Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Lecturas del Domingo
En el número de febrero de este año, la revista Investigación y Ciencia publica dos artículos muy curiosos (imagino que los científicos y los técnicos disfrutarán mucho con esta revista. Yo la vengo comprando desde hace unos seis años. Desde siempre he tenido un interés no sé si por la ciencia o científico. Me llama la atención la medicina, la física, la química, las matemáticas, la cosmología. Y siempre he tenido una gran dificultad para entenderlas. De hecho cuando empecé a leer esta revista me resultaba como si estuviera leyendo sanscrito la mayoría de las veces. Yendo a lecturas más sencillas fui entendiendo los entresijos de alguna de las materias. Y aún hoy siempre que termino un artículo me pregunto si realmente habré entendido lo leído. Por ejemplo en uno de los artículos de los que quiero hablar, El largo brazo de la segunda ley, que trata sobre el desarrollo de una teoría termodinámica del no equilibrio ya que toda la teoría termodinámica actual está basada en modelos en equilibrio, el texto termina de la siguiente forma: En resumen, mis colegas y yo hemos mostrado que la transición del orden al caos, lejos de contradecir la segunda ley, se ajusta a una concepción más amplia de la termodinámica. Pues bien yo creo que hay un error de transcripción y que en realidad debería estar escrito lo siguiente: En resumen mis colegas y yo hemos mostrado que la transición del caos al orden, lejos de contradecir la segunda ley etc...) uno de ellos se llama Sigue la busca de una vacuna, está escrito por David I. Watkins y trata sobre la dificultad para encontrar una vacuna para el VIH. El doctor Watkins investiga los mecanismos biológicos de la inmunidad. En su artículo describe la forma de ataque del VIH y la forma de defensa del cuerpo. Toda esta lucha que se da dentro del cuerpo se dirime entre unas sustancias alucinantes, pura química que lucha contra otra química, y esa lucha entre estas químicas, esa lucha donde los virus se replican a una velocidad pasmosa y mutan en cada replicación de tal forma que confunden a las células T asesinas, todo eso si alejáramos la cámara del lugar de la batalla -una zona del páncreas por ejemplo- y saliéramos de él y atravesáramos el tejido epitelial y nos alejáramos aún más hasta ver el cuerpo entero del huésped, se estaría desarrollando en, por ejemplo, ese hombre que camina por la calle y siente de repente un ligero escalofrío. Somos un universo ignorante de sí mismo. Este tipo de artículos al llegar al primerísimo plano de un ser humano que sería la contemplación de las sustancias químicas que navegan por el cuerpo, lo desnudan hasta tal punto de trascendencia que me llego a sentir el trailer que transporta la mercancía, donde lo realmente importante no es el trailer sino la mercancía.
El segundo artículo versa sobre la Segunda Ley de la Termodinámica. Su autor, J. Miguel Rubí, catedrático de la Universidad de Barcelona, especialista en la termodinámica del no equilibrio y en los procesos estocásticos, escribe: Los esfuerzos por desarrollar una tal teoría (la del no equilibrio) empezaron con el concepto de equilibrio local. Se comprendió que, aunque un sistema puede no estar en equilibrio globalmente, las pequeñas porciones en que podamos dividirlo sí pueden estarlo (...) Hemos demostrado que muchos de los problemas de teorías anteriores desaparecen con un cambio de perspectiva. La idea principal: la percepción de lo abrupto depende de la escala de tiempo con que se observen los procesos. Y en ese momento me da la impresión de que -en vez de estar leyendo un artículo sobre la física de los fluidos- estoy leyendo una meditación de Marco Aurelio.

