The atrocity exhibition
Sobre las AMPLIAS avenidas, en los SOporTAles, mirando a través de las MIRILLAS, solos y acompañados y odiados y amados hasta la SACIEDAD. Así os veo.
No me queda ni un gramo de hipocresía; se la fue llevando la corriente de la vida y me dejó desnudo ante TI, que no me reconoces, que no me pones cara y apenas sabes lo que puedes alcanzar.
SEguiré ese sendero.
Me abriré las VENAS si es preciso ponerse melodramático y acudiré a todas las bEStias para que abreven por mí en las horas del máximo calor.
Sé que hay escorpiones, terribles disenterías, almohadones y refugios en lo alto de muchas montañas; sé que el escalpelo no hacer honor a su utilidad y que la compresa acoge la vaciedad del nido; sé que nos predisponemos y que la anchura no es más medida que el ansia o el goce; sé que me estás esperando; sé que hueles el vino bueno y que alardeaste ayer de haberte subido a la chepa de Pico della Mirandola; sé que no ha escupido jamás; sé que jamás es un adverbio bien frívolo y que la yunta humilla al buey y que los barcos zarpan en este instante; lo sé. No hace falta que lo repitas.
Sin embargo, justo ahora, he escuchado la puerta exterior cerrándose. Su sonido tiene algo de prisión yankee. Su color remeda los clásicos y queda en el aire, flotando, el aroma de la bergamota con su esencia de ojiva y su color de astro.
Estamos así: TU y YO, asidos por estas palabras, amartelados si quieres, a la espera de la espera, sin conseguir ese afán redentor, ese agua bautismal, esa cerrazón de JUan, ese paso por las aguas abiertas del Jordán.
Estamos sucumbidos y sé que tú añoras el ósculo suave de los poetas recientes, los que acaban de salir del horno, los que quieren deslumbrar al mismo Apolo -¡Oh, benditos míos!- con sus hojas de laurel transgénicamente tratado.
vaMOS preparando las armas. Soplemos ya esas velas. Desandemos lo que aún no hemos caminado para evitarnos la fatiga de darnos cuenta demasiado tarde de que la cuesta no acaba nunca. Desnúdate, amada. Muéstrame tu pecho. Quiero que te embebas de la fortaleza de mi polla y quedarme suspendido yo de la espesura de tus flujos y la concavidad de tus entrañas. Muérdeme el cuello para que pueda morderte el alma. Arráncame la piel para ser serpiente. Yo voy a HACERTE unos bellos lazos y un bacalao al pil-pil en este amanecer un tanto hosco con respecto a nuestras actitudes y posturas.
No, no fabularé, lo juro por estos abrazos que nos están aguardando tras la esquina; lo juro por mi MADRE a quien tanto quiero y que con tanta constancia se ganó mi rabia. Ten paciencia conmigo, le dijo El Príncipe de las Mareas; juro que no fabularé sobre las ancas de las ranas ni haré un elogio de los días de este trimestre, ni derramaré sobre vos la escarcha que se mantiene intacta tras el penúltimo aluvión; y si cumplo, ¡oh, encendida atea! abróchame fuerte el cinturón, corta mi respiración de ahora, entona el canto que nunca quisiste enseñarme, alaRDEa si quieres de tu dominio sobre mí.
Yo desisto de quedarme dormido a su hora y también de conseguir objetivo alguno; de hecho, desisto de los objetivos y de las horas correctas.
No fabularé.
No me queda ni un gramo de hipocresía; se la fue llevando la corriente de la vida y me dejó desnudo ante TI, que no me reconoces, que no me pones cara y apenas sabes lo que puedes alcanzar.
SEguiré ese sendero.
Me abriré las VENAS si es preciso ponerse melodramático y acudiré a todas las bEStias para que abreven por mí en las horas del máximo calor.
Sé que hay escorpiones, terribles disenterías, almohadones y refugios en lo alto de muchas montañas; sé que el escalpelo no hacer honor a su utilidad y que la compresa acoge la vaciedad del nido; sé que nos predisponemos y que la anchura no es más medida que el ansia o el goce; sé que me estás esperando; sé que hueles el vino bueno y que alardeaste ayer de haberte subido a la chepa de Pico della Mirandola; sé que no ha escupido jamás; sé que jamás es un adverbio bien frívolo y que la yunta humilla al buey y que los barcos zarpan en este instante; lo sé. No hace falta que lo repitas.
