A Ester y Balí (dáimones con apariencia humana)
Bajo el desfiladero he visto el río Ebro recién nacido, muy pequeño. Sus aguas verdes de márgenes verdes en este verde final de primavera;
he visto y he oído el rugir de las madreselvas
y desde lo alto de un gran pico me observaban agazapados los ojos de los buitres;
he sentido el aliento del daimon del espino y la caricia del viento que baja de los altos y en la noche
-al raso-
las estrellas no amenazaban nada, ni nacimientos, ni infortunios, ni esperanzas;
he sentido caer el sol sin aspavientos,
he tocado la semilla de los álamos en todo su esplendor
y he escuchado la historia de un hombre que plantó a unos niños para que se supieran árboles.
La casa grande
Hazlo, se decía. Atravesó un instante y se dejó llevar. Era el aire del verano. El cielo azul. Esas cosas eran.
Bajó por la calle Arenal. Se detuvo en un estanco. Compró un mechero. Porque sí. No fumaba. Miró a una chica joven con un gran escote y una falda muy corta. El final de su cuerpo, en cambio, le pareció el de un centurión.
Rió. Bebió una sangría. Porque sí. Jamás le había gustado la sangría. Miró a un chico feo y simpático que se estaba camelando a una guiri con el desparpajo de un buscavidas galdosiano. Aún en la calle Arenal.
Recordó unos buenos momentos. Una carretera. Un gran cansancio tras un gran esfuerzo y el sabor de un agua muy fresca. Recordó una tarde en un Colegio Mayor en Avignon. Una joven le descubrió masturbándose. Era estudiante como él. Aquella noche se acostaron. Los días siguientes los pasaron juntos viendo espectáculos teatrales. Cuando llegaba la noche se acostaban y follaban. No les importaba que durmieran en un largo corredor y que tan sólo estuvieran separados de las otras camas por una cortina. Ella se llamaba Elianne. Recordó la muerte de su padre.
Caminó por la calle Arenal hasta la plaza de Ramales y de ahí, por la plaza de Oriente, tomó la calle Bailén.
El cielo azul. La sierra a lo lejos.
Se puso en el mp3 la música que había elegido. Sorteó la mampara del Viaducto y se lanzó al vacío. Su última palabra fue: Café.
Bajó por la calle Arenal. Se detuvo en un estanco. Compró un mechero. Porque sí. No fumaba. Miró a una chica joven con un gran escote y una falda muy corta. El final de su cuerpo, en cambio, le pareció el de un centurión.
Rió. Bebió una sangría. Porque sí. Jamás le había gustado la sangría. Miró a un chico feo y simpático que se estaba camelando a una guiri con el desparpajo de un buscavidas galdosiano. Aún en la calle Arenal.
Recordó unos buenos momentos. Una carretera. Un gran cansancio tras un gran esfuerzo y el sabor de un agua muy fresca. Recordó una tarde en un Colegio Mayor en Avignon. Una joven le descubrió masturbándose. Era estudiante como él. Aquella noche se acostaron. Los días siguientes los pasaron juntos viendo espectáculos teatrales. Cuando llegaba la noche se acostaban y follaban. No les importaba que durmieran en un largo corredor y que tan sólo estuvieran separados de las otras camas por una cortina. Ella se llamaba Elianne. Recordó la muerte de su padre.
Caminó por la calle Arenal hasta la plaza de Ramales y de ahí, por la plaza de Oriente, tomó la calle Bailén.
El cielo azul. La sierra a lo lejos.
Se puso en el mp3 la música que había elegido. Sorteó la mampara del Viaducto y se lanzó al vacío. Su última palabra fue: Café.
Artículo atribuido a Isaac Alexander y publicado en Le Vieux Observateur.
Cuando una información viene avalada por todos los medios de comunicación hay que desconfiar de ella. Los datos que voy a dar a continuación están extraídos del FMI, de CFT, de UJ, de Ecofin, de URS, de Amepra y de la Reserva Federal del Tesoro de los Estados Unidos.
