El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember
63
Me acuerdo del LP Foreigner Suite de Cat Stevens
64
Me acuerdo de Sole, Sole, Sole, Sole/ ¡Cuánto me gusta tu nombre Soledad!/ Sole, Sole, Sole, Sole/ también me gustan todos los demás.
65
Me acuerdo de la mesa verde de metal.
66
Me acuerdo de un jersey azul de pico.
67
Me acuerdo de acompañar a Julia al metro un día de verano en el que estaba muy disgustada.
68
Me acuerdo que la enfermera se llama Julia. Acabo de salir de la tercera operación a mis piernas. Tengo doce años. Tengo que hacer pis. Le pido a la enfermera que deje el agua correr, el agua del grifo y que me traiga una palangana con agua. Me dice que si no hago pis con esa estratagema me tendrá que sondar. Escucho el agua correr en la oscuridad de la habitación, no del todo oscura porque siempre está encendida una luz muy tenue a la altura del zócalo; mojo la mano en el agua. Hago pis en la botella. La enfermera, muy joven, casi recién salida de la Escuela, sonríe y me acaricia el pelo. Antes de irse me dice, Intenta dormir. Si te duele mucho, nos llamas.
69
Me acuerdo en las largas convalecencias de las lecturas de Sandokán, el Tigre de Montpracén; Los cinco y sus misterios. Me acuerdo que yo quería saber cómo sabía la cerveza de gengibre. Flash Gordon.
70
Me acuerdo de estar en Burgos. Carretera nacional. Llevo horas sin que ningún coche me pare. Aparece otro autoestopista. No recuerdo su nombre. Es donostiarra. Nos hacemos colegas. Nos fumamos unos porros. Nos coge un camión que nos deja en Andoaín. Ya es la noche. Mi colega está convencido que alguien aparecerá que nos deje en Donostia. Ocurre. Un amigo suyo, en un Dyane 6 azul. Nos lleva hasta la casa de mi colega. Me invita a dormir en su casa. Su ama nos hace una cena pistonuda. A la mañana siguiente me hace unos bocadillos para el viaje que aún me espera. Me despido de mi colega en la frontera. El se va en unos días a un kibutz.
71
Me acuerdo e la casa del Duque. Abandonada. En una habitación del piso superior alguien hizo un columpio y cuando la luna de verano está llena, al columpiarte la ves a través de la ventana. En Menorca.
72
Me acuerdo del caminito hasta la playa. Descalzo. Lagartijas y una huerta de naranjos. El Faro. El hotel Sicania.
73
Me acuerdo que Hortensia, varios años mayor que yo -ella debe de tener veintiuno, yo dieciséis-, estudiante de Filología Románica, me asegura que si realmente me encanta leer, llegará un día en que abandone a Herman Hesse.
74
Me acuerdo: Demian. Sidharta. El Lobo estepario. Alma de niño. El juego de los abalorios.
75
Me acuerdo de Javier del Río a los quince años. Me acuerdo de Macarena su primera novia. Me acuerdo de Manolo Béjar y los guateques en su casa y mi baile agarrado con Sandra que sudaba como si fuera verano.
76
Me acuerdo de ir en el tren. Interail. De vuelta de Italia. Conozco a Fernanda Pereira. Veinte años teníamos.
77
Me acuerdo de Margarita Perla que murió calcinada en el incendio de la discoteca Alcalá 20. Su novio era el DJ. Nos atraíamos. Yo le dediqué un poema y utilicé su nombre para un cuento. Ella, una noche, me dio unas anfetas para salir a escena. Era enfermera. Enfermera de noche. La noche del incendio Andrés, su hermana Ana, yo y otros cuantos decidimos no entrar a la discoteca cuando ya estábamos en la puerta. Destinos.
78
Me acuerdo de El Sol de Jardines. María Luisa. El piso de la calle Paseo Imperial. La fiesta más grande del mundo. Follo con María Luisa sobre los abrigos de los invitados. Entra José María y nos mira.