Sin embargo, justo ahora, he escuchado la puerta exterior cerrándose. Su sonido tiene algo de prisión yankee. Su color remeda los clásicos y queda en el aire, flotando, el aroma de la bergamota con su esencia de ojiva y su color de astro.
Estamos así: TU y YO, asidos por estas palabras, amartelados si quieres, a la espera de la espera, sin conseguir ese afán redentor, ese agua bautismal, esa cerrazón de JUan, ese paso por las aguas abiertas del Jordán.
Estamos sucumbidos y sé que tú añoras el ósculo suave de los poetas recientes, los que acaban de salir del horno, los que quieren deslumbrar al mismo Apolo -¡Oh, benditos míos!- con sus hojas de laurel transgénicamente tratado.
vaMOS preparando las armas. Soplemos ya esas velas. Desandemos lo que aún no hemos caminado para evitarnos la fatiga de darnos cuenta demasiado tarde de que la cuesta no acaba nunca. Desnúdate, amada. Muéstrame tu pecho. Quiero que te embebas de la fortaleza de mi polla y quedarme suspendido yo de la espesura de tus flujos y la concavidad de tus entrañas. Muérdeme el cuello para que pueda morderte el alma. Arráncame la piel para ser serpiente. Yo voy a HACERTE unos bellos lazos y un bacalao al pil-pil en este amanecer un tanto hosco con respecto a nuestras actitudes y posturas.
No, no fabularé, lo juro por estos abrazos que nos están aguardando tras la esquina; lo juro por mi MADRE a quien tanto quiero y que con tanta constancia se ganó mi rabia. Ten paciencia conmigo, le dijo El Príncipe de las Mareas; juro que no fabularé sobre las ancas de las ranas ni haré un elogio de los días de este trimestre, ni derramaré sobre vos la escarcha que se mantiene intacta tras el penúltimo aluvión; y si cumplo, ¡oh, encendida atea! abróchame fuerte el cinturón, corta mi respiración de ahora, entona el canto que nunca quisiste enseñarme, alaRDEa si quieres de tu dominio sobre mí.
Yo desisto de quedarme dormido a su hora y también de conseguir objetivo alguno; de hecho, desisto de los objetivos y de las horas correctas.
No fabularé.
Iremos con las manos juntas. Por las grandes avenidas con la sonrisa de un Triunfo que no se sustanció.
No escucharemos la voces que nos digan que Jesús jamás creyó en Jesucristo. Ni la palabra cristología anidará en nuestro pensamiento católico.
No aceptaremos que Jesús fue un judío y que para los judíos profetizó. Ni vamos a plantearnos seriamente cómo surgió la Iglesia. Ni cuál ha sido la historia criminal del cristianismo.
Alegres cánticos.
Loas a Dios.
Baile por la noche.
Algún tocamiento (y algo más, prudentemente confesado antes de coger el vuelo de las seis).
No nos hace falta peregrinar a Mogadiscio. Madrid es mejor ciudad para disfrutar de Dios.
Somos la juventud limpia. Somos la juventud sana. Los ateos viven probremente su miserables vidas con el terrible peso de querer ser dueños de sus actos. Responsables de sus pecados.
Nosotros somos en Dios. Dios es nuestro destino. Sólo él sabe.
No es necesario que leamos las Sagradas Escrituras porque nuestros exégetas lo hacen por nosotros y sus sabios comentarios clarifican los pasajes oscuros inspirados por Dios a los obedientes redactores de sus divinas palabras.
No sabemos quiénes son los moabitas ni por qué Rut tiene su libro.
No podemos enumerar de corrido los títulos de la Biblia de los Setenta.
No sabemos muy bien qué es eso de la Biblia de los Setenta.
Pero vamos por las calles sonriendo a diestro y siniestro y rogamos al Señor por los asquerosos laicos que quieren fastidiarnos nuestra toma de la ciudad de Madrid; que quieren aguar el vino santo de la presencia de nuestro Padre máximo, el alemán que habla en italiano y español porque tiene el don de lenguas.