Todo comenzó a mediados de 2001, pocos meses después de la entrada del euro en el mercado internacional. En una reunión celebrada en el despacho oval de la Casa Blanca, Dick Cheney y Donald Rumsfeld entregaron un documento al flamante golpista Georges Bush hijo en el cual se ofrecían datos de cómo Irak y otras países de la OPEP, entre ellos Venezuela, estaban decididos a abandonar el petrodólar como moneda base y cambiarlo por el petroeuro. Semejante pérdida de poder de la moneda americana podría dar al traste con la supremacía económica de los Estados Unidos en el mundo. En esa reunión se decidió detener el cambio de moneda invadiendo Irak (propulsor de la idea) a cambio de unas cuantas vidas humanas en el World Trade Center de la ciudad de Nueva York. Y en efecto, la invasión detuvo la operación financiera. Al mismo tiempo, en el departamento del Tesoro se estaba ultimando una estrategia en seis pasos:
1) Revalorización del euro en los mercados internacionales frente al dólar
2) A lo largo del periodo comprendido entre 2002 y 2008 promoción de créditos blandos en toda la zona euro y venta de productos financieros con un gran margen de ganancia a todos los bancos de la zona euro promovidos desde entidades financieras norteamericanas.
3) Una vez que los productos basura hubieran contaminado los principales centros financieros de Europa, ejecutar los cobros, de tal forma que muchos de los inversores se vieran en descubierto al no poder hacer frente a dichos pagos. Este tercer punto de la estrategia diseñada era el más delicado porque, como ya ocurrió con el World Trade Center, muchos ciudadanos norteamericanos (clases medias bajas y pobres de solemnidad) serían arrastrados a la bancarrota pero, como ya se utilizaba en las guerras, esos daños se denominaron colaterales.
4) Al mismo tiempo se promoverían -como así fue- las relaciones comerciales prioritarias con los países emergentes, fundamentalmente China, India y Brasil.
5) Conseguidos estos objetivos se lanzaría una campaña mundial de información en la que se repetiría que la crisis era global.
6) En este último punto se atacaría a la Unión Europea sin piedad, empezando por los países más pobres (Grecia, Irlanda, Portugal y España), tras haber alimentado durante los nueve años anteriores la corrupción en todos los ámbitos. Eso traería como consecuencia el debilitamiento de la moneda europea y relanzaría de nuevo al dólar como la moneda de intercambio por excelencia.
Tan sólo hubo un momento de duda en esta estrategia que fue las elecciones de noviembre de 2008. El lobby judío de los Estados Unidos fue el que más contribuyó económicamente a la victoria de Barack Obama porque en una reunión mantenida en Chicago a finales de junio de 2007, Obama aprobó la estrategia financiera y juró mantenerla.
Los resultados de esta estrategia están a la vista: la única zona del mundo que realmente está sufriendo los efectos de esta crisis especuladora es Europa. Todos los países emergentes mantienen sus niveles de crecimiento. Los países de Mercosur apenas notan los efectos de la crisis. Asia crece a un ritmo medio del 4% anual y África se sigue desangrando lo usual.
La guerra fue iniciada, probablemente, por Europa. Y los inicios fueron prometedores. Tan sólo el Reino Unido se negó a entrar en el euro (siempre fue conocida su amistad con sus primos del otro lado del Atlántico). Sólo que, como ya pasó con los japoneses tras Pearl Harbor, el contraataque yankee ha sido demoledor.
