Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Renoir Portrait de Madame Henriot
Renoir Portrait de Madame Henriot

Tengo el recuerdo de ese día. Tú venías y llovía. El río quedaba a nuestro margen izquierdo.
Brillo del asfalto. Luces rojas, brillantes de los automóviles al pasar.
Puestos de libros viejos. Viejas miradas sobre los libros.
Nos detuvimos en el mismo puesto.
Miramos la portada del mismo libro.
Sonreímos.
Insististe en que yo me lo quedara. Acepté. Te fuiste. Le pagué al tenedor un precio justo.
Te seguí. Te llamé. Te giraste. Te lo regalé.
Sonreímos, bajo la lluvia, otra vez.
Cruzamos juntos el río.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/03/2012 a las 20:42 | Comentarios {0}


Así le dijo: "Sobre este palpitar maldito arderá tu corazón". Y le lanzó al mundo en las horas previas a su destrucción. Creció rápido, descreído. Miraba el mal y lo aventaba. A su alrededor se pudrían las esperanzas y pronto un seco olor a descomposición traía la peste. Vistió siempre de negro. Buscó siempre la sombra y en lo espeso se sintió a gusto, sabiendo que nada había que hacer, que su destino se cumpliría como hasta entonces todos los destinos se habían cumplido en la era de los hombres. Tuvo tiempo de buscar la redención en viejas tradiciones convertidas en novedosas por el azar del mundo; quiso rezar como alguna vez había visto en oratorios románicos, a la vera de una senda que nadie ya pisaba, en una iglesia derruida en donde aún quedaban, aquí y allá, capiteles con figuras de demonios como si el hombre antiguo, habituado al despojo, supiera qué es lo que se debe enseñar a los niños. Quiso creer, se lo aseguraba a sí mismo cada mañana durante toda una estación. Al amanecer agradecía a una energía absoluta y envolvente la condición de su sangre circulando, de sus músculos ejerciendo su función mecánica, de su linfa, transportadora del más preciado bien del mamífero; admiraba un rato sus gónadas, repletas de semen con su proporción de oro y su falo, erecto en la mañana, dispuesto para el baile en las cuevas de las hembras; desayunaba frutas y se alteraba con los frutos del café; y se lanzaba cubierto con sonrisas y se perfumaba las manos para evitar los contagios y se calzaba los pies para que no se vieran sus pezuñas de cabrón y cuando creía que la creencia le otorgaría el perdón; cuando elevaba una prez al cielo con una sonrisa despiadada en los labios; cuando el granizo empezó a caer entre las piernas de la mujer que sin su aquiescencia acababa de ser traspasada por él y le horadó el útero y la mató de frío por dentro, agarrada a sus muslos como una perra frígida a quien los años han abandonado, entonces él gritó y supo que había llegado el momento de ese pálpito maldito, de esa ira ciega que devasta hasta lo que no conoce. No fueron necesarios los diluvios, ni las lenguas de fuego arrasaron los bosques, ni las piedras crujieron hasta hacer su sonido insoportable; ni los fetos se abortaron; ni las bestias locas de conciencia y tesón se lanzaron contra las ciudades; ni tembló la tierra; ni cayeron los rascacielos; ni se elevaron gemidos en todos los confines del globo. Nada de eso hizo falta. Fuegos de artificio de la melancólica imaginación de los hombres eran aquellas elucubraciones del horror. Porque éste, queridos niños, es mucho más callado, es mucho más astuto, nunca hace alardes, se va colando en vuestras casas, en vuestras vidas, en vuestros alimentos, en vuestras tentaciones y se queda ahí larvado, atento al instante preciso en que su aguijón se clava entre vuestros ojos y os inyecta el veneno de la muerte y empezáis a danzar, malditos, alrededor del palpitar de vuestro corazón hasta que sólo queda una mirada vacía en un cerebro podrido que alguna vez, quizá, atisbó la tétrica armonía del Mundo.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/03/2012 a las 21:08 | Comentarios {1}




Ser es como ir una vez pasado. Por eso ambos se dicen: fui.
Cuando se es, se va. Cuando se ha sido, se fue.

