Marcelino Menéndez Pelayo. Editado por Biblioteca de Autores Cristianos. Dos tomos.
Tomo I España romana y visigoda. Periodo de la Reconquista. Erasmistas y protestantes.
Extractos del cap. 4 Artes mágicas y de adivinación.- Astrología, prácticas supersticiosas en los periodos romano y visigodo. Parte II: Prácticas supersticiosas de los aborígenes y alienígenas peninsulares. Vestigios conservados hasta nuestros días.
Antes de reproducir el extracto a que hace mención la entradilla, quisiera escribir algunas palabras sobre Marcelino Menéndez Pelayo y su Historia de los Heterodoxos Españoles.
Esta Historia... es un libro de juventud. Lo empezó a escribir a la edad de 24 años y lo terminó a los 26. La obra, en mi edición, tiene un total de 2.018 páginas y para no extenderme en una crítica propia que ya he hecho en algún otro lugar acerca del pensamiento ultraortodoxo de Menéndez Pelayo, valgan estas palabras de Emilio Castelar que publicó en el Día de Madrid el 21 de marzo de 1882, al poco de publicarse la obra: Los Heterodoxos han salido de la pluma de un historiador escolástico, absolutista e intolerante, de un ortodoxo neto que no sabe volar por los espacios con las alas de la libertad... pero el libro atesora una inmensa erudición; sus noticias no tienen número ni precio... el saber que revelan honrarían de seguro no a un mozo en sus floridos años, sino a una sociedad de benedictinos que se transmitiera en largos periodos de tiempo el vínculo secular de la ciencia.
Los Heterodoxos fueron para mí una de la lecturas más divertidas y, aparte de lo mucho que aprendí, me enseñó dos cosas más: a no confundir la ética con la estética de un creador y a apreciar el esfuerzo de un hombre por escribir con profundidad y honestidad sobre lo que más detesta.
Extractos:
Con ser España el país menos supersticioso de la tierra, pagó su tributo a la humanidad desde los días más remotos de su historia [...]
Comencemos por los vascones, cual lo requiere su mayor antigüedad y diferencia de raza. Ellos, y no los cántabros, tuvieron en la antigüedad fama grande de agoreros. Lampridio, en la vida de Alejandro Severo, atribuye a este emperador suma pericia en la orneoscopia o adivinación por el vuelo de las aves, tanto que se aventajaba a los vascones de España y a los pannonios. [...] en el siglo VI San Armando trabajó para extirparles el error de los augurios, y aún derribó en algunas partes ídolos, dicho sea con perdón de los que suponen a los vascongados monoteístas desde la más remota antigüedad [...]
Pasando ahora de la escualherria a los pueblos de raza céltica, hallamos en gradación descendente las supersticiones: pocas en Cantabria, más en Asturias, muchas en Galicia y Portugal. [...]
Existe en nuestra Montaña la creencia en brujas, pero cada día es menor. La bruja montañesa en nada difiere de las de otros tiempos y países, sobre todos de las vascongadas y riojanas del siglo XVII. Pero aquí conviene dejar la palabra al peregrino ingenio que en dos libros de oro ha descrito las costumbres de la región cántabra. "La bruja montañesa (dice mi buen amigo José María de Pereda) nos es la hechicera, ni la encantadora, ni la adivina; se cree también en estos tres fenómenos pero no se les odia; al contrario, se les respeta y se les consulta, porque, aunque también son familiares del demonio, con frecuencia son benéficas sus artes; dan salud a un enfermo, descubren tesoros ocultos y dicen dónde ha ido a parar una res extraviada o un bolsillo robado. La bruja no da más que disgustos: chupa la sangre a las jóvenes, muerde a sus aborrecidos por las noches, hace mal de ojo a los niños, da maldao a la embarazadas, atiza los incendios, provoca las tronadas, agosta las mieses y enciende la guerra en las familias. Que montada en una escoba va por los aires al aquelarre los sábados a medianoche es la leyenda aceptada por todas las brujas. Las de la Montaña tienen su punto de reunión en Cernécula, pueblo de la provincia de Burgos. Allí se juntan todas las congregadas, alrededor de un espino, bajo la presidencia del diablo en figura de macho cabrío. El vehículo de que se sirve para el viaje es también una escoba; la fuerza misteriosa que la empuja se compone de dos elementos: una untura negra como la pez, que guarda bajo las losas del llar de la cocina, y se da sobre las carnes, y unas palabras que dice después de darse la untura. La receta de ésta es el secreto infernal de la bruja; las palabras que pronuncia son las siguientes:
Sin Dios y sin Santa María
¡por la chimenea arriba!
