Miro el tomo de la Consagración de la primavera
y lo pienso
cuántas horas, cuántas nos lleva la belleza
siquiera entreverla
o quite la palabra belleza y arguya sólo construcción
pero no quiero, no quiero quitar la palabra belleza
y mantengo la tercera frase:
cuántas horas, cuántas nos lleva la belleza
y lo pienso
cuántas horas, cuántas nos lleva la belleza
siquiera entreverla
o quite la palabra belleza y arguya sólo construcción
pero no quiero, no quiero quitar la palabra belleza
y mantengo la tercera frase:
cuántas horas, cuántas nos lleva la belleza
Porque ya no vivo en las grandes ciudades
me gusta hacer siempre el mismo sendero
Me han aconsejado otros, me han dicho:
Antes de tal sitio hay un paso y luego un paseo ancho con encinas
También he querido ir yo por otros senderos, una dehesa antigua por ejemplo
sólo que aunque hubiera vistas hermosas (el pantano a lo lejos, las montañas, el ocaso)
no me sentía a gusto sabiendo que a los lados hay cercas de alambre y espino
Es cierto que mi sendero también tiene muro a un lado pero es de piedra y en muchos lugares está derruido y puedo ver a las reses pastando y puedo oler su cuerpo y su hez y mi perro puede atravesarlo y también yo podría si quisiera sólo que no quiero porque yo amo el sendero que recorro cada día, amo su geografía, conocerla; sé que primero está la gran curva; luego sé dónde está el enebro y los últimos quejigos; sé la bajada empinada y la subida estrecha; sé el primer bosque y el riachuelo que transcurre por él tras el deshielo; y más, más lugares sé del sendero
Porque amo el conocimiento y sé que para saber un sendero hay que hacerlo miles y miles de veces
Como amo la geografía de su cuerpo y no sabeis cuánto echo de menos no haber tenido tiempo para terminar el mapa que estaba haciendo de él
Para conocer un sendero, digo, y luego poderlo dibujar hay que saberlo al cerrar los ojos
como para saber un cuerpo y luego poderlo amar hay que reconocerlo al cerrar los ojos
A mí no me gusta descubrir nuevos senderos
más bien me gusta que me descubran ellos a mí;
yo no busco senderos, los encuentro
como no buscaba ese cuerpo y también lo encontré;
Y así podría decir que si el sendero no me abandona siempre volveré a él, siempre será un descubrimiento para mí (hoy ha sido un olor intenso a otoño al terminar el segundo bosquecillo, el que lleva a las últimas llanuras justo antes de las Aguas Altas)
Como también podría decir porque ya no vivo en las grandes ciudades
que la geografía del sendero siempre estará ahí, cambiante, hermosa, sin fin
lo que me obliga a aprenderla cada día
y a saber que las estaciones hacen de las suyas
alteran orografías
como a veces se altera el alma de un hombre
cuando un cuerpo de mujer se diluye en sí
Mañana dejaré de nuevo el lago a mi derecha
subiré a ritmo las primeras cuestas
y borraré, en cuanto aparezca,
el boceto del mapa cuya geografía no alcancé a descubrir
me gusta hacer siempre el mismo sendero
Me han aconsejado otros, me han dicho:
Antes de tal sitio hay un paso y luego un paseo ancho con encinas
También he querido ir yo por otros senderos, una dehesa antigua por ejemplo
sólo que aunque hubiera vistas hermosas (el pantano a lo lejos, las montañas, el ocaso)
no me sentía a gusto sabiendo que a los lados hay cercas de alambre y espino
Es cierto que mi sendero también tiene muro a un lado pero es de piedra y en muchos lugares está derruido y puedo ver a las reses pastando y puedo oler su cuerpo y su hez y mi perro puede atravesarlo y también yo podría si quisiera sólo que no quiero porque yo amo el sendero que recorro cada día, amo su geografía, conocerla; sé que primero está la gran curva; luego sé dónde está el enebro y los últimos quejigos; sé la bajada empinada y la subida estrecha; sé el primer bosque y el riachuelo que transcurre por él tras el deshielo; y más, más lugares sé del sendero
Porque amo el conocimiento y sé que para saber un sendero hay que hacerlo miles y miles de veces
Como amo la geografía de su cuerpo y no sabeis cuánto echo de menos no haber tenido tiempo para terminar el mapa que estaba haciendo de él
Para conocer un sendero, digo, y luego poderlo dibujar hay que saberlo al cerrar los ojos