Expandiremos durante esta semana de vacaciones religiosas, la fe en la vida cueste lo que cueste; denunciaremos el grave pecado de morir cuando uno lo decida sin dolor y sin agonía; la peste de la homosexualidad que como regalo de Satán enturbia la consagración del sexo como fuente de creación de nuevos siervos del Señor; la lascivia de los hombres y mujeres que como bestias se entregan al frenesí del placer sin culpa. Y con cánticos animados por un cura de color y varias monjitas asiáticas, elevaremos las preces para que el mundo vuelva a su senda de rigor y culpa.
Nosotros te rogamos, Benedicto XVI, que sigas organizando desde la Agencia de Viajes El Vaticano estos encuentros tan baratos, de donde brota el germen decisivo del paso de Jesús por esta tierra abrasada por herejes e ilustrados. Y te rogamos que nunca más se den esas dos revoluciones (la ilustración y el 68) que se generaron en la Hija Mayor de la Iglesia, Francia, convertida desde entonces en la Puta de Absalón.
Nuestra agenda de hoy es apretada. Tenemos misas. Encuentro con el Santo Padre. Comida. Procesión. Madrid es nuestra y los madrileños se muestran orgullosos de ver caminar por sus calles a esta juventud que formamos, toda alegría y buen rollo en Cristo Nuestro Señor.
Amén.
No escucharemos la voces que nos digan que Jesús jamás creyó en Jesucristo. Ni la palabra cristología anidará en nuestro pensamiento católico.
No aceptaremos que Jesús fue un judío y que para los judíos profetizó. Ni vamos a plantearnos seriamente cómo surgió la Iglesia. Ni cuál ha sido la historia criminal del cristianismo.
Alegres cánticos.
Loas a Dios.
Baile por la noche.
Algún tocamiento (y algo más, prudentemente confesado antes de coger el vuelo de las seis).
No nos hace falta peregrinar a Mogadiscio. Madrid es mejor ciudad para disfrutar de Dios.
Somos la juventud limpia. Somos la juventud sana. Los ateos viven probremente su miserables vidas con el terrible peso de querer ser dueños de sus actos. Responsables de sus pecados.
Nosotros somos en Dios. Dios es nuestro destino. Sólo él sabe.
No es necesario que leamos las Sagradas Escrituras porque nuestros exégetas lo hacen por nosotros y sus sabios comentarios clarifican los pasajes oscuros inspirados por Dios a los obedientes redactores de sus divinas palabras.
No sabemos quiénes son los moabitas ni por qué Rut tiene su libro.
No podemos enumerar de corrido los títulos de la Biblia de los Setenta.
No sabemos muy bien qué es eso de la Biblia de los Setenta.
Pero vamos por las calles sonriendo a diestro y siniestro y rogamos al Señor por los asquerosos laicos que quieren fastidiarnos nuestra toma de la ciudad de Madrid; que quieren aguar el vino santo de la presencia de nuestro Padre máximo, el alemán que habla en italiano y español porque tiene el don de lenguas.
Expandiremos durante esta semana de vacaciones religiosas, la fe en la vida cueste lo que cueste; denunciaremos el grave pecado de morir cuando uno lo decida sin dolor y sin agonía; la peste de la homosexualidad que como regalo de Satán enturbia la consagración del sexo como fuente de creación de nuevos siervos del Señor; la lascivia de los hombres y mujeres que como bestias se entregan al frenesí del placer sin culpa. Y con cánticos animados por un cura de color y varias monjitas asiáticas, elevaremos las preces para que el mundo vuelva a su senda de rigor y culpa.
Nosotros te rogamos, Benedicto XVI, que sigas organizando desde la Agencia de Viajes El Vaticano estos encuentros tan baratos, de donde brota el germen decisivo del paso de Jesús por esta tierra abrasada por herejes e ilustrados. Y te rogamos que nunca más se den esas dos revoluciones (la ilustración y el 68) que se generaron en la Hija Mayor de la Iglesia, Francia, convertida desde entonces en la Puta de Absalón.
Nuestra agenda de hoy es apretada. Tenemos misas. Encuentro con el Santo Padre. Comida. Procesión. Madrid es nuestra y los madrileños se muestran orgullosos de ver caminar por sus calles a esta juventud que formamos, toda alegría y buen rollo en Cristo Nuestro Señor.
Amén.
Diario de Milos Amós tras su descenso de la montaña
.... sin entrañas.