79
Me acuerdo de un día frío de sol en el jardín del chalet de los Otero en Los Molinos.
El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember
42
Me acuerdo de la emoción una tarde de sábado leyendo una novela. Sentí la intensidad de la ficción en mi piel, en mis sentidos, en mis pensamientos. Por primera vez
43
Me acuerdo de una alberca en la finca que tenían los curas en Pozuelo. Años sesenta. La hermana de Infante se baña en bragas y camiseta caladas. Somos muy niños. Ella es muy niña. Ocho o nueve años. Yo me pavoneo nadando. Siempre nadé bien. En una de la veces que saco la cabeza para tomar aire, mi hermano pequeño se tira en bomba y me abre una brecha en la ceja con su rodilla. Sangro. Me llevan al puesto de socorro. Me dan puntos.
44
Me acuerdo que Los Reyes Magos me traen unos guantes de boxeo.
45
Me acuerdo de Los sietes bosques. El temor a que en un recodo del camino, los mayores te cogieran y te torturaran atándote a un árbol y echándote miles de hormigas por encima. El olor de los bocadillos de tortilla.
46
Me acuerdo a la vuelta de una excursión a Toledo con mis padres, mis hermanos, el tío Carlos y la tía Isabel. Atardecer en el autobús que nos lleva de vuelta a Madrid. En una nube veo a Jesucristo. Se lo digo a mi tío Carlos que va sentado a mi lado. Mi tío me dice, Duerme que aún queda.
47
Me acuerdo de Julia: plancha en la cocina mientras escucha el consultorio de Elena Francis por la radio. Lo emitía Radio Intercontinental. Mientras escucha las historias dramáticas de muchachas humildes engañadas y deshonradas por hombres lujuriosos, Julia masculla maldiciones.
48
Me acuerdo de las Patatas a la importancia. Pisto manchego. Huevos fritos con patatas fritas. Rellenos. Una fuente inmensa de patatas fritas. Por la noche. La cena. Mis padres aún no han llegado. Julia, La Manchega, nieta de Los Cabrera, los de Argamasilla de Calatrava, provincia de Ciudad Real.
49
Me acuerdo que las notas son todas las semanas. Soy un pésimo estudiante. Un castigo tras otro. Semanas sin poder ver la televisión y por lo tanto condenado a estar solo en mi cuarto.
50
Me acuerdo de tener anginas. Fiebre muy alta. 40 grados.
51
Me acuerdo que mis padres salen a menudo. Con nosotros se queda Granada, la criada. Con ella vemos una serie de historias de terror llamada Historias para no dormir. Era una serie de dos rombos, o sea para mayores de 18 años. Ninguno de los cuatro hermanos llegábamos a los diez.
52
Me acuerdo: No debo haber cumplido los dos años. Me entretengo con el sonido del celofán de un caramelo.
53
Me acuerdo que mi padre trae de la oficina una Pantera Rosa hecha con una impresora matricial. ¡Los avances del progreso!
54
Me acuerdo que me rompo la barbilla contra el bordillo de la acera en la calle Serrano.
55
Me acuerdo de estar sentado en un banco de la misma calle, siendo muy niño; paso la tarde mirando los zapatos de la gente que pasa. Sólo miro los zapatos.
56
Me acuerdo del reloj Tímex regalo de la primera comunión.
57
Me acuerdo de estar sentado en las escaleras que conducen al campanario. Espero a que el cura lea el Evangelio. Luego me voy a unos billares a jugar a las máquinas de pinball. Un duro cinco partidas. A veces cuando vuelvo, mi madre me pregunta el Evangelio. Yo se lo digo. Con eso vale.
58
Me acuerdo que tengo miedo.
59
Me acuerdo de La Quinta Sinfonía de Beethoven a las tres de la madrugada en el tocadiscos Dual Stéreo.
60
Me acuerdo de la lubina a la naranja por nochebuena.
61
Me acuerdo que mi padre moribundo eleva el brazo como queriéndose proteger de la Montaña de la Muerte que está a punto de sepultarle.