como para saber un cuerpo y luego poderlo amar hay que reconocerlo al cerrar los ojos
A mí no me gusta descubrir nuevos senderos
más bien me gusta que me descubran ellos a mí;
yo no busco senderos, los encuentro
como no buscaba ese cuerpo y también lo encontré;
Y así podría decir que si el sendero no me abandona siempre volveré a él, siempre será un descubrimiento para mí (hoy ha sido un olor intenso a otoño al terminar el segundo bosquecillo, el que lleva a las últimas llanuras justo antes de las Aguas Altas)
Como también podría decir porque ya no vivo en las grandes ciudades
que la geografía del sendero siempre estará ahí, cambiante, hermosa, sin fin
lo que me obliga a aprenderla cada día
y a saber que las estaciones hacen de las suyas
alteran orografías
como a veces se altera el alma de un hombre
cuando un cuerpo de mujer se diluye en sí
Mañana dejaré de nuevo el lago a mi derecha
subiré a ritmo las primeras cuestas
y borraré, en cuanto aparezca,
el boceto del mapa cuya geografía no alcancé a descubrir
1
Porque nací en las grandes ciudades tan sólo puedo acongojarme
cuando tiemblo al llegar la noche
y sé que no voy a poder dormir
No es el aliento del miedo
ni la espuma de los días;
no es la decrepitud de septiembre
cuya luz tiene el intenso olor de la higuera
sólo sé que no voy a poder dormir
Porque nací en las grandes ciudades
con ríos pequeños
me cuesta imaginar grandes navegaciones fluviales
con márgenes -aunque alejadas- a un lado... y al otro
Intento a a veces sonreír en la oscuridad
Intento recrear una vez que estuve acompañado
y también contar por contar los pasos que daré mañana en la montaña
y aún así y con todo sé
que esta noche no podré dormir
La ira desapareció ayer
quizá por eso
sé que no voy a poder dormir
2
ya no sé qué decir cuando veo
a Petra László poniendo la zancadilla
a un hombre con su hijo en brazos
que lleva huyendo del horror miles de kilómetros;
sé que esa fascista, su crueldad, el horror que me provoca lo que veo
también ayuda a que esta noche sepa que no podré dormir
porque imagino la de noches que ese hombre
habrá permanecido despierto para vigilar de los suyos
Y también me quita el sueño pensar lo que estará haciendo ahora esa malparida, húngara de nacionalidad, sea lo que sea húngara y nacionalidad
3
Porque nací en la grandes ciudades
puedo imaginar lo cotidiano de Petra László
y puedo suponer sus ideas
y puedo preguntarme el por qué
y puedo insultarla
y puedo intuir que seguro alguna vez la besaron con pasión y ella lloró
Y porque nací en las grandes ciudades
no me queda la más mínima gana de compadecerla
ni tan siquiera, ni aunque pudiera, acercarme a ella y hacerle ver que su vida y la vida de esas personas que vienen de muy lejos son tan parejas que no entiendo cómo no se dolió ella del golpe que les dio (al padre y al hijo y a la conciencia del mundo)
Incluso escondería los libros de Mafalda para que nunca descubra -y ésa sería su condena- lo hermosa que es la vida cuando se mira con la dulcísima ironía del amor
puedo imaginar lo cotidiano de Petra László
y puedo suponer sus ideas
y puedo preguntarme el por qué
y puedo insultarla
y puedo intuir que seguro alguna vez la besaron con pasión y ella lloró
Y porque nací en las grandes ciudades
no me queda la más mínima gana de compadecerla
ni tan siquiera, ni aunque pudiera, acercarme a ella y hacerle ver que su vida y la vida de esas personas que vienen de muy lejos son tan parejas que no entiendo cómo no se dolió ella del golpe que les dio (al padre y al hijo y a la conciencia del mundo)
Incluso escondería los libros de Mafalda para que nunca descubra -y ésa sería su condena- lo hermosa que es la vida cuando se mira con la dulcísima ironía del amor
Tú también, ¡oh, desgraciado! libaste del coño de la santa puta vida
y al hacerlo, descreído, emprendiste un camino que te llevó al infierno
Sabes la ternura y ansiedad de la jara
No desconoces el poder destructor de una canción
y cuando cierras la puerta con orquesta de vientos y soflamas de cartón
se vierte en tu oído la lefa del arcangel Gabriel que fue quien fecundó a la Virgen desvirgada por el oído (San Agustín dixit)
¡Oh, sí, malévolo, Diablo de hombre, Gran Pecador!