Ensayo

Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/03/2012 a las 12:06 | Comentarios {0}


La vida de Samuel Johnson. Escrito por James Boswell


Samuel Johnson. Acuarela de Barry
Samuel Johnson. Acuarela de Barry
pag. 369 de la edicion española (edición muy descuidada de Espasa, llena de errores tipográficos y de faltas de concordancia que no me atrevo a achacar a los traductores porque en ese caso habría que acusarlos de alta traición). Tras intentar pasar por encima estos imponderables -cosa que no siempre consigo- esta vida del moralista inglés del siglo XVIII, es fantástica.

Cuenta Boswell que el 10 de octubre del año 1769, presentó a Samuel Johnson al general Paoli y ambos se pusieron a conversar sobre diversos temas. Este es uno de los fragmentos de la conversación:

PAOLI: Señor, ¿qué piensa usted del tan frecuente espíritu de infidelidad? JOHNSON: Señor, la penumbra de la infidelidad, espero, será sólo una nube pasajera pasando por el hemisferio que se disipará pronto, y el sol la romperá con su habitual esplendor. PAOLI: Piensa entonces que cambiarán sus principios como se cambia de ropa. JOHNSON: Bueno, señor, si no le otorgan más importancia a los principios que a los vestidos, deberá ser así. PAOLI: Una gran parte de la actual infidelidad se debe al deseo de mostrar valor. Los hombres que no tienen oportunidad de mostrarlo, toman la muerte y el futuro como objetivos con los que demostrarlo. JOHNSON: Es una pretensión totalmente estúpida. El miedo es una de las pasiones de la naturaleza humana de la que es imposible desprenderse. Recuerde que el emperador Carlos V, cuando leyó sobre la lápida de un noble español: "Aquí yace uno que no conoció el miedo", dijo sabiamente, "Entonces es que nunca apagó una vela con los dedos".


Ensayo

Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/03/2012 a las 11:03 | Comentarios {0}


Músculo
Hacía tiempo que no le dolía tanto el cuello. Ese dolor que parece avisarte de que como se te ocurra hacer el más ligero movimiento forzado, te romperá los tendones, te desgarrará a mordiscos el esternocleidomastoideo, el trapecio, el escaleno medio y el elevador de la escápula y te dejará con el cuello roto hasta el final de tus días.

Es esa relación entre los músculos y la humedad, entre los músculos y el electromagnetismo de la atmósfera.

Entonces el mundo es sólo mirar hacia delante. No tropezar. No hacer gestos bruscos.

La mañana ha sido fría. Luego no. En Madrid. Mientras paseaba hasta la glorieta de Embajadores para comprar el periódico y compraba un teléfono con contestador automático y luego se sentaba en una terraza para tomar una cerveza y leer el periódico, sentía el pulso del dolor en el cuello, a cada paso, a cada respiración.

No ha grabado nada.

Ha recogido a su hija a la salida de las clases de teatro. Se han reído en el camino de vuelta. Han comido una pasta. Luego ella se ha ido con su amiga y no la verá hasta mañana.

En la meditación ha entrado en una duermevela o quizás haya sido la primera vez que ha entrado en ese espacio donde el mantra no es necesario y el pensamiento no afluye cuyo nombre ha olvidado. Ha estado tanto tiempo en él que cuando ha sonado el tiempo le parecía que no había pasado, que era imposible.

Al llegar la noche se ha puesto melancólico. Ha comido la pasta que sobraba del mediodía.

Ha escrito un correo, muy rígido el cuello.

Se ha dejado llevar por la televisión.

Ha bebido un zumo y ha pensado en irse a la cama a leer.

Antes de dejar de escribir ha pensado: ¡Ya llega!

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/03/2012 a las 00:08 | Comentarios {0}


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