62
Me acuerdo que la primera vez que vi la película Dos Mujeres fue a los nueve años. Jamás he podido quitarme de encima la mezcla de dolor y excitación que me produjo.
El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember
21
Me cuerdo de la escalada hasta el castillo. Más difícil y quizá más gratificante al tener poliomielitis en las dos piernas. Suerte que la enfermedad no atrofiara las caderas.
22
Me acuerdo que mi hermano el pequeño toca un avispero. También en una montaña. También escalando. Le picaron dos avispas. Barro para curar los aguijonazos de las avispas.
23
Me acuerdo de la cueva lacustre en cala Fustán. Un túnel subacuático, estrecho y no muy largo para acceder a ella. En el centro de la laguna salada un ara de piedra. Por los intersticios de las rocas de la montaña que sobre la cueva se yergue entran haces de luz.
24
Me acuerdo de una araña en el acantilado. Yo la designo Viuda negra. La visito cada tarde mientras teje su tela para desgracia de otros insectos.
25
Me acuerdo que la profesora doña Adela Gil del Instituto Santamarca de Madrid me califica con un 12.645 sobre 10 un trabajo acerca de Las Cortes de Cádiz.
26
Me acuerdo de la primera vez, Ana. Tú en mis rodillas. Nos besamos las bocas. Hacia la una de la tarde. Teníamos los catorce años. En casa de Francisco Javier.
27
Me acuerdo en la carretera. Haciendo dedo. Solo por las carreteras de Europa. Camino de París. Por primera vez París.
28
Me acuerdo que Julia me sube el embozo de las sábanas y me besa la frente. A ella le queda aún coger el metro en la estación de Serrano hasta la de Bilbao y allí hacer trasbordo a la línea 1 para bajarse en Puente de Vallecas y caminar hasta su casa sita en la calle Emilio Ortuño 11 piso primero, letra C.
29
Me acuerdo que en la cola para entrar en el Museo del Prado con mi tío Carlos, nos enteramos que Paco Fernández Ochoa ha ganado una medalla olímpica en los juegos de invierno de Saporo.
30
Me acuerdo de un paseo por el museo del Prado de la mano de mi tío Carlos. Me enseña. Sabe. Disfruto. Luego el parque de El Retiro. Un kiosko. Él una cerveza, yo un refresco de naranja y unas patatas fritas. Él leerá el ABC. Yo miraré a las gentes pasear. Ocho años. Quizá me duela el aparato que llevo en la pierna derecha. Él siempre me dice cuando camino, Levanta el pie. Gracias a él nunca lo arrastré.
31
Me acuerdo que en la calle de Lista, una tarde, de repente, mientras Julia unta tomate en el pan, aprendo a montar en bicicleta.
32
Me acuerdo de la Plaza del Marqués de Salamanca con arena. En un edificio creo ver, a través de un visillo, el cogote de un fantasma.
33
Me acuerdo de la boya en el mar que marca la linde con la alta mar. Hasta ella voy nadando. No he llegado a los diez años. Mi padre me enseñó a nadar. ¡Qué elegante era el nado a crawl de mi padre! Mi padre se llamaba Antonio.
34
Me acuerdo de Esteban, paciente en el antiguo hospital Puerta de Hierro. Yo tengo trece años, él cuarenta y siete. Nos hacemos amigos. Nos cuidamos. Muchos días en el hospital. Más de veinte. Él era de Vitoria. Cuando viene a Madrid, me visita y le pide permiso a mi madre para llevarme al Campo del Gas para asistir a las veladas de boxeo. Veo luchar a los grandes campeones de aquellos años. Años setenta. En uno de sus viajes me regala una medalla de oro de la Virgen Blanca con nuestros nombres inscritos: Esteban y Fernando.
35
Me acuerdo de estar perdido en Francia. En el segundo día de mi viaje a dedo hasta Paris. Me va a caer la noche en mitad del campo. Ocurre el milagro: un hombre cuyo oficio es pirotécnico, me recoge cuando el ocaso moría. Me deja en Bordeaux.
