Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Ni siquiera sabía por qué se había puesto a ladrar. Más allá, no sabía qué era ladrar. La manada se había alejado y la ventisca era densa, cada vez más densa. No sabía de dónde había salido. Si antes de aquello (ladraba aquello porque no sabía qué era) había habitado una casa donde unos niños pequeños jugueteaban con él y un hombre alto se empeñaba en domesticarlo con una correa y un collar y ya por la noche se tumbaba en una cama para perros y él, graciosamente, sacaba la cabeza por fuera de la camita (hecho que resultaba cómico a los niños) y se ponía bocarriba como si fuera un humano con hocico y cuatro patas.
El viento helador. La nieve dura como pedrisco. El paisaje confuso. El instinto le avisaba que la soledad no es buena. Entonces recordaba unos versos que un hombre vociferaba en una esquina cada vez que él pasaba y que su mente perruna había memorizado como su olfato conocía los olores de la hembra en celo, de la caza o de la muerte. Recordaba también el nombre del autor de aquellos versos y mientras buscaba a la manada y empezaba a sentir hambre y ladraba sin saber muy bien qué era eso, iba recordando, una vez y otra, el poema: A ti te ocurre algo/ yo entiendo de estas cosas/ hablas a cada rato/ de gente ya olvidada/ de calles lejanísimas/ con farolas a gas/ de amaneceres húmedos/ de huelgas de tranvías/ cantas horriblemente/ no dejas de beber/ y al poco estás peleando/ por cualquier tontería/ yo que tú arrancaba/ a que me viera el médico/ pues si no un día de éstos/ en un lugar absurdo/ en un parque o en un bar/ o entre las frías sábanas/ de una cama que odies/ te pondrás a pensar/ a pensar a pensar/ y eso no es bueno nunca/ porque sin darte cuenta/ te irás sintiendo solo/ igual que un perro viejo/ sin dueño y sin cadena//. Perro, cuando terminaba de recordar el último verso del poema y antes de que volviera a su mente el primero, se ponía a aullar, como un cachorro recién parido que buscara en su aullo el alimento de la madre, o algo menos estético, aullaba para pedir auxilio a los suyos, a su manada, a su especie, a sus otros, o a otro hombre aunque no fuera su dueño, ni tuviera niños graciosos que juguetearan con él los sábados por la mañana.
La ventisca de nieve (¿o era hielo?) arreciaba. El paisaje se iba haciendo más y más difuso y de repente, el perro de dio cuenta de que su pelo era también blanco y así era invisible, como sus ladridos que se confundían con el crujir de las ramas eran inaudibles, como sus huellas que se cubrían nada más hollarse, desaparecían a su paso. Y de repente se fue sintiendo solo/ igual que un perro viejo/ sin dueño y sin cadena// y se tumbó de miedo y se murió de frío.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/10/2010 a las 09:13 | Comentarios {0}


Dice Mao
Dice Mao en sus Pensamientos: No temas los pesares ni la muerte.
¡Oh, Mao, yo te preguntaría! ¿Cómo se puede no temer? Lo preguntaría con la humildad de un hombre cuyos pesares me aterran y cuyo terror no es activo, no es un temor generado por mí mismo sino más bien, te diría, Mao, un temor sobrevenido. Porque hoy es 11 de octubre y mañana será 12 de octubre y pasado mañana será 13 de octubre. Y yo sé, en mi pobre mente, en mi mente seca, que no importa lo que sea mañana, no se puede tener terror de lo que aún no ha sido. No se puede tener miedo del 13 de octubre, pongamos por caso, si estamos a 11.
Yo sé Mao que en tu gran Revolución Cultural verdeaste las tierras yertas de la China toda y China se convirtió en un vergel forestal; sé también que se realizaban los abortos con acupuntura y que las muchachas que abortaban salían sonrientes tras la aspiración indolora. La Aspiración Indolora podría haber sido el nombre de otra de tus grandes empresas y también sé que un anónimo (valga la paradoja) señor Wang tenía a su disposición -en los años 60 del pasado siglo- legumbres y verduras a poco precio y también zapatos de suela de fieltro por menos de 4 dolares (al cambio de la época) y una docena de huevos no pasaban de los 30 centavos ¿Sería así, Mao, como un hombre dejaba de tener temor por sus pesares? ¿Sería porque los pesares del hombre tan sólo estaban basados en el precio de las cosas y siendo lo precios bajos los pesares serían pocos y pagables?
¿Sería, oh Mao, que los pesares del hombre sólo anidaban en su mente burguesa y que una vez realizada la extirpación de semejante aborto del pensamiento, el pesar se disolvía en una gran mente proletaria, amante de las legumbres y hortalizas, de las suelas de fieltro y las aspiraciones indoloras?
La mañana ha roto, dice la canción, también dice que los pájaros hablan. A mi espaldas el viento serrano de este 11 de octubre de 2010 entra a raudales por la ventana abierta y yo, de espaldas, acudo a ti Mao Tse Tung, líder chino del que no quedan más que un reguero de árboles, un libro rojo, unas cuantas purgas y una sensación de olvido, para que ilumines mi miserable cabeza burguesa y aspires, sin dolor, mis temores ante mis pesares.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/10/2010 a las 11:23 | Comentarios {0}


¡Cuán tierno es el corazón de la alcachofa y cuán ásperas sus primeras hojas!
Trastorno bipolar.

