Escrito por Isaac Alexander
Edición y notas de Fernando Loygorri
XLI
Fragmentos decimonónicos*
...tiene el camisón subido a la altura de las caderas, sé que el castigo será inclemente, el clérigo Bronzer dejará su espalda marcada con las tiras de cuero del látigo. Dicen de este clérigo que es además del más joven el más severo de cuantos han dirigido las almas de las huérfanas del Orfanato de Nuestra Señora de las Virtudes...
...sus ojos negros, encendidos como brasas de un fuego en su punto álgido, los vieron; él estaba casi desnudo, tan sólo llevaba puesta la cabeza de toro y cuando vio aquellos cuernos hermosos como cuernos de luna reposando sobre sus hombros fuertes y admiró las sombras que la hoguera forjaba en su torso, su vista recayó en su miembro viril que estaba enhiesto y descapullado y que generaba en la sombra de la pared del fondo la sensación de un títere a punto de entrar en escena [...]** la boca se mantenía semiabierta y llegó a pensar que hasta en sus dientes sentía su dulzura; su boca esperaba a que él se acercara y él le acercó su pecho y ella lo besó con tal largura que sintió celos del vello de aquel hombre hermoso que no debía el voto de castidad a un Dios injusto mientras que él, clérigo miserable, había de sufrir estos ardores que más tenían de penitencia diabólica que de prueba divina...
...Marie acariciaba el cabello de Muriel mientras untaba la carne viva de su espalda con un ungüento que aliviaba la quemazón. El clérigo Bronzer la había fustigado sin piedad hasta veinte veces. Delante de todas las huérfanas, monjas y personal sanitario, el clérigo desnudó a Muriel de cintura para arriba, ordenó que la Madre Superiora la atara al tronco del viejo roble, uno que estaba allí desde tiempo inmemorial, dicen que desde el siglo XIII y que también desde hacía generaciones era el tronco al que se ataba a los delincuentes para que recibieran sus castigos. Por eso se le llamaba El Viejo Justiciero y todos le temían. Además el Viejo Justiciero se encontraba en el centro de los tres edificios que conformaban el Orfanato y así los llamados Días de Castigo aquello era lo más parecido a un Auto de Fe del Renacimiento español. Tanto desde la explanada como desde las ventanas todas estaban obligadas a asistir a la ejecución de los castigos. El plato de fuerte de aquel día había sido, por supuesto, los veinte latigazos a Muriel por tener subido el camisón hasta la cadera estando dormida pudiendo provocar, como así ocurrió, la visión por parte de sus compañeras de sus partes pudendas...
...el clérigo no tenía más de veinticuatro años. Era muy delgado. Sus mejillas hundidas dejaban ver unos grandes y negrísimos ojos. Su boca era muy fina. Sus dientes estaban algo amarillentos por la acción del tabaco. Su frente era amplia y lisa. Su piel muy pálida como si siempre estuviera muerto. Sus manos eran huesudas, largas, algo femeninas. Tenía una voz grave que contrastaba con la delgadez de su ser. Era una voz bien timbrada. Era una voz hermosa. Como todo joven, aunque no especialmente agraciado, era bello por su juventud...
...se despertó con una fiebre muy alta. Deliraba. Decía frases como, ¡Sacadme esta espada! ¡Sacadme el aguijón del tábano! No puedo huir más. ¿Dónde me esconderé? ¿A qué extraño paraje habré de ir para que los castigos no me persigan y pueda al fin dejar volar mis ansias? Mis ansias... ¡Sacadme esta espada! ¡Arrancadme este corazón del mío que me lo está pudriendo! Luego se calmaba pero por poco tiempo, tan poco que no le permitía descansar...
______________________________________
* Como anuncié en el capítulo 41 de este Libro de las soledades, inicio los fragmentos en los que Isaac escribe al modo decimonónico en base a las pautas establecidas por Mario Praz. Como especifico son fragmentos. La razón es que por su propia naturaleza de apuntes, muchos de los textos son esbozos, líneas de desarrollo o escritura automática que por puro juicio estético decido no publicar. Se me podrá criticar y estará bien hecho.