Redúcese el congreso de Cernécula a mucho bailoteo alrededor del espino, a algunos excesos amorosos del presidente, que por cierto no le acreditan de persona de gusto y, sobre todo, a la exposición de necesidades, cuenta y razón de los hechos y consultas del conclave al cornudo dueño y señor... Si a un labrador se le suelta una noche el ganado en el establo y se acornea, es porque la bruja se ha metido entre las reses, por lo cual al día siguiente llena de cruces pintadas los pesebres; si un perro aúlla junto al cementerio, es la bruja que llama a la sepultura a cierta persona del barrio; si vuela una lechuza alrededor del campanario, es la bruja que va a sorber el aceite de la lámpara o a fulminar sobre el pueblo alguna maldición". [...]
La Cantabria se romanizó mucho, y aún hay indicios para sospechar que la primitiva población fue casi exterminada.
No tanto en Asturias, donde las supersticiones son más exóticas y lejanas del molde clásico, aunque bellas y características. Subsiste por descontado la creencia en brujas y en el mal de ojo, pero se conocen además los siguientes personajes, casi todos de origen céltico: los nuberos, rectores y agentes de las tronadas, que corresponden a los tempestarii de las Galias, citados por San Agobardo y por las Capitulares de Carlomagno; la hueste o buena xente, procesión nocturna de almas en pena, común a todos los pueblos del Norte; los moros encantados, que guardan tesoros, tradición asimismo germánica; el cuélebre o serpiente voladora, encargada de la misma custodia (este mito puede ser clásico y se asemeja al del dragón de Jolcos o al del huerto de las Hespérides); las xanas, ninfas de las fuentes, malignas y traidoras, que roban y encantan niños. Si yo fuera tan sistemático por la derivación clásica como los celtistas por la suya, asentaría de buen grado el parentesco de estas xanas con las ninfas que robaron al niño Hylas, Hylas puer, como se lee en la Argonáutica de Valerio Flaco y en otros poemas antiguos; pero no quiero abusar de las similitudes, y doy de barato a los partidarios de orígenes septentrionales la filiación de nuestras xanas de las ondinas de Germania y de cualquiera otra concepción fantástica que bien les pareciere.
Esta Historia... es un libro de juventud. Lo empezó a escribir a la edad de 24 años y lo terminó a los 26. La obra, en mi edición, tiene un total de 2.018 páginas y para no extenderme en una crítica propia que ya he hecho en algún otro lugar acerca del pensamiento ultraortodoxo de Menéndez Pelayo, valgan estas palabras de Emilio Castelar que publicó en el Día de Madrid el 21 de marzo de 1882, al poco de publicarse la obra: Los Heterodoxos han salido de la pluma de un historiador escolástico, absolutista e intolerante, de un ortodoxo neto que no sabe volar por los espacios con las alas de la libertad... pero el libro atesora una inmensa erudición; sus noticias no tienen número ni precio... el saber que revelan honrarían de seguro no a un mozo en sus floridos años, sino a una sociedad de benedictinos que se transmitiera en largos periodos de tiempo el vínculo secular de la ciencia.
Los Heterodoxos fueron para mí una de la lecturas más divertidas y, aparte de lo mucho que aprendí, me enseñó dos cosas más: a no confundir la ética con la estética de un creador y a apreciar el esfuerzo de un hombre por escribir con profundidad y honestidad sobre lo que más detesta.
Extractos:
Con ser España el país menos supersticioso de la tierra, pagó su tributo a la humanidad desde los días más remotos de su historia [...]
Comencemos por los vascones, cual lo requiere su mayor antigüedad y diferencia de raza. Ellos, y no los cántabros, tuvieron en la antigüedad fama grande de agoreros. Lampridio, en la vida de Alejandro Severo, atribuye a este emperador suma pericia en la orneoscopia o adivinación por el vuelo de las aves, tanto que se aventajaba a los vascones de España y a los pannonios. [...] en el siglo VI San Armando trabajó para extirparles el error de los augurios, y aún derribó en algunas partes ídolos, dicho sea con perdón de los que suponen a los vascongados monoteístas desde la más remota antigüedad [...]