Todo comenzó a mediados de 2001, pocos meses después de la entrada del euro en el mercado internacional. En una reunión celebrada en el despacho oval de la Casa Blanca, Dick Cheney y Donald Rumsfeld entregaron un documento al flamante golpista Georges Bush hijo en el cual se ofrecían datos de cómo Irak y otras países de la OPEP, entre ellos Venezuela, estaban decididos a abandonar el petrodólar como moneda base y cambiarlo por el petroeuro. Semejante pérdida de poder de la moneda americana podría dar al traste con la supremacía económica de los Estados Unidos en el mundo. En esa reunión se decidió detener el cambio de moneda invadiendo Irak (propulsor de la idea) a cambio de unas cuantas vidas humanas en el World Trade Center de la ciudad de Nueva York. Y en efecto, la invasión detuvo la operación financiera. Al mismo tiempo, en el departamento del Tesoro se estaba ultimando una estrategia en seis pasos:
1) Revalorización del euro en los mercados internacionales frente al dólar
2) A lo largo del periodo comprendido entre 2002 y 2008 promoción de créditos blandos en toda la zona euro y venta de productos financieros con un gran margen de ganancia a todos los bancos de la zona euro promovidos desde entidades financieras norteamericanas.
3) Una vez que los productos basura hubieran contaminado los principales centros financieros de Europa, ejecutar los cobros, de tal forma que muchos de los inversores se vieran en descubierto al no poder hacer frente a dichos pagos. Este tercer punto de la estrategia diseñada era el más delicado porque, como ya ocurrió con el World Trade Center, muchos ciudadanos norteamericanos (clases medias bajas y pobres de solemnidad) serían arrastrados a la bancarrota pero, como ya se utilizaba en las guerras, esos daños se denominaron colaterales.
4) Al mismo tiempo se promoverían -como así fue- las relaciones comerciales prioritarias con los países emergentes, fundamentalmente China, India y Brasil.
5) Conseguidos estos objetivos se lanzaría una campaña mundial de información en la que se repetiría que la crisis era global.
6) En este último punto se atacaría a la Unión Europea sin piedad, empezando por los países más pobres (Grecia, Irlanda, Portugal y España), tras haber alimentado durante los nueve años anteriores la corrupción en todos los ámbitos. Eso traería como consecuencia el debilitamiento de la moneda europea y relanzaría de nuevo al dólar como la moneda de intercambio por excelencia.
Tan sólo hubo un momento de duda en esta estrategia que fue las elecciones de noviembre de 2008. El lobby judío de los Estados Unidos fue el que más contribuyó económicamente a la victoria de Barack Obama porque en una reunión mantenida en Chicago a finales de junio de 2007, Obama aprobó la estrategia financiera y juró mantenerla.
Los resultados de esta estrategia están a la vista: la única zona del mundo que realmente está sufriendo los efectos de esta crisis especuladora es Europa. Todos los países emergentes mantienen sus niveles de crecimiento. Los países de Mercosur apenas notan los efectos de la crisis. Asia crece a un ritmo medio del 4% anual y África se sigue desangrando lo usual.
La guerra fue iniciada, probablemente, por Europa. Y los inicios fueron prometedores. Tan sólo el Reino Unido se negó a entrar en el euro (siempre fue conocida su amistad con sus primos del otro lado del Atlántico). Sólo que, como ya pasó con los japoneses tras Pearl Harbor, el contraataque yankee ha sido demoledor.
Narrativa
Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/05/2010 a las 18:49 | {0}
Dimitri Daniloff
Era un día de mayo por la mañana. El cielo se había mantenido despejado. La ciudad, desnortada, se zambullía en la celebración de una batalla vieja (como todas las batallas). Él se levantó con cierto nerviosismo y su primer pensamiento fue, Hoy lo haré. Se sentía a sus treinta años recién cumplidos como un adolescente que va a ir al instituto y se va a encontrar en la clase con la chica que le gusta y a la que aún no se ha atrevido a declararle su deseo (declarar el amor es una cuestión posterior). Se duchó. Se afeitó (aunque era barbilampiño y consideraba que le quedaba mejor esa media barba que su tez completamente rasurada pero pensó que si ella decía que sí, sería mejor besarla sin raspaduras como si aquello fuera una declaración de principios o una metáfora de sus intenciones: suaves, sin filos), se cambió de ropa y fue a su trabajo con la esperanza de un sí; esa esperanza la había alimentado durante los dos últimos meses cuando él y ella habían iniciado una relación basada en cierto deseo de confesarse el uno al otro, en cierta desnudez de los sentimientos, los pensamientos y los miedos, en una soledad compartida, en unas experiencias semejantes. El temor de él había sido que quizá tanta intimidad (o asomo de intimidad) podría conducir a un estancamiento, a una amistad sin derecho a goce (por decirlo así) y esa amenaza había ido adueñándose de él, poniéndole tenso cuando se encontraba con ella, desconcentrándole y por lo tanto (pensaba él mientras paseaba por las calles y una banda de música hería los oídos de los paseantes como si la música fuera balas) convirtiendo en impostada su actitud.
