Había descubierto por la luz la llegada de la tormenta
Se le ocurrió la forma de escribir una entrada
Supo diferenciar varios tonos de verde muy cercanos entre sí
Se maravilló de las curvas de un sendero
Aceptó con llaneza un paraguas
Se alimentó de una esperanza secreta
Dijo, a quien pudiera escucharle, que iba a disfrutar la estancia
Entendió ¿para siempre? la diferencia entre responsabilidad y culpa
La tormenta se anunció a lo lejos. Corrieron rápidas las nubes. Cayó el aguacero sobre ellos. Llegaron a casa justo a tiempo
La marcha será larga
Habrá nuevos páramos cubiertos por la niebla y la escarcha
Le temblarán las piernas. Probablemente dé el paso. Nadie se inmiscuirá
Pasó la tarde
Creyó en sí mismo
Podía respirar
Se bastaba
Zaratustra, pobre y perseguido, profetizó la llegada de un nuevo hombre y un dios nuevo. Profetizaba el buen -y colérico- profeta por tierras de la Mesopotamia y allí fue donde lo halló la mujer que me contó esta historia, una historia, por cierto, tan corta como la vida. Me dijo la mujer: era tan sucio y tan pobre que cuando exclamó que crearía los países para destruir al hombre viejo, todos los allí congregados nos reímos. Al poco supimos que su idea empezaba a extenderse hacia el este y el oeste, hacia el sur y hacia el norte y allá donde llegaba y allá donde se formaba eso llamado país, de inmediato se producían matanzas. Así es que ni corta ni perezosa me volví a donde él estaba: una cueva miserable en mitad de la nada y allí, mientras dormía, le rebané el pescuezo por haber tenido tan nefasto pensamiento. Desde entonces Zaratustra soy yo.
Ante la nueva Zaratustra me arrodillé y rogué bendición. Ella rió y me la dio.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/10/2022 a las 18:01 | {0}Los padres, antes de irse al mercado, le habían ordenado a la hija que no se acercara al brocal del pozo. La hija, muchacha de quince años de rostro angelical, humilló la cabeza y les prometió obedecer y estar tan solo atenta al borboteo del guiso. Marcharon los padres. Quedose sola la niña y pasado un rato, el que ella creyó conveniente, se quitó el mandil, se calzó los zapatos carmesíes, se miró en un pedazo de azogue, salió a la mañana que era de primavera y se encaminó hacia el pozo donde le esperaba -eso creía ella- un mozo de la aldea cercana al que había conocido días atrás.
Llega la muchacha al pozo. Cerca de éste se alza la copa inmensa de un abedul centenario; escondido tras el tronco un diablo cojo espera y cuando ve a la muchacha apoyarse sin temor en el brocal se transfigura en el hermoso mancebo y sale a su encuentro. ¡Echan fuego los ojos de la muchacha al verle! ¡Cómo quisiera que esos dientes mordieran sus labios y esos brazos la abrazaran largamente! Y justo en ese largo abrazo está pensado cuando el diablo se lanza contra ella y le susurra -en chirrido de voz espantoso- Yo te abrazaré eternamente y haciéndolo se tira con ella al pozo de cabeza.
Canta la mañana en el cielo mientras que las aguas del pozo, como si hirvieran, burbujean.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/10/2022 a las 17:57 | {0}Hubo ayer un momento en el que dejó de existir (dejó de existir ese momento, ese tiempo) y se convirtió, por lo mismo, en eterno.
Eternamente se quedó congelado el instante en el que un hombre se apoyó en una pared y rogó que alguien lo matara, que lo matara alguien porque él no era capaz de suicidarse porque temía el dolor y -seguramente- porque atentaba contra su sistema de creencias.
Estaba ese hombre solo.
Se sentía ese hombre abandonado.
El clima además no acompañaba y la soledad no siempre es una buena compañía.
Ese hombre -podría perfectamente el narrador estar describiendo a una mujer- quería morir porque por primera vez fue consciente de que siempre había sido pobre, de que había sido pobre en todo y la pobreza mantenida en el tiempo lleva a la miseria y el que vive en la miseria es un miserable.
Ese hombre (o a la mujer si se quiere) no podía vivir con la idea de ser un miserable.
Para la eternidad quede su ruego de que lo mataran.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/10/2022 a las 11:58 | {0}La vieja que atraviesa el camino se encuentra con un joven que apenas sí empieza a vivir. Ella le da los buenos días y al hacerlo refleja en su rostro un mohín de cuando era, físicamente, también joven.
Porque ocurre en los viejos un hecho que los jóvenes no pueden entender y es lo siguiente: la mente de los viejos no suele ser tan vieja como los cuerpos que la albergan. Por eso muchos viejos se extrañan que se los trate de viejos y muchas viejas se sienten atractivas, de ahí esos gestos coquetos en muchas de ellas. Podríamos decir que si la mente pudiera traslucir su lozanía en algún rasgo del físico de los viejos, muchos seguirían siendo atractivos.
Quizá por eso Naturaleza se esfuerza en disimular esa juventud mental porque lo que Ella necesita es células reproductoras jóvenes e inexpertas que no sepan o incluso disfruten del lugar en el que viven y no células reproductoras que ya conocen el mundo y alertarían en exceso al feto de lo que está por venir con el consiguiente aumento de los abortos espontáneos.
El joven apenas mira y gruñe un saludo a la vieja que pasa. A quién él espera es a una muchacha que ni le mira. Pero ya le mirará, ya…
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/10/2022 a las 14:18 | {0}
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Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/10/2022 a las 20:13 | {0}