Novena hora
No siento la vejez. Y tengo ideas que suenan íntimamente.
El calor ha llegado.
Y también una tempestad de sonrisas y mensajes,
Un disturbio de cruces y tiaras y murmullos que crecen hasta llegar a lo alto de un mástil.
Quiero decirlo así.
Como el ruido de selva, ése que provoca una reacción en los músculos de las orejas y las tensan.
Tengo y no me apena el ruido de lo que ya vi antes. La rueda que ha vuelto a su posición inicial. O una pausa sin nada. Sin daño.
No quiero avisar. No quiero venderme. No quiero ser comprado. Y sin embargo acudo a un mercado antiguo como la mística o las ferias de ganado.
He visto la mañana envuelta en la azulidad de agosto. Esa característica he visto al abrir los ojos. No espero más. Hasta deseo que la legaña sea bienvenida. La composición atómica de la legaña quiero decir. Rotos los límites. Descompuestos los contornos que forman la forma. Fundidos en una misma toma, en un tono igual, melismáticos.
Entran y salen de la Hamburguesa Feliz felices de su Babel. Con una mochila. Con una cruz. Con un distintivo que marque la pertenencia. Con ese afán redentor, me digo mientras le sirvo una doble de queso a un muchacho mestizo con gesto de haber visto a Dios en el kétchup. Cosas así. Me digo. Y cuando veo el gesto de la mujer que me comparó con Andreas Kartak, allá en la puerta de entrada, decidiendo si entrar o no (ahora se escucha un canto a su señor Jesucristo: Como el ciervo al agua va/ vamos hacia ti, Señor,/ pues de ti tenemos sed/ fuente del eterno amor). La mujer me mira. Yo apartó la mirada y me avergüenza algo que pasó no sé cuándo.
Silba el viento.
El recuerdo con la fritura de la cebolla. El aceite hierve. La noche y sus humos. El resplandor de las antenas. El flash de una cámara sobre un muro rojo. La carne. La carne. Un tumulto fuera anima a las gentes a convertirse en Cristo.
Estoy de espaldas y escucho su voz, ¿Me puede atender?, me dice, y yo me giro y apenas sonrío, apenas recuerdo, y digo, Sí, claro, ¿qué va a tomar? Y ella mira los luminosos que tengo tras de mí y enumera una serie de productos, Un 12, un 23, un 41 y dos cervezas, para llevar. 12, 23, 41, repito para mí. Y me giro y me pongo a ello y hay algo apocalíptico, un descenso de los truenos sobre el mundo, el fin de la luz, el terremoto, la lenta agonía de un corazón y el son de una guitarra tocada por dedos torpes, sin gracia, sin final. Todo eso mientras volteo la carne sobre la parrilla y un aviso de melancolía entorpece mi muñeca y provoca que la hamburguesa caiga de canto sobre la parrilla y una gota de líquido hirviendo se meta de lleno en mi ojo. Bajo el mentón.
Si el Cristo viera su impostura.
Si viera al hombre que realmente le traicionó. Las calles suenan a catequesis. En los parques los confesionarios parecen rendirle un homenaje a Fellini. Augustos los pecados, vuelan por las azoteas del poblachón manchego.
Me llora el ojo mientras le empaqueto el pedido. Cae una lágrima sobre el cartón de la caja. ¿Qué le ocurre?, me pregunta, ¿Tanto le apena la alegría de los cachorros católicos? Levanto la vista y con la timidez más honda le contesto, Me ha saltado una gota de la parrilla al ojo, ¿algo más? No, responde ella, la cuenta. Le llevo el ticket. Me da el precio justo, cosa que me extraña. La veo alejarse.
Llega un nuevo grupo de cachorros, peregrinos de una fe, apóstoles de su verdad, con la camaradería de viejos soldados que ya lucharon juntos en más de seis batallas. Piden refrescos. Alguno una cerveza. Y las miradas que se cruzan y las tormentas que generan el viento final, y ella se va, apenas girando la cabeza tras el cristal como si, sin llegar a mirarme, hubiera dejado impreso en mi retina la voluntad de haberlo hecho.
Novena hora
No siento la vejez. Y tengo ideas que suenan íntimamente.
El calor ha llegado.
Y también una tempestad de sonrisas y mensajes,
Un disturbio de cruces y tiaras y murmullos que crecen hasta llegar a lo alto de un mástil.