36
Me acuerdo de tener siempre las botas rotas por los aparatos.
37
Me acuerdo del camping del lago de Proserpina, en Mérida. Tengo diecisiete años. Días antes he hecho el amor por primera vez, justo el día de la final del campeonato mundial de fútbol que jugaron Holanda y Argentina. Ella no sabe si se ha quedado preñada. Es maravilloso que S. (cuyo nombre por deferencia hacia ella no escribo completo) nace el mismo día en el que mi hija nacerá veinte años más tarde.
38
Me acuerdo del lema Caravanes La Bohème, les vacances sans problémes! (que repetía un locutor por los megáfonos en el final del Tour de Francia de 1979 que se disputaron hasta el final Zoetemelk e Hinault). Mi amigo Luis corría para ver pasar al pelotón. Yo, sentado, le veía correr y me sentía lleno de emoción.
39
Me acuerdo de mi madre, en el final de una Vuelta Ciclista a España, en el Parque Sindical; al ver pasar a Luis Ocaña le grita, ¡Afrancesado! -porque Ocaña corría con el equipo francés Bic-. Ocaña se giró y miró por un instante a mi madre.
40
Me acuerdo de los versos: Como un zapato viejo/ por un circo de estrellas rodeado.
41
¡Me acuerdo de lo hermosas que son las sandías en la huerta, junto al Júcar! Robos de verano.
El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember
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Me acuerdo de unas botas de agua blancas (recuerdo en blanco y negro) 2
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A Liana.
En la salud y en la enfermedad.
Lo tuvimos todo, lo fuimos todo
aunque nada tuviéramos
ni fuéramos nada.
Tuvimos un principio, tú recuerdas,
era un día de final de primavera
-¿Ocho años han pasado?-
en una plaza donde hubo en su tiempo
una gran casa de muñecas.
Antes de conocerte supe que eras tú.
Luego, esa misma noche, ocurrió
un hecho extraordinario: dormiste por primera
vez a mi lado. Fue en la butaca
de un teatro. En el escenario un islandés
tocaba sus baladas tristes,
extrañas músicas que buscaran la luz.
Ese fue el principio. Más tarde -sería tedioso
para un hombre ya mayor contarlo en pormenor-
vivimos lo que viven dos seres que anhelan,
empujados por los extraños caminos de la química,
comerse las bocas y tocarse los órganos
que tantas vergüenzas nos provocan.
Lo tuvimos todo desde entonces
aunque no tuviéramos nada:
nunca nos vimos mucho,
nunca nos peleamos mucho,
nunca nos arriesgamos mucho,
nunca dormimos más de dos días juntos,
nunca pasamos tres días seguidos juntos,
estuvimos meses y meses sin vernos,
y hablamos, ¡ah, sí! Eso sí que lo hacemos:
hablamos mucho y así nos amamos
con una de las tres formas posibles de amar:
la lengua.
¡Cuánto hemos hablado!
Todos los días desde que nos conocimos
en aquella plaza donde hubo en un tiempo
una gran casa de muñecas.
Nuestras voces han sido los vehículos de nuestro amor
y desde ellas hemos vivido lo que viven
las personas que se aman: hemos follado como bestias,
nos hemos dicho las verdades del barquero,
hemos convivido en un espacio sonoro que bien podría ser
un salón, nuestro salón, el de la casa que nunca tuvimos
(que nunca tendremos)
y en él hemos discutido la educación de nuestros hijos
-los tuyos y la mía, nosotros nunca tuvimos hijos
(y nunca los tendremos)-
y también allí –en ese salón imaginario- me abandonaste por otro
mientras yo sucumbía a una especie de tedio
que me llevó hasta una celestina
la cual me buscó mujeres anodinas
que nunca me gustaron.
Sí, tuvimos crisis matrimoniales
nosotros que jamás nos casaremos
y que tanto, tanto nos queremos.
Es curioso que no habiendo compartido
físicamente apenas nada
seamos dos personas que se aman.