¿Por qué -te preguntas- elegiste el camino de la izquierda,
el que lleva inevitablemente al culo?
¿Por qué abandonaste la tribu
y ese errar como judío o como holandés
dejó en tu piel la señal inequívoca del goce
la cicatriz sempiterna del dolor?
Peregrino sin barbas de chivo
Peregrino buscador
Romero que nunca irá a Roma
caminante que nunca hizo camino
giróvago desnudo ante cualquier altar con figura divina
Ya la llave se desalienta
y la cerradura, impaciente en la espera, se oxida
Has de volver a casa, Peregrino,
No hay Odiseo que soporte tu deriva
ni Penelope que no esté hasta el coño de tu ausencia
Abandona la cueva
Desiste de beber la nieve
Deja de hacer florituras con el musgo
Acepta que la filosofía no es más (ni menos) que un género literario
Y baila, baila el tango cuya letra te retrata
Baílalo agarrado a la hembra que soporte tu pericia y tu torpeza
y maneja sus caderas como el marinero rudo crea el nudo en la maroma
Baila, Peregrino, que tus cojones se bamboleen liberados de la presión del slip
Baila y enloquece una noche más, una más, hasta vomitar esa bilis que deja la fatiga y el pasado
Baila mientras caminas por el bosque sagrado sobre las puntas de tus pies
-viejos pies calzados con las aladas sandalias del dios de los ladrones-
y cuando llores apoyado en el inquebrantable tronco del roble
añora el momento en que fuiste consciente de que vivir es peregrinar eternamente
y al hacerlo, descreído, emprendiste un camino que te llevó al infierno
Sabes la ternura y ansiedad de la jara
No desconoces el poder destructor de una canción
y cuando cierras la puerta con orquesta de vientos y soflamas de cartón
se vierte en tu oído la lefa del arcangel Gabriel que fue quien fecundó a la Virgen desvirgada por el oído (San Agustín dixit)
¡Oh, sí, malévolo, Diablo de hombre, Gran Pecador!
¿Por qué -te preguntas- elegiste el camino de la izquierda,
el que lleva inevitablemente al culo?
¿Por qué abandonaste la tribu
y ese errar como judío o como holandés
dejó en tu piel la señal inequívoca del goce
la cicatriz sempiterna del dolor?