Quiero decirlo así.
Como el ruido de selva, ése que provoca una reacción en los músculos de las orejas y las tensan.
Tengo y no me apena el ruido de lo que ya vi antes. La rueda que ha vuelto a su posición inicial. O una pausa sin nada. Sin daño.
No quiero avisar. No quiero venderme. No quiero ser comprado. Y sin embargo acudo a un mercado antiguo como la mística o las ferias de ganado.
He visto la mañana envuelta en la azulidad de agosto. Esa característica he visto al abrir los ojos. No espero más. Hasta deseo que la legaña sea bienvenida. La composición atómica de la legaña quiero decir. Rotos los límites. Descompuestos los contornos que forman la forma. Fundidos en una misma toma, en un tono igual, melismáticos.
Entran y salen de la Hamburguesa Feliz felices de su Babel. Con una mochila. Con una cruz. Con un distintivo que marque la pertenencia. Con ese afán redentor, me digo mientras le sirvo una doble de queso a un muchacho mestizo con gesto de haber visto a Dios en el kétchup. Cosas así. Me digo. Y cuando veo el gesto de la mujer que me comparó con Andreas Kartak, allá en la puerta de entrada, decidiendo si entrar o no (ahora se escucha un canto a su señor Jesucristo: Como el ciervo al agua va/ vamos hacia ti, Señor,/ pues de ti tenemos sed/ fuente del eterno amor). La mujer me mira. Yo apartó la mirada y me avergüenza algo que pasó no sé cuándo.
Silba el viento.
El recuerdo con la fritura de la cebolla. El aceite hierve. La noche y sus humos. El resplandor de las antenas. El flash de una cámara sobre un muro rojo. La carne. La carne. Un tumulto fuera anima a las gentes a convertirse en Cristo.
Estoy de espaldas y escucho su voz, ¿Me puede atender?, me dice, y yo me giro y apenas sonrío, apenas recuerdo, y digo, Sí, claro, ¿qué va a tomar? Y ella mira los luminosos que tengo tras de mí y enumera una serie de productos, Un 12, un 23, un 41 y dos cervezas, para llevar. 12, 23, 41, repito para mí. Y me giro y me pongo a ello y hay algo apocalíptico, un descenso de los truenos sobre el mundo, el fin de la luz, el terremoto, la lenta agonía de un corazón y el son de una guitarra tocada por dedos torpes, sin gracia, sin final. Todo eso mientras volteo la carne sobre la parrilla y un aviso de melancolía entorpece mi muñeca y provoca que la hamburguesa caiga de canto sobre la parrilla y una gota de líquido hirviendo se meta de lleno en mi ojo. Bajo el mentón.
Si el Cristo viera su impostura.
Si viera al hombre que realmente le traicionó. Las calles suenan a catequesis. En los parques los confesionarios parecen rendirle un homenaje a Fellini. Augustos los pecados, vuelan por las azoteas del poblachón manchego.
Me llora el ojo mientras le empaqueto el pedido. Cae una lágrima sobre el cartón de la caja. ¿Qué le ocurre?, me pregunta, ¿Tanto le apena la alegría de los cachorros católicos? Levanto la vista y con la timidez más honda le contesto, Me ha saltado una gota de la parrilla al ojo, ¿algo más? No, responde ella, la cuenta. Le llevo el ticket. Me da el precio justo, cosa que me extraña. La veo alejarse.
Llega un nuevo grupo de cachorros, peregrinos de una fe, apóstoles de su verdad, con la camaradería de viejos soldados que ya lucharon juntos en más de seis batallas. Piden refrescos. Alguno una cerveza. Y las miradas que se cruzan y las tormentas que generan el viento final, y ella se va, apenas girando la cabeza tras el cristal como si, sin llegar a mirarme, hubiera dejado impreso en mi retina la voluntad de haberlo hecho.
Narrativa
Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/08/2011 a las 17:57 | {0}Al amparo del ensayo de Pepe Rodríguez, Mentiras fundamentales de la iglesia católica. Editado por Ediciones B.