Sólo hay una queja, sólo hay algo
que añoro entre tú y yo,
algo natural entre amantes,
un detalle que parece que incluso con alzheimer
el olvidante recuerda los buenos tiempos
y asoma en sus labios la sonrisa
del que sospecha haber amado mucho.
Y es que a nosotros, querida mía,
nos falta nuestra canción...
tan sólo eso nos reprocho:
no poder cantar la canción
que nos defina enteros
y que en las noches cubiertas de rocío
a solas con mi frío, sintiendo inmensa
tu ausencia, pudiera tararear nuestra canción
y así, entre sus notas y sus silencios,
quedar dormido, sabiendo que quizá tú,
esa misma noche, lejana,
la habrás cantado también
para sentirte junto a mi.
Una canción, tan sólo una canción,
nuestra canción.
aunque nada tuviéramos
ni fuéramos nada.
Tuvimos un principio, tú recuerdas,
era un día de final de primavera
-¿Ocho años han pasado?-
en una plaza donde hubo en su tiempo
una gran casa de muñecas.
Antes de conocerte supe que eras tú.
Luego, esa misma noche, ocurrió
un hecho extraordinario: dormiste por primera
vez a mi lado. Fue en la butaca
de un teatro. En el escenario un islandés
tocaba sus baladas tristes,
extrañas músicas que buscaran la luz.
Ese fue el principio. Más tarde -sería tedioso
para un hombre ya mayor contarlo en pormenor-
vivimos lo que viven dos seres que anhelan,
empujados por los extraños caminos de la química,
comerse las bocas y tocarse los órganos
que tantas vergüenzas nos provocan.
Lo tuvimos todo desde entonces
aunque no tuviéramos nada:
nunca nos vimos mucho,
nunca nos peleamos mucho,
nunca nos arriesgamos mucho,
nunca dormimos más de dos días juntos,
nunca pasamos tres días seguidos juntos,
estuvimos meses y meses sin vernos,
y hablamos, ¡ah, sí! Eso sí que lo hacemos:
hablamos mucho y así nos amamos
con una de las tres formas posibles de amar:
la lengua.
¡Cuánto hemos hablado!
Todos los días desde que nos conocimos
en aquella plaza donde hubo en un tiempo
una gran casa de muñecas.
Nuestras voces han sido los vehículos de nuestro amor
y desde ellas hemos vivido lo que viven
las personas que se aman: hemos follado como bestias,
nos hemos dicho las verdades del barquero,
hemos convivido en un espacio sonoro que bien podría ser
un salón, nuestro salón, el de la casa que nunca tuvimos
(que nunca tendremos)
y en él hemos discutido la educación de nuestros hijos
-los tuyos y la mía, nosotros nunca tuvimos hijos
(y nunca los tendremos)-
y también allí –en ese salón imaginario- me abandonaste por otro
mientras yo sucumbía a una especie de tedio
que me llevó hasta una celestina
la cual me buscó mujeres anodinas
que nunca me gustaron.
Sí, tuvimos crisis matrimoniales
nosotros que jamás nos casaremos
y que tanto, tanto nos queremos.
Es curioso que no habiendo compartido
físicamente apenas nada
seamos dos personas que se aman.
Sólo hay una queja, sólo hay algo
que añoro entre tú y yo,
algo natural entre amantes,
un detalle que parece que incluso con alzheimer
el olvidante recuerda los buenos tiempos
y asoma en sus labios la sonrisa
del que sospecha haber amado mucho.
Y es que a nosotros, querida mía,
nos falta nuestra canción...
tan sólo eso nos reprocho:
no poder cantar la canción
que nos defina enteros
y que en las noches cubiertas de rocío
a solas con mi frío, sintiendo inmensa
tu ausencia, pudiera tararear nuestra canción
y así, entre sus notas y sus silencios,
quedar dormido, sabiendo que quizá tú,
esa misma noche, lejana,
la habrás cantado también
para sentirte junto a mi.
Una canción, tan sólo una canción,
nuestra canción.
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Tags : Recuerdos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/02/2021 a las 19:52 | {0}