Dice Mao en sus Pensamientos: No temas los pesares ni la muerte.
¡Oh, Mao, yo te preguntaría! ¿Cómo se puede no temer? Lo preguntaría con la humildad de un hombre cuyos pesares me aterran y cuyo terror no es activo, no es un temor generado por mí mismo sino más bien, te diría, Mao, un temor sobrevenido. Porque hoy es 11 de octubre y mañana será 12 de octubre y pasado mañana será 13 de octubre. Y yo sé, en mi pobre mente, en mi mente seca, que no importa lo que sea mañana, no se puede tener terror de lo que aún no ha sido. No se puede tener miedo del 13 de octubre, pongamos por caso, si estamos a 11.
Yo sé Mao que en tu gran Revolución Cultural verdeaste las tierras yertas de la China toda y China se convirtió en un vergel forestal; sé también que se realizaban los abortos con acupuntura y que las muchachas que abortaban salían sonrientes tras la aspiración indolora. La Aspiración Indolora podría haber sido el nombre de otra de tus grandes empresas y también sé que un anónimo (valga la paradoja) señor Wang tenía a su disposición -en los años 60 del pasado siglo- legumbres y verduras a poco precio y también zapatos de suela de fieltro por menos de 4 dolares (al cambio de la época) y una docena de huevos no pasaban de los 30 centavos ¿Sería así, Mao, como un hombre dejaba de tener temor por sus pesares? ¿Sería porque los pesares del hombre tan sólo estaban basados en el precio de las cosas y siendo lo precios bajos los pesares serían pocos y pagables?
¿Sería, oh Mao, que los pesares del hombre sólo anidaban en su mente burguesa y que una vez realizada la extirpación de semejante aborto del pensamiento, el pesar se disolvía en una gran mente proletaria, amante de las legumbres y hortalizas, de las suelas de fieltro y las aspiraciones indoloras?
La mañana ha roto, dice la canción, también dice que los pájaros hablan. A mi espaldas el viento serrano de este 11 de octubre de 2010 entra a raudales por la ventana abierta y yo, de espaldas, acudo a ti Mao Tse Tung, líder chino del que no quedan más que un reguero de árboles, un libro rojo, unas cuantas purgas y una sensación de olvido, para que ilumines mi miserable cabeza burguesa y aspires, sin dolor, mis temores ante mis pesares.
¡Oh, Mao, yo te preguntaría! ¿Cómo se puede no temer? Lo preguntaría con la humildad de un hombre cuyos pesares me aterran y cuyo terror no es activo, no es un temor generado por mí mismo sino más bien, te diría, Mao, un temor sobrevenido. Porque hoy es 11 de octubre y mañana será 12 de octubre y pasado mañana será 13 de octubre. Y yo sé, en mi pobre mente, en mi mente seca, que no importa lo que sea mañana, no se puede tener terror de lo que aún no ha sido. No se puede tener miedo del 13 de octubre, pongamos por caso, si estamos a 11.
Yo sé Mao que en tu gran Revolución Cultural verdeaste las tierras yertas de la China toda y China se convirtió en un vergel forestal; sé también que se realizaban los abortos con acupuntura y que las muchachas que abortaban salían sonrientes tras la aspiración indolora. La Aspiración Indolora podría haber sido el nombre de otra de tus grandes empresas y también sé que un anónimo (valga la paradoja) señor Wang tenía a su disposición -en los años 60 del pasado siglo- legumbres y verduras a poco precio y también zapatos de suela de fieltro por menos de 4 dolares (al cambio de la época) y una docena de huevos no pasaban de los 30 centavos ¿Sería así, Mao, como un hombre dejaba de tener temor por sus pesares? ¿Sería porque los pesares del hombre tan sólo estaban basados en el precio de las cosas y siendo lo precios bajos los pesares serían pocos y pagables?
¿Sería, oh Mao, que los pesares del hombre sólo anidaban en su mente burguesa y que una vez realizada la extirpación de semejante aborto del pensamiento, el pesar se disolvía en una gran mente proletaria, amante de las legumbres y hortalizas, de las suelas de fieltro y las aspiraciones indoloras?
La mañana ha roto, dice la canción, también dice que los pájaros hablan. A mi espaldas el viento serrano de este 11 de octubre de 2010 entra a raudales por la ventana abierta y yo, de espaldas, acudo a ti Mao Tse Tung, líder chino del que no quedan más que un reguero de árboles, un libro rojo, unas cuantas purgas y una sensación de olvido, para que ilumines mi miserable cabeza burguesa y aspires, sin dolor, mis temores ante mis pesares.
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Diario
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/10/2010 a las 11:23 | {0}