Pasando ahora de la escualherria a los pueblos de raza céltica, hallamos en gradación descendente las supersticiones: pocas en Cantabria, más en Asturias, muchas en Galicia y Portugal. [...]
Existe en nuestra Montaña la creencia en brujas, pero cada día es menor. La bruja montañesa en nada difiere de las de otros tiempos y países, sobre todos de las vascongadas y riojanas del siglo XVII. Pero aquí conviene dejar la palabra al peregrino ingenio que en dos libros de oro ha descrito las costumbres de la región cántabra. "La bruja montañesa (dice mi buen amigo José María de Pereda) nos es la hechicera, ni la encantadora, ni la adivina; se cree también en estos tres fenómenos pero no se les odia; al contrario, se les respeta y se les consulta, porque, aunque también son familiares del demonio, con frecuencia son benéficas sus artes; dan salud a un enfermo, descubren tesoros ocultos y dicen dónde ha ido a parar una res extraviada o un bolsillo robado. La bruja no da más que disgustos: chupa la sangre a las jóvenes, muerde a sus aborrecidos por las noches, hace mal de ojo a los niños, da maldao a la embarazadas, atiza los incendios, provoca las tronadas, agosta las mieses y enciende la guerra en las familias. Que montada en una escoba va por los aires al aquelarre los sábados a medianoche es la leyenda aceptada por todas las brujas. Las de la Montaña tienen su punto de reunión en Cernécula, pueblo de la provincia de Burgos. Allí se juntan todas las congregadas, alrededor de un espino, bajo la presidencia del diablo en figura de macho cabrío. El vehículo de que se sirve para el viaje es también una escoba; la fuerza misteriosa que la empuja se compone de dos elementos: una untura negra como la pez, que guarda bajo las losas del llar de la cocina, y se da sobre las carnes, y unas palabras que dice después de darse la untura. La receta de ésta es el secreto infernal de la bruja; las palabras que pronuncia son las siguientes:
Sin Dios y sin Santa María
¡por la chimenea arriba!
Redúcese el congreso de Cernécula a mucho bailoteo alrededor del espino, a algunos excesos amorosos del presidente, que por cierto no le acreditan de persona de gusto y, sobre todo, a la exposición de necesidades, cuenta y razón de los hechos y consultas del conclave al cornudo dueño y señor... Si a un labrador se le suelta una noche el ganado en el establo y se acornea, es porque la bruja se ha metido entre las reses, por lo cual al día siguiente llena de cruces pintadas los pesebres; si un perro aúlla junto al cementerio, es la bruja que llama a la sepultura a cierta persona del barrio; si vuela una lechuza alrededor del campanario, es la bruja que va a sorber el aceite de la lámpara o a fulminar sobre el pueblo alguna maldición". [...]
La Cantabria se romanizó mucho, y aún hay indicios para sospechar que la primitiva población fue casi exterminada.
No tanto en Asturias, donde las supersticiones son más exóticas y lejanas del molde clásico, aunque bellas y características. Subsiste por descontado la creencia en brujas y en el mal de ojo, pero se conocen además los siguientes personajes, casi todos de origen céltico: los nuberos, rectores y agentes de las tronadas, que corresponden a los tempestarii de las Galias, citados por San Agobardo y por las Capitulares de Carlomagno; la hueste o buena xente, procesión nocturna de almas en pena, común a todos los pueblos del Norte; los moros encantados, que guardan tesoros, tradición asimismo germánica; el cuélebre o serpiente voladora, encargada de la misma custodia (este mito puede ser clásico y se asemeja al del dragón de Jolcos o al del huerto de las Hespérides); las xanas, ninfas de las fuentes, malignas y traidoras, que roban y encantan niños. Si yo fuera tan sistemático por la derivación clásica como los celtistas por la suya, asentaría de buen grado el parentesco de estas xanas con las ninfas que robaron al niño Hylas, Hylas puer, como se lee en la Argonáutica de Valerio Flaco y en otros poemas antiguos; pero no quiero abusar de las similitudes, y doy de barato a los partidarios de orígenes septentrionales la filiación de nuestras xanas de las ondinas de Germania y de cualquiera otra concepción fantástica que bien les pareciere.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/01/2011 a las 19:21 | {0}