Peregrino sin barbas de chivo
Peregrino buscador
Romero que nunca irá a Roma
caminante que nunca hizo camino
giróvago desnudo ante cualquier altar con figura divina
Ya la llave se desalienta
y la cerradura, impaciente en la espera, se oxida
Has de volver a casa, Peregrino,
No hay Odiseo que soporte tu deriva
ni Penelope que no esté hasta el coño de tu ausencia
Abandona la cueva
Desiste de beber la nieve
Deja de hacer florituras con el musgo
Acepta que la filosofía no es más (ni menos) que un género literario
Y baila, baila el tango cuya letra te retrata
Baílalo agarrado a la hembra que soporte tu pericia y tu torpeza
y maneja sus caderas como el marinero rudo crea el nudo en la maroma
Baila, Peregrino, que tus cojones se bamboleen liberados de la presión del slip
Baila y enloquece una noche más, una más, hasta vomitar esa bilis que deja la fatiga y el pasado
Baila mientras caminas por el bosque sagrado sobre las puntas de tus pies
-viejos pies calzados con las aladas sandalias del dios de los ladrones-
y cuando llores apoyado en el inquebrantable tronco del roble
añora el momento en que fuiste consciente de que vivir es peregrinar eternamente
No fue el vendaval ahora que estás perdida (ya alejándote. A veces me asusta lo consciente que eres de todos tus actos) ni las hojas que entraron a raudales por la puerta posterior de la casa; no fue el cielo que súbitamente perdió la luz ni la cadencia de unas gotas gruesas que empezaron a repiquetear sobre el empedrado; no fue bajar, quedarme desnudo, mirar en el espejo mi cuerpo de cuarenta y siete años y tomar la toalla, el bañador, el gorro de baño, las gafas y los tapones para los oídos mientras fuera la tormenta se había desatado y los rayos y los truenos hacían acto de presencia y lo llenaban todo con su clamor; no fue subir las escaleras con cierta ansiedad (sabes que desde hace meses esa ansiedad, ese pensamiento de no llegar, esa cadencia de la espada de Damocles en mi cuello, esa oscuridad en mi pecho, ese desdén me asolan hasta que tomo las riendas del agua y las surco) ni el ladrido del perro que esperaba fuera mi llegada; no fue tampoco imaginarte jadeando en casa de unos amigos ni la usura de un hombre que lo debe todo; así es que abrí la puerta trasera de la casa y el ruido y la furia de la tormenta me envolvieron en un abrazo tercio agua, tercio viento, tercio electricidad y dejándome llevar por fuerzas tan superiores a mí, llegué hasta el jardín, dejé la mochila en el porche, me desnudé y con las gafas y los tapones me encaminé a la piscina oscura como cueva, líquida como lava cuya superficie estaba cubierta de hojarasca y aún así no dudé y bajo la tormenta me sumergí en el agua y comencé a nadar; no fue porque era el último día ni porque al nacer en las grandes ciudades entiendo mejor los límites de un rectángulo que la línea de la orilla; no fue porque el cielo se hubiera vuelto receloso de la luz ni porque supiera que la luna llena se ocultaba tras los nubarrones; no fue porque supiera que tras el torrente de agua, ruido y electricidad escamparía y la luna llena se haría dueña -una vez más- de mi terror; no fue por la duda de si un rayo puede caer en el agua de una piscina y, paradoja, dejarme frito con su latigazo ni tampoco porque durante un instante pensara en ti junto al lago un día de invierno de hace dos años; no fue que comenzara a crawl y sintiera en mi espalda la lluvia ni porque al nadar mis brazos apartaran la hojarasca y tuviera más la sensación de nadar en un estanque con fondo de limo que en una piscina clorada cada tanto; ni tampoco fue -esto sólo lo intuyo- por el miedo que sentía en la niñez cuando las tormentas llegaban y el mar espumeante y amarillo se volvía loco y soez y aún así yo me metía en él y llegaba hasta donde ya no hacía pie y miraba las olas como se mira la mirada de un padre que no va a tener la más mínima duda en castigarte por una acción incorrecta; no fue porque alterara la rutina (es cierto, lo confieso, dejé de nadar las tandas de braza y las tandas de respiración agarrado al borde) y sin previo pensamiento, sin decisión tomada por algo, lo que fuera, un vértigo, una lanza, un recuerdo de la novela que estaba leyendo, comencé a nadar a espalda en mitad de una voragine que aun no se había calmado y así pude contemplar los rayos y cómo llegaban las gotas de lluvia a mi cara mientras nadaba largo a largo hacia ninguna parte.
Narrativa
Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/08/2015 a las 12:01 | {2}
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Cuentecillos
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones para antes de morir
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/09/2015 a las 21:31 | {0}