Y también:
Una ruina es una cosa que conserva lo esencial y ya no sirve para nada (definición de un arquitecto portugués)

Y también:
Causón: (Reg. Palencia) Enfermedad rápida, sin causa aparente, típica de los niños, que se va como vino.

Y también:
Devolver todo lo que debo./ Devolver por ejemplo las ausencias/ que surgieron sin advertirlo/ o aquellos accesos de ira/ bajo una luna, en alguna costa,/ cuya orografía he olvidado.../ Me gustaría tanto/ devolverlo todo...

Y también:
Hay autores a los que ama más por sus admiradores que por sí mismos. Le pasa con Kafka y con Musil.

O:
Preguntó el maestro: ¿Se podría componer un personaje que reacciona por "lo que va a ser" y no por "lo que ha sido"?
Respondió el muchacho: Cristo.

O:
Le dijo el amigo mientras recorrían la carretera a la vuelta de un fin de semana junto al mar, Cuando hablas, parece que estás enfadado con el mundo.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/10/2010 a las 11:06 | Comentarios {0}


Cuando vuelvo con el ánimo oxigenado y me alejo de lo terrible que está a punto de llegar; cuando vuelvo y me encuentro con instantes de una lucidez linda, cierta perversión de las formas, cierta tradición que se continúa y amaso plagios y creo así mi estilo; cuando vuelvo y siento el brío de una estructura arriesgada y me dejo llevar por un caudal de palabras que fluyen y siento los rápidos y los remansos y las quebradas y las cascadas; cuando estoy limpio de miedo y me anima lo escrito y me empujo y me digo, casi en voz alta, ahora que vivo solo y vuelvo a esa manía de los solitarios de decirse las cosas como si fueran otro, que está enfrente, atento, No está nada mal. Hay algo. Sigue. Cuando me olvido del terremoto que me espera, de la caída al un más que probable barranco donde quizá me quede con las piernas partidas (más partidas) y me estalle un pulmón y caiga la noche y pronto escuche las almohadilladas pisadas del coyote y sienta en el fondo de mi amor que todo ha estado bien y muestre mi cuello para que el depredador no tenga que hacer más esfuerzo que su propia cautela. Cuando todo eso ocurra, espero volver a los momentos de una intensa concentración donde los mundos surgen y traspasan mis barreras y entran acariciando mis neuronas y van más allá hasta mis proteínas y mis glúcidos y mis lípidos y en ese conglomerado de sustancias líquidas componen una frase, una frase, tan sólo una, suave como la magnitud del mundo, olorosa como la florecilla silvestre o salvaje como un amanecer de juventud; espero que el mordisco del coyote coincida con la expulsión de un verso y que mi yugular sajada deje fluir cielos amarillos, cuerpo de la mujer que amo desde que la conocí con diecisiete años y a la que olvidé durante casi treinta, los ojos de mi hija una noche de fiebre, la mano del pintor que fraguó una amistad de lirio y hierro y la voz de la amiga que un día dijo que si al cumplir los cincuenta años estás loco, sencillamente eres un estúpido.
Cuando vuelvo a la fe, la realidad no existe.
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Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/10/2010 a las 19:47 | Comentarios {1}


Raúl Morales García poeta
Yo sé que nadie que no lo haya intentado podrá valorar el silencio, la elipsis, lo que no se escribe en un poema y justo porque no se escribe adquiere toda la fuerza. Si se escribiera esa ausencia (convertida, claro, en presencia), haría perder imagen (imaginación) a lo que queda.
Lo que queda del silencio es lo que podemos leer en los poemas de Raúl Morales García. O por escribirlo de otra manera: la poesía de Raúl es los armónicos de las notas, lo que se va yendo, lo que apenas tienes tiempo de aprehender.
No me quiero poner crítico (ni sé), hablo como lector.
Lo que unos llamarán escasez, yo lo llamo esfuerzo.
Y en ese esfuerzo de lo poco (que lo es todo) el poeta Raúl Morales va contracorriente de estos tiempos en donde la abundancia es la religión de nuestro lado del mundo. Lo verborreico, lo que no se quiere callar, la antipaciencia, la desmesura.
No voy a escribir mucho más porque sería ir en contra del propio poeta sobre el que escribo, poeta y amigo, que acaba de publicar este libro Casa, editado por Ediciones Vitruvio y del que sólo apuntaré (para abrir vuestro apetito) estos versos: Descansa la boca sobre el trigal quemado,/ su olor/ -verano, lluvia/ la horca que sostiene el nido./ Se inclinan labios, dientes/ sobre lo negro,/ sobre los tallos tiernos de mujer// que ya verdean

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/10/2010 a las 12:43 | Comentarios {0}


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