Cuando terminó su trabajo y se vio con ella serían las siete de la tarde. Llovía un poco y ellos se sentaron al fondo de un café. El encuentro se inició como siempre: se contaron su semana, los pequeños asuntos mundanos, los proyectos, las inquietudes y entonces, sin venir a cuento, tras una pausa de ella, él le dijo que le gustaba como mujer, que desde hacía unos días cada vez que la veía sentía el deseo de tocarla, de besarla, de conocerla más (bíblicamente, dijo, como si aquella broma pudiera relajar la tensión que se había impuesto de repente entre ellos) y terminó con un, Bueno, ya te lo he dicho.
Ella le miró como si aquello fuera lo último que hubiera esperado escuchar en su vida (se quitó las gafas ¿para limpiarse los oídos? y se las volvió a poner), su actitud se retrayó y con una gran tranquilidad le contestó, ¡Oh, no, no, no te puedes imaginar lo complicada que soy! Es mucho mejor que sigamos así, de verdad, hazme caso. Además yo aún estoy colgada de, bueno, ya sabes, alguna vez te he hablado de él. Además ya sabes ese refrán que dice que donde pones la olla no pongas la... ¿Lo conoces?, ¿no?
Él recordó que, en efecto, su relación se había iniciado por una cuestión profesional y no le contestó a la pregunta retórica que ella le había hecho, ni le dijo que la referencia a dicho refrán le parecía una ordinariez supina. Sencillamente dijo, Bien, entonces sigamos con nuestro trabajo.
Cuando se separaron, trastocadas las formas y los fondos por una mera cuestión de empatía, él se sintió ligero. Caminó hacia su casa con una sonrisa entre los labios. Se olió el cuerpo que había sudado al hacer su declaración y se estiró en mitad de la calle mientras pensaba en el Matrimonio entre el Cielo y el Infierno de William Blake. Sin saber por qué pensaba en ese libro alegórico. Sin saber por qué lo releyó por la noche, ya en la cama, desnudo entre las sábanas sin echar de menos, por primera vez en dos semanas, el cuerpo de ella que nunca había visto.
Cuando terminó su trabajo y se vio con ella serían las siete de la tarde. Llovía un poco y ellos se sentaron al fondo de un café. El encuentro se inició como siempre: se contaron su semana, los pequeños asuntos mundanos, los proyectos, las inquietudes y entonces, sin venir a cuento, tras una pausa de ella, él le dijo que le gustaba como mujer, que desde hacía unos días cada vez que la veía sentía el deseo de tocarla, de besarla, de conocerla más (bíblicamente, dijo, como si aquella broma pudiera relajar la tensión que se había impuesto de repente entre ellos) y terminó con un, Bueno, ya te lo he dicho.
Ella le miró como si aquello fuera lo último que hubiera esperado escuchar en su vida (se quitó las gafas ¿para limpiarse los oídos? y se las volvió a poner), su actitud se retrayó y con una gran tranquilidad le contestó, ¡Oh, no, no, no te puedes imaginar lo complicada que soy! Es mucho mejor que sigamos así, de verdad, hazme caso. Además yo aún estoy colgada de, bueno, ya sabes, alguna vez te he hablado de él. Además ya sabes ese refrán que dice que donde pones la olla no pongas la... ¿Lo conoces?, ¿no?