En tiempos de Yeshúa, Nazareth no existía. O para ser más precisos pudo ser una aldea de no más de treinta casas hechas de adobe y con tejados de paja. Aunque lo más probable -según excavaciones hechas por arqueólogos que no tuvieran como única premisa demostrar la veracidad neotestamentaria- es que la llamada Nazareth no fuera si no un cementerio. Supongamos, a pesar de todo, que Nazareth fuera una aldea. ¿Qué hacían allí José y Jesús, especialistas en la madera y la construcción? ¿Por qué vivían en un lugar donde no podían ejercer su trabajo?
Una desapasionada lectura del Nuevo Testamento, nos hace ver dos cosas: una que los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) no conocieron personalmente al tal Jesús y que, la inspiración del Espíritu Santo a la hora de escribir la vida y obra de este personaje, está llena de contradicciones (como si hubieran sido inspirados por un espíritu ebrio). Es necesario recordar que la iglesia católica tiene como dogma de fe la inspiración divina tanto de los textos veterotestamentarios como los del nuevo.
Saulo de Tarso es el verdadero crador del Jesús-Cristo (que no es el mismo Jesús que nos cuentan los evangelios. Como tampoco es el mismo Dios el que nos cuentan en el Antiguo Testamento. Uno es Yahvé y otro Eloí).
La jerarquía católica es la única de las jerarquías religiosas que prohibió a sus fieles leer sus textos sagrados (nada más y nada menos que durante 1.800 años). ¿Por qué?
Es de lógica afirmar que María no era virgen a la hora de concebir a Jesús. Pero si creyéramos en los milagros ¿no sería lógico que los cuatro evangelistas se explayaran versículos y versículos en este hecho extraodinario para otorgarle todo el valor y trascendencia que tiene? Y sin embargo tan sólo Mateo y Lucas le dedican cuatro pobres versículos. Comparémoslo por ejemplo con los más de ocho capítulos que se dedica en el Antiguo Testamento a la decoración del Tabernáculo. ¿Dios sabe más de trapos que de úteros? (Insisto en la inspiración divina de los libros sagrados)
La religión Católica se crea a partir de Constantino, como una forma de poder terrenal y sus bases se fijan en el Concilio de Nicea (325 d.C.).
De Nazareth no hablan los grandes escritores judíos de la época (entre todos Flavio Josefo) y sí en cambio de una ciudad que se encontraría a unos cinco kilómetros de la ubicación de este cementerio: Séforis que fue -en palabras de Pepe Rodríguez, autor del muy intererante ensayo (aunque de título infumable) Mentiras fundamentales de la iglesia católica- "la capital de la tretarquía galilea de Herodes Antipas hasta el año 19 d.C. Era la ciudad más importante de la región -la `Corona de Galilea´ según Flavio Josefo- con numerosas escuelas rabínicas que, como en toda Galilea, postulaban un judaísmo muy estricto, y residencia de las clases pudientes que no se instalaron en Tiberíades, la nueva capital Herodiana". ¿Por qué no se nombra esta ciudad en los evangelios (es como si en la época actual hablando de Estados Unidos no se nombrara Washington)?
Lo lógico es que José tékton (es decir carpintero constructor) y su hijo Jesús que ejerció tan noble oficio hasta, por los menos, los cuarenta años de edad vivieran en una ciudad donde sí se necesitaban sus conocimientos.
Y ahora viene un hombre llamado Joseph Ratzinger -amparado en las mentiras de su secta- transmutado en Benedicto XVI (de nuevo Saulo de Tarso: la creación de Jesús transmutado en Cristos) a pontificar sobre una perversión que llevó al poder a unos hombres que como escribió uno de sus antecesores -el también Papa Clemente XII (1740-1758)- a su amigo Montfauçon: Se me reprocha que de vez en cuando me entretenga con Tasso, Dante y Ariosto. Pero ¿es que no saben que su lectura es el delicioso brebaje que me ayuda a digerir la grosera sustancia de los estúpidos doctores de la iglesia? ¿es que no saben que esos poetas me proporcionan brillantes colores, con ayuda de los cuales soporto los absurdos de la religión?
Una desapasionada lectura del Nuevo Testamento, nos hace ver dos cosas: una que los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) no conocieron personalmente al tal Jesús y que, la inspiración del Espíritu Santo a la hora de escribir la vida y obra de este personaje, está llena de contradicciones (como si hubieran sido inspirados por un espíritu ebrio). Es necesario recordar que la iglesia católica tiene como dogma de fe la inspiración divina tanto de los textos veterotestamentarios como los del nuevo.
