto que entre ellos y el celofán, me quedo con el celofán.
160.- No, no es cierto que lo único que tenemos es a los demás. No sé si los demás son el infierno. Sí sé que no son lo único que tenemos.
161.- Cuando estaba cocinando sentí una gran alegría por disfrutar con Bach al tiempo que disfrutaba con una salsa en la que he mezclado aceite de oliva, queso parmesano, albahaca y estragón. Es interesante constatar que los conciertos para violonchelo jamás fueron tocados en vida de Bach.
162.- Escuchar a Bach con placer mientras cocino una pasta es un saber que me transmitió mi padre.
163.- ¡Vamos a por la luz vespertina del ocho de octubre de este año en el que termina la segunda década del siglo!
Los aforismos que van desde el nº 152 al número 163
-y que se compendian bajo el título de Aforismos (15)-,
son todos responsabilidad del director y autor de esta revista
son todos responsabilidad del director y autor de esta revista
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/10/2019 a las 19:21 | {0}