Él recordó que, en efecto, su relación se había iniciado por una cuestión profesional y no le contestó a la pregunta retórica que ella le había hecho, ni le dijo que la referencia a dicho refrán le parecía una ordinariez supina. Sencillamente dijo, Bien, entonces sigamos con nuestro trabajo.
Cuando se separaron, trastocadas las formas y los fondos por una mera cuestión de empatía, él se sintió ligero. Caminó hacia su casa con una sonrisa entre los labios. Se olió el cuerpo que había sudado al hacer su declaración y se estiró en mitad de la calle mientras pensaba en el Matrimonio entre el Cielo y el Infierno de William Blake. Sin saber por qué pensaba en ese libro alegórico. Sin saber por qué lo releyó por la noche, ya en la cama, desnudo entre las sábanas sin echar de menos, por primera vez en dos semanas, el cuerpo de ella que nunca había visto.
La magia está en la paz, en la contemplación exenta de juicio, en la negativa a evaluar, a sopesar, a sentenciar. La magia está en sentirse acorde con una postura exenta de violencia, puro amor a las coordenadas que nos toca vivir, pura sensibilidad ante los acontecimientos, no acercarse a ellos desde el análisis sino desde el actuar, actuar sin analizar; la magia está en confiar ciegamente (abramánicamente) en la causalidad sin valor. Si calificamos restringimos porque al calificar oponemos los antónimos, por decirlo de alguna manera los fusilamos; la magia es aceptación.
Hoy está siendo un día de una gran creatividad. Llevo desde las nueve de la mañana escribiendo, leyendo, escuchando música, viendo imágenes, soñando, conversando, en silencio conmigo. Busco la magia de aceptar sin reservas lo que venga. La magia es el presente. Hoy, unido a él, he tenido un presente valioso, único. Me he dejado llevar y lo he llevado. Él caballo tordo. Yo caballero en camisa de amplias mangas y cuello abierto. Él hollando senderos pequeños junto a riveras de arroyuelos. Yo esquivando una rama de arce. Oliendo el aire. Disfrutando el vuelo de un ave.
El Alma del Mundo ¡claro que existe! Yo siento las presencias que se mueven en el campo difuso del espíritu; siento los pasos del duende que sale cuando la oscuridad nos permite permitirnos. Y le dejo corretear sin alumbrar nada como él me permite pensar que mis dedos se mueven por impulsos que tan sólo nacen en mí ¡Y qué decir de los bosques! ¡Y qué decir de los mares!
La noche ha llegado. Los seres cambian. Una luz se apaga en lo alto del campanario. Vuela un alma hacia su fin. Llega otra renovada.
Hoy está siendo un día de una gran creatividad. Llevo desde las nueve de la mañana escribiendo, leyendo, escuchando música, viendo imágenes, soñando, conversando, en silencio conmigo. Busco la magia de aceptar sin reservas lo que venga. La magia es el presente. Hoy, unido a él, he tenido un presente valioso, único. Me he dejado llevar y lo he llevado. Él caballo tordo. Yo caballero en camisa de amplias mangas y cuello abierto. Él hollando senderos pequeños junto a riveras de arroyuelos. Yo esquivando una rama de arce. Oliendo el aire. Disfrutando el vuelo de un ave.
El Alma del Mundo ¡claro que existe! Yo siento las presencias que se mueven en el campo difuso del espíritu; siento los pasos del duende que sale cuando la oscuridad nos permite permitirnos. Y le dejo corretear sin alumbrar nada como él me permite pensar que mis dedos se mueven por impulsos que tan sólo nacen en mí ¡Y qué decir de los bosques! ¡Y qué decir de los mares!
La noche ha llegado. Los seres cambian. Una luz se apaga en lo alto del campanario. Vuela un alma hacia su fin. Llega otra renovada.
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/06/2010 a las 19:02 | {0}