Saulo de Tarso es el verdadero crador del Jesús-Cristo (que no es el mismo Jesús que nos cuentan los evangelios. Como tampoco es el mismo Dios el que nos cuentan en el Antiguo Testamento. Uno es Yahvé y otro Eloí).
La jerarquía católica es la única de las jerarquías religiosas que prohibió a sus fieles leer sus textos sagrados (nada más y nada menos que durante 1.800 años). ¿Por qué?
Es de lógica afirmar que María no era virgen a la hora de concebir a Jesús. Pero si creyéramos en los milagros ¿no sería lógico que los cuatro evangelistas se explayaran versículos y versículos en este hecho extraodinario para otorgarle todo el valor y trascendencia que tiene? Y sin embargo tan sólo Mateo y Lucas le dedican cuatro pobres versículos. Comparémoslo por ejemplo con los más de ocho capítulos que se dedica en el Antiguo Testamento a la decoración del Tabernáculo. ¿Dios sabe más de trapos que de úteros? (Insisto en la inspiración divina de los libros sagrados)
La religión Católica se crea a partir de Constantino, como una forma de poder terrenal y sus bases se fijan en el Concilio de Nicea (325 d.C.).
De Nazareth no hablan los grandes escritores judíos de la época (entre todos Flavio Josefo) y sí en cambio de una ciudad que se encontraría a unos cinco kilómetros de la ubicación de este cementerio: Séforis que fue -en palabras de Pepe Rodríguez, autor del muy intererante ensayo (aunque de título infumable) Mentiras fundamentales de la iglesia católica- "la capital de la tretarquía galilea de Herodes Antipas hasta el año 19 d.C. Era la ciudad más importante de la región -la `Corona de Galilea´ según Flavio Josefo- con numerosas escuelas rabínicas que, como en toda Galilea, postulaban un judaísmo muy estricto, y residencia de las clases pudientes que no se instalaron en Tiberíades, la nueva capital Herodiana". ¿Por qué no se nombra esta ciudad en los evangelios (es como si en la época actual hablando de Estados Unidos no se nombrara Washington)?
Lo lógico es que José tékton (es decir carpintero constructor) y su hijo Jesús que ejerció tan noble oficio hasta, por los menos, los cuarenta años de edad vivieran en una ciudad donde sí se necesitaban sus conocimientos.
Y ahora viene un hombre llamado Joseph Ratzinger -amparado en las mentiras de su secta- transmutado en Benedicto XVI (de nuevo Saulo de Tarso: la creación de Jesús transmutado en Cristos) a pontificar sobre una perversión que llevó al poder a unos hombres que como escribió uno de sus antecesores -el también Papa Clemente XII (1740-1758)- a su amigo Montfauçon: Se me reprocha que de vez en cuando me entretenga con Tasso, Dante y Ariosto. Pero ¿es que no saben que su lectura es el delicioso brebaje que me ayuda a digerir la grosera sustancia de los estúpidos doctores de la iglesia? ¿es que no saben que esos poetas me proporcionan brillantes colores, con ayuda de los cuales soporto los absurdos de la religión?
Ensayo
Tags : Sobre las creencias Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/08/2011 a las 12:16 | {0}
Sobre las necedades y las mentiras, mueren las personas.
Los sabemos desde los primeros escritos cuando las sociedades de los hombres se estaban haciendo y surgía como forma de dominio la fuerza y la crueldad.
Batallas y más batallas. Castigos y más castigos. Venganzas. Oprobios y quemas. Razzias. Abominaciones de todo tipo.
Como contrapeso se inventó el amor. Las largas hileras de promesas y bienaventuranzas. Las profecías corrieron como ríos de esperanza. La espera se convirtió en la patria de los miserables. Y así sigue siendo.
No se puede afirmar el progreso emocional del ser humano hacia un estadío mayor de fraternidad y compasión.
Somos bestias. Y como tal somos ganado.
Conservadores y cobardes nos agarramos a la fe -que no es otra cosa que el cajón de sastre de la ignorancia- para esperar indefinidamente a que los bienes de la tierra sean justamente probados por todo ser venido a este mundo.
Morimos espantosamente rodeados de insectos.
