Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
La sonrisa de la niña se ve desde lejos. Tiene diez años. El cabello largo y castaño. Son sus ojos grandes y oscuros con algo de verde y en su mirar se mezcla lo dulce y lo picante como les ocurre a quienes tienen la virtud de saber amar mientras juegan. Sus pómulos son delicados y tienden hacia una boca generosa . Aún le quedan dientes de leche. Sus hombros un poco echados hacia delante. Su cuerpo que va adquiriendo las formas de una muchacha.

Fue antes cuando escuché una respiración que silba como si quisiera mediante ese artificio evitar saber que la respiración es fatigosa. Lo hace Susana durante sus quehaceres: fatigada silba.

La ciudad se irá quedando desierta y será tomada por la Semana Santa más lúgubre que santa. Tras la Cuaresma se forman las procesiones con gentes encapirotadas que realizan el calvario de su dios. Cuatro días de calvarios y resurrecciones en todos los pueblos y ciudades de España.

Si llueven las aguas de abril florecerán en mayo.

La niña llegará a la playa y rellenará un bote con arena y pondrá unas conchas y quizás unos guijarros pulidos como la mar en calma, sin olas. Luego verterá en él un poco de ese mar y guardará el bote con arena, conchas, guijarros y mar en su maleta. Al volver verá a su padre y se lo regalará. Será en abril. Hermoso abril.

Narrativa

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/04/2009 a las 21:33 | Comentarios {0}


Apócrifo atribuido a Isaac Alexander


¡Hijos míos! No los nacidos de mi semen, ni del útero de mi amada esposa la cual yace muerta en un páramo polaco tras haber sido violada por delante y por detrás y por la boca y por los ojos por unos lobos que la confundieron con una de su especie.
¡Hijos míos!, vuelvo a escribir, no os dejéis caer en manos de la indignidad, no supongáis que todo está hecho, que el hierro es un mineral ya forjado en las entrañas de la tierra y que sólo hay que entrar en ellas (como los lobos entraron en las de mi difunta esposa) para extraer espadas o tubos o tenazas. Hay que transformar el hierro en herramientas como hay que transformar el talento en medio de subsistencia. Miráis con los ojos forjados en el miedo. Desde niños os dijeron que más valía ser sumiso que audaz y os obligaron con las penas corporales a aceptar semejante dislate ¿Qué hubiera sido de la especie si a todos, desde niños, nos hubieran enseñado los fundamentos de la valentía, los principios de la dignidad, el sustrato de dioses que yace en cada uno de nosotros? ¿Qué hubiera sido de ti (que hoy te levantas asustado porque crees, casi religiosamente, que el mundo es un lugar hostil donde nadie te va a mirar a los ojos y va a ver esa luz maravillosa que emanas, ese talante de ser vivo cuyos órganos mantienen la pura esencia de Gaia en cada una de sus células) si no hubieras conocido la palabra miedo?
¡Hijos míos! Yo he llorado en el páramo ante el cuerpo descuartizado de mi esposa. He visto las dentelladas en sus caderas (tan amadas en los días de la juventud cuando agarrarme a ellas era como columpiarme entre dos ninfas bajo un cielo de aromas llenos de sensualidad). He visto luego -tras la larga marcha de la vida- las miserias y he sentido el peso del fracaso largo tiempo cuando creía todo lo que me enseñaron para doblegarme la cerviz. Ahora, vacío y sin miedo, quiero alargaros estas palabras por si os sirven de aliento y si así fuera repetiros por última vez, ¡Hijos míos, no, no tengáis miedo!

Narrativa

Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/03/2009 a las 11:28 | Comentarios {0}


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