** Cuando introduzco en un párrafo este signo [...] es que he omitido parte de ese párrafo.
...sus ojos negros, encendidos como brasas de un fuego en su punto álgido, los vieron; él estaba casi desnudo, tan sólo llevaba puesta la cabeza de toro y cuando vio aquellos cuernos hermosos como cuernos de luna reposando sobre sus hombros fuertes y admiró las sombras que la hoguera forjaba en su torso, su vista recayó en su miembro viril que estaba enhiesto y descapullado y que generaba en la sombra de la pared del fondo la sensación de un títere a punto de entrar en escena [...]** la boca se mantenía semiabierta y llegó a pensar que hasta en sus dientes sentía su dulzura; su boca esperaba a que él se acercara y él le acercó su pecho y ella lo besó con tal largura que sintió celos del vello de aquel hombre hermoso que no debía el voto de castidad a un Dios injusto mientras que él, clérigo miserable, había de sufrir estos ardores que más tenían de penitencia diabólica que de prueba divina...
...Marie acariciaba el cabello de Muriel mientras untaba la carne viva de su espalda con un ungüento que aliviaba la quemazón. El clérigo Bronzer la había fustigado sin piedad hasta veinte veces. Delante de todas las huérfanas, monjas y personal sanitario, el clérigo desnudó a Muriel de cintura para arriba, ordenó que la Madre Superiora la atara al tronco del viejo roble, uno que estaba allí desde tiempo inmemorial, dicen que desde el siglo XIII y que también desde hacía generaciones era el tronco al que se ataba a los delincuentes para que recibieran sus castigos. Por eso se le llamaba El Viejo Justiciero y todos le temían. Además el Viejo Justiciero se encontraba en el centro de los tres edificios que conformaban el Orfanato y así los llamados Días de Castigo aquello era lo más parecido a un Auto de Fe del Renacimiento español. Tanto desde la explanada como desde las ventanas todas estaban obligadas a asistir a la ejecución de los castigos. El plato de fuerte de aquel día había sido, por supuesto, los veinte latigazos a Muriel por tener subido el camisón hasta la cadera estando dormida pudiendo provocar, como así ocurrió, la visión por parte de sus compañeras de sus partes pudendas...
...el clérigo no tenía más de veinticuatro años. Era muy delgado. Sus mejillas hundidas dejaban ver unos grandes y negrísimos ojos. Su boca era muy fina. Sus dientes estaban algo amarillentos por la acción del tabaco. Su frente era amplia y lisa. Su piel muy pálida como si siempre estuviera muerto. Sus manos eran huesudas, largas, algo femeninas. Tenía una voz grave que contrastaba con la delgadez de su ser. Era una voz bien timbrada. Era una voz hermosa. Como todo joven, aunque no especialmente agraciado, era bello por su juventud...
...se despertó con una fiebre muy alta. Deliraba. Decía frases como, ¡Sacadme esta espada! ¡Sacadme el aguijón del tábano! No puedo huir más. ¿Dónde me esconderé? ¿A qué extraño paraje habré de ir para que los castigos no me persigan y pueda al fin dejar volar mis ansias? Mis ansias... ¡Sacadme esta espada! ¡Arrancadme este corazón del mío que me lo está pudriendo! Luego se calmaba pero por poco tiempo, tan poco que no le permitía descansar...
______________________________________
* Como anuncié en el capítulo 41 de este Libro de las soledades, inicio los fragmentos en los que Isaac escribe al modo decimonónico en base a las pautas establecidas por Mario Praz. Como especifico son fragmentos. La razón es que por su propia naturaleza de apuntes, muchos de los textos son esbozos, líneas de desarrollo o escritura automática que por puro juicio estético decido no publicar. Se me podrá criticar y estará bien hecho.
** Cuando introduzco en un párrafo este signo [...] es que he omitido parte de ese párrafo.
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Cuentecillos
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones para antes de morir
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Olmo Dos Mil Veintidós
Sobre las creencias
Jardines en el bolsillo
El mes de noviembre
Listas
Olmo Z. ¿2024?
Saturnales
Agosto 2013
Citas del mes de mayo
Mosquita muerta
Marea
Reflexiones
Sincerada
No fabularé
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
Sinonimias
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
Carta a una desconocida
Biopolítica
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Asturias
Velocidad de escape
Derivas
Sobre la música
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Las manos
Las putas de Storyville
Las homilías de un orate bancario
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Narrativa
Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/07/2021 a las 18:48 | {0}