Sufrimos unas condiciones indecentes. Miramos con indiferencia, entregados a un fatum en el que tontamente creemos, la vida del niño escuálido que se escapa entre estertores hacia el último pudridero.
El anciano tuerto se apoya en un cayado que en nada le sostiene.
El soldado armado hasta los dientes entra en el poblado y abre de piernas a la mujer y la viola y le arrasa el pecho y le escupe la lefa en la vagina.
El comandante vestido de camuflaje, pérfido como el sonido del capapuercos, entra en Sbrenica y con la insolencia de la Historia en su mirada comete la atrocidad que tantas veces se ha cometido.
Emilio Botín ejecuta una hipoteca y quedan en la calle el hombre avergonzado por no poder dar techo a sus hijos, la mujer seca de la angustia, los niños asustados por no poder volver a su cuarto.
Y vuelan los gritos de compraventa.
Y arrasan los vándalos las aceras.
Y carga la policía contra la razón de los hastiados.
Y viene la Bicha -el falso Sacerdote. El Sumo Impostor- a decirle a los jóvenes ignorantes lo que han de hacer.
Cuando los ritos olvidan sus orígenes dejan de tener sentido.
Es agosto en el mundo. Puedo beber un café y tomarme un helado. Tecleo y estoy bien alimentado. Seguro que conoceré a una mujer bonita con la que mantendré juegos de seducción y caricias en la medianoche. Sudaré nadando. Dejaré que el agua alivie las tensiones de mi cuello. Caminaré por las calles y escucharé cantos.
Bestias somos. Cuanto antes lo aceptemos antes sabremos soportar -como oveja- las órdenes del pastor y los mordiscos del perro.
Los sabemos desde los primeros escritos cuando las sociedades de los hombres se estaban haciendo y surgía como forma de dominio la fuerza y la crueldad.
Batallas y más batallas. Castigos y más castigos. Venganzas. Oprobios y quemas. Razzias. Abominaciones de todo tipo.
Como contrapeso se inventó el amor. Las largas hileras de promesas y bienaventuranzas. Las profecías corrieron como ríos de esperanza. La espera se convirtió en la patria de los miserables. Y así sigue siendo.
No se puede afirmar el progreso emocional del ser humano hacia un estadío mayor de fraternidad y compasión.
Somos bestias. Y como tal somos ganado.
Conservadores y cobardes nos agarramos a la fe -que no es otra cosa que el cajón de sastre de la ignorancia- para esperar indefinidamente a que los bienes de la tierra sean justamente probados por todo ser venido a este mundo.
Morimos espantosamente rodeados de insectos.
Sufrimos unas condiciones indecentes. Miramos con indiferencia, entregados a un fatum en el que tontamente creemos, la vida del niño escuálido que se escapa entre estertores hacia el último pudridero.
El anciano tuerto se apoya en un cayado que en nada le sostiene.
El soldado armado hasta los dientes entra en el poblado y abre de piernas a la mujer y la viola y le arrasa el pecho y le escupe la lefa en la vagina.
El comandante vestido de camuflaje, pérfido como el sonido del capapuercos, entra en Sbrenica y con la insolencia de la Historia en su mirada comete la atrocidad que tantas veces se ha cometido.
Emilio Botín ejecuta una hipoteca y quedan en la calle el hombre avergonzado por no poder dar techo a sus hijos, la mujer seca de la angustia, los niños asustados por no poder volver a su cuarto.
Y vuelan los gritos de compraventa.
Y arrasan los vándalos las aceras.
Y carga la policía contra la razón de los hastiados.
Y viene la Bicha -el falso Sacerdote. El Sumo Impostor- a decirle a los jóvenes ignorantes lo que han de hacer.
Cuando los ritos olvidan sus orígenes dejan de tener sentido.
Es agosto en el mundo. Puedo beber un café y tomarme un helado. Tecleo y estoy bien alimentado. Seguro que conoceré a una mujer bonita con la que mantendré juegos de seducción y caricias en la medianoche. Sudaré nadando. Dejaré que el agua alivie las tensiones de mi cuello. Caminaré por las calles y escucharé cantos.
Bestias somos. Cuanto antes lo aceptemos antes sabremos soportar -como oveja- las órdenes del pastor y los mordiscos del perro.
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Tags : No fabularé Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/08/2011 a las 11:31 | {0}