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/02/2009 a las 19:13 | Comentarios {0}


Aunque no la he podido oler siento en el vuelo de los petirrojos la primavera. Ese trajín que se traen por debajo de las tejas, ese revoloteo por las ramas de la encina. También el sol y su luz de esta mañana sobre el muro del jardín como ha ocurrido también en el jardín de Raquel y Raúl.
El trayecto se va haciendo. Escucho palabras muy hermosas, aliento en mi ánimo. No todo es pesar. Ni mucho menos.
El amor, la concordia, la llama, la visión, el sueño, la lectura, la escucha, la mano, el pelo suave, el gruñido, el lamido, la carrera, el agua, el aire, el color, la sirena de un barco, el faro, la silueta de una cordillera, la atención de la niña, la pelota, el renuevo, el higo, la ensalada, el chopo, el olmo, el poema.
Es sábado de febrero.
Escucho un violín que se asienta al final de su frase en un violonchelo.
Trasiega el humo por la mesa.
La voz está siempre a la espera. El viento nos ha dado una tregua y hay un silencio de descanso como el que se produce a las cuatro de la tarde en los días de verano.
Enhorabuena.

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/02/2009 a las 13:55 | Comentarios {0}


Apócrifo atribuido a Mislava Gordúnov



La mañana transcurrió aburrida, hasta el movimiento de los pasantes despedía un tufo a vida perdida que insuflaba vida a Leo Mariner. A lo largo de la mañana despachó los asuntos más tediosos del mundo notarial: la disolución de una sociedad mercantil, un contrato por razón de matrimonio, una protesta de documentos de giro. Justo antes de comer el secretario del notario, Fermín Pérez, anunció a la señora Fátima van der Kloer. Ya el apellido molestó al notario porque se salía de lo normal y de alguna forma rompía la perfección de un día de trabajo absolutamente insustancial. Con desprecio en el gesto hizo pasar a la señora. Cuando entró, Leo Mariner ni siquiera levantó la vista de unos documentos que no estaba leyendo. Tan sólo dijo, Siéntese, por favor.
Fátima van der Kloer se sentó y en silencio esperó hasta que el notario se dignó cerrar la carpeta de los documentos.
- Perdone, ¿usted dirá?
- Quisiera que diera usted fe de mis últimas voluntades.
- Muy bien, ¿las tiene consigo?
- Claro. Tenga usted.
Y Fátima le entregó una dossier. Leo Mariner, aburrido de nuevo, abrió el dossier con la profesionalidad que le caracterizaba y empezó a leer las últimas voluntades de Fátima van der Kloer. Y por primera vez en 31 años el gesto de Leo Mariner se alteró y por su cuerpo corrió un atisbo de esperanza, una solución a su deseo de llegar al año 2222. Aunque lo intentó no pudo disimular su agitación y, olvidándose absolutamente de su condición de notario, alzó la vista del documento y miró a Fátima.
- ¿Esto es posible?
- ¿Cómo?
- Usted dice que en el momento de su muerte quiere ser crionizada y que su ADN mitocondrial sea vitrificado.
- En efecto.
- Me lo podría explicar, como podrá usted comprender no puedo dar fe de algo que no entiendo.
- Bueno tampoco yo soy una experta pero, ¿de verdad nunca ha oído usted hablar de la crionización?
Leo Mariner se la quedó mirando sin contestar.
- Bueno es una técnica de, cómo se lo diría, de congelación. En el momento en que muera antes de que mis células pierdan todo su potencial de vida se me congelará y esperaré a que la técnica de descrionización esté lo suficientemente desarrollada para volver a la vida.
- Y la vitrificación del ADN mitocondrial ¿qué es?.
- Mire, vamos a hacer una cosa, le voy a dar la dirección de los laboratorios donde se realizará mi crionización y allí se lo explicarán todo.
- Como comprenderá antes de dar fe debo estar enterado de todo el proceso.
- Le doy un par de días si no me iré a otro notario. No me queda mucho tiempo.
- Muy bien, señora van der Kloer, entonces nos vemos pasado mañana a las doce. Si no le importa comuníqueselo a mi secretario.
El corazón de Leo Mariner se salía de su pecho cuando se quedó solo en el despacho. Por primera vez en su vida vislumbraba la posibilidad real de estar vivo en el año 2222.

Cuento

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/02/2009 a las 10:27 | Comentarios {0}


Apócrifo atribuido a Mislava Gordúnov



La mañana del 21 de febrero de 2009 -213 años antes del año deseado- Leo Mariner salió a la calle camino de su notaría. Le agradaba aquel invierno por lo duro que estaba siendo, la cantidad de aburrimiento que se veía en las caras de la gente, lo tristes que se adivinaban las ciudades, lo sordos que eran los sonidos. Todo ese cúmulo de tedios alargaba su vida, estaba convencido de ello, sólo que no sabía cuánto y en todo caso no sería suficiente para llegar al 2222.
Iba conduciendo mientras fuera caía una lluvia densa y un viento racheado hacía que de improviso la lluvia golpease en los rostros de los transeúntes. Pero aquella imagen no alargaría su vida hasta el 2222.
Aparcaba y corría hasta el portal.
En el ascensor alguien le deseaba buen día.
En su despacho todos sus empleados se afanaban en su labor. Ninguno de ellos llegaría al año 2222.

Cuento

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/02/2009 a las 18:41 | Comentarios {0}


Apócrifo atribuido a Mislava Gordúnov



Ese era el número, ese era el año: 2222. Sin embargo él nació en octubre de 1968 y cuando fue consciente de que era imposible que llegase al año 2222, -a los siete años, cuando tuvo noción del tiempo y lo que un año significaba-, desde ese instante, Leo Mariner tuvo angustia existencial. Le era imposible quitársela de encima, era una segunda piel que se había adherido a la suya propia y le había aislado de la posibilidad de disfrutar la vida porque para él -como es menester para todos los angustiados existencialmente- cada minuto vivido era un minuto muerto más que le acercaba a la muerte absoluta. A los once años Leo descubrió un método para que el tiempo -en todo semejante al chicle- se alargara: el aburrimiento y entre los once años y los treinta y siete Leo Mariner se aburrió como una ostra, todo el mundo que le veía, todo aquél que lo clasificara lo primero que decía de él era, Es el tipo más aburrido que he conocido en mi vida. Para acentuar el aburrimiento estudió lo más pesado para él -en su caso el derecho y luego las oposiciones a notario- por supuesto sacó la carrera cum laude y fue el primero en las oposiciones. Se casó con una mujer monótona y aburrida como él y tuvieron dos hijos hasta que él, (en secreto y lleno de terror porque aquella aventura aceleró su tiempo de vida de una forma tremenda) se hizo la vasectomía y dejó de fornicar con su mujer apelando a una extrañas razones religiosas en las cuales, por cierto, jamás creyó. La férrea moral calvinista le venía muy bien para el aburrimiento y así se hizo calvinista y su mujer también comulgó con semejante rueda de molino pues ella era una castellana antigua amante de las tradiciones y de las esculturas en los templos y las pinturas de los mártires.
Jamás Leo Mariner le había hablado a su mujer, de la cual diremos el nombre, Amelia, de su anhelo de vivir el año 2222. Era un anhelo tan ridículo para un hombre tan aburrido como él. Se imaginaba que Amelia caería desmayada si algún día, él, en un momento de debilidad, le dijera, Amelia tengo un anhelo: quisiera vivir el año 2222. Incluso ella, con todas la razón, podría pedir el divorcio y ese hecho: el irse de casa, la nueva rutina, las visitas periódicas a los niños, introduciría en su vida tal variabilidad que aceleraría su tiempo hasta límites que él no estaba dispuesto a soportar. Sólo algunas noches, según le dijo ella sin poner énfasis alguno, en sus sueños deletreaba el número y salivaba al hacerlo, como si aquel número, en su sueño, fuera un pastelillo de marisco coronado de huevo liado -lo único que Leo no había podido dejar de gustar-. El placer de convivir con Amalia residía en la seguridad de que tras la frase dicha no iba a venir la consecuente pregunta, ¿Y por qué dices así el número 2222? No, Amalia callaba, se levantaba y arrastrando las zapatillas se iba hasta la cocina para preparar la infusión de las seis.
Detestaba a sus hijos porque estaban más cerca de su meta. La mayor, Adela, había nacido en 1992 y el pequeño, Cristobal, al año siguiente. En algún lugar había leído que quizá la generación de la última década del siglo XX pudiera vivir hasta doscientos cincuenta años y eso le llagaba el corazón y le provocaba un odio en nada larvado hacia sus hijos. Un odio que se tradujo en una forma de autoridad en todo parecida a las rígidas normas morales calvinistas.

Cuento

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/02/2009 a las 17:50 